Por Oscar Carrasquel.
Villa de Cura es una ciudad enclaustrada en un pequeño valle, hospitalaria y cálida urbe aragüeña, capital del municipio Ezequiel Zamora, cuna de personas que le han dado brillo a distintas vivencias y culturas. Una de la muestra más evidente es cuando hace muchos años atrás se pronunciaba en toda Villa de Cura el nombre de la distinguida matrona Carlina Flores de Ysaya, un ser de arduo trabajo desde muy joven, movida fundamentalmente por su vocación de servicio social desde su profesión de enfermera.
Casi tres décadas de
servicios continuos ocupando roles de sanitarista en el Hospital Doctor José
Rangel de Villa de Cura. En el nosocomio local ingresa a trabajar el año 1964.
Sumado a eso el trabajo que desempeñó en la tipografía "La Esperanza"
de don Rafael María Díaz, como armadora de chivaletes para vomitar tarjetas y
talonarios, lo que prácticamente fue como una escuela. Carlina sentía gusto por
cuanto texto le llegaba a sus manos, tentada por el hechizo de la poesía... Hay
que añadir una pasantía en El Cine Corralón de don Eligio Arocha, haciéndole
suplencia a su hermana Consuelo Flores, En los años 50 se dedicó a los
oficios en el hogar y la atención de su esposo y sus hijos con lo cual
redondeaba su aptitud humana.
Su desempeño laboral
no tenía límites, toda su vida fue trabajar. De aquellas mujeres de
antes que, no vivían pendientes que le
regalaran, sino que buscaban crear su propia economía. Ni estaban pendientes de
días libres, tampoco de vacaciones. Solo la muerte pudo darle paso a su reposo
definitivo. A los 89 años de edad fue que Dios detuvo la movilidad
de su cuerpo, su noble corazón que ya había tenido un aletear de pájaro lastimado
dejo de latir. Y fue cuando finalizó la preocupación por su familia y las
atenciones a sus enfermos. Llegar a la cima a las puertas del tiempo
depende de unir el esfuerzo y la constancia con ganas de llegar a alcanzar la
cumbre.
Había nacido Carlina
Flores el 4 de noviembre de 1925 en la parroquia Nuestra Señora de las
Mercedes, hija natural de doña Vidalina Flores Carrasquel y del
comerciante Norberto Ramón Vásquez. Su infancia transcurrió entre el
silencio de los campos del Valle de Tucutunemo. Luego tomó el camino real para
regresar a La Villa y vivir por los lados de "La Garita" en la
frontera con la parroquia Las Mercedes, y el año 1959 fue a parar su
periplo en el sector del “Cementerio Viejo”, que arranca de la esquina "El
Coco" en el barrio La Represa, donde se radica en forma definitiva hasta
el final de sus días.
Cuando la actividad
comercial de las fábricas de alpargatas era creciente en Villa de Cura,
contrajo nupcias con el joven villacurano José Antonio Ysaya quien le planteó
noviazgo en La Villa; un chofer de
camión conocido cariñosamente con el sobrenombre de “Panpelao”… Procrearon 6
hijos de nombres: Antonia María y María Antonia que son gemelas, Nelly,
Maritza, José Antonio y Hermila Jacqueline (Milo). Hoy multiplicada la
familia en nietos, bisnietos y tataranieto. Nelly, quien al igual que su
progenitora ejercicio el oficio de enfermera falleció en Villa de Cura en
diciembre de 2012.
Vengo a recordar que
su hija menor Hermila Jacqueline Ysaya (Milo), hoy señora de Zambrano, es una
conocida educadora, cultora y deshojadora de versos, con predilección por la
poesía gauchesca de Boris Elkin; la española de Rafael León, y le fascina la
poesía nativista recia de Aquiles Nazoa, Leoncio Martínez “Leo” y
Ernesto Luís Rodríguez.
Doña Carlina de
Ysaya desplegó también sus facultades haciendo las célebres "arepas de
maíz pelado", cuya técnica culinaria aprendió de las expertas
Agripina y María de Jesús Rojas, de la parentela de su marido, que ponían a la
venta por encargo en las casas de familia, las entregaban a la bodega de don
Gerardo Breto en la calle Páez. De inmediato se vendían.
Se especializó en la
hechura de dulcería criolla; el popular majarete, conservas de coco, dulce de
lechosa y las sabrosas papitas de leche, delicia de niños y viejos,
lo cual formaba parte de lo bello de nuestro pueblo. También urdía
capelladas para la elaboración alpargatas. Nada hacía mella en su espíritu de
luchadora. Una mujer con el conocimiento abierto para todo lo que se refiere al
trabajo artesanal. En un tinglado de la casa funcionaba la máquina para moler
el maíz y el horno de arcilla ardiendo con leña en el sombreado patio.
Conocimos bastante a
esta dama de voz profunda, conversadora, con mucha chispa, cariñosa y de alegre
sonrisa; con la piel quemada, plisada, que se hacía más visible por culpa del
paso de los años. Y sus manos callosas y duras como la corteza del árbol de
roble, pero sensibles al mismo tiempo para hacer el bien. Con mucho respeto por
el oficio, por la vida y sus creencias católicas; jamás se olvidó de las
procesiones del Santo Sepulcro y de la Virgen de Lourdes.
Se sabe que doña
Carlina de Ysaya fue de todo esto y mucho más. Protagonista de su propia
historia. Tuvo el privilegio de disfrutar de la admiración y el aprecio de
todos aquellos que le conocieron en todos los estratos sociales de Villa de
Cura y colectividades aledañas.
En el mundo donde
vivía, dentro del conocido ambiente de la ciudad, en el conjunto de
sus compañeros de labor de la Unidad de Pediatría del hospital en Villa de
Cura, el amor percibido por su dulzura fue tan grande que adoptó el sencillo
epíteto de MAITA, como si fuese una aclamación del alma. Se apoyó
en el afecto de médicos y personal de enfermería, y de sus pacientes que jamás
se quejaron y lloraron bastante su partida física. Falleció en la Villa de
Cura, el terrón que tanto quiso el 10 de abril de 2014. Seguro que Dios la
esperaba allá en el cielo.
Oscar Carrasquel. La
Villa de San Luis, 10 de noviembre de 2021.
Foto tomada del archivo familiar...Diagramación y publicación Ramón Alfredo
Corniel.
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