miércoles, 4 de marzo de 2020

ANTONIO MARTÍNEZ SANTAELLA/ HOMBRE DE MUCHAS VIRTUDES


Antonio Martínez Santaella. Foto Seijas. Retocada por el experto Ramón Alfredo Corniel


                                                                                                  Por Oscar Carrasquel


La mayoría de nuestros coterráneos villacuranos, seguramente, no tiene conocimiento, o no recuerdan, quién fue don Antonio Martínez, por esa razón este humilde trabajo que hoy da vida a nuestro corazón. Su experiencia como caminante por los senderos de la vida fue muy amplia, los recuerdos que tengo de él son sencillos pero sumamente agradables. Consecuente amigo, si quisiéramos definirlo en dos palabras. 

La primera y última labor que ejerció don Antonio en su vida fue la de zapatero remendón o reparador de zapatos y botas para  caballeros. Su taller lo tuvo últimamente en su propia casa. El arte de fabricar calzado lo aprendió siendo bastante joven con el maestro Julio César Blanco, quien le enseñó a manejar bien el clicker o cortador de suela, el hilo y la aguja; además, fue discípulo de los hermanos  napolitanos Amadeo Russo y Settimio Russo, quienes ya traían el oficio de Italia y en esta tierra que les brindó cobijo fundaron en los años 50 la  conocida “Zapatería Russo”, ubicada  en la calle Bolívar de Villa de Cura, donde Antonio comenzó a trabajar desde muy joven ungido por los requerimientos del hogar. 

El oficio que más afloró toda su vida fue la zapatería, sin embargo,  se desempeñó en varios trabajos, comenzando por la fabricación de alpargatas, faena a la que también le dio particular importancia. Entre sus muchas virtudes lo encontramos junto con otros artesanos aupando en aquellos años la creación del “Sindicato de los trabajadores de la Suela”; pero en realidad lo que más cultivó fue la verdadera  y franca amistad.

Antonio Martínez Santaella, fue su nombre de pila, era de origen campesino, me contó en una oportunidad que había nacido en el asentamiento rural de Camejo, jurisdicción del municipio E. Zamora, en noviembre de 1915. Pequeño, de apenas 8 años de edad quedó huérfano de padre y madre, por esta circunstancia del destino se crió  bajo la sombra protectora de dos adoradas hermanas mayores.

A la maestra preceptora Josefita Poleo que regentaba una escuelita particular por los lados de la Caja de Agua, le correspondió la tarea de enseñarle los signos de las primeras letras, y a sacar cuentas; lo otro que estudió después se lo completa don Francisco Cabrera en el aula de una escuela Unitaria en el barrio Las Tablitas. En  casa,  sus hermanas que cumplían igual papel, le enseñaron lo que era la honestidad y amor por el trabajo, y a leer en  el  “Manual de Carreño”, que habla de cómo uno debe comportarse.

           Antonio Martínez o “Toño”, como nos acostumbramos a llamarlo fue un personaje que conocía a todo el mundo en su pueblo porque lo anduvo de confín a confín, tuvo amigos por montón, siempre andaba  de buen humor, pero fue un hombre serio que se hacía respetar.

Por aquellos tiempos se sentía feliz y complacido de ser carguero, de un sitio a otro, del  contrabajo,  de armar y colocar los atriles  en la orquesta  “Juan José Landaeta”; la  música de esta banda villacurana se escuchaba magistralmente en salones de fiesta; y los días jueves y domingo en la noche, en las retretas desde un rincón de la plaza Miranda, bajo la rígida conducción del maestro don Víctor Ángel Hernández.

Fue mesonero del bar Savery, mandadero de casas de familia, cantinero, buhonero,  comerciante nato vendió perfumes, zapatos y ropa hecha para caballeros en espacios de avenidas en las ciudades de Valencia y Maracay. Después aceptó con un sueldo bajo ingresar como vendedor a la tienda  “La Casa del Pantalón”, en Maracay, lo admirable es que llegó a ocupar el cargo de Gerente  de Ventas, allí en ese comercio  laboró durante 16 años ininterrumpidos.

También anduvo ligado al quehacer cultural, hizo su primer contacto con el  arte en Villa de Cura en la década de los años 40, fue actor teatral autodidacta, y en uno de los repartos  resaltaba uniformado de policía de rolito. El grupo actoral era dirigido por la conocida educadora señorita Sofía Rodríguez, contaba con los trabajadores teatrales  don Críspulo Gallo y el profesor Pedro Raffeca, la compañía de teatro se denominaba “Centro Artístico Cultural Antonio Saavedra”,  y las funciones se realizaban en locales cerrados y muy frecuente en el cine El Corralón propiedad de don Eligio Arocha.

Avanzando en el camino de la vida fue pregonero de periódicos locales. Durante muchos años fue repartidor  de “Tribuna Popular”, caminando apuradito todo el pueblo. Entonces se iba de casa en casa. Los villacuranos debemos tener su nombre presente como un excelente ciudadano, sencillo, respetuoso y humilde.

Siempre me salía a encontrar cuando yo llegaba de mis frecuentes viajes, amable, conversador. Antonio fue un hombre fiel a la amistad, no era persona de ambigüedades, ni político falso, siempre andaba con la verdad por delante como un estandarte, por supuesto fue muchas veces mi compañero de tertulia, de canciones y serenatas; y el posta que transportaba las notas que el poeta Morgado o el vate Vinicio Jaén me enviaban y con puntualidad me entregaba. Siempre presto a servir a quien lo necesitara.

Fácilmente nos poníamos de acuerdo para las tenidas, donde no faltaba la guitarra que nos acompañó canciones y poesía, bajo la enramada del Semeruco o de un frondoso Cotoperíz. De aquí pasábamos algunas veces a El Cortijo y subimos una vez para "Manuare" de Belén, Carabobo. Lo único que podría señalársele es que no poseía una voz fuerte, sin embargo, se sabía de memoria casi todos los tangos memorables de Gardel.

 Antonio fue padre del destacado poeta y artista plástico villacurano  Alí José Pérez (f), que en todas partes se habla de su amplia y fructifica obra pictórica y literaria. La poetisa villacurana Marianela Pérez también es la hija a la que consintió profusamente.

Si algo le satisfacía era reunirse y compartir con sus amigos, con mi padre J. Eugenio Carrasquel, Vinicio Jaén, el Ché Julio Martínez, Germán Cordero, José Seijas, Antonio Moreno, Juan Bautista Alayón, JM Morgado, el doctor Lovera, Rafael Almeida Petit y los hermanos Nieves, entre otros. Fue un frenético admirador de Carlos Gardel y pieza primordial de la peña tanguera villacurana.

Antonio Martínez Santaella, nuestro inolvidable “toño” fue asediado por una enfermedad respiratoria que no le dio tregua, tuvo que ser  recluido por su familia en una sala del Hospital Doctor José Rangel de Villa de Cura, la muerte con su guadaña finalmente lo asechó escondida entre el follaje deteniendo su vida,  falleció  el 01 de agosto de 1996. Que Dios lo tenga en la Gloria y en descanso su alma.

La Villa de San Luís, 04 de marzo 2020

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