martes, 3 de octubre de 2017

¿QUE SIGNIFICADO TENÏA ANTES LA FRASE ”LUNES DE ZAPATERO”?

Don Fulgencio Silva

Por Oscar Carrasquel

En estos días de felicitaciones y abrazos de AÑO NIEVO conversando  con un viejo amigo nos trasladamos a tiempos lejanos para recordar con acendrado cariño un sitio en Villa de Cura, en el barrio La Represa, el cual fue bautizado con el nombre de “El Revolcadero”. Aclaro que no era botiquín, ni lugar de encuentro fortuito con mujeres como el nombre sugiere, sino el patio de una vivienda rural, era un remanso si se quiere de la bohemia espontánea y alegre en La Villa de los años 50 y comienzos del 60.

El administrador de aquel lugar era un veterano artesano de la suela, un hombre gentil que aun nos acompaña en la vida. Allí cosía él todos los días, docenas y más docenas de la criolla alpargata. Con la excepción del lunes,  día que los alpargateros  abandonaban  la faena por  ser de asueto semanal, al igual que el domingo. De allí la  viejísima y conocida frase que reza “Lunes de zapatero”.  Un día de descanso adicional  para todo aquel que fabricaba o arreglaba zapatos, pero igualmente válido para los que elaboraban alpargatas.

Es bueno recordar que las reconocidas alpargaterías en La Villa,  acataban y respetaban la vieja tradición y  concedían parada  a sus operarios el lunes en cada semana. Así como también los  restauradores independientes de calzado  que  hacían lo mismo. En Navidad y Año Nuevo disfrutaban de una semana completa. 

Surgido de la fábrica de zapatos de un inmigrante europeo que se llamó  Don José Soco,  de aquella Villa de Cura que ya se nos escapó de las manos es don Fulgencio Silva.  “Don Fulge” (como le decimos cariñosamente). De ser fabricante de calzado ahora cambió de aires, pasó  a sustituir suelas, tapitas, coser y aplicar betún  para resucitar calzados usados en  un local de la calle Comercio; El propio Fulgencio nos ofrece su versión en relación con el significado de la reconocida frase “Lunes de Zapatero”; afirma que estos artesanos   se ocupaban los  domingos del saneamiento del área de taller, remojaban y preparaban la suela, aprovechaban para encerar el pabilo y afilar los aparejos de corte y cosida; esto les daba derecho a librar el lunes. Eso se perdió –me dice este catire- desde los años 80, la industrialización y proliferación de tiendas de modas y líneas de calzados acabó con la vieja tradición de “Lunes de Zapatero”.

El sitio donde los lunes se reunían los artesanos de la suela era una casa de bahareque con el techo de dos aguas cubierto de zinc. El solar abajo, era un espacio pequeño parecido a un establo. El piso era de terrón y estaba cercado por una empalizada de alambre y puntales de madera,  sombreado por matas de “pat'eratón”. Se entraba abriendo un falso de empalizada. Como en ese gremio  siempre estaban en boga los sobrenombres y las echaderas de bromas, alguien puso a la entrada  un tabla clavada sobre un horcón donde se leía:  “El Revolcadero”. 

No más de cuarenta bolívares (de aquellos) reunían los presentes, lo suficiente para  preparar un hervido de gallina de corral, sancocho de res y a veces mondongo. Y como en aquellos tiempos no se cocinaba con gas, el  cocinero usaba una lata donde venía la manteca “Los Tres Cochinitos”,   la montaba sobre tres topias y la atizaba con  leña que abundaba en la falda del cerro “El Vigía”.

No podía faltar un tocadiscos reposando en un rincón,  con una variedad de música latina, y entonces comenzaba un verdadero oasis de buena diversión.   Se rociaban la garganta con guarapita, leche de burra (similar a ponche crema) y para las damas preparaban un coctel que llamaban  “amorcito”. Pero como el vino y la música empatan amigos y emociones, al poco rato  le estaban dando hurras y vivas al personaje anónimo que inventó y  enarboló la frase:   “Lunes de zapatero”.  

No era nada raro que esta especie de peña se convirtiera en trashumante. Hubo  lunes que dejaban “El Revolcadero” y bien temprano se mudaban para “La quebrada de Piritu” y para "La Planta", unos paisajes silvestre que queda en la vía San Juan de los Morros, a bañar sus cuerpos en las cristalinas aguas, donde  pasaban todo el santo día. Se llevaban en una cesta la provisión esencial, pero  muchas  veces el mismo riachuelo y San Rafael (el Santo pescador) les proveía de coporos, corronchos y palambras para el fogón.

De repente cargaban con dos desplumados gallos de raza recolectados por “Maestro Zurdo” Rojas, de aquellos que quedaban fuera de combate en la gallera de Don Pio Silvestre Zapata en la calle Guárico; con estos espeluéricos preparaban un sancocho y al atardecer  se retiraban, no sin antes dejar todo limpio.

Ya no están en la vida,  se marcharon casi todos con sus sonrisas a flor de labios aquellos reconocidos alpargateros de La Villa, que conocieron el arte de divertirse con poco dinero,  supieron albergar y trasmitir amor y solidaridad. Se fajaban  duro el resto de la semana pero también vivieron los momentos exquisitos que les brindaba el  famoso “Lunes de Zapatero”.

Qué bueno que estuvieran para que nos pudieran deslizar tantos episodios, anécdotas y peripecias aquellos que se ya se fueron pero dejaron  huellas que no las borra el tiempo, conocidos en la comarca, entre estos ellos  Alberto Pérez “El gato”;  Melquiades López “Casaguito”;  Marcelino Blanco “El mono•;  Dimas Zambrano “El Chivo”;  Emiliano Rojas “Maestro zurdo”; Roso Martínez “El cochino”; Julio Criollo “El negro criollo”;  Pablo Rondón “El negro”; Eduardo Rodríguez “Conejo”, Luis Rojas, “Cabeza fresca” y Justo Ilarraza “Carehacha”, y otros  como Ernesto Rojas y Julián Rojas.  

Hoy  notamos que aquel sitio único llamado “El Revolcadero” cerca de un cerro, ha quedado hundido en el olvido. El rancho se convirtió en casa de bloques de doble planta, asiento para dos familias. Las generaciones presentes no se preocupa en saber el por qué de la criollísima frase:  “Lunes de Zapatero”.

Uno a veces cierra los ojos y se pone a pensar en aquella romería de familias enteras que tenían la costumbre de salir el 1eo de enero,  en autobús o vehículos particulares, desde La Villa para el rio Guárico, a pescar y a darse unas cuantas zambullidas en aquellos pozos, desde que despuntaba la mañana hasta que oscurecía  el sol de la tarde.
                                            
                                                                                             
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 02 de enero 2017





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