MI ENCUENTRO CON UN INSIGNE ARTISTA PLÁSTICO "CEJOTA"
La aurora de cualquiera día de la semana pasaba Cejota por la casa y caminábamos los dos hasta su Taller en la casa de su abuela Adela Rodríguez de
Martínez donde vivía, distante dos cuadras y media de la nuestra, está ubicada en una
calle empinada que arranca en la calle Comercio, que se denomina callejuela Mateo Vargas en el barrio Las Tablitas de Villa de Cura. Más de una vez tuve el gusto de acompañarlo a esa
casita de bahareque y tejas coloradas con una arboleda en el patio y una ventana de postigos y balaustre por donde entra el viento por las tardes, y en los mediodías aturdida por los
resplandores del sol. La verdad es que espantaba su cordialidad y sabiduría. Evoco la figura sonriente de doña Adela de Martìnez porque fue la fabricadora
de los sabrosos y célebres bollitos endulzados con papelòn y queso, y aquellas arepitas dulces abombadas que saboreó
casi todo el pueblo de Villa de Cura en las décadas del 50 y 60 del siglo
pasado.
Allí dentro
de un cuartico enfundado en una camisa de rayas comenzaba a mostrarme una por una las tallas en troncos secos y cuadros, y
de hecho me arrimaba un banquito para que lo viera pintar sobre un fondo de tela blanca. Él sabía que aquello era mi mundo para mi era sublime..
El patio de la casa es una hondonada llena de colores, lienzos y pinceles. Para aprovechar la luz trabajaba bajo la fronda de un árbol alto de mamón, y cuando se desprendían las frutas maduras desde el ramaje le caían sobre los pies, pero tampoco le importaba que la camisa de cuadros se la cagaran los pajaritos desde lo más alto.
El patio de la casa es una hondonada llena de colores, lienzos y pinceles. Para aprovechar la luz trabajaba bajo la fronda de un árbol alto de mamón, y cuando se desprendían las frutas maduras desde el ramaje le caían sobre los pies, pero tampoco le importaba que la camisa de cuadros se la cagaran los pajaritos desde lo más alto.
CEJOTA se
rodeó desde chico entre gente del ambiente artístico y aprendió el arte de la pintura de viejos
maestros. Nos contó que se vio precisado a reemplazar los estudios y dedicar su vida a su gran pasión a la pintura.
Un día el artista me entregó un lienzo a creyón que aún conservo
en una habitación, se trata de “Un niño
en un “rayo” jugando metras”. La
dedicatoria fue por escrito. Me atrevo a
decir que CEJOTA fue un pintor ingenuo pero también de arte académico. Su producción fue exquisita y abundante.
Hoy se puede decir con firmeza que en cada casa de familia humilde, de clase media o de
alcurnia de La Villa y de otras localidades, hay al menos un cuadro y una talla con la firma de CEJOTA, hasta en
oficinas privadas e instituciones públicas se exhiben sus cuadros. En una conocida barbería de la calle Comercio se exhibe una colección importante de las tallas del artista como si fuesen trofeos.
A lo largo
de la historia la mayoría de sus pinturas y tallas en madera eran por encargo.
Los domingos era un día diferente, un día muy especial, desde la mañana entraban
y salían personas que se bajaban de carros de reciente modelo, se veía visitado
por intelectuales y gente ligada a la vida caraqueña, además por familias de
diferentes partes de Venezuela que venían expresamente a la Villa a comprar, y para que le pintaran cuadros por encargo.
Pero también
fue un artista que producía para su propia gente, para su gran
pueblo. Tuvo la virtud de trasmitir su experiencia y conocimientos a la
juventud villacurana, a los que le dictaba talleres libres de pintura. Cualquiera persona
podía pensar que en aquella casa funcionaba una especie de escuela porque allí daba clases de pintura a sus seguidores. Con eso se costeaba la vida sin ánimo de lucro. Carlos nunca fue un hombre que poseyó debilidades vanidosas ni egoístas.
Entre sus méritos el pintor concurrió a múltiples exposiciones individuales y colectivas, tanto
pictóricas como en esculturas en madera, en muestras
locales, regionales, en Caracas y en las principales capitales de estado del
país. Ganó muchos premios, reconocimientos y también se vio homenajeado en
diferentes ocasiones. Entre los más importantes premios recibidos se cuenta: el Premio Municipal Feliciano Carvallo en el estado Carabobo, y reconocimientos de la Escuela de Historia
de la UCV, Galerìa La Cayapa y Galería
de Arte Nacional, y sus obras ganaron otros premios. En la Torre del Banco Consolidado en Caracas permaneció mucho tiempo decorando su sede principal un pesebre de tamaño grande usando la técnica del tallado en madera.
Tuvo influencia cultural dentro de la industria gráfica participó en libros ilustrados de tendencia literaria y colaboró en medios de comunicación locales como la
revista Expresión y el periódico El Vigía. Dejó diferentes pruebas de amor por el terruño que lo vio nacer.
Su arte (pintura y escultura) estuvo
apegado a resaltar la cultura popular que lo comunica con los pueblos y sus tradiciones simbólicas. Se pueden apreciar entre su obra históricas, imágenes
de santos, procesión, paisajes, marinas, juegos tradicionales, pesebres de
tamaño natural, Jesucristo, Simón Bolívar; pero sobre todo figuras
que representan estampas folclóricas: parrandas navideñas. burriquitas, vuelo de papagayos, personajes populares de nuestro pueblo y otras alegres improvisaciones. Trabajó una que otra obra marina y figuras lacustres, inspirado
seguramente en el litoral aragüeño; hay
que tomar en cuenta que la población de Choroni, en un tiempo, fue lugar de
entrada, salida y de permanencia suya vivió cerca del mar.
Carlos José Martínez era hijo de un amigo mío de Carlos Quintana, a quien apodaban “Carlucho”, proveniente de una familia muy
conocida en Villa de Cura, hermano de Anseris Quintana y Fermin Quintana. “Carlucho” fue operador
de maquinaria pesada, falleció a
temprana edad a causa de un accidente laboral. La madre de nuestro personaje se llamaba
Antonia María Martínez Rodrìguez,
Carlos Josè, CEJOTA, era sobrino de Víctor Martínez R, un personaje ligado al deporte en el estado Aragua, vinculado con el periodismo y a otros quehaceres de la vida cotidiana. Víctor anduvo muchos años con nosotros compartiendo el trabajo periodístico.
Carlos José Martinez vería la luz de la vida el 14 de enero de 1954. Fue un estudiante muy aplicado, según nos cuenta su tía doña Bernarda Martínez R. y su prima Nora Martínez Siendo apenas un niño de corta edad ya dibujaba, estudiaba cuarto grado en la UEN Arístides Rojas,
la educación secundaria la realizó en el Liceo Alberto Smith, Se sabe que en un periodo presidió
del Centro de Estudiantes de esta institución educativa. Así como vivió satisfacciones y días felices
durante la lucha estudiantil, también le llovieron horas duras, sus profesores y compañeros
de estudio y de lucha saben que no fue
un lider de carácter revoltoso.
Buen lector con bastantes libros de poetas venezolanos. También fue
animador y promotor de conjuntos de aguinaldos y parrandas para llenar los espacios de
diciembre de música navideña, y allá por la década de los 70 fue fundador de grupos musicales. Apartado de sus quehaceres fue un apasionado
colaborador con cualquier cita de tipo cultural y peña literaria también sintió pasión por el deporte. A veces le sacaba tiempo al tiempo para rendirse a los pies del dios Baco, que no es pecado. Lo real es
que Carlos José sabía cómo huirle al encierro, a la tristeza y las soledades. Su
refugio en Las Tablitas a veces se convertía en una peña literaria-musical por la cantidad de conocidos que lo visitaban.
Carlos José Martínez termino su paseo terrenal en una etapa fructífera de su vida el 7 de noviembre de
2009, a los 56 años de edad en La Villa, cietamente fue una gran perdida; nada ni
nadie pudo detener el viaje final de un magnifico artista del pincel y el
cincel, querido y admirado, orgullo de su Villa de Cura, militante de la peña Morgado, muy amigo de JM...
Aún le cuesta a uno creerlo, ese día doblaron las campanas, se silenciaron
los trinos en el patio de la casa y las flores del jardín se llenaron de tristeza.
La Villa de
San Luis, 2019
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