Por Oscar
Carrasquel
ANITICA PÉREZ fue una mujer de fervoroso amor religioso y de una gran sabiduría que amó desmesuradamente la vida...Todavía nos parece sentir sus apresurados pasos por la sala de emergencia de la Maternidad. Y su voz dando instrucciones y sugiriendo ideas en una sala de maternidad del antiguo hospital Dr. José Rangel de Villa de Cura, cuando funcionaba frente a la Plaza Bolívar; o bien entrando a la habitación de
cualquier casa de vecindad a ver un enfermo. Esto nos lleva a decir que ANITICA llevó muchos años dedicada a la salud pública, poniendo su sabiduría al servicio de sus pacientes, preparando a una embarazada que iba a dar a luz, con o sin la presencia del médico, poniendo en práctica sus conocimientos en obstetricia. Al mismo tiempo encomendando los enfermos al poder de Dios. Sus acciones fueron muy diligentes, y de gran puntualidad..
En aquellas casas de ventanas de madera de doble postigo, y en el ante portón de los caserones coloniales de La Villa, adonde había sido llamada a visitar un enfermo, aun debe escucharse el sonido del toque con el puño cerrado de su mano, a cualquier hora de la noche, o tal vez en la madrugada, adonde debía de atender con urgencia a un enfermo o a una paciente que iba a dar luz.
En aquellas casas de ventanas de madera de doble postigo, y en el ante portón de los caserones coloniales de La Villa, adonde había sido llamada a visitar un enfermo, aun debe escucharse el sonido del toque con el puño cerrado de su mano, a cualquier hora de la noche, o tal vez en la madrugada, adonde debía de atender con urgencia a un enfermo o a una paciente que iba a dar luz.
En vida fue premiada llamándola con ternura ·"Mamá Anitica", pero en la pila bautismal y en la papeleta de nacimiento su nombre real era ANA PÉREZ SUÁREZ. Es muy probable que debido a su pequeña estatura le redujeran el
nombre, y por eso en todas partes se conocía solo con el cariñoso apelativo de ANITICA, Ella fue una servidora que recordaremos siempre con devoción y respeto.
Ahora que vemos detenidamente su rostro en el retrato de la portada, la verdad es que todavía nos parece que estuviese viva. La mirada y la sonrisa a flor de labios de cielo claro, son más que suficientes para no olvidarle, y es la mejor manera de retener en la memoria su nombre. Lo signa el hecho de tener la distinción de haber nacido en este pueblo Villa de Cura el 20 de septiembre de 1920.. Andaba a pie a diario casi todo el pueblo, de casa en casa, en horario fijo como el tic tac de un antiguo reloj de pared, sin detener la marcha.
Ahora que vemos detenidamente su rostro en el retrato de la portada, la verdad es que todavía nos parece que estuviese viva. La mirada y la sonrisa a flor de labios de cielo claro, son más que suficientes para no olvidarle, y es la mejor manera de retener en la memoria su nombre. Lo signa el hecho de tener la distinción de haber nacido en este pueblo Villa de Cura el 20 de septiembre de 1920.. Andaba a pie a diario casi todo el pueblo, de casa en casa, en horario fijo como el tic tac de un antiguo reloj de pared, sin detener la marcha.
Ya hubiera traspasado los cien años llena de vida y amor maternal. A ella la trajo al mundo su progenitora cuando la Iglesia Católica conmemora el día de Nuestra Señora de la
Misericordia. Las personas de su generación que aun existen y que la conocieron pueden rubricar fácilmente la trayectoria y el discurrir de vida de
esta señora, mucho mejor que quien escribe.
Se le tuvo
como la primera enfermera villacurana graduada con título otorgado por una institución reconocida, dentro y fuera de país, egresada de la
Escuela de Enfermería de la Cruz Roja de Venezuela con sede en la ciudad de Maracay, estado
Aragua, profesión que siempre desempeñó a la orden del Ministerio de Sanidad y Asistencia
Social, concretamente en la Unidad de Maternidad de Villa de Cura, hasta ocurrir su jubilación. La Sanidad en ese tiempo funcionó en una casa de alto de estilo colonial ubicada por la calle Blanca ( hoy calle Miranda). La casona quedó después en el archivo de los que escriben la historia como “La Casa de Las Matos”, frente a la conocida empresa tipográfica Editorial Miranda.
El primer director que tuvo la citada Maternidad fue el galeno merideño doctor Manuel F. Rondón, testigo de la ejemplar vida de Anitica Pérez. Entre los otros fundadores que estuvieron en campaña hasta logar esta dependencia de servicio social para Villa de Cura, y que posteriormente le dieron impulso para sostenerla a partir de 1943, el año de su creación, se mencionan a cuatro distinguidas personalidades de pensamiento y acción. :Ellos fueron la citada Ana Pérez Suárez, el médico Francisco López, el doctor Manuel F. Rondón y el comerciante mayorista don Juan Pablo Álvarez Rodríguez..
El primer director que tuvo la citada Maternidad fue el galeno merideño doctor Manuel F. Rondón, testigo de la ejemplar vida de Anitica Pérez. Entre los otros fundadores que estuvieron en campaña hasta logar esta dependencia de servicio social para Villa de Cura, y que posteriormente le dieron impulso para sostenerla a partir de 1943, el año de su creación, se mencionan a cuatro distinguidas personalidades de pensamiento y acción. :Ellos fueron la citada Ana Pérez Suárez, el médico Francisco López, el doctor Manuel F. Rondón y el comerciante mayorista don Juan Pablo Álvarez Rodríguez..
La señora ANITICA fue una mujer sencilla, humilde, pilar y
horcón -partera y enfermera- y nunca se cansó en aquel ayer lejano de traer hijos ajenos al mundo entre sus
manos tiernas como las de una niña. Todos sabíamos de su pobreza. Además de ejercer su oficio de enfermera y partera se dedicó a la tarea de aplicar inyecciones de casa en
casa, ricos o pobres, sin importar la distancia, cualesquier día y hora en
que fuera requerida con el fin de cumplir cabalmente su misión.
Entonces no era nada extraño verla caminar como una incansable peregrina bajo el sol y el polvo las antiguas calles de Villa de Cura, ataviada con su uniforme blanco de enfermera y una pulcra bandeja de peltre en la mano donde llevaba su instrumentación de trabajo. Su objetivo fue cumplir sin una queja, con los planes de vacunación del Ministerio de
Sanidad y Asistencia Social a domicilio, o de atender el riguroso tratamiento de un paciente delicado en su
propio aposento y de llevar siempre un poco de esperanza a los familiares.
Miles de niños hembras y varones nacidos en Villa de Cura en la clara luz del sol de un mediodía, o en la oscura noche vinieron al mundo en las delicadas manos de esta gran mujer. Aparte de eso, también llegaron en sus cálidas manos cientos de nacidos en la Maternidad y el Centro de Salud de la amable población de Cagua, donde ella también prestó sus valiosos servicios, y donde aprovechó para dejar muchas enseñanzas a las generación que le sucedieron..
Tengo un cuento en la boca sin pena ni verguenza. Fue la ocasión en que yo la tuve más cerca en tiempos de calentura y resfriado. Contemporánea y amiga con mi mamá. Apenas oía que nuestra madre mencionaba su nombre y veía que ella entraba a casa, yo corría inmediatamente a refugiarme al fondo del patio. Más aún, le tenía miedo cuando la veía cargando una jeringa como si fuera una pluma fuente...Pero después que pasaba el dolor y la fiebre, centrado en mi inocencia decía: ¿Como hago para dejar de quererla?... Estas vivencias de cuando yo tenía doce años fue una de las razones que me indujeron a escribir esta crónica, seguir
su huella y recordar su inmortal recorrido por la vida.
Así era ella, la enfermera Anitica, en los últimos días que la tuvimos de frente, con todo su brillo, su mirada inteligente, llena de bondad, tal como la retrató el lente de la cámara de José Seijas, Aunque pasen los años siempre será recordada tal como la retraté en mi memoria. De contextura media, su piel ya plisada, su mirada firme, luminosa, una leve sonrisa dibujada en
su cara, su cabello ya nevado, blanco como espuma de ubre de recién ordeño, y una
aureola de bendiciones en su pecho.
. ¡Que
Dios la tenga en la Gloria!
La Villa de
San Luis, 22 de septiembre 2019
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