miércoles, 10 de abril de 2019

SOBADORES EN LOS AÑOS 50 HABÍAN MUCHOS EN LA VILLA





                         "La experiencia es la madre de la ciencia" (Anónimo)


                                                                       Por Oscar Carrasquel


Esta fotografía ajena qusobre la cual desconozco el crédito, me trajo muchos recuerdos que quiero compartir con nuestros lectores. El oficio de “sobador” es antiquísimo en la cultura tradicional venezolana. En el lenguaje coloquial también llamados “yerbateros” o  “componedores de cuerdas huídas”. Contaron con la confianza y el respeto de toda una generación en el transcurrir del siglo pasado.  Podían ser de sexo masculino pero también lo ejercían las mujeres. Los sobadores que vamos a mencionar nacieron, se levantaron y aprendieron a ser útil a la salud de este pueblo de Villa de Cura y  sus alrededores.

El solar de la vivienda que habitaron era parecido a un jardín botánico, de donde salía cada planta que servía para componer cualquier lesión muscular. No faltaba en el patio un espacio cercado de matas medicinales. Había de todo, mejorana, naranjillo, yerba mora, fragosa, sauco, sábila y laurel, entre otros. Esta siembra mantenía el ambiente lleno de aromas como una botica.

Había quien guardaba en un frasco  una culebra morrona sumergida en aguardiente, que era muy buena en unción, y en bebedizo para aliviar los dolores artríticos s musculares; lo mismo que no  faltaba, una carterita donde se guardaba el agua bendita.

No cobraban por ese trabajo, solo un aporte en efectivo que se dejaba en un plato de peltre; yo me acuerdo que había que llevar una vela de sebo, que se adquiría en dos centavos en la bodega de Régulo.

En el patio había  una especie de capilla con santo, algunos mantenían  un altar con una lampara en aceite encendida noche y día. El “sobador” a que nos referimos  profesaba la religión católica. 

La vivienda de un “sobador” era como el corazón del Señor, donde cabía todo el mundo; cualquier persona, mujer, niño, hombre, rico o pobre, buscaba la ayuda de estos servidores sociales; como el primer recurso para solucionar algún problema que tuviera relación con una falseadura muscular.

La sabiduría de estas personas la conocían las abuelas, porque sabían corregir los dolores de espalda en las mujeres de primer embarazo, y las que estaban a punto de parir. En los pueblos del interior la fisiatría y fisioterapia eran casi desconocidas. Difícilmente estas dolencias se trataban en un consultorio médico  o en un hospital público.

Para llevar un músculo torcido a su lugar,el paciente  necesitaba una, dos, o más sesiones de sobada. el sobador dejaba deslizar ambos pulgares frotando sobre la parte afectada, lo cual producía un dolor tan intenso que daban ganas de orinar; lo remataba con una cataplasma de hierbas, y el resto era santiguar el esguince; aplicaban un ungüento a base de alcanfor y una vela de cebo milagrosa. 

Confieso que, mis sobadas, quejidos y lágrimas, producto de luxaciones jugando béisbol, los dejé en la casa del señor Antioquìa Gómez que vivía en el barrio la Represa, quien ademas, usaba para sus curaciones, oraciones y pomadas con trementina y alcanfor. Juntaba grasa de chivo para los niños aprender a caminar.
 
Una vez me llevaron casa de la señorita Carmen Colmenares, en la Parroquia Las Mercedes por un esguince muscular. Los que practican béisbol, fútbol, ciclismo y los colegiales son  muy frágiles a una lesión.

Abundaron muchos “sobadores” en Villa de Cura a mitad del siglo xx. Con el permiso vamos a enumerar aparte del patriarca  Antioquía Gómez. En la calle doctor Urdaneta Sur hacia La Represa  don Inés Bolívar, quien además era barbero. Curiosamente  al cabo de cada sobada entregaba caramelos de papelón  para atenuar el fuerte dolor de las sobadas. También de La Represa era experto don Simón Saldeño.  
En  la parroquia Las Mercedes, en el callejón 5 estaba la niña Carmen Colmenares. En el callejón 3 de la misma comunidad don Nicolás Natera, conuquero de machete y escardilla y experto sobador. En el barrio Las Tablitas la señora Juana Méndez, la mejor bailadora de joropo, y su hermana Encarnación Méndez; también en el mismo barrio los amigos Marcelino Terán, Fabián Flores, que era  cantador de joropo y Manuel Flores. 
En el popular sector “La Coromoto” dieron su aporte Patricio Linares, Valentín Paredes y Benito Pérez, el cochero de la villa. Y en la villa centro se hicieron muy solicitados la doña Mercedes de Socco y el señor Augusto Paredes, el popular “companei”.
 
Por ahí anotado en una libreta tenemos a don Julio Rojas  "Polito", en la esquina dela calle Guárico con Urdaneta, que no utilizaba sobadas, pero sí recetaba y distribuía menjurges y ofrecía plantas medicinales.

Este método empírico ejercido por el hombre con el auxilio de la Divina Providencia, utilizando los recursos que nos brinda la madre naturaleza, esta metodología no ha sido cambiada del todo. Aún queda  alguno rezagado por ahí.. Si volvieran  en estos  días, así como está regresando  la leña para cocinar por falta de gas, seguramente contarían con mucha clientela. 

Por cierto, les vengo a recomendar que hablen con  Bernardo José Rivas, el locutor 9208, quien dirige sus conocimientos preparando un producto, para lo cual utiliza miel pura, ajo y raíces del amazonas efectivo para la inapetencia del adulto mayor a la hora de la verdad.. Había que llevar  el envase y el pago móvil. Tambien prepara para llevar una especie de catara picante, un aderezo para las comidas especiales. "Picante El Veguero" dice la etiqueta. Me debes la cuña.                               

                     Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis,Tricentenaria