ALES, AHORA ES INMIGRANTE
Oscar Carrasquel
La confidente más allá de sus sueños. Las dos hermanas viven entre cuatro paredes de corta dimensión su amado rincón como dicen. Son hermanas
de un amor inquebrantable. La que siempre la acunó entre sus brazos, bajo su abrigo y amparo. La almohada atestigua lo vivido, sabe la manera como dibuja la sonrisa y todo lo que su hermanita siente en su
propia piel. Se la pasa al lado del copete de la
cama que ALES utiliza desde que era una niña. Despliega sobre el colchón
como un mapa una colcha gruesa de algodón color azul con la necesidad
y esperanza de viajar. Por fin llegó el instante más angustioso, el momento
cuando ALES debe empacar una maleta de rueditas toda llena con rótulos porque
la espera un viaje de días y noches inacabables. Jamás pensó que sería
una emigrante de la aurora y de la noche. Estruja en sus manos una y otra vez su
boleto de viaje. Sus padres sienten
miedo como es natural; ellos fueron diligentes en educarla y aconsejarla con tantos valores. Queda como
ritual, enternecerse en un interminable abrazo en el regazo de la madre, un beso en ambas mejillas, una
sonrisa forzada, la bendición de Dios y unas cuantas lágrimas derramadas. ALES
está muy bien arregladita, ella posee una sonrisa de miel. Ya tiene
colocado el estrecho bluyím, la cabellera negra suelta como un helecho le llega
hasta la mitad de la espalda, y un mechón de cabello le cae como una rosa sobre la frente.
En realidad, lo que ha decidido es abrir nuevos caminos. Y no es porque se
sienta una chica engreída, pero sí una muchacha superada
que siente, sueña y ríe. Aprendió desde pequeña a querer y celebrar las fechas de su patria. Muchas son las veces que le han preguntado y la reacción es que desde hace
tiempo se está sintiendo sin porvenir, vive estresada y con furia
por no poner en práctica el titulo de Cum Laude entregado por la Universidad en tantos años de estudio, piensa que,
los días como las noches ya no tienen
color ni el néctar de la alegría. El tiempo es ahorita La diáspora es la
solución siguiéndole el rastro a millones de compatriotas. No tiene otra salida. ALES ya es una viajante que busca una nueva luz. Debe dejar solos, como niños
huérfanos, a los libros que lee frecuentemente sobre la biblioteca. Ella calla, se queda
estática, sabe que en su entorno aquello cae como un puñetazo. Ese sentirse sin
nada la ha puesto desconsolada. Aunque después, su hermana tuviera la
impresión de oír su voz que deambula por el jardín, pero son las
sacudidas de un ramillete de flores del vergel que con la brisa golpea los
cristales de un ventanal. Llegó la "Van por puesto”, la ayudanta con una lista en las manos la llama por
su nombre, ALES. Sin necesidad de decir e,apellido, ella se embaraza apresurada.
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