La Romana de La Villa a mediados del siglo xx. foto tomada de la revista Expresión. Archivo de Editorial Miranda
AJILA...AJILA...NOVILLO QUE TE LLEVAMOS PA` LA VILLA
Por Oscar Carrasquel
Yo estaba todavía "jojoto" en el escenario nativo, cuando entre la gente que llegaba a casa, se oía hablar sobre el desplazamiento de las puntas de ganado que pasaban por la calle El ganado con destino a La Sabana" . Corrían los años 49-50; yo andaría por los 10 años
de edad,. Habitamos a 150 metros de la calle El Ganado.. Recuerdo que la trocha en esos tiempos era un terronal. El casco urbano de La Villa era pequeño. Hay entonces una población de solo cuarenta mil almas.
Calculábase un lote de 500 novillos bien seleccionados que pasaban los viajeros a pie y a caballo por
la calle "el ganado".. Oíase el dato numérico en relatos de nuestros antepasados. Decían que en 14 días se cubría la larga travesía del llano a Villa de Cura. La mayor parte del procedía de hatos que pertenecieron al general J.V. Gómez "La Candelaria" y la "Cruz Rubiereña" y medianos criadores.
En invierno la calle "el ganado" era un solo barrial, y en verano
quedaba marcada la huella de la pisada de reses convirtiendo la trocha en terronales de sequedad. En el trayecto "El Deleite", "Las cuatro equinas”, “El hoyo de los perros”, “Maíz tostado”. La calle "el ganado" en fiestas patronales de San Luís la cerraban con bambú y eran usadas cuatro cuadras como manga para colear ganado.
Como se escuchaba decir, a punta de madrugadita, bestia,
jinete y caminante, salían de la llanura, confundidos entre el soplido de la brisa, en medio de relincho de caballos y el bramar de ganado, atravesando la belleza de la llanura con su cielo encapotado, mostrando el rítmico vuelo de garzas blancas, corocoras y morenas.
En las
noches debían de pernoctar entre los bancos de sabanas,
desafiando el mal tiempo, olfateando el peligro, para bien de madrugada continuar
camino, cruzando la monotonía del paisaje. La sabanas y "caminos reales", de mastrantales y malezales. Y detenidos
en la noche en la ribera de un río. Porque los
ríos grandes en tiempo de invierno eran invadeables.
A flor de
agua se acercan tembladores, caribes y
saurios que asediaban constantemente en los pasos de río. Pero aquellos seres de gran hombría son
audaces y precavidos. Nadie mejor que ellos saben como entrarle a los designios de la naturaleza. Las aves, unas
dormitan, y otras trinan entre los copas de la arboleda.
Aún no había amanecido cuando la voz
del caporal se oye por entre el
resplandor de una fogata.: "Vàmonos...Adelante que el camino para La Villa es
largo!". Después de tomar un cafecito, desayunado con carne seca, queso, casabe que los vaqueros llevan siempre dentro un "porsiacaso".
Con la
misma se oye la voz del cabestrero que se avalancha adelante con la copla
recia a flor de labios, bebiéndose el claro de la mañana, inventando
metáforas, cantando aires llaneros, desandando con la mirada el horizonte pensando en lo largo del camino.
Se recuerda a los arreadores con "mandador" cubiertos con
sombrero, algunos a pie , con pantalones a media pierna, con su capotera terciada al hombro, la cobija de pelo y el "poncho" par si acaso un chubasco, y un cuchillo "apureño" al cinto. Otros se llevan los dedos a la boca estirando los labios para producir
silbidos, para alegrar el alma y por si acaso rugido de tigre o malos espíritus.
-"¡Ah
camino más largo y solo, compañero!
polvoriento
en verano y en invierno resbaloso"
Así era la voz y canto del cabrestero con el lucero del día, optimista, trajinador, elevando la metáfora, imaginándose un Florentino Coronado; inspirado en el catire cuando venía jineteando romances, lanzando coplas con su cuatrico en la mano, con el pensamiento puesto en la querella que en la media noche para el día, iba a sostener con el príncipe de las tinieblas.
Después
de unas cuantas jornadas, atormentados de tanto tragar leguas de camino, por el
sitio por donde la tierra llana se hermana con el paisaje aragüeño y sus valles,
hace su entrada el ganado a la Villa de San Luís con aquella comparsa de vidas
humanas. La gente recibe la llegada de la caravana con alborozo..Las reses son depositado en el área que hoy día ocupa el llamado "edifico Martín Hernández", que entonces era todo sabana. Se cuenta que entre los viajeros venía don Jesús María Espi, hermano de don Pancho Espi, de los Espi de La Victoria, que fue arriero de ganado a pie del llano a La Villa.
El hombre , descalzo, con las cotizas en mano; se baña él y baña la bestia, sestean a la orilla de una laguna, bajo una arboleda de samanes y merecures en el sitio Los Cerritos. Otro grupo lucha con la sofocación de mediodía, parando el ganado, vigiando,
cuidando que no se escape ninguna res cerril del rodeo.
A comienzo de la décadas del 50 en la importante "Romana", ubicada en la amplia sabana,
durante varios días se reúne compradores de ganado, trajinado con fajas de dinero.. Sentados en la puerta de los corrales se cerraba el negocio de compra venta.. El ganado a puerta de romana podía tener un precio promedio de bs 30 la arroba, y en las pesas del Mercado Municipal frente a la plaza Miranda, no pasaba de 3 bolívares el kilogramo de pulpa.
En una tarde-noche de cielo despejado comienzan a aparecer los
llaneros por los lados de la plaza Bolívar.. Los recibe .la posada de doña Juanita Echengarai "Las tres lunares" en la calle Páez, también el restaurante de don Arístides González en La Alameda, y los ventorrillos con fama de ofrecer los mejores platos de comida criolla, y en la noche se prendía la parranda
Los hombres
desfilan y conversan en la barra de los bares de La Alameda, otros se
van tras las hembras. Se entregan a largas tertulias (muertos de cansancio) versan e incuban risas y bromas, memorizando cuentos de espantos y demás peripecias del camino.
No podemos dejar de mencionar a doña Pepita Peña de Martínez, una matrona que reunía fama como costurera en La Alameda, quien le cosía y confeccionaba los pantalones , blusas y calzoncillos rodilleros a los llaneros que venían con los arreos.
No podemos dejar de mencionar a doña Pepita Peña de Martínez, una matrona que reunía fama como costurera en La Alameda, quien le cosía y confeccionaba los pantalones , blusas y calzoncillos rodilleros a los llaneros que venían con los arreos.
En los corrales de ·La Romana" y en una bodega aledaña se sentaban a tertuliar los dueños de fincas, comisionistas y público en general a jugar partidas de dominó y aprovechaban para negociar.. Los hacendados siempre andan embutidos en
liquiliqui blanco y sombrero "alón". Entre los cuales sobresalía con su carácter siempre jovial don Ramón Hernández, así como también Narciso Pérez, Dionisio Infante, y don Anibal Alvarez. Que yo recuerde.
Un personaje muy nombrado era don Eduardo Díaz, Este hombre de buen vestir fue encargado de estas mangas y corrales. La autoridad que ponía el orden en La Romana, Tuvo vida útil la "Romana" hasta principios de los 60... En 1965 le pusieron en la entrada un letrero grande que decía CLAUSURADA. La decisión tocó producirla al Concejo Municipal que presidio el señor José Tomas Ojeda.
Una buena cantidad de viejos recordamos una cosa muy singular. Algunos ganaderos como Ramón Hernández, Dionisio Infante, Gonzalo de Castro y otros, obsequiaron a la Junta pro festejo de la festividades patronales en agosto, las terneras para disfrute de los habitantes de las cinco barriadas populares que había en ese tiempo en La Villa. Nunca dejaron de colaborar.
En época mas reciente se recuerda la fila de jaulas ganaderas cargando para los más importantes centros de matanza del país, principalmente Caracas, Valencia y Maracay, Las unidades y conductores penetrando por trochas a los hatos, tanto en invierno como en verano. En realidad es bueno mencionar a Domingo Quintana, Francisco Patrocinio, Eusebio Carrizales, Luís Quintana, Avelino Cordova, Manuel Vielma, Ramón Ortíz, Andrés Meléndez, Porfirio Blanco, Concepción
González, Inocencio González, Isidoro Rangel, Ramón Macero, José Domingo
Oviedo, Marcos González, Carlos Alejandro Arteaga,
Beltrán Rassman, Jesús Alberto Macero, el "Morocho" Ramos, Juan Martínez, Manuel
Hernández, Agustín Castillo, el "catire" Villasana, Oscar Hernández, Leopoldo Figueroa, Juan Ramón Rodríguez "Guirichi", Luís Tosta, entre otros. Una gran amistad y solidaridad unió a estos camioneros.
Como es bueno recordar, era una época en que nuestra economía se sustentaba en la producción de rubros agrícolas; la compra-venta de ganado, predominaba el comercio mayorista, la talabartería y alpargatería.
Hay mucho más que decir y anécdotas que contar. Esto son ráfagas solamente de lo que significó La Villa en el pasado reciente, cuando hace más de seis décadas Villa de Cura tuvo un gran nombramiento a nivel nacional, como primer centro de comercio ganadero de toda Venezuela.
Oscat Cattasquel. La Villa de San Luís 2020
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