DE GOLPE ME ACORDÉ DE CELSO VALERA Y ME SUPO A
TEMPLÓN.
Por
Oscar Carrasquel
¿Cuántos recuerdos juntos nos trajo a la memoria gustativa el señor Celso Valera? Un hombre de una movilidad comercial sorprendente. Él era el vendedor a pregón del típico templón. Se trata de uno de esos sencillos y particulares personajes de la Villa de San Luís, nacido en el sector Campo Alegre, un paraje solitario en donde antes corrían libremente los arroyos, ubicado a la orilla de la carretera hacia San Juan de los Morros. En la época que conocimos a Valera vivía en el sector La Represa donde fue criado, cosechó y conserva muchas amistades.
Desde que la mañana abre su claridad, en las tardes, o en pleno mediodía, cuando los rayos de sol parecían meterse dentro de los ojos, era frecuente el desplazamiento por todas partes de este señor, con un azafate de madera sobre el hombro derecho. No llevaba otra cosa que una camada de templones recién salidos del fogón, voceando por las calles de la ciudad a todo gañote la venta de ese confite.
¡Teeemplón…Teeemplón…Teemplón…!
Su labor diaria era salir a la
calle hasta tres veces por día, así veíamos pasar a este caballero con su
estridente pregón a flor de labios, y la muchachada de juegos en la calle o que
salían de las escuelas a encontrarlo para adquirirlos como merienda por el
precio de un real, o sea o50, de los de antes de la devaluación.
El típico dulce
es nombrado templón, también rúscano o aliado, es indistinto el nombre
que se le da a este popular dulce casero de rico sabor, de forma rectangular y color amarillo pálido, revolcado en
harina de trigo, muy conocido por todos los paladares desde tiempos
inmemorables.
Quiero que tomemos en
cuenta que, en los primeros años de la década del cincuenta este confite tuvo su
momento de esplendor en la vecindad del barrio Las Tablitas. La cocinera del rúcano era doña Raimunda Esáa de
Nieves, una matrona capaz de animar los
paladares poniendo a la venta una
variedad de dulces, los fines de semana y en tiempos Peregrinación y Semana
Santa.
Como lo han explicado sus fabricantes este popular dulce se
obtiene de apilar y mezclar una combinación de azúcar blanca o morena con harina de trigo, esencia de vainilla y se
le agrega la materia prima que es el tuétano de pata de ganado, y luego se le
da cocción hasta que llega a su punto, Es de consistencia gelatinosa este delicioso
postre de la cocina venezolana.
Lo cierto que en La
Villa nunca vimos a don Celso desarrollar un trabajo diferente. Desde que era
mozo hasta que fue un hombre formado se dedicó a la venta ambulante de este
tradicional dulce criollo con una elocuencia verbal que todavía resuena en
nuestros oídos.
A don Celso Valera lo conocimos como
un hombre trabajador, amigable, serio que lo distribuía en el comercio minorista, por las
calles y plazas públicas, tan pronto salía la gente le dejaban vacío el canasto, y entonces se
retiraba a buscar otro viaje.
Todavía se produce en Villa de
Cura este exquisito dulce, teniendo nuevas dimensiones en su precio, lo vende
al pregón en el mercado de la Coromoto un señor gordo con una bandeja descansando en el brazo, a quien se le
escucha desde la madrugada, en ambos extremos del mercado, su continuo leco “Llevo el aliado de tuétano de ganado”.
Oscar
Carrasquel. La Villa de San Luis marzo 2019
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