Así como en La Villa
nacen las mañanas
En una calle larga
como un quejido,
descolgada del cerro Los Chivos
en una casa agachadita nací yo
Una casa de paredes embarrada
costillar de caña amarga
y zócalo blanco y azul
Cálida en invierno
y fresca en las tardes otoñales
Al fondo,
la copa abierta de un pericoco
derramando gallitos dorados
En el antepatio
un bosque de cayenas
Sentado sobre una butaca
observaba yo a mi padre,
golpeando con dos indice
las teclas de una anciana Underwood
Yo soñaba algún día ser igual
y poder escribir
las mismas ilusiones
Los rayos solares
caían como afilados cuchillos
colándose entre las ramas
de una mata de mamón
El viejo estudiaba la Biblia,
a Gallegos,
leía a Goethe
Y en algunas veces a Musset
Oloroso a perfume de rosas,
se subía los anteojos
a la altura de la frente
No sé cuántas veces estuve
a su alrededor
dejándome llevar de su mano
De ahí broté,
de esa piedra de luz.
para que yo algún día
también escribiera versos.
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 27 de julio 2017
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