DON JULIO ROJAS "POLITO" SACADO DEL SOMBRERO DE UN MAGO
Villa de Cura,
estado Aragua
Por Oscar Carrasquel
Por la historia menuda de este pueblo de Villa de Cura,
estado Aragua, Venezuela, han pasado muchos hombres venidos de otros
lugares, y son muchas las veces que nos topamos con su recuerdo; tal es el caso
de Julio Rojas el popular POLITO... Cuando contaba 28 años de edad llega como transeúnte a esta Villa de San Luis que entonces contaba con apenas seis barrios, un pueblo discreto, olorosas sus calles a
aliento de asnos y mulos . Comentan que este caballero de andar errante era oriundo de la
República de Colombia.
Julio Rojas fue un hombre que se movía en los ámbitos de la radiodifusión en Caracas y en el mundo circense
independiente. No había pueblo que no visitara. En los días cuando Julio se
movía de sitio en sitio, precisamente en unas fiestas patronales de San Luis un 25 de
agosto, pasó por el pueblo de Villa de Cura, se metió por los lados de la
Iglesia Matriz, tomó un baño en el riachuelo “Curita” y aquí se quedaría hospedado pata siempre. Habitó una casa de vecindad formando un triangulo con el “Bar Deportivo” de don Pompilio Martínez y bodega "La
Loca" de don Francisco Martínez, en la calle Guárico,
subiendo hacia el barrio La Represa. Julio era un ser tranquilo y humilde, de
sonrisa cordial, delgado y pequeño de estatura. Con sombra de indio en su
rostro. Algunos amigos de La Represa me contaron haberle conocido compañera de vida en El Toquito viejo.
En alguna parte o pueblo donde anduvo entregado a su
espectáculo le pusieron “Culebrero” de remoquete; pero la gente en la Villa que no se
le hace agua el ojo para poner sobrenombre, le hizo conocer después con el apodo de "POLITO" y así se quedó hasta
los últimos días de su vida. Para más ñapa al rancho de zinc donde vivía y tenía su negocio le puso un avisito en el cual se lee "Casa Polito".
Conversador e infatigable viajero, y explorador de
fiestas patronales y ferias en ciudades y pueblos de todo el país. Nacimos y crecimos
en este villorrio y por ello le seguimos los pasos a este personaje con dotes de artista de circo. Tuve la oportunidad de visitarlo y conversar mucho con él.... Polito era también retratista de calle, era común verlo con una Polaroid entre las manos vendiendo fotografías al minuto en playas, fiestas y ferias. en bautizos y matrimonios.
Como es de recordar, se enrollaba alrededor del cuello
una enorme "traga venado" que obedecía a su dueño con un pequeño silbato de sus labios; la serpiente le seguía
la corriente y cumplía sus órdenes, por eso tuvo la ocurrencia de ponerle el nombre de “María Cristina”; Es sabido que con
este nombre se conocía a un antiguo porro de moda de la época. Delante del
público, luego de cumplida la exhibición, la enorme culebra se introducía y se acoplaba
ella sola dentro de una maleta de viajero.
Un hombre de mundo, extravagante. Julio se movía a
pié por toda la pequeña ciudad,
vendiendo pomadas y mejunjes de manteca de culebra envasados en laticas de botica. A todos lados le acompañaba “María Cristina”; estirándose con la cabeza levantada. Desde lejos uno podía escuchar el pregón y guindado del cuello un cartel donde se leía: "¡Llevo
el remedio para los hombres que dicen que raspan y raspan...y no raspan
nada!"
Para los niños tenía un espectáculo muy singular .Pudo crear dos muñecos del tamaño de un ser humano que
siempre llevaba oculto en una maleta de cuero, ambos vestidos con flux de
casimir y corbata. Tenían gesto, mirada, voz, y reían como seres humanos.
Yo de ellos me acuerdo clarito, a uno lo llamaba "Pancracio" y el otro "Doroteo".
Los muñecos movían la quijada, repartían besos y el ventrículo los hacía filosofar
y decir cuentos con humor infantil.
En algunas ocasiones, en plan de centavos, "Polito" se
lanzaba a la calle en la tarde- noche, a moler valses criollos, cumbias y pasodobles en
un pianito mecánico y formaba la parranda en los botiquines de La Alameda o cualquier espacio público. Al
terminar estiraba un raído sombrero donde el público reunido le depositaba
pequeñas recompensas.
Su casa era un santuario y tienda natural a la vez. Colgados en una pared había una
galería de cuadros de Santos. Abundaban en las paredes una gran telaraña de plantas aromáticas disecadas para
inventar brebajes,: sábila, mejorana, laurel, eucalipto, conchas de drago, hierba mora y cariaquito morado del legitimo. Uno pasaba
por el frente y en una gruta veía una ristra de velas alumbrando a toda hora
como una hoguera. No le gustaba que lo llamaran "Yerbatero" porque que era sinónimo de brujo.
Sanaba a niños lombricientos, aliviaba dolores reumáticos a las personas
que lo padecían. A los picados de araña o alacrán los curaba. Socorría a cualquiera picado de serpiente; igual al que necesitaba ensalmar una erisipela brava o una culebrilla de las llamadas
"sapa"...También se hizo experto en sacar “mal de ojo” en los niños. Preparaba una cerilla para aliviar el dolor en una muela careada.
Personas mayores que se asomaban por la ventana de las casas del vecindario me contaron que,
era frecuente ver llegar los fines de
semana a su casa a muchas figuras de la farándula caraqueña y cantantes
de música llanera que venían de visita. Llegaban en
lujosos automóviles a la primera tienda naturista del pueblo. Afirman que vieron llegar de visita Valentìn Caruci, Magdalena Sánchez, Andrés Cisneros y Ángel Custodio Loyola, y otros amigos de los tiempos cuando trabajaron juntos en Radiodifusora Venezuela en Caracas. Me contaron que conservaba una guitarra española del cantor Andrés Cisneros, que la dejó a guardar y no la vino a retirar nunca. Polito no era un hombre totalmente abstemio, a veces dentro de su tienda le quitaba la tapa a un frasco de Santa "Pecho cuadrado para quitar el frío de la garganta", como me recomienda él cuando conversamos.
Un día lo vino a recoger la muerte a la casa que
habitaba y donde funcionaba aquella especie
de botica popular, para conducirlo a la eternidad. Sobrepasaba su humanidad en aquellos días la dureza de 100 años de vida. Se sabía la edad que tenía porque
él mismo lo regó en el vecindario.
Rendimos tributo de respeto y admiración a este
hombre-medicina y personaje de la vida popular villacurana. El cual cuando estaba mozo pasaba de largo con su fantasía por Villa de Cura, en temporadas de fiestas, pero luego se convirtió en morador de la ciudad. La verdad es que uno no es de donde nace, aquí en esta tierra quedó sembrado como un
hijo más para siempre.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, marzo 2019
Diagramación y fotos cortesía de don Ramón Alfredo Corniel