martes, 22 de enero de 2019

¿DÓNDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO...QUÉ SE HABRÁ HECHO?



¿DONDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO...QUE SE HABRÁ HECHO?


                                                         Por Oscar Carrasquel

Don Damaso Toledo fue un ser de la vida para no olvidar...Todo un personaje popular trajinando como una bola la vieja comarca enclavada en estos hermosos valles aragüeños. Un juglar y músico del pueblo de Villa de Cura que cantó con verdadero amor y sentimiento. Símbolo de la bohemia villacurana de una época cuando casi podíamos tocar a Dios. Le encantaba serenatear, divertirse a la luz de las estrellas Muchos de nuestros coterráneos seguramente lo recuerdan.
De aquel Dámaso Toledo tenemos algunas cosas que contar en esta columna. Genial con una guitarra grande en las manos. La cuidaba y la consentía, le daba caricias y  la tocaba muy bien, aunado a ello, tenía una fuerte y melodiosa voz para el canto. No me  lo van a creer, pero la vida con todos sus laberintos, para él no fue fácil.
 
Esa Villa de Cura representado en estos hombres como don Dámaso Toledo ya no existe... Estos hombres no se han visto más, lo venimos a saber ahora que vivimos una nueva realidad. Hoy día no es posible salir libremente a parrandear, tampoco a ofrecer serenatas, y menos cargar una costosa guitarra marca Tatay en las manos.

Con demasiadas ganas le ponía empeño a su trabajo, se levantaba todas las madrugadas a ejercer su oficio de panadero. Aprendió en su juventud a fabricar  panes en una panadería, a elaborar tortas y confites de todas clases, esa era su especialidad laboral. La ciudad  era  entonces más pequeña, Dámaso la recorría a pie, de confín a confín, palmo a palmo se conocía su perímetro urbano y también los barrios aledaños que se estiran en sus orillas.

Aprovechaba las horas de la tarde y  la noche de un fin de semana y sabía cómo disfrutarlas a plenitud. Cualquier día era bueno para recorrer la ciudad, unido a su inseparable guitarra, y otras veces con un requinto debajo del brazo. Tapaba su pelo con un sombrero ala ancha y su bien sacado bigote igual que el actor mexicano Pedro Armendáriz,.vestía ropa pulcra  y unos zapatos de patente tipo italiano.

Lo cierto es que se convirtió en un bohemio y un perenne despechado. "Maldigo el amor y sigo amando". Uno oía esta voz y además el sonido de una guitarra grande cuando transitaba apresurado por las puerta de una cantina, y sabía que era don Dámaso entregado a su pasión.

Y uno francamente se hizo su  seguidor por disfrutar tantas veces las placenteras canciones que se anidaban en su alma de trovador, las mas románticas y nostálgicas; esas que convierten en fuego a las almas enamoradas. En su repertorio había de todo, un tango, después un bolero, seguido de un pasillo de Olimpo Cardenas y una ranchera de Vicente Fernández titulada "Por si no te vuelvo a ver", las interpretaba sin mucho esfuerzo hasta el final. Las canciones las volvía pétalos de rosas, pero otras las convertía en filosos puñales que remueven viejas heridas; pero también sacaba, como una piedra de jugar dominó, aquellas que sirven para apaciguar  un tormento. 

Muchas veces oímos su guitarra en el cierre de una medianoche al pie de una ventana acompañándole boleros y tangos al doctor  Eladio Lovera, Vinicio Jaén y Antonio Martínez Santaella. Los racimos de flores de cayenas en los tapiados de las casas de El Rincón se estremecían al oírlo que transitaba sus aturdidas calles sonando una canción,  con su instrumento musical cruzado en el pecho.

Dámaso Toledo fue un ser honesto y trabajador, vivía en dos dimensiones, primero al levantarse de madrugada se iba para su trabajo de unas horas corridas   que, le imponía los deberes en la Panadería Central de Villa de Cura. La otra vertiente, el cotidiano andar de bar en bar en la ciudad rompiendo con toda tristeza y silencio.

Apenas llegaba la noche del viernes se instalaba en el bar La Garita donde solía concurrir; lo primero en decir en tono bajo es que no le hablaran de trabajo, "de esas pendejadas", y que le pidieran a don Carlos que por favor silenciara un momento la Rokola.

Mostraba en su rostro una sencilla y clara sonrisa sin ningún tipo de poses.. Enseguida colocaba el pie derecho sobre un taburete, alzaba la lira en su regazo, la colocaba sobre la pierna derecha y la apoyaba bajo la barbilla, y de su voz trasnochadora comenzaban a brotar boleros de Julio Jaramillo, los Ángeles Negros, también se sabía las canciones rancheras de José Alfredo Jiménez, compartiendo su espíritu bohemio con todo el que llegaba. A todos sabía llegar con su simpatía y talento.
  
El grupo de parroquianos  que ya lo conocían, acostumbrados a su rutina, comenzaban a arrimarle tragos, uno tras otro, y al final de cada interpretación llegaban los aplausos y ovaciones con entusiasmo. La voz como la guitarra de Dámaso no cansaban ni aburrían. 

Llegada la medianoche,  el cielo de Las Mercedes bellamente enlunado y con el espectacular brillo de las estrellas, comenzaba a oír su voz que resonaba en cada cuadra, ahogando el silencio de la calle Jaime Bosch y las "Cuatro Esquinas", en donde no se oía otra cosa, sino el eco de sus canciones fraternas, que junto al sonido de su requinto  llegaban a las ventanas con el soplido de la brisa nocturnal.

Don Dámaso con su paciencia se sentía dueño y señor de la ciudad. De pronto, ya paloteado, le provocaba dar una vuelta  por el centro, lentamente avanzaba calle abajo con su sonrisa característica, atravesando tentaciones de riesgo, porque la ciudad no era la misma de antes, ya se había vuelto  peligrosa.

En última instancia hacía una parada final en el Bar "La Astorga" en la avenida Lisandro Hernández, con su guitarra agarrada por el diapasón para echarse la del estribo;  después continuaba despacito, como agua que corre por un manantial, para su lecho ubicado en la barriada de El Rincón.
 
Quizás por nuestra ausencia de Villa, se nos perdieron sus pasos bohemios. Antes de ayer me escribieron sus compañeros que partieron primero,  me dijeron que lo  habían visto que andaba con un dúo de turpiales ahogando de silbidos y de canciones  dando serenatas por la calles del cielo. No he vuelto a ver a don Dámaso Toledo en mucho tiempo. Debe ser por eso que, a veces, en el silencio de una noche de insomnio yo también me pregunto: ¡DONDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO! QUE SE HABRÁ HECHO!
 


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, enero de 2019

Publicación don Ramón Alfredo Corniel.

FOTO. Cortesía de Inocencio Chencho Adames


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