Por Oscar Carrasquel
Apaciguado el momento de su partida hoy volvemos a recordarla. Se nos marchó a los jardines del cielo doña Irma de Botello. Así sencillamente se le nombraba en el vecindario. Una gran villacurana que nos ungió con su amistad. Hace
pocas horas la vimos por última vez en una funeraria. Afloraba a su rededor un puñado
las flores, las mismas que nutrían su vida y que hoy vuelan con ella como maripositas hacia
el ancho del infinito. Apenas hace unas horas fue entregado su cuerpo a la tierra
madre que la vio nacer.
La que fue esposa constante sin agotamiento en la vida terrenal del audaz barbero de San Fernando de Atabapo Luis Manuel Botello. La misma que sintió en su vientre los aporreos
de Oldman, Manuel, Pedrito y Zobeida, los hijos de la casa paterna que se quedó sola con Pedro.. Su
fortaleza espiritual era muy sorprendente, resulta que hay dolores que consumen como el fuego, lo prueba cuando fue sorprendida la primera vez por la temprana muerte de la
única hija hembra Zobeida..
Doña Irna fue la confitera que mejor fabricó en Villa de Cura, en el siglo pasado, la
exquisitez de aquellos “Roscones” de masa dulce que preparaba y que gozaron de fama. Y degustó a la orilla de
su fogón el doctor Guillermo Morón, cuando en La Villa la
familia Botello un viernes hubo de recibir la visita del insigne escritor. Los comió y los pasó con guarapo guayoyo. Así lo hace constar el
historiador trujillano en uno de sus libros..
En modo alguno la
matrona lo anduvo buscando, pero el Cabildo de Zamora presidido por el señor Luis Herrera la distingue con una
condecoración en el pecho como una fresca flor, en una fecha que se conmemoraba el “Día Internacional de la
Mujer”, para reconocerle sus incontables méritos humanos.
Doña Irma era la única hija que quedaba del linaje del pulpero de la “La
Alameda Crespo” don Arístides González. Maestra del arte de la humildad y la
entrega ilimitada al hogar y a la familia. Profesó la fe católica, con devoción por la Virgen de
Lourdes y el Santo Sepulcro villacurano.
Madre, abuela, tía, suegra, amiga incondicional en las muestras de cariño. Se nos marcha adelante por el camino que otros después seguiremos. Esa en definitiva es el final cuando llega el momento supremo en que debemos huir de las soledades para
acudir a contemplar el rostro de nuestro
señor Jesucristo.
Yo pensaba que doña Irma pasaría de los 100 años en la
vida. Pero no. Dios tenia dispuesto otra cosa, que solo llegara a la puerta del
tiempo con 91 años de edad y unos cuantos meses. La verdad es que su vida fue un sueño que termina hoy cuando comienza a ascender hacia el verdadero reino
de la paz de donde no se regresa jamás.
Descanse en paz doña Irma, que la armonía del viento
por esos pacíficos lugares de paz le acompañe en este viaje final sin regreso.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 27 de junio de 2018
La sra.Irma, como solìa decirle, afable y cariñosa siempre. Descanse en paz.
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