Medio de difusión del quehacer literario de Oscar Carrasquel. Miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN) Carnet No.13186
sábado, 24 de febrero de 2018
EL POBRE BORRICO
No era tan ducha AGRIPINA en el arte pero si tenía necesidad. Recibió enseñanza de la madre para confeccionar a mano objetos en cerámica. Vive en un valle pequeño, por cuyo caserío discurre una corriente de agua fresca con matas de flores por la orilla, que corre tanto en invierno como verano, generoso su costado porque le provee de arcilla para el fogón del horno todo el año.
La madre se cambió de oficio porque según ella aquello "no le daba", entonces se dedicó a lo que mejor sabía, a vivir de un pequeño restaurant, a vender comida a las personas que ocasionalmente transitaban por allí y atender a los inquilinos de la posada.
AGRIPINA atiende ella sola los clientes de un reducido puesto de venta de cerámica los domingos, al lado izquierdo del altozano de la iglesia matriz. Al frente el bronce de la plaza, diagonal queda la comisaría.
Un día domingo de festejo patronal en su natal pueblo llevó el borrico cultural que había confeccionado por encargo. A su modo de ver y entender le parecía bien terminado… "-Demasiado precioso" - le sumó la vecina de al lado.
En efecto, finalizada la misa celebrada en honor a Nuestra Señora del Rosario encontró a su cliente: una señora llamada Luisa Elena, conocida maestra de la vieja escuela del pueblo, quien salía de la iglesia atada de la mano con su única hija, una niña que andaba más o menos por los 10 años, aficionada a la poesía y quien atiende por el nombre de LUISA DEL VALLE.
Hubo un día en que, no se recuerda por qué, no hubo clases en el colegio. LUISA DEL VALLE emocionada reunió a un grupo de sus amigas de la cuadra de su misma edad, algunas compañeras de curso de la escuela de la parroquia donde viven, pensó de inmediato de presentarles y explicarles al grupo lo novedoso de la pieza que le compró su mamá el domingo de fiesta patronal en la plaza.
"Tengo un borrico que carga flores. Aquel que llega se queda abismado. De todas maneras voy a describir su historial. ¡Pero véanlo!...Tiene cuerpo de rinoceronte, cara de vaca, ojos de cóndor, frente de cochino, cascos de danta y cuernos de cabra; de burro no tiene nada. Pobre mi borrico es quien siempre me acompaña."
Lo anterior fue todo lo explicado por LUISA DEL VALLE en la reunión. Al terminar la visita, el rumor se corrió por toda la comarca, que su desdichado borrico no es parecido en nada a lo que su madre tenía encargado para regalárselo el día de su cumpleaños.
sábado, 17 de febrero de 2018
OTRA DEL CACHICAMO (CUENTO INFANTI)
Villa de Cura
Estado Aragua
Dedico a todos los niños, y a los que lo fueron.
Por Oscar Carrasquel
Aquel hombre no tenía compasión por la naturaleza ni se sentía representado por aquel animalito de la fauna silvestre con su cuerpo oculto en un caparazón, de larga cola y extremidades cortas, de andar lento, el cual se desplazaba entre una hilera de arboles montaraces, empujando con su cuerpo el espeso rastrojal, huyendo de unas llamaradas altas favorecidas por el viento de verano.
El hombre le había prendido fuego al monte, controlando malezas y con el fin de tumbar rosa para fundar conuco y sembrar la tierra, al mismo tiempo aprovechaba para salir a cazar animales silvestres, lo cuales huían despavoridos buscando amparo en la cima de la montaña. Todos los animales pequeños y grandes huían sin imaginarse las verdaderas razones de la especie humana. Ya se sabían de memoria los caminos para huir.
El hombre le había prendido fuego al monte, controlando malezas y con el fin de tumbar rosa para fundar conuco y sembrar la tierra, al mismo tiempo aprovechaba para salir a cazar animales silvestres, lo cuales huían despavoridos buscando amparo en la cima de la montaña. Todos los animales pequeños y grandes huían sin imaginarse las verdaderas razones de la especie humana. Ya se sabían de memoria los caminos para huir.
Estaba cansado el armadillo de caminar, se encontraba fatigado, pero ya había andado tres cuartos de legua. Por entre el ramaje de los árboles todo se veía negro por la humareda.
Al fin en la tarde-noche encontró un castillo abandonado; fue cuando cachicamo reconoció que había cesado el peligro, vio una puerta sin cerrar, abandonada, cubierta la entrada de plantas parásitas, asomó su cabecita, abrió bien los minúsculos ojos viendo a todas direcciones y buscó refugió debajo de una chimenea de umbrío techo; había sentido que ese día se le había detenido la vida, pero batallaba, jugándosela, y tal vez pensando que para el mundo animal, a pesar de todos las inconvenientes, también la vida es maravillosa.
Al fin en la tarde-noche encontró un castillo abandonado; fue cuando cachicamo reconoció que había cesado el peligro, vio una puerta sin cerrar, abandonada, cubierta la entrada de plantas parásitas, asomó su cabecita, abrió bien los minúsculos ojos viendo a todas direcciones y buscó refugió debajo de una chimenea de umbrío techo; había sentido que ese día se le había detenido la vida, pero batallaba, jugándosela, y tal vez pensando que para el mundo animal, a pesar de todos las inconvenientes, también la vida es maravillosa.
Una cosa estaban pensando los dos; el cazador que había pasado el todo el santo el día viendo para todos lados, procurando una presa para llevar a su estancia y comer su carne frita; y por otro lado el cachicamo huyendo del hombre que lo acechaba; los dos tenían estrategias diferentes, pero seguros que perseguían un solo fin, sobrevivir.
Oscar Carrasquel
EL LORO REAL DE DOÑA DELFINA
A Doña Delfina Ramírez de Buitrago
Por Oscar Carrasquel
de casas de campo
y mansiones de ciudades
Del paisaje llanero
eres símbolo perpetuo
Frecuentas montañas,
esteros y palmares.
Posees garganta cantora
de enunciación recia.
Eres clarín
de claras mañanas
En el alto nido,
de troncos resecos,
a tu pareja enamoras
Surcas en bandada
de sur a norte
los cielos venezolanos
Escruto tu plumaje
y encuentro los colores
del estandarte venezolano
Te posas
los mediodías para abajo,
en los maizales
Luego de breve pausa,
abres tu vuelo
triunfal hacia la noche.
La Villa de San Luìs, verano 2018
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DON ENRIQUE PÉREZ LIBRANDO BATALLAS DE ESTOS HOMBRES QUEDAN MUY POCOS
En aquella antigua Villa de Cura de gratas bellezas nació y creció entrometido entre hombres y mujeres de trabajo este caballero harto conocido por todos.. Vio la primera luz del mundo en el barrio Los Colorados. Hace muchos años se residenció en la calle Comercio centro del sector Las Tablitas, Se ha dedicado toda su vida a trabajar como cualquiera, todos los días, desde que aclara el día hasta el atardecer.
Pedro Enrique Pérez Villamizar es su nombre completo, hijo del finado José Pérez Agraz, quien fue un amante del joropo aragüeño, en esta casaen los años 50 se hacían presentaciones de bailes de joropo rodos los fines de semana, José Pérez Agraz también era carretero de oficio. Su madre era Juana Villamizar, villacurana, de oficios hogareños. Del núcleo de los Villamizar del vistoso barrio Los Colorados, ubicado al lado oeste de de Villa de Cura, cabecera del municipio Zamora.
Enrique Pérez es ampliamente conocido como experimentado talabartero. Se levantó en la casa de sus padres en la calle Comercio, frente a la residencia familiar del barbero don Luis Manuel Botello. Ahora vive seis cuadras más adelante por la misma calle, en una casa solariega, antes de llegar al cementerio municipal. Regular de estatura, trigueño como su padre, un poco delgado de contextura. Fue pionero de la industria talabartera en Villa de Cura en la década de los años 50,. nacido en el barrio Los Colorados el 3 de marzo de 1935.
Aprendió las primeras letras y cursó toda la primaria en la escuela Federal Graduada Arístides Rojas, cuando esta institución existió en la calle Bolívar, frente a la Farmacia Central de don Félix Valderrama; todavía evoca con especial cariño a su maestra de segundo grado, la señorita Yolanda Montenegro, hija del Marqués Montenegro; igual que el recuerdo amable del director del plantel que en ese tiempo era el bachiller Luis Aparicio Pérez. No pudo continuar estudiando secundaria, desde temprana edad hubo necesidad de meter el hombro para ayudar a los requerimientos del hogar paterno. Cuando chamo no supo de juegos infantiles, después de grande fue que sintió afición por el popular juego de bolas criollas; los sábados y domingos era que competía en los típicos desafíos en la cancha del conocido bar El Samán y otros patios en La Villa.
La formación hogareña que recibió de labios de sus padres lo terminó en convertir en una persona de bien, trabajador, con espíritu de superación, amable de trato, mi amigo, un hombre de andar siempre con la cara en alto y de simpática conversación, la mejor herencia que pueda dejar a sus hijos y nietos.
A la edad de quince años comienza a aprender la técnica de confeccionar sillas de montar a caballo, trabajando al lado del Maestro José Reyes, un talabartero de fama en La Villa; aunque después José Reyes abandonó el oficio, se cambió para mecánico y abrió su propio taller de reparación de vehículos en la calle Miranda, entre calles Doctor Morales y Bolívar y Villegas, donde hoy se encuentran unos locales comerciales.
En esta puerta del llano, Enrique aprovechó para nutrirse de conocimientos y experiencia con caras bastante conocidas que fueron Maestros de la talabartería. Hizo su trabajo junto con Reinaldo Silvera, David Èxime, Alcides Álvarez, Carlos Flores, Cruz Parra, Jesús Pérez y Nieves Cabrera. Empezó trazando y cortando sobre suela, fabricando cosas pequeñas, luego con el paso del tiempo movido por el tesón se dedicó a elaborar sudaderos y a confeccionar gruperas, cinchas y cabezadas, hasta llegar a fabricar una silla para montar a caballo completa.
Pedro Enrique Pérez Villamizar casó con la villacurana Flor Muñoz, hija del difunto don Francisco Cabrera. Ya su esposa tiene mucho tiempo de fallecida pero dieron muestras de amor juntos. El matrimonio procrearon seis hijos: Glenda Thais, Isbelia Josefina, Freddy, Arelys Margarita, María Teresa y Bergeny Coromoto; la mayoría ya hizo maletas pero jamás olvidan el calor de la casa paterna, muchas veces se reúnen hijos y nietos y llenan todos los espacios de la casa. Entre las damas florece como apasionada de las letras la profesora y poeta Bergeny Coromoto Pérez, quien es conocida como "La poetisa Azabache", residente de Santa Cruz de Aragua, sin olvidara a su pueblo natal.
Veinticinco años ininterrumpidos se mantuvo como artesano frente a una banca de trabajo en la primera "Talabartería Venezuela", propiedad de don Juancho Cabrera, establecida en la calle Comercio. Donde además fue supervisor, se ocupó de la atención de los pedido de los clientess, de enviar despachos de sillas y artículos para diferentes destinos dentro del territorio nacional, en especial para los estados del llano, occidente, Margarita, Zulia y Oriente; aprendió la formula para la atención de clientes a facturar en la oficina en la propia factoría.
El taller elaboraba y distribuía sillas para montar a caballo de diferentes tipos y modelos, mexicana, chacotona, tejana y la silla especial para trabajo de llano. Anteriormente llovían los clientes de todas partes. La Villa siempre fue nombrada como plaza donde se confeccionan las mejores sillas para montar de toda Venezuela. Luego, sin pensarlo dos veces se cambia a trabajar cerquita, como a 100 metros, donde abrió las puertas de una talabartería su hermano Lucio Pérez, junto con otro asociado. Su hermano fue igualmente un destacado maestro del oficio. Recordamos que Lucio fue jugador de pelota, integró los tradicionales conjuntos locales “Sindicato de Trabajadores de la Suela” y “Comercio”, fervientes equipos representativos de los colores del barrio Las Tablitas, ambos clubes fueron dirigidos por don Manuel Luna.
Hasta tener una montaña de años estuvo trabajando. Recuerdo que un sábado de febrero de 2018 sorprendimos a Enrique metido en una pequeña habitación de su casa, acondicionada como taller, dándole calor al trabajo que sabe hacer, haciendo pequeñas piezas por encargo y arreglos en cuero, para lo cual es muy solicitado. Es comprensible que trabaja para buscar otro dinerito adicional, porque la pensión del Seguro no alcanza para mucho, la cosa cada vez se va poniendo más dura y estrecha. Confiesa que una de sus preocupaciones hoy en día, es lo difícil de obtener la materia prima y los demás materiales; tanto herramientas, suela, pegamentos, hilos, han elevado considerablemente su costo.
La edad poco importa, Enrique es de esos hombres de antes, a quien nada lo amilana, conserva intacto el gusto por la vida y el amor por su trabajo, no piensa otra cosa que seguir en el oficio hasta donde Dios mande. Según lo que sostienen los especialistas se envejece según se ha vivido. Por eso el paso del tiempo no ha detenido su impulso por su actividad laboral. Uno cosa muy significativa, a Enrique muchas veces lo atropellan los sentimientos y se pone a escribir versos de su inspiración. Carga la copla a flor de labios. Y comienza a desgranar los versos.

Hoy en día se ayuda para avanzar con un bastoncillo que va golpeando a su paso la acera de cemento, además de sentir el peso de los años, hace poco tiempo sufrió una caída que lo mantuvo varios meses postrados en una cama, pero gracias a Dios de ese incidente ya se encuentra recuperado y trata de olvidar el percance. Regularmente lo vemos que recorre a pie algunos rumbos de la ciudad, despacito para ejercitar el esqueleto y mantenerse en condiciones.
Agradecemos a Enrique por habernos abierto amablemente las puertas de su casa. Sin duda alguna un personaje icono de la Villa de San Luis de Cura, todavía con vitalidad que asombra, demostrando con su experiencia que el trabajo es lo que edifica y hace útil al hombre. Es preciso saber, nos dice finalmente, que “Sin trabajo no hay pueblo que salga adelante”. Hace poco pasó con dirección a un Banco y se detuvo a saludarme en mi querencia..
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis de Cura
miércoles, 14 de febrero de 2018
A QUE SE LLAMÓ "DARLE EL PALO A LA LÁMPARA" EN EL JOROPO ARAGÜEÑO.
A la educadora Leticia Córdova, afectuosamente.
Por Oscar Carrasquel
Cuando yo estaba pequeño cruzando la edad escolar se escuchaba contar muchas historias entre las personas mayores de nuestro entorno que iban y regresaban de un baile de joropo. Se oía contar sobre las acostumbradas incidencias entre bailadores de joropo, entre ello el famoso "Palo a la lámpara"; cuyos jolgorios se celebraban los fines de semana en el pueblo de Villa de Cura y sus inmediaciones. "Joropo Aragüeño" se denominaba hace seis décadas a este género musical autóctono, antes que recibiera la denominación de “Música Central”, como ahora se ha generalizado su nombre.
Aquellos bailes se cometían en particular cualquier fin de semana (a mitad del siglo xx) en diversos sectores urbanos, en una casa de familia del centro poblado y sobre todo en las orillas, en Las Mercedes Los Colorados, La Represa; en la ruralidad de Malpica del Toro, El Pao de Zarate, El Cortijo, Santa Rosa del Sur, San Francisco de Asís y en otros sitios, con la intervención de los más reconocidos arpistas, cantadores y bailadores de joropo de la época.
Pero sobre todo, llamaba la atención un incidente que era muy común en el avance de aquellos bailes; hasta se solía afirmar que, no se podía hablar de fiesta de joropo, si no se daba en su transcurso ese histórico evento llamado por la cultura popular “El palo a la lámpara”; hoy en día prácticamente extinguida esta vieja y fraternal costumbre.
Lo cierto es que la lámpara aludida es un artefacto rústico de fabricación artesanal, usado en nuestras casas de campo donde no llegaba la energía eléctrica, funcionaba con agua y carburo, cuya invención data de finales del siglo XIX. Las había también a base de kerosén. La lámpara produce un candil para largas horas de duración, y la luz es mas brillante que la de corriente eléctrica. En los bailes de joropo la colocaban sobre una mesa para que iluminara a los músicos y a los bailadores.
El hecho en verdad surgía de una persona que por alguna razón decidía darle un foetazo a la lámpara, o bajo algún pretexto le daba un punta pie a la mesa donde se encontraba encaramado el artefacto, con el fin de que la sala de baile quedara en tinieblas, o a media luz, lo que aportaba como consecuencia la interrupción de la fiesta. Se producía entonces entre bailadores lo que llama la tradición una "sampablera", una especie de cayapa, hasta el punto que era imposible saber a quién iban dirigidos los garrotazos o puñetazos limpios, mucho menos de quien se recibían. Aunque muchas veces la situación podía variar, y si no pasaba a mayores el baile seguía su furor hasta las horas del amanecer.
En aquellos tiempos en nuestros campos y también en el contorno de la población, era rutina que la fiebre de una fiesta de joropo durara tres días continuos, y lo más común y corriente es que se interrumpiera el baile, de vez en cuando, por el famoso "palo a la lámpara", lo cual era ya como un hermoso pasatiempo, trayendo como consecuencia, como apuntamos anteriormente, una trifulca de marca mayor, protagonizada por la mayoría de los asistentes, por motivaciones fútiles, pero sin consecuencia graves que lamentar.
Acontecía lo que me contaba el viejo cantador y mejor bailador de joropo que hemos conocido Juan José Vargas Castillo, Se daba, entre otros motivos, porque uno de los cantadores refrescaba viejas pugnas de carácter personal, entonces se lanzaban “puntas” cuando uno de los rivales revolvía los capachos al pie del arpa a punta de versos improvisados. Surgía también el pleito por cuestiones del amor y viejas rencillas, pero también a causa del desaire de una dama a uno de los asistentes; igualmente por el pedimento de un cambio de pareja sin recibir repuesta afirmativa. Cuando el agua se aclaraba y terminaba la pelea, todos terminaban llamándose "compadres", "cuñao" o "primo"; y hasta se sentaban a compartir la misma mesa a degustar un sabroso sancocho de gallina de corral.
Tiempo después, un viejo amigo criado en la hacienda La Violeta en Santa Rosa del Sur, que le hice alusión del asunto, conversando sentados en un banco de la plaza Miranda, me dijo de manera supersticiosa que, algunas veces el enfrentamiento en un baile de joropo se generaba por la ocurrencia de algún despechado que para poner fin a la fiesta, ataba dos grandes sapos, barriga con barriga, y los lanzaba sobre el tejado de zinc, de manera que cuando los batracios comenzaban a luchar para desatarse, era seguro que comenzaba una refriega de marca mayor, protagonizada entre los bailadores. Esta especie después se convirtió en leyenda.
En los tiempos que corren está extinguido esa vieja costumbre de dar “El palo a lámpara” y otros hechos de agravios en las fiestas de Joropo Central; los bailes ahora se desarrollan y finalizan con la más absoluta normalidad y armonía. Ahora lo que hay que temer es a la inseguridad personal a la salida de la fiesta.
¿Cual es el modo normal de terminar un baile de joropo?... Solía finalizar, según me indicó el promotor cultural y poeta José Manuel Valera, con la interpretación del tema "Los Caramelos", para despedir el jolgorio.. El arpista desplaza lentamente el instrumento sin interrumpir la música, mientras arpa, maracas y buche, marcan la retirada hacia la puerta de salida. Semejante a como sucede en los bailes de música popular con el "Alma Llanera", cuya pieza se toca exactamente para finaliza una fiesta.
Un aciago día en la casa de don Pedro Pérez Agraz en la calle Comercio, sector Las Tablitas de Villa, de Cura, donde se celebraba un baile de joropo ocurrió la muerte de la bailadora de joropo Juana Méndez. No fue a causa de “El Palo a la lámpara”, sino en circunstancias naturales. Tocaba el arpa aragüeña el maestro Salvador Rodríguez, cantaba el señor Quintín Duarte. Aquel suceso quedó como una huella muy triste en el sentimiento popular.
Ya para la media noche sucumbió la señora Juana Méndez, de fuente confiable supimos que bailaba con nuestro amigo Vinicio Jaén... El poeta Vinicio, a quien conocí bastante, un hombre culto y de amable trato, nunca sabía decir que no, a la hora de echar un pie en una parranda...La crónica oral suele describir a esta gentil dama como comadrona, curandera, rezandera, y al mismo tiempo, yunta de baile donde quiera que sonara un “Joropo Aragüeño”. La negra era una persona mayor pero supimos de su humildad y sabiduría. Éramos vecinos, ella por la calle Páez y nosotros por la Comercio, de empalizada por medio, fue junto con su hermana Encarnación de las antiguas fundadoras del barrio Las Tablitas de Villa de Cura. Que en paz descansen.
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, septiembre de 2018
domingo, 11 de febrero de 2018
ARAGUANEY
ARAGUANEY
Oscar Carrasquel
Gracias
madre naturaleza
por germinar en mi tierra
tanta belleza
Por regalarnos
su esbelto ramaje
de flores transparentes
Gracias
madre naturaleza
por germinar en mi tierra
tanta belleza
Por regalarnos
su esbelto ramaje
de flores transparentes
que se mueven con la brisa
Abres tu veo en la aurora
en la plaza de mi pueblo
con el trinar de pájaros
Abres tu veo en la aurora
en la plaza de mi pueblo
con el trinar de pájaros
que hicieron nido
De profundas raíces
de ramaje descollante
convertido en madrigales
Reinas en los campos
bajo el azul del cielo
Resurges día a día
trazando brillante tu belleza
Tu fronda perfumadora
gime con el viento
mueve tus flores
De profundas raíces
de ramaje descollante
convertido en madrigales
Reinas en los campos
bajo el azul del cielo
Resurges día a día
trazando brillante tu belleza
Tu fronda perfumadora
gime con el viento
mueve tus flores
siempre abiertas
de reluciente oro
Surcas valles,
campiñas y montañas,
das sombra a los ríos
en los soles veraniegos
Y en aquella plaza
a la margen de Iglesia
enciendes los abriles
de crepúsculo dorado.
de reluciente oro
Surcas valles,
campiñas y montañas,
das sombra a los ríos
en los soles veraniegos
Y en aquella plaza
a la margen de Iglesia
enciendes los abriles
de crepúsculo dorado.
martes, 6 de febrero de 2018
EL "RAY RYDER" VILLACURANO
JOSÉ GONZÁLEZ EL "RAY RYDER" VENEZOLANO
¿Llegasteis a saber quien era el verdadero Ray Ryder ?... Pues bien, todo esto nos lleva a recordar la historia de un pistolero legendario protagonista de novelas y películas de vaqueros. Pero en esta oportunidad venimos a contarles sobre José González. En La Villa ostentó el sobrenombre de "Ray Ryder" (no era ningún pistolero). Lo conocimos en nuestra niñez y juventud, fue un muchacho que era asiduo en el cine Ayacucho, se extasiaba viendo las películas del lejano oeste, pero al mismo tiempo era vendedor de caramelos de miel y novelas de vaquero. Recuerdo sus gritos en el cine.. Catire, cara seria, sano, muy aplicado en la escuela. El tiempo lo fue poniendo viejo.
Trabajador de aquellos seres íntegros de antes. Sabía por intuición el significado del poder de la venta. Nuestro querido amigo Ray Ryder, emergía en la tarde-noche de las sillas de la Heladería Macuto frente al cine, recorría con un azafate lleno de confites y novelas vaqueras el espacio de “Numerado” y “Galería” de nuestro viejo y siempre recordado Cine Ayacucho, frente a la plaza Miranda de Villa de Cura. Uno le compraba unos caramelos de azúcar para mantener la boca húmeda, pero a la vez sin perder la vista y la secuencia de la película en la pantalla.
Creo que era nativo de Villa de Cura, ya que nunca le vimos apartarse de este pueblo, acà tuvo esposa y levantò a su familia con el corre corre diario. Su residencia fue una humilde vivienda ubicada por la antigua calle Guàrico, conocida hoy como calle Rafael Bolívar Coronado.
Durante las horas del día para ganar un dinerito se dedicaba a la reparación de artefactos electrodomésticos a domicilio, por eso siempre lo veìamos en su vida cotidiana, cuando aparecía en cualquier boca calle conduciendo una motoneta Vespa de tono gris.
En la sala de cine era comerciante de cosas pequeñas, de caramelos en forma de corazón, de varios sabores, de frutas, de menta. Pero lo fuerte de él era ofrecer novelitas de vaqueros de 100 páginas, a real (o,50) cada novela; siempre cargaba un puñado del autor español Marcial La Fuente Estefanía. Yo siendo muchacho recuerdo haberle comprado un título de fácil memoria: “La Venganza del Coyote”, que luego intercambiaba a los demás compañeros de la cuadra. Se surtía de novelitas en la librería Las Novedades de la familia Manzo.
El popular personaje villacurano tenía sus seguidores, respondía a todo el mundo por RAY RYDER, por ser el nombre de su ídolo preferido de los film del lejano oeste. Además, su hobby era contar sublimes detalles del protagonista de la película, tal como si lo hubiese conocido, además de nombrar lugares fantásticos de las antiguas películas del oeste.
!Qué grato y divertido era ponernos frente a RYDER para que nos contara una de vaquero! ... A través de su memoria podíamos saber, por ejemplo, el nombre del protagonista de la película... "Mustang" el nombre del caballo que atendía con un silbido; los indios que siempre pierden la pelea; la autoridad del Cheriff sometiendo a un forajido; la diligencia interceptada en el camino a Montana o Sacramento; el tren que llegaba con su silbato lanzando bocanadas de humo; la disputa entre un par de pistoleros listos para disparar en una calle disputándose el amor de una cabaretera. Todos estos detalles se lo aprendía al pelo nuestro querido amigo RAY RYDER.
Supimos por comentarios que, cuando irrumpía la palabra “End” (Fin) en la pantalla a las nueve en punto de la noche, RYDER era el primero que abandonaba la sala y se lanzaba por la calle Real, alumbrado por la tenue luz de los postes, caminando como un autentico vaquero, con las piernas arqueadas y las manos a la altura del cinturón..
Ya no está entre nosotros don Josè Gonzàlez, el popular Ray Ryder, ya no vuelve ni veremos más al vendedor de novelitas de vaqueros y caramelos de azúcar; aquel muchacho campeón de la humildad que dejó sus pasos (afuera y adentro) del cine Ayacucho. El mismo que hace màs de 60 años lo encontrábamos en la calle y le decíamos "!Ray, cuèntanos una de vaquero!", de esas del cine o de las páginas de aquellas novelitas escritas por Marcial La Fuente Estefanía, lo cual lo hacía completamente feliz..
Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, febrero de 2018
sábado, 3 de febrero de 2018
DON JOSÉ CARRILLO DE OFICIO JARDINERO. “.UNA VACA FUE MI SEGUNDA MADRE”
José Carrillo Flores "Chico". Foto archivo O C.
Por Oscar Carrasquel
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, 2018
Este señor que ocupa el espacio de hoy es natural de Belèn, sierra sur de Carabobo, fruto de Agustín Carrillo Corniel y de su conyugue Carmen María Flores de Corniel. Así se llamaron los padres de José Carrillo Flores, mejor conocido como "Chico”; campesinos todos, nacidos en aquellos bucólicos lugares,. Vivíò la noble familia en un fundo propio en un sitio de nombre “Naranjal”. Convertido por ellos en soporte de su modesta economía. Se entregaron a la brega diaria de siembra de conuco, cría de ganado de ordeño y de aves de corral , ovejos y cerdos enchiquerados. Procreó la pareja un total de ocho hijos, cuatro hembras y cuatro varones. "Chico" fue el primogénito Vivió junto a sus padres la infancia y juventud. José Carrillo lo primero que cuenta es que no corrió con mayor estrella cuando nació, pues su madre por ser primeriza, los pechos no se le abrieron y se le volvieron secos, es decir la doña no dio leche materna suficiente para alimentar a su primer hijo..
Sus padres resolvieron enlazar entre el pequeño rebaño de ganado del fundo una vaca barcina mansa para el ordeño. La vaca de nombre “Monedita”. Así atendía el animal y con la copla en los labios se dejaba llevar hasta la becerrera, mientras el ordeñador la exaltaba con su canto y sus manos se encargaban de acariciar y apretar la inmensa y jugosa ubre que tuvo "Monedita".
Agustín Carrillo, su mimoso padre, aparta y enreja la vaca y se arrellanaba en una banqueta de madera con una camaza en las manos, envolvía al párvulo dentro de una sabana y lo sentaba sobre el puente de los dos pies, muy cerca de la ubre de la vaca; ordeñaba y al mismo tiempo arrima la boquita para que el niño sorbiera directamente el néctar lácteo de las tetillas.
El niño fue creciendo, apenas da los primeros pasos su padre lo deja para que se entendiera él solo con "·Monedita"; hoy reconoce que esta vaca lo amamantó y lo crió hasta hasta que fue grande. Igual como acostumbran estos animales con sus propias crías. cuando el niño contaba la edad de seis años la propia vaca lo destetó.
La vaca “Monedita” (cuenta don José) murió en un invernadero, rodó por un barranco y se desnucó, no pudieron sacarla nunca; en aquella hondonada quedó convertida en un cuero seco y una huesera diseminada en todo el zanjón. Aquella noticia le cayó como una maldición. Lloró “Chico” su muerte como se llora a una madre. Ya adulto recogió sus cosas, sus pocos enseres, pagó el servicio militar obligatorio y luego que le dieron de "baja" se quedó radicado en Villa de Cura. Laborò en Calidrat y en negocios de ferreterías en Cagua y La Villa. Actualmente habita rancho propio en el barrio "San Josè", cerca del cementerio, al este de la ciudad de Villa de Cura.
"Chico" en su mocedad tuvo afición por el canto y baile de joropo aragüeño y por las parrandas de tres días seguidos que se daban en aquellos campos carabobeños. No le faltaba un buen caballo de montura y un "apureño" bien afilado en la faldriquera por si acaso era necesario su uso. Conoció de cabo a rabo a Santa Rosa del Sur donde laboró varios años en la Hacienda La Violeta en distintos oficios, según él propiedad del señor Ismael Pèrez, anduvo días y noches sus montañas, sus caminos y riachuelos.
"Chico" en su mocedad tuvo afición por el canto y baile de joropo aragüeño y por las parrandas de tres días seguidos que se daban en aquellos campos carabobeños. No le faltaba un buen caballo de montura y un "apureño" bien afilado en la faldriquera por si acaso era necesario su uso. Conoció de cabo a rabo a Santa Rosa del Sur donde laboró varios años en la Hacienda La Violeta en distintos oficios, según él propiedad del señor Ismael Pèrez, anduvo días y noches sus montañas, sus caminos y riachuelos.
En La Villa conocimos a este viejo veguero de ojos verdosos desde hace aproximadamente 20 años, siempre anda metido en su acostumbrada indumentaria, y con su trato cordial de campesino. Casi todos los días lo vemos llegar a casa con la brisa matutina, sudoroso, pedaleando solitario y en silencio, encaramado sobre una bicicletica de paseo con una cestica al frente.
Por enseñanzas de su padre y su madre llegó a ser agricultor,a lidiar con ganado, aprendió a familiarizarse, cuidar y querer a los animales. Ahora a los 78 años de edad se dedica al mantenimiento de solares y limpieza de jardines en la ciudad. Se acostumbró tanto a lidiar con la vacada que ahora con arrugas como surcos, todavía con nostalgia se acuerda de “Monedita” como si aquella vaca lo hubiese parido… “Una vaca fue mi mamá”, asevera con mucho orgullo Josè Carrillo o simplemente "Chico", como le conocemos.
Foto de José Carrillo en su bicicleta fue tomada por O C.. La foto del niño tomando leche de la ubre es deinternet, https://steemitimages.com/0x0/https://steemitimages.com/DQmafyEwaNgbKYQ7vjp6eRMddKNYHzaZdvSBYe4RMM38Uzm/image.png
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