Antonio Martínez Santaella. Foto Seijas. Retocada por el experto Ramón Alfredo Corniel
Por Oscar Carrasquel
La mayoría
de nuestros coterráneos villacuranos, seguramente, no
tiene conocimiento, o no recuerdan, quién fue don Antonio Martínez,
por esa razón este humilde trabajo que hoy da vida a nuestro corazón. Su experiencia como caminante por los senderos de la vida fue muy amplia, los recuerdos que tengo de él son sencillos pero sumamente agradables. Consecuente amigo, si quisiéramos definirlo en dos palabras.
La primera y última
labor que ejerció don Antonio en su vida fue la de zapatero remendón o
reparador de zapatos y botas para caballeros. Su taller lo tuvo últimamente en su propia casa. El arte de fabricar
calzado lo aprendió siendo bastante joven con el maestro Julio César Blanco,
quien le enseñó a manejar bien el clicker o cortador de suela, el hilo y la aguja; además, fue discípulo
de los hermanos napolitanos Amadeo Russo
y Settimio Russo, quienes ya traían el oficio de Italia y en esta tierra que les
brindó cobijo fundaron en los años 50 la
conocida “Zapatería Russo”, ubicada
en la calle Bolívar de Villa de Cura, donde Antonio comenzó a trabajar
desde muy joven ungido por los requerimientos del hogar.
El oficio
que más afloró toda su vida fue la zapatería, sin embargo, se desempeñó en varios trabajos, comenzando
por la fabricación de alpargatas, faena a la que también le dio particular
importancia. Entre sus muchas virtudes lo encontramos junto con otros artesanos
aupando en aquellos años la creación del “Sindicato de los trabajadores de la
Suela”; pero en realidad lo que más cultivó fue la verdadera y franca amistad.
Antonio
Martínez Santaella, fue su nombre de pila, era de origen campesino, me contó en
una oportunidad que había nacido en el asentamiento rural de Camejo, jurisdicción
del municipio E. Zamora, en noviembre de 1915. Pequeño, de apenas 8 años de
edad quedó huérfano de padre y madre, por esta circunstancia del destino se
crió bajo la sombra protectora de dos adoradas
hermanas mayores.
A la maestra
preceptora Josefita Poleo que regentaba una escuelita particular por los lados
de la Caja de Agua, le correspondió la tarea de enseñarle los signos de las primeras
letras, y a sacar cuentas; lo otro que estudió después se lo completa don
Francisco Cabrera en el aula de una escuela Unitaria en el barrio Las Tablitas.
En casa, sus hermanas que cumplían igual papel, le
enseñaron lo que era la honestidad y amor por el trabajo, y a leer en el “Manual
de Carreño”, que habla de cómo uno debe comportarse.
Antonio
Martínez o “Toño”, como nos acostumbramos a llamarlo fue un personaje que conocía
a todo el mundo en su pueblo porque lo anduvo de confín a confín, tuvo amigos
por montón, siempre andaba de buen humor,
pero fue un hombre serio que se hacía respetar.
Por aquellos
tiempos se sentía feliz y complacido de ser carguero, de un sitio a otro, del contrabajo, de armar y colocar los atriles en la orquesta
“Juan José Landaeta”; la música de
esta banda villacurana se escuchaba magistralmente en salones de fiesta; y los
días jueves y domingo en la noche, en las retretas desde un rincón de la plaza
Miranda, bajo la rígida conducción del maestro don Víctor Ángel Hernández.
Fue mesonero
del bar Savery, mandadero de casas de familia, cantinero, buhonero, comerciante nato vendió perfumes, zapatos y
ropa hecha para caballeros en espacios de avenidas en las ciudades de Valencia
y Maracay. Después aceptó con un sueldo bajo ingresar como vendedor a la
tienda “La Casa del Pantalón”, en
Maracay, lo admirable es que llegó a ocupar el cargo de Gerente de Ventas, allí en ese comercio laboró durante 16 años ininterrumpidos.
También
anduvo ligado al quehacer cultural, hizo su primer contacto con el arte en Villa de Cura en la década de los años
40, fue actor teatral autodidacta, y en uno de los repartos resaltaba uniformado de policía de rolito. El grupo
actoral era dirigido por la conocida educadora señorita Sofía Rodríguez, contaba
con los trabajadores teatrales don Críspulo
Gallo y el profesor Pedro Raffeca, la compañía de teatro se denominaba “Centro
Artístico Cultural Antonio Saavedra”, y
las funciones se realizaban en locales cerrados y muy frecuente en el cine El
Corralón propiedad de don Eligio Arocha.
Avanzando en
el camino de la vida fue pregonero de periódicos locales. Durante muchos años
fue repartidor de “Tribuna Popular”,
caminando apuradito todo el pueblo. Entonces se iba de casa en casa. Los
villacuranos debemos tener su nombre presente como un excelente ciudadano,
sencillo, respetuoso y humilde.
Siempre me
salía a encontrar cuando yo llegaba de mis frecuentes viajes, amable,
conversador. Antonio fue un hombre fiel a la amistad, no era persona de
ambigüedades, ni político falso, siempre andaba con la verdad por delante como
un estandarte, por supuesto fue muchas veces mi compañero de tertulia, de
canciones y serenatas; y el posta que transportaba las notas que el poeta
Morgado o el vate Vinicio Jaén me enviaban y con puntualidad me entregaba. Siempre
presto a servir a quien lo necesitara.
Fácilmente
nos poníamos de acuerdo para las tenidas, donde no faltaba la guitarra que nos
acompañó canciones y poesía, bajo la enramada del Semeruco o de un frondoso Cotoperíz. De aquí pasábamos algunas veces a El Cortijo y subimos una vez para "Manuare" de Belén, Carabobo. Lo único que podría señalársele es que no poseía una voz fuerte, sin embargo, se
sabía de memoria casi todos los tangos memorables de Gardel.
Antonio fue padre del destacado poeta y
artista plástico villacurano Alí José
Pérez (f), que en todas partes se habla de su amplia y fructifica obra
pictórica y literaria. La poetisa villacurana Marianela Pérez también es la hija a la que consintió profusamente.
Si algo le
satisfacía era reunirse y compartir con sus amigos, con mi padre J. Eugenio
Carrasquel, Vinicio Jaén, el Ché Julio Martínez, Germán Cordero, José Seijas,
Antonio Moreno, Juan Bautista Alayón, JM Morgado, el doctor Lovera, Rafael
Almeida Petit y los hermanos Nieves, entre otros. Fue un frenético admirador de
Carlos Gardel y pieza primordial de la peña tanguera villacurana.
Antonio
Martínez Santaella, nuestro inolvidable “toño” fue asediado por una enfermedad
respiratoria que no le dio tregua, tuvo que ser recluido por su familia en una sala del
Hospital Doctor José Rangel de Villa de Cura, la muerte con su guadaña finalmente
lo asechó escondida entre el follaje deteniendo su vida, falleció
el 01 de agosto de 1996. Que Dios lo tenga en la Gloria y en descanso su alma.
La Villa de San Luís, 04 de marzo 2020
La Villa de San Luís, 04 de marzo 2020
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