Isbelita Córdova en una de sus actuaciones
A sus diez nietos, y a Avril, la biznieta de un año de nacida.
Por Oscar Carrasquel
Cuento que a mitad del siglo XX, más o menos, en la pequeña ciudad de Villa de Cura existió una actividad cultural muy importante, lo cual se manifiesta de manera principal por las veladas artísticas musicales que se daban en el escenario del cine El Corralón por personas empeñadas a desarrollar nuestra cultura. Su génesis tuvo lugar también, en las escuelas de educación básica de la localidad, para ello se dispone con espaciosos escenarios, tales como la Escuela Graduada Teresa Carreño, el Grupo Escolar Arístides Rojas, la Escuela Leopoldo Tosta y el Grupo Escolar Laureano Vallenilla Lanz, el cual como es sabido posteriormente cambió de nombre para UEE Simón Rodríguez.
Se daban unos eventos culturales con auditorio lleno, denominados veladas artísticas a nivel de colegios. Estas jornadas se cometían con la intervención de niñas y jóvenes en históricas conmemoraciones, pero muy especialmente en el mes de julio para despedir el año escolar, organizados con el decidido apoyo del propio personal docente de la institución.
En estos tiempos de encerramiento por cuarentena llegó en manos de nuestra hija Gilda Carrasquel Córdova, basada en una encomienda enviada por su prima desde la ciudad de Cagua, la maestra Leticia Córdova, el retrato de perfil de su progenitora Isabel Córdova que presentamos. Ella en su época de estudiante de la escuela Doctor Laureano Vallenilla Lanz, dejó la huella como cantante en el grupo de teatro de esa institución. La añeja fotografía tiene al reverso una hermosa dedicatoria muy significativa dirigida a quien escribe esta semblanza.
En aquel tiempo ido Isabel Córdova era una jovencita, estudiante de los últimos grados de educación primaria, con voz propia y estilo inconfundible, cantante y bailadora de flamenco, el estilo que más le fascinaba desde la infancia; también interpreta boleros y canciones venezolanas en el marco de los actos culturales que regularmente se realizan en dicho plantel, lo que le proporcionó elogios y reconocimiento de la directora señorita Caridad Villasana Ghersy, de quien recibe aplausos por sus cualidades para el canto. La señorita Caridad Villasana, además de exquisita educadora, también fue poetisa, y como consecuencia se ocupaba de la literatura y del trazado de la actividad cultural de su colegio.
Cómo la recuerdo cuando cantaba en una audición de aficionados en Radiodifusora La Villa 1170, cuyos estudios distaban a media cuadra de nuestra casa, acompañada por la guitarra de un profesor de la escuela Arístides Rojas llamado Rafael González. En los años siguientes en su propia casa, bajo el ramaje de un Semeruco se oyó su voz acompañada de las guitarras de los músicos villacuranos Esteban Nieves y Carlos Parra; interpretaba hermosas canciones de romántico sentir. Unos días la glosa o presentación le tocó hacerla a nuestro siempre recordado amigo el poeta de La Villa José Manuel Morgado, y de animador don Teobaldo Parra.
Muchos de su generación recuerdan haberla visto en su recorrido a pie por la calle Páez y calle doctor Rangel, junto con la cofradía para concurrir religiosamente a la Eucaristía en nuestra Iglesia Matriz, cuyo párroco era el cura César Castellanos. Se juntaba con sus compañeras para los paseos elementales alrededor de la Plaza Miranda los domingos.
En el edificio de gruesos pilares del Grupo Escolar Doctor Laureano Vallenilla Lanz fue conocida por sus contadas maestras de aula y por sus condiscípulos con el cariñoso nombre de ISABELITA, y con el mismo cariño se le nombraba en la colectividad villacurana donde gozó de aprecio.
En años posteriores, acabada la etapa de la adolescencia y juventud, tomó estado en Villa de Cura con Oscar Carrasquel, procrearon cinco hijos, tres hembras y dos varones, Oscar, Elizabeth, Gilda, Yelitza y Rafael. Sembró en sus hijos un emotivo sentimiento por la actividad cultural La susodicha madre después de aprender las lecciones que da la vida falleció cuando Rafaelito, el benjamín de la camada, aún no había cumplido los diez años de edad.
Muchas veces nos toca sumergimos en las reminiscencias. Somos la manifestación de lo que nos dicta nuestro espíritu, la vida está llena de asombros, de subidas y bajadas. aunque estemos tristes siempre echamos a volar la musa en alas de los recuerdos, y la vida que Dios nos regala es una bendición.en medio de tanto vaivén.
La Villa de San Luís, 18 de septiembre 2020
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