jueves, 14 de febrero de 2019

MANOS A LA SIEMBRA EN LA ESCUELA BÁSICA NACIONAL "ARíSTIDES ROJAS" DE VILLA DE CURA



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Un muñeco hecho con gusto, con humor pero con sapiencia y originalidad llama la atención a todo aquel que transita a cualquier hora la calle doctor Manzo norte. Fácilmente puede verse al frente de esta Institución de Villa de Cura. Está siempre vigilante en un huerto escolar la figura de un Espantapájaros, yace allí como un trofeo en una vitrina de museo. Vigilando el trabajo denominado Manos a la Siembra, ejecutado con sentido pedagógico por el personal docente y estudiantes de la EBN Arístides Rojas en aéreas externas de dicho plantel.

Bien sabido que se trata de un monigote hecho de trapos y vestido con ropa usada, representando una figura humana, con cara de totuma redonda y mal carácter provisto de luminoso sombrero. En el lugar permanece recostado de un cercado de alambre. Hay que reconocer que la muestra agroecológica se desarrolla con buenos resultados en un espacio de este importante centro educativo de Villa de Cura, municipio Zamora del Estado Aragua, Venezuela.

Los servicios de este espantajo son muchos, principalmente cuidando para evitar que las aves picoteen los semilleros en la pequeña granja; además para que no se acerquen al sembradío los pajaritos que vienen desde la sierra sureste. Otro de los aspectos elementales de esta vieja práctica es que contribuye a ampliar los saberes y conocimientos que reciben los estudiantes en el aula de clases para el custodio de la siembra.

Hablando de esto y según el decir de un hombre del campo, nos contó que en años anteriores se utilizaba la figura del espantapájaros con igual fin en las parcelas agrícolas hábiles para cultivo. Particularmente en el valle de Tucutunemo del municipio Zamora del estado Aragua. La extensión hace dos décadas fue campo envidiable de producción agrícola y pecuaria y de semilla certificada. Hoy convertido en un erial.

Sin embargo, en algunas zonas del país suramericano el progreso se tragó en parte esta vieja costumbre puesta en práctica por los productores, ahora las bandadas de pequeñas aves son más numerosas y avezadas y se requiere acompañar de fuegos artificiales y hasta del uso de pólvora para ahuyentarlos de los grandes sembradíos sin hacerles daño, pero todavía está en uso la figura del Espantapájaros. Aun no ha pasado de moda.

En esta ocasión nos acercamos a prestar atención a un grupo de niños de la Escuela Arístides Rojas con sus profesoras al lado dándoles indicaciones en el propio terreno.
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Eran las cuatro de la tarde y todavía el rayo de sol se detenía en el patio de la escuela. Allí pudimos observar a un grupo de niños acompañados de sus respectivas profesoras escuchando con atención las instrucciones dadas por ellas e incorporándolos al proceso de siembra y cuido del pequeño huerto escolar, donde hay un pequeño cultivo de bananos, quinchonchos, hortalizas, plantas ornamentales y de otros frutos que da la tierra. Reforzados esos conocimientos con el uso adecuado del recurso hídrico que viene por acueducto para su sustentabilidad.

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Se observa que estas profesoras son muy conocedoras de este trabajo agrícola y no dudan de ponerlo en práctica, explicándoles de la manera más aproximada a los alumnos el secreto y cada detalle sobre el manejo de la tierra y la importancia que significa para la producción de alimentos.
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Sin duda aquel conjunto de niños ávidos de convicción están aprendiendo la lección.
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Pero otro aspecto que debe tomarse en cuenta es que las docente que llevan a cabo esta labor de incentivar a los niños a poner sus pequeñas Manos a la Siembra han cursado invitación a las demás escuelas de Villa de Cura, para que observen este trabajo, con el propósito de incentivarles y les sirva de motivación para que pongan en práctica este ejemplo en los espacios vacíos de sus respectivos planteles.

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Nos asiste en la toma de imágenes y asesoramiento la profesora Dulce González Carrasquel, del personal docente de la Unidad Educativa Inocencio Utrera de Villa de Cura. Diagramación a cargo de la profesora María Teresa Fuenmayor



Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 14 de febrero de 2019

viernes, 8 de febrero de 2019

¡ÉCHEME LA BENDICIÓN PADRINO!




 A mi viejo amigo,  profesor Raúl Aular Flores, y a María, su esposa


La añoranza es de los villacuranos antiguos queriendo volver a mirar aquel grupo de chiquillos como una bandada de polluelos que en una de esas tardes de lo más hermosas de todos los tiempos inundaba los alrededores de la Plaza Miranda y el portal de la Iglesia Matriz, llenos todos de inmensa alegría esperando la hora del bautismo. En la mañana habían llegado de El Calvario las filas de lado y lado  de peregrinos entonando el ¡Ave María!. El altozano mayor de la Iglesia Matriz de Villa de Cura, el escenario escogido para este sencillo relato.


Alboreaba un día domingo de fiesta religiosa de Peregrinación, por lo tanto de bautizos y confirmaciones; un día de  ceremonial solemne ya que para esos fines había sido convocado para La Villa el señor Obispo del Episcopado de Maracay.

Ya había recibido el párvulo de parte del arzobispo la cruz sobre su frente  y el agua clara bautismal de una fuente de mármol ubicada en todo el centro del atrio; a un lado la vieja imagen del apóstol San Juan, también de los progenitores y padrinos. Al  final de la Eucaristía se oye el monótono repicar en el campanario de la Iglesia. Las cinco en punto marcan arriba  dos arcaicos y grandes relojes al frente de la catedral.

Por fin aparece la salida del padrino por el portón del frente, de paltó  de casimir y  corbatín, acompañado de los padres y de la cariñosa madrina vestida toda de blanco y con un velo cubriéndole la cabeza. La madrina es quien trae  al recién bautizado reclinado en su regazo. Ya todos los muchachos hablan tomado su puesto de combate. Y entonces es el instante adecuado y esperado por ellos para gritar en un  solo coro de voces:

                                                         ¡Écheeenos la bendición padrino!

La oportunidad  la aprovecha el padrino que se introduce la mano derecha en  el bolsillo del paltó para lanzar  una lluvia de mediecitos de plata que brillan en el aire como un puñado de margaritas silvestres. Unos encima de otros rebotan en el centro como si tratara de la tumbada de una piñata, rodando por el piso como un puñado de perdices pidiendo espacio, buscando cada quien como agarrar màs de un mediecito.



No recuerdo la cantidad de chiquillos que había en el redondel. Después salen en loca carrera y comienzan a  florecer los gritos de los muchachos  alrededor del cotufero,  o el vendedor de raspados que se apostaban religiosamente alrededor de la plaza; otros resuelven adquirir chicles Adams o capullitos de maní y entrar a vespertina al cine Ayacucho o cine El Corralón, por cuya entrada se paga medio (0.25) . Los ventanales y el alto portón ya desparecidos del viejo caserón de la familia Roldan en La Villa, fueron mudos testigos de aquella costumbre infantil.
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De aquellos episodios se nutren nuestras letras llenas de tradición y añoranzas, siendo el momento de nuestra vejez y en medio de un natural recogimiento espiritual.

Uno quisiera volver a nacer para vivir otra vez esas cosas sencillas y a la vez fascinantes del tiempo transitado, como un rezo que se guardan muy adentro en el alma  y que en este momento escarbamos como un pájaro  en su cautiverio  que come  sin detenerse.


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, Peregrinación de 2019


Direcciones de las imágenes:



PERSONAJES QUE DEJARON HUELLA EL INDIO MARA ! HAY PERROS !... ! HAY PERROS!


                             Don Santiago Hernández. Foto propiedad de Editorial Miranda,
                                  

Personajes que dejaron huellas el Indio Mara...! HAY PERROS !...! HAY PERROS !


Por Oscar Carrasquel



Santiago Hernández era su nombre real, mejor conocido como EL INDIO MARA, apelativo con el cual se le nombró desde que llegó a Villa de Cura.. Tal vez por llevar en su rostro facciones aborígenes fue moteado con ese sobrenombre. Tanto se acostumbró que cuando era presentado en una reunión así era como se identificaba:"Mucho gusto, El Indio Mara"

Uno de los primeros hombres que con humildad y esfuerzo vendió de manera ambulante “Perros Calientes” en Villa de Cura comenzando la década del 60, continuando con esta rutina todos los días hasta que cayó vencido por el tiempo.. Hay que reconocer que desde que llegó a La Villa jamás se quizo ir, ni tampoco se apartó de esta actividad comercial.




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El Indio Mara entre dos damas importantes de su vida:
su hija Lucy y su esposa Fermina (doña Yeya)


Nunca puedo olvidar a los muchacho de edad escolar de la cuadra, viviendo por la calle doctor Manzo, y detrás los adultos; correr cuando sentíamos pasar por el frente a EL INDIO MARA , empujando un coche que parecía forrado de porcelana, repleto de este alimento. Uno  consumía el primer “perro caliente” y daban muchas ganas de entrarle  al segundo

Ataviado siempre con su bata blanca y boina. Cargaba siempre  un bolígrafo Papermate en el bolsillo de la bata para sacar cuenta, pero cuando le pedían fiado se excusaba de manera inmediata: ¡Ay, mijiiito, lo siento pero yo no fío!.. Para evitarse esa incomodidad mandó a pintar con su publicista José Seijas (6jas) un letrerito en el carro que decía "No Fío" y  en el otro extremo "Perros 0.50".

!HAY PERROS!.. !HAY PERROS!. se le oía pronunciar con voz fuerte..Desembocaba en cada esquina o se estacionaba a la entrada y salida de una institución educativa..  Quería mucho y era muy apreciado por los alumnos, bedeles y maestras del Grupo Escolar Arístides Rojas. En el atardecer de cualquier día no buscaba pararse en otra esquina que no fuera frente a la bodega de don Carlos Lovera en la calle Sucre. Muchas veces se instalaba en el estadio donde se juega béisbol, y en cada estación de la vía donde lo paraban un buen rato. 

Ninguna persona de aquella generación puede olvidar lo rico y ameno de aquellos “perros calientes” llenos de sabor que les servía el proveedor el más conocido. Como tampoco podrá dejar de lado su pregonar con su ronca voz que como una flecha llegaba hasta los oídos de adultos y pequeños: ¡Hay Perros!...Y detrás ensayaba una canción de su repertorio, echaba un relato, o recordaba cualquier anécdota u ocurrencia que se le viniera a la mente.

Un hombre humilde, alegre, de voz fuerte, buen conversador,  narraba hazañas y muy hábil contando fábulas, recitaba versos y canturreaba por la calle, muy dado a piropear a las damas con elegancia. Don Santiago era un hombre que trataba con respeto, muy gracioso, buscaba reírse con los niños así como el obeso Santa Claus  cuando entra diciembre... ¡Jo, jo,jo,jo!.

Era un  experto en saber elegir tanto el pan  como los añadidos que utilizaba para aderezar y acompañar una salchicha  Oscar Mayer, su marca preferida. En la salsa que preparaba con su esposa, probablemente, estaba la diferencia. Seguramente la mayoría lo recuerda, sin embargo les voy a refrescar la memoria. Cuando uno sostenía el “perro” en la palma de la mano, la salsa blanca y rosada se derramaba por entre los dedos  y hasta la hoja de papel de su envoltura provocaba relamerse.

Que me perdone su hija Ana Lucy, pero no debo dejar de contar otra cuestión, don Santiago (como lo hacen miles de mortales) en el anochecer cuando regresaba a su casa después de trabajar, detenía el coche en medio de la cuadra frente a mi casa, yo lo observaba por la ventana,  pedaleando discretamente un trago de ron de una carterita que guardaba dentro del carro. Nadie se metía con él, siempre con Dios y La Virgen por delante.

El transitar de uno por esta vida de aprendiz de reportero deja muchos recuerdos, nuestro amigo no era oriundo de Villa de Cura, como seguramente pensarán algunos, a La Villa llegó de 25 años de edad. Había nacido en la población de San Joaquín estado Carabobo el 25 de mayo de 1923. Hijo natural de la sanjoaquinense Isabel Hernández. No he dicho que llegó a querer tanto a este pueblo de Villa de Cura que a muchos les decía que él era villacurano.

Adolescente, bisoño, fue trasladado a Caracas por su progenitora, allá estudió la primaria,  después fue mensajero en una institución bancaria; obrero de limpieza en el Museo Bolivariano  frente a la Plaza  El Venezolano;  además cumplió responsabilidades  como jardinero en la casa de la upatense doña Menca Fernández de Leoni esposa de Raúl Leoni que fue presidente. Se conocía toda el área de esa quinta y a la familia Leoni, contaba que "entraba y salía como Santiago por su casa".

Trabajó algunos años para un maestro constructor de casas en Caracas, trabajó bien la albañilería. En sus tiempos mozos trabajó para las Agencias de Lotería de la capital de la República, ganaba un dinero pregonando la lotería con aquella voz de trueno,  en los predios de Sabana Grande, Chacaíto, Plaza Venezuela y en el Terminal del Nuevo Circo; tenía clientes que le compraban  billetes completos y "quintos" de las loterías “Zulia”, “Caracas” “Oriente” y otras más. En la ciudad de Santiago de León de Caracas fue donde se inició posteriormente con los “perros calientes”, en tiempos cuando era presidente el general Marcos Pérez Jiménez.

Don Santiago tenía una fuerte voz. Una vez me contó luego de disfrutar de un cafecito en su casa que, los empresarios de boxeo y de lucha libre de Caracas, aprovechando su voz de locutor lo enseñaron a anunciar las peleas sobre el ring. (no necesitaba micrófono). El público se emocionaba cuando le oían; su papel era anunciar a los púgiles sobre el cuadrilátero en el Palacio de los Deportes ubicado en la Avenida San Martin de la capital. Se hizo amigo del conocido anunciador oficial de boxeo Pepe Pedroza, de narradores y comentaristas de boxeo y lucha libre..

También me manifestó que su gran pasión en la mocedad fue la lucha libre, en cuyo deporte tuvo discreta actuación  como luchador, le correspondió recibir y dar  entrenamiento en esta disciplina deportiva,  entrenaba con luchadores de renombre como aquellos que dentro ring se llamaron: "Dragón Chino", "Bassil Battah", "El Chiclayano" y "Camba El Salvaje", pero no siguió según me dijo por lo bajo de la remuneración.

En Caracas se enamora y contrae nupcias en 1959 con Fermina Aurelia Cantero, conocida después como "Doña Yeya", su esposa era de nacionalidad española, quien a causa de una enfermedad terminal que iría a minar su existencia fallece el 3 de junio de 2012 en Villa de Cura, la ciudad que fue como su patria adoptiva, la cual tanto quiso y donde fue altamente apreciada por sus numerosas amistades. De este matrimonio nació una hija Ana Lucy Hernández Cantero. Fue también padre amoroso de  dos hijas de una relación anterior relación, Gloria y Josefina, oriundas de Caracas.


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El Indio Mara  entre el Alcalde Alberto Roye y Rosa Castro y de un grupo de amigos


El 5 de mayo de 1998 la alcaldía del municipio Zamora, cuyo titular era el señor Alberto Roye Flores, lo distinguió con la “Orden Ciudad de Villa de Cura”, ganada por su nobleza y tenacidad de buen ciudadano. Y el 25 de agosto de 2013 con la condecoración "San Luis Rey". Además fue honrado con diplomas y reconocimientos por diferentes organizaciones deportivas que hacían vida en la comunidad.

Entre otras distinciones recibidas se destaca un diploma otorgado el 25 de mayo de 2010, por  “Cooperativa Conociendo al Estado Aragua y Algo Más R.L”, presidida por la comunicadora social Yolanda González, coincidiendo con la celebración de los actos conmemorativos de un aniversario de la ciudad de Villa de Cura.

Don Santiago Hernández el popular INDIO MARA colaboraba con nuestro pueblo en todo lo concerniente con el deporte, particularmente con la liga de béisbol aficionado y también con el béisbol menor, razón por la cual fue homenajeado en varias oportunidades. Le fueron entregados diplomas, placas y medallones por su valiosa contribución en varios  torneos de béisbol llevados a cabo en el estadio “Ramón María Acosta”, pude ver que ocupan las paredes y otros espacios de la casa.

Hubiera sumado más años en su labor de vendedor de “perros calientes” pero tuvo que retirarse con 82 años de edad. Con el peso de los años el hombre humilde, sencillo y jocoso fue perdiendo facultades y el tiempo le fue ganando ventaja. Ya no oía ni veía bien, sus pasos se hicieron cansinos. La nostalgia por no poder ejercer mas el trabajo  que fue  gran parte de su vida le fue minando la existencia. No bastó la asistencia psicológica oportuno que le buscó su hija Lucy.

A muchos villacuranos les dolió su partida, nosotros lo teníamos como vecino y buen amigo, me sorprendió cuando me llamaron por teléfono para anunciarme su viaje. Se había marchado cuando el viento canta,  por entre un camino de nubes azules  el 10 de febrero de 2014, en vísperas de cumplir 91 años. Su casa se inundó de abrazos amigables. Su sepelio causó revuelo y se convirtió en una verdadera manifestación de dolor popular. Señor Santiago Hernández, a todos los villacuranos de una generación nos dejaste una estela de recuerdos difíciles de olvidar. Tómese esta nota como un sentido homenaje. Paz a su alma.


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, febrero 2019


NOTA: Fotos cortesía de Lucy Hernandez, hija del Indio Mara.
Diagramación Ramón Alfredo Corniel