MOROCHO MARTÍNEZ UN
PERSONAJE DE LA VIEJA GUARDIA DEL BARRIO LAS TABLITAS
Por Oscar Carrasquel
Este popular
personaje de la crónica de hoy, ya fallecido como tantos otros
amigos, por su manera de ser fue un hombre sabio en el afecto y la amistad, lo
conocí y me conoció desde que éramos muchachos, unidos en el sentimiento que se
va sembrando en el ser humano. "Morocho", es el sobrenombre con
el cual siempre se le llamó desde pequeño, vivía con sus padres en el
barrio Las Tablitas. La Villa de San Luis cuando eso era un pueblo
pequeño. La Comercio es la calle que sirve de vena comunicante con la ciudad y
los callejones que desembocan desde Las Tablitas a la vía del cementerio
viejo..
Su nombre de pila era
Rosendo Martínez Rodríguez, había nacido en Villa de Cura el 04 de mayo de 1933. Su padre se llamaba don
Rosendo Martínez. “Rosendito” para los antiguos habitantes, vendedor
ambulante de pan de panadería en un burrito; y su mamá doña Adela
Rodríguez de Martínez, quien nos permitía saborear los deliciosos bollitos y las ricas
arepitas dulces después de las sagradas misas de aguinaldo de fin de año. En
total fueron 9 hermanos de este matrimonio de nombre: José Manuel, Virgilio,
Antonia, Narcisa, Bernarda, Rafaela, Víctor y Nancy,y la popular Adelita
Martínez, madrina de nuestro conjunto de béisbol “Cerveza Caracas BBC”. Entre
sus sobrinos estaba el gran pintor y tallista villacurano Carlos José
Martínez *Cejota*, lamentablemente fallecido a temprana edad.
"Morocho" Martínez
como queda señalado ya no está entre nosotros, falleció el 13 de enero de 2018. Sentía un gran amor por su
pueblo, traemos a colación su nombre en esta oportunidad para rendirle un
homenaje de evocación. Muy dinámico, musculoso, pequeño de tamaño y gran
trabajador. Debo reconocer que fue un ser alegre y de buen trato. Formaba parte
de una familia por demás trabajadora y fundadores del barrio Las Tablitas. La primera labor
realizada por “Morocho” fue la de hornero y pastelero en la Panadería El
Comercio fundada por don Juan Pancho Rodríguez. Don Juan Pancho un hombre
aficionado a la música argentina. "Morocho" sabía hacer pan
dulce, tortas y el original pan de jamón para la época Navideña.
“Morocho” Martínez estudió los grados de primaria en la escuela Arístides Rojas, siempre estuvo ligado al deporte de calle que se desarrollaba en el
barrio Las Tablitas, acompañando a su hermano Víctor Martínez. Anteriormente
en el barrio Las Tablitas se jugaba desde chapita, pelota de goma y competencias
de atletismo; pero lo fuerte de “Morocho” fue la práctica del boxeo. Tomó parte
en importantes peleas llevadas a efecto en el cuadrilátero del gimnasio
"Juan Namias" el cuál quedaba a un lado de la plaza Miranda. A partir
de ahí pasó a ser boxeador aficionado sin alcanzar fama.
Además de todo esto, de joven y soltero nuestro amigo
fue un bailarín, no profesionalmente, sino por afición y pasión. Los fines de
semana; asiduo junto con otros contemporáneos de los populares bailes de “arroz”
los días sábado en lo que caía la noche.. No sé pelaba un baile amenizado por el pickup
de don Ricardo Flores. Como se recordará los llamados “arroces” se realizaban
en los años 50 en cualquier casa de familia del casco de la población. Otros
hombres que daban la batalla en estos “picoteos” eran los carnales Ernesto
Rojas y Carmelo Lovera; y me dicen que también era "arrocero" mi amigo Rafael Enrique Pérez cuando estudiaba ingeniería.. Imprescindibles también en donde se organizará un
baile de joropo aragüeño originario de nuestra tierra villacurana. Además
“Morocho” fue uno de los participantes de las rumbosas festividades
y desfiles de carnaval que se realizaban antes en la calle Páez oeste de
Villa de Cura. Bailó también La Burriquita en diferentes lugares.
Contrajo nupcias con
doña Alida Aguirre de Martínez. De esta unión nacieron Nelson, Argenis, Hildred,
Amada, César, Marlene, y Adela… Vivió luego de casado cerca de la casa de la
familia Varganciano. Y así como tomaba su cafecito negro y consumía un caldo de
gallina y un cruzado, también se echaba sus traguitos de Pampero sin exagerar,
algo muy común y natural en el terreno de la vida. De igual manera era amante
del juego de bolas criollas en la cancha del bar El Samán en la Alameda Crespo, los fines de semana y en época de festividades vernáculas.
Las personas
como estas quedan en la memoria del colectivo y representan la identidad de los pueblos. Últimamente andaba, pueblo abajo y pueblo
arriba, manejando una motoneta de paseo y de transporte. Y atendía junto con su hijo una venta de
café, de terminales de lotería y periódicos en la calle Páez en Villa de Cura...
Dios lo tenga en la Gloria.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, noviembre 2021
Publicación, fotografía y montaje Ramón Alfredo Corniel
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