miércoles, 20 de noviembre de 2019

DON RAFAEL ÁNGEL MOSQUERA "MACUTORIO" HIZO DE VILLA DE CURA SU SOLAR NATIVO




Villa de Cura
Estado Aragua

Dedico a los profesores Víctor Gonzàlez Hernández "Victorino" y Raùl Aular Flores

Por Oscar Carrasquel

Conocido en vida  como un hombre sano, honesto, inteligente, llano, con un corazón grande y de una cultura amplia. Con una gran capacidad de discernimiento.. Aficionado a la cacería y la pesca deportiva. La presencia de don Rafael Mosquera “Macutorio”  cubriendo el trayecto desde la calle Bolívar y Villegas (frente a la plaza Bolívar) hasta llegar a la plaza Miranda de Villa de Cura era cotidiana en aquellos lejanos años 50. Para aquel entonces no había aglomeración de gente en las aceras, no existía la presencia de vendedores y tarantines en plena calle Real o Bolívar.
De repente llegaba aquel hombre alto, flaco, desgarbado, vestido de slack de kaki color marrón y sombrero Borsalino de copa  ala ancha,  asomaba su caminar por las callejuelas de la plaza central y tomaba asiento en un banco de cemento, bajo la fronda verde de un cotoperìz,  frente al altozano de la Iglesia parroquial San Luis Rey.. Teniendo de testigo a la estatua pedestre del generalísimo Francisco de Miranda.
Todos los jóvenes que iban llegando al banco le dábamos un toque por el hombro para saludarlo y desearle los buenos días, recuerdo la expresión que vibraba siempre en aquel lenguaje: ¿Quièn se off?.. Nos gustaba platicar con él para aprender bastante de su sabiduría.
Aquel noble hombre lo primero que hacía era refrescar  las novedades  ocurridas  el día anterior en el pueblo, contaba de todo, especialmente los episodios que le sucedida a los emigrantes europeos que recién llegaban a instalarse en La Villa. Muchos de sus contertulios llegaban con una novedad en particular. Me acuerdo que  el sobrenombre de "Macuto" lo adoptó un italiano que poseía una heladería dentro de las instalaciones del Cine Ayacucho..
A veces irrumpía a su lado un muchacho muy querido del pueblo apodado "Casunga", a lustrarle unas botas militares Masherland que usaba.  Hace poco me topé  con Héctor Lombano "Casunga" y estuvimos recordando al personaje , sus historias y su abundante anecdotario.





De los amigos que recuerdo alrededor de aquel viejo sabio, unos sentados y otros de pie como si fuera un salón de clases, me atrevo  mencionar a los jóvenes: Raùl Aular Flores, Víctor Parra Dìaz, Ivàn Coelles, Rubèn Coelles, Jorge Roldán, el negro Francisco Matute Padrón, Peruchito Gonzàlez, Gracialiano Aponte, el Chato Cáceres, el gordo José Rafael Hernámdez "Fafa", Victorino González, quien esto escribe, y otros cuyos nombres escapan a la memoria.
Mosquera fue un hombre de una gran inteligencia, un maestro autodidacta como si fuera un libro. Enseñaba y formaba, y nosotros  los jóvenes de aquella época éramos sus discípulos. Nunca nos hablaba de política ni de historia de Venezuela. No obstante de  ser un ciudadano de respeto que quiso bastante a su pueblo y a su país.  Mosquera nunca nos hablaba  de don Juan de Bolívar y Villegas, ni cuándo fue la fecha de fundación de la ciudad. No. Esos no eran sus temas de conversación. Las clases almacenadas en su memoria eran de historia del mundo, historias narradas sobre otras naciones, memorizadas por él, por largas que fueran. 
A don  Rafael Ángel Mosquera fue el primero que le oímos narrar  sobre la cruenta Batalla de Waterloo; de  la fascinante Toma de la Bastilla en la Revolución  Francesa ; mencionaba sitios de memoria y nombres de líderes como Bonaparte, Robespierre, Bernave y Lafayette; y nos contaba al pelo la historia de la batalla de Stalingrado; y cómo fue el enfrentamiento entre las tropas soviéticas y el ejercito alemán entre 1942 y 1945. Por él llegaron a nuestro oídos  los pormenores de la batalla de "Los dos puentes largos" en Alemania. Había estudiado de historia universal, era muy acucioso por eso sabía bastante. Era provechoso y agradable oírlo disertar sobre los distintos incidentes ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y como fue que  llegó a su final este conflicto bélico universal.
De pronto llegaban dos o tres amigos de su misma edad y cambiaba la conversa, se soltaba a   hablar y contar sobre episodios de cacería y pesca y sus intrincados pasos por el llano. Se supo que visitaba mucho esas tierras en días festivos junto con otros  corredores de caminos de su pueblo. Muy amigo de echar cuentos de cacería y la mejor forma de cazar  un venado o un báquiro, parado por sus canes orejones de cacería, de los cuales poseía varios ejemplares. Lo que él llamaba “tiro federiquero”,  no era otra cuestión que un disparo certero entre ceja y ceja, pero siempre cuidando y asegurándose que la presa fuera macho.
Me cuentan que Don Rafael Ángel no tomaba licor, pero no le faltaba nunca un tabaco Habano cubano  bailándole entre los labios. Siempre los cargaba apareados en el bolsillo de la blusa. Cuando era de menos edad manejaba una camioneta Ford año 1948 color verde claro que utilizaba para su trabajo y para sus incursiones por el llano.  De existir este vehículo debe ser una reliquia.
Sus tertulianos, acostumbrados a poner sobrenombre, ya no le nombraban por su nombre, ya que le agregaron diversos apelativos derivados de la primera letra de su apellido. El lenguaje de cariño de sus amigos lo bautizaron de varias maneras: a veces  “Macutorio”  "Macuto" o “Mosquerucio”,ninguno de estos epítetos le disgustaba, igual  respondía el llamado y el saludo. 
El mote  “Macuto” se hizo tan popular en la ciudad que lo llevó un “musiù” que expendía helados de vaso y barquilla en la heladería del cine Ayacucho, frente a la plaza Miranda, quien no pudo impedir que todos en el pueblo  lo llamaran “Macuto”. Desconozco donde fue a parar este señor de nacionalidad italiana.
Don Rafael Angel Mosquera fue un hombre trabajador, cabal, de mucho vigor, desempeñó la herrería artística, muchos de sus saberes se los trasmitió a su hijo Rafael José  Mosquera Jaén; su único ayudante. Mientras estaba entregado a su trabajo en la fragua siempre andaba protegido con un desgastado delantal con manchas de carbón. Fabricaba clavos y casquillos para  bestias, empuñaduras para cuchillos y puñales de cruz; además era armero, reparaba flower y carabinas de pistón, hacía piezas en hierro increíbles. Elaboraba hierros para marcar ganado; recuerdo que para el Guárico y Apure iban muchos encargos que le hacían los dueños de hatos.




El taller de herrería se su propiedad donde trabajaba funcionaba en la década del 50 y 60 en un anexo de su casa de familia, ubicada en la calle Bolívar y Villegas, a pocos metros de lo que hoy  es la Panadería y Pastelería La Reina. Con todo y su pobreza fue un hombre feliz, formaba parte de una familia muy apreciada y de mucha repercusión en  Villa de Cura. Cultivaba la amistad y familiaridad con la familia Matute Padròn y de don Adolfo Ramírez, este último dueño en el Guárico del hato La Cruz de la Rubiera. 
Don Rafael Mosquera era casado con doña Teresa Jaén Landa de Mosquera, hermana del poeta Vinicio Jaèn Landa. Procreò el matrimonio dos hijos,  Rosita Mosquera Landa y Rafael José Mosquera Landa. Contrario a lo que muchos piensan,  don  Rafael Mosquera no era oriundo de Villa de Cura, sino de Cagua donde nació hacia 1903 y en donde transcurrieron sus primeros años. Siendo muy joven se instaló en Villa de Cura hasta el final de la existencia.
No supimos, por habernos separado  la vida del pueblo, hasta donde le llegó el tiempo de vida a don Rafael Ángel Mosquera “Macutorio”, sin embrago según me dice el genealogista Odlman Botello que llegó a ser nonagenario; fue un ser reconocido y querido por todos los jóvenes y adultos  de aquella bella época. Yo siempre lo recordaré con cariño, incluso le debía esta nota a este gran maestro y amigo.  En parte, al igual que mi padre, fue el consejero  que me ayudó e hizo valorar la importancia de la lectura, Evocarlo es una deuda que teníamos que saldar y a la vez rendirle tributo de recuerdo.. Que Dios lo tenga en la Gloria.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís/ 2019.

Fotos propiedad de Editorial Miranda, Revista Expresión. 
Escaneo y diagramación por el señor Ramón Alfredo Corniel.




sábado, 9 de noviembre de 2019

LAS TRES MARÍAS JOROPERAS

                                    

LAS TRES MARÍAS JOROPERAS

             Oscar Carrasquel

En el pueblo de La Villa 
jamás se dejará de nombrar
a “Las Tres Marìas”
Tres reinas del joropo aragüeño  

Aquí, en esta tierra de gracia 
de verdor y de frescura
enfrentaron sus tormentos
y florecieron sus alegrías

María Lugo y López María
sobre los lomos 
de una burriquita
adelante marcharon al cielo
un lejano día

Dulce como un panal
trajeada de color morado 
caminó María Luz Herrera
por la misma senda
por Dios indicada.

María  Herrera,
joropera entre las mejores
de mi pueblo gran señora
Todo un vacío dejaste

La calle Comercio, La Alameda
Los Colorados
donde siempre daba la música
de nuestra tierra
Salvador Rodríguez y Linero


A un joropo 
las primeras invitadas
con con  espíritu alegre
y su chispa ingenua. 

El cielo para un jolgorio
completó sus bailadores,
Magin y Juan José Vargas 
tendrán fijas sus parejas 
para la fiesta de las estrellas 
.
Quntín Duarte
con su garganta de acero
y en  las manos las maracas  
sonarán estremecidas
en los confines del cielo.

Las guabinas y los yaguazos
pajarillos y Mariselas
del arpa de Alfredo Sánchez
con el que  llaman "El Niche"
Aquella infausta mañana 
cubrieron de joropo el aire villacurano.

María López, María Lugo
y María Herrera.
Las míticas joroperas

El pueblo de La Villa
se quedó huérfano
sin sus tres Marías

Cayeron lágrimas de mis ojos 
como piedras por un barranco
que resistir no pudieron  
tantas penas y quebrantos.






                                      La Villa de San Luìs, 08/2021


.



miércoles, 6 de noviembre de 2019

MI ENCUENTRO CON UN INSIGNE ARTISTA PLASTICO "CEJOTA"


MI ENCUENTRO CON UN INSIGNE ARTISTA PLÁSTICO  "CEJOTA"

La aurora de cualquiera día de la semana pasaba Cejota por la casa y caminábamos los dos hasta su Taller en la casa de su abuela Adela Rodríguez de Martínez donde vivía, distante dos cuadras y media de la nuestra, está ubicada en una calle empinada que arranca en la calle Comercio, que se denomina callejuela   Mateo Vargas en el barrio Las Tablitas de Villa de Cura. Más de una vez tuve el gusto de acompañarlo a esa casita de bahareque y tejas coloradas con una arboleda en el patio y una ventana de postigos y balaustre por donde entra el viento por las tardes, y en los mediodías aturdida por los resplandores del sol. La verdad es que espantaba su cordialidad y sabiduría. Evoco la figura sonriente de doña Adela de Martìnez porque fue la fabricadora de los sabrosos y célebres bollitos endulzados con papelòn y queso, y  aquellas arepitas dulces abombadas que saboreó casi todo el pueblo de Villa de Cura en las décadas del 50 y 60 del siglo pasado.
Allí dentro de un cuartico enfundado en una camisa de rayas comenzaba a mostrarme una por una las tallas en troncos secos y cuadros, y de hecho me arrimaba un banquito para que lo viera pintar  sobre un fondo de tela blanca. Él sabía que aquello era mi mundo para mi era sublime.. 
El patio de la casa es una hondonada llena de colores, lienzos y pinceles. Para aprovechar la luz trabajaba bajo la  fronda de un árbol alto de mamón,  y cuando se desprendían las frutas maduras desde el ramaje le caían sobre los pies, pero tampoco  le importaba que la camisa de cuadros se la cagaran los pajaritos desde lo más alto.
CEJOTA se rodeó desde chico entre gente del ambiente artístico y aprendió el arte de la pintura de viejos maestros. Nos contó  que se vio precisado a reemplazar los estudios y dedicar su vida a su gran pasión a la pintura.
Un día el artista  me entregó un lienzo a creyón que aún conservo en una habitación, se trata de “Un niño en un “rayo” jugando  metras”. La dedicatoria fue por escrito.  Me atrevo a decir que CEJOTA fue un pintor ingenuo pero también de arte académico. Su producción fue exquisita y abundante. Hoy se puede decir con firmeza que en cada casa de familia humilde, de clase media o de alcurnia de La Villa y de otras localidades, hay al menos un cuadro y una talla con la firma de CEJOTA, hasta en oficinas privadas e instituciones públicas se exhiben sus cuadros. En una conocida barbería de la  calle Comercio se exhibe una colección importante de las tallas del artista como si fuesen trofeos.
A lo largo de la historia la mayoría de sus pinturas y tallas en madera eran por encargo. Los domingos era un día diferente, un día muy especial, desde la mañana entraban y salían personas que se bajaban de carros de reciente modelo, se veía visitado por intelectuales y gente ligada a la vida caraqueña, además por familias de diferentes partes de Venezuela que venían expresamente a la Villa a comprar, y para que le pintaran cuadros por encargo.
Pero también fue un artista que producía para su propia gente, para su gran pueblo. Tuvo la virtud de trasmitir su experiencia y conocimientos a la juventud villacurana, a los que le dictaba talleres libres de pintura. Cualquiera persona podía pensar que en aquella casa funcionaba una especie de escuela  porque allí daba clases de pintura a sus seguidores. Con eso se costeaba la vida sin ánimo de lucro. Carlos nunca fue un hombre que poseyó debilidades vanidosas ni egoístas.
Entre sus méritos el pintor concurrió a múltiples exposiciones individuales y colectivas, tanto pictóricas como en esculturas en madera, en  muestras locales, regionales, en Caracas y en las principales capitales de estado del país. Ganó muchos premios, reconocimientos y también se vio homenajeado en diferentes ocasiones. Entre los más importantes premios recibidos se cuenta: el Premio Municipal Feliciano Carvallo en el estado Carabobo, y reconocimientos de la Escuela de Historia de la UCV,  Galerìa La Cayapa y Galería de Arte Nacional, y sus obras ganaron otros premios. En la Torre del Banco Consolidado en Caracas permaneció mucho tiempo decorando su sede principal  un pesebre de tamaño grande usando la técnica del tallado en madera.
Tuvo influencia cultural dentro de la industria gráfica participó  en libros ilustrados de tendencia literaria y colaboró en  medios de comunicación locales como la revista Expresión y el periódico El Vigía. Dejó diferentes pruebas de amor por el terruño que lo vio nacer.
Su arte (pintura y escultura) estuvo apegado a resaltar la cultura popular que lo comunica con los pueblos y sus tradiciones simbólicas. Se pueden apreciar entre su obra históricas, imágenes de santos, procesión, paisajes, marinas, juegos tradicionales, pesebres de tamaño natural, Jesucristo, Simón Bolívar; pero sobre todo  figuras  que representan estampas folclóricas: parrandas navideñas. burriquitas, vuelo de papagayos, personajes populares de nuestro pueblo y otras alegres improvisaciones. Trabajó una que otra obra marina y figuras lacustres, inspirado seguramente en el litoral aragüeño;  hay que tomar en cuenta que la población de Choroni, en un tiempo, fue lugar de entrada, salida y de permanencia suya vivió cerca del mar.

Carlos José Martínez era hijo de un amigo mío de Carlos Quintana, a quien apodaban “Carlucho”, proveniente de una familia muy conocida en  Villa de Cura, hermano de Anseris Quintana y Fermin Quintana. “Carlucho” fue operador de maquinaria pesada,  falleció a temprana edad a causa de un accidente laboral. La madre de nuestro personaje se llamaba Antonia María Martínez Rodrìguez, 
Carlos Josè, CEJOTA, era sobrino de Víctor Martínez R, un personaje ligado al deporte en el estado Aragua, vinculado con el periodismo  y a otros quehaceres de la vida cotidiana. Víctor anduvo muchos años con nosotros compartiendo el trabajo periodístico. 
Carlos José Martinez vería la luz de la vida el 14 de enero de 1954. Fue un estudiante muy aplicado, según nos cuenta su tía doña Bernarda Martínez R. y su prima Nora Martínez Siendo apenas un niño de corta edad ya dibujaba, estudiaba cuarto grado en la UEN Arístides Rojas, la educación secundaria la realizó en el Liceo Alberto Smith, Se sabe que en un periodo presidió del Centro de Estudiantes de esta institución educativa.  Así como vivió satisfacciones y días felices durante la lucha estudiantil, también le llovieron horas duras, sus profesores y compañeros de estudio y de lucha  saben que no fue un lider de carácter revoltoso.
Buen lector con bastantes libros de poetas venezolanos. También fue animador y promotor de conjuntos de aguinaldos y parrandas para llenar los espacios de diciembre de música navideña, y allá por la década de los 70 fue fundador de grupos musicales. Apartado de sus quehaceres fue un apasionado colaborador con cualquier cita de tipo cultural y peña literaria también sintió pasión por el deporte. A veces le sacaba tiempo al tiempo para rendirse a los pies del dios Baco, que no es pecado. Lo real es que Carlos José sabía cómo huirle al encierro, a la tristeza y las soledades. Su refugio en Las Tablitas a veces se convertía en una peña literaria-musical por la cantidad de conocidos que lo visitaban.
Carlos José Martínez termino su paseo terrenal en una etapa fructífera de su vida el 7 de noviembre de 2009, a los 56 años de edad en La Villa, cietamente fue una gran perdida;  nada ni nadie pudo detener el viaje final de un magnifico artista del pincel y el cincel, querido y admirado, orgullo de su Villa de Cura, militante de la peña Morgado, muy amigo de JM... 
Aún le cuesta a uno creerlo, ese día doblaron las campanas, se silenciaron los trinos en el patio de la casa y las flores del jardín se llenaron de tristeza.
Hace más de una década se produjo la ausencia física de este artista, justo como para rendirle cónsono homenaje a su merito y expresar por medio de esta nota el gusto que me anima andar por su recuerdo. Que en paz descanse su alma.

La Villa de San Luis, 2019

              Fotos  archivo de don Ramòn Alfredo Corniel, 
Fuente:
Doña Bernarda Martinez R ( Tìa, 92 años de edad)
y  Nora Martìnez