martes, 1 de septiembre de 2020

VILLA DE CURA PRESENTE EN EL DÍA MUNDIAL DE LA AREPA






Por Oscar Carrasquel

Quiero referirme en el Día Mundial de la Arepa a un alimento muy popular en la mesa de la familia venezolana. Quiero hablar de mucho antes que comenzara el boom de la harina pre cocida, o harina “Pan Pan”. Así es como es conocida hoy en día  la marca líder en el mercado, un invento que emerge por allá  en el año 1960 del pasado siglo, atribuido a las Empresas Polar de Venezuela, y en Chacaito, estado Miranda a los Hermanos Álvarez, la arepa rellena.

Yo recuerdo  aquella bella época de los años 50, cuando yo estaba muchacho, fue costumbre generalizada en nuestras vecindades de Villa de Cura, la hechura hogareña de arepas para vender de casa en casa, por encargo, o para ponerlas a consignación en aquellas pulperías antañonas de mostradores de madera forrados de hojalata, donde se exhibía toda clase de mercancía y productos de primera mano.

Hubo mujeres muy hacendosas de familias humildes en La Villa que no conocieron de días feriados, ni de días libres, que jamás sintieron hastío. Su labor era hacer arepas asadas en cantidades,  colocaban el montón de arepas en un canasto tapado con un blanco mantón para mandarlas a la bodega; no es nada  exagerado  decir que en aquellos días vendían 7 arepas  recién salidas del budare  por medio (0,25). Fue una actividad doméstica y comercial que se propagó en aquel tiempo en las casas pobres en  todos los sectores populares de Villa de Cura.
 
Recuerdo que hace más de siete décadas muchas mujeres se dedicaron al oficio, pilaban el maíz en concha en horas de la tarde; lo cocinaban en la noche atizando un fogón de leña. El siguiente día dejaban el lecho de madrugada y con el primer cantío de gallo, se dedicaban a moler el grano en casa, o  bien se subían una lata de  maíz cocido a la cabeza para coger camino hacia el molino de los hermanos Savery, el cual  estaba ubicado en la calle Leopoldo Tosta, entre calle Real o Bolívar y calle Comercio..

Hacedoras de arepas para la venta y portadoras de la vieja  tradición fueron muchas, pero llegan hoy a nuestra memoria pasados más de 60 años los nombres de Petra María Lugo, María Abaa, María Vera, Carlina Padrón, Gladys Padrón, Ludovina Linero, Carmen Castillo,  Julia Castillo, Isolina Zerpa, Enma Corrales, Belén Soto, Luisa López, Margarita Soto, Hercilia Silva, Ligia Romero, Consuelo Romero, Sebastiana Sosa, Concepción Barrios, Rosita Flores, Encarnación Mendez Flores, Cecilia Palacios, Luisa Montezuma, Teresa Sojo, Luisa Sojo, Anastasia Pérez, Carmen Díaz, Matilde Blanco, María Morales, Carmen Almeida y Cupertina Lugo, María de Carrasquel (mi mamá) y otras (la lista es larga). 

Y  sobre ese afán de vivir de la fabricación de arepas para la venta, traigo el  emocionado recuerdo de una matrona que fue un símbolo del oficio en nuestra barriada Las Tablitas de Villa de Cura, se llamaba María de Jesús Esaá,  pobre de recursos como todas. Según me contó  uno de sus nietos, el artesano de la alpargata Julián Rojas, su abuelita  María de Jesús suplía bien de mañanita los encargos de arepas a las contadas familias ricas de Villa de Cura, "Cuando yo era un juvenil  repartía los pedidos, 8 arepas por un real".

Quizás muchas personas de reciente generación no conocieron al señor José Rafael Hernández (el pobre) el de las "Arepas Tostadas", Su técnica culinaria consistía en dejar remojando arepas del día anterior  en huevo y leche  por espacio de dos días; las freía revolcadas en harina de trigo, las  fraccionaba en cuatro partes,  rellenaba la rendija con bastante queso parmesano rallado y las arropaba con abundante salsa de tártara  española.

No se cansaba uno en los años 50 y 60 de probar estas tostadas –que así las llamaban- costaba un real (0,50) el plato. El fraternal  José Rafael Hernández (JR), laboró muchos años en el negocio de don Pedro Salvatierra frente a la plaza Miranda de Villa de Cura, al lado de la Comandancia de Policía, y tiempo después en el  "Bar El Teide" en la calle doctor Urdaneta, entre calle Bolívar y Comercio.

Debo decir de paso que la “Arepera La Única”, también navegó en la historia del arte culinario de la arepa. Este establecimiento funcionó en un local de don Narciso Pérez Acosta en la calle Comercio, cruce con Dr Urdaneta, vendía la arepa que fuera asada, la clave de su arte eran los rellenos, carne desmechada, pollo, cabeza de marrano,  asado de ternera, la de mariscos y huevos de codorniz; fue fundada por el isleño Domingo Dorta Ramos en 1955; se oyó decir que después la traspasó a su hermano Agustín Dorta Ramos.
 
La Arepera La Única trabajó con maíz pilado molido en máquina desde 1955 hasta 1962. De aquí en adelante comenzó a usar la harina industrializada de diferentes marcas. Agustín Dorta Ramos también fue un fino especialista en elaborar el delicioso mondongo para saciar el apetito a los amanecidos de una fiesta, por lo cual llegaron a denominar a este plato “matado ratón”. 

Ciertamente, no se juntan a mi memoria por los momentos otras remembranzas sobre estos hermosos recuerdos que nos remiten a la época de nuestra infancia y juventud. Lo que sí recuerdo es lo que me explicaba una vez un amigo que me decía que  Villa de Cura es una ciudad  de muchas historias populares, pero a la vez una casa grande, una sola familia, donde se podía vivir y donde cabíamos todos sin distingo de ninguna naturaleza.. Ahora por la situación tan difícil que nos llevaron  se ha puesto de moda decir que “La arepa está cuadrada”..

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, septiembre 2020 


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