lunes, 27 de abril de 2020

EL BAR ZULIA O LA CUBANA EN LA ALAMEDA Y LO QUE SE LLAMABA MOVER LA RABADILLA


                                              La Foto. Vista de la Calle Comercio Sector La Alameda. Tomada del libro "Historia de Villa de Cura-Tránsito de la vida de un pueblo". Mayo 2005. Autor Oldman Botello. 

                                                                                       Por Oscar Carrasquel


Conocimos a comienzos de los años 50 en Villa de Cura la humanidad  de don Pancho Espi. La sola mención en lenguaje de cariño de "Don Pancho Espi", nos lleva a recuerdos de la infancia. Representa una de las figuras destacadas del comercio villacurano. Ya sabíamos que su  verdadero nombre era Francisco Espi Ríos. Tenía un negocio de botiquín  y salón de billar en una casa de bahareque de La Alameda, en la calle Comercio, diagonal al bar El Samán. Allí bajaban los clientes los sábados y fines de semana a  jugar  billar y partidas de dominó en un anexo del bar. En días de fiestas parroquiales se jugaba en su interior dados y  batea blanco y negro. Ya han pasado más de 60 años y quiero presentárselo para quien no alcanzaron a conocerlo La Alameda era una zona llena de muchos botiquines y de kioscos  de guafas forrados con lonas. Allí se encontraban bazares, ruleteros, sitios de comida barata, aquello era como un bulevar..

Don Pancho Espí se encargó de repartir amistad a todos los que le conocieron en aquella Villa de Cura fácil para los encuentros y la amistad. Un hombre alto, grueso, de mucho orden y rostro duro. Hablaba con una voz temblorosa y chillona. Me comentó una vez el poeta  Vinicio Jaén Landa que,  al catire Teodulo Aguilar era al único que don Pancho le aceptaba chanzas. El colorado Teodulo era el único que sabía la forma de hacerlo reír y también de enfurecer.

Yorman Tovar, un distinguido intelectual profesor universitario y  poeta del estado Portuguesa admite en una obra  que "El bar es el espacio de cultura del ocio...donde se descargan los sacrificios cotidianos". En este botiquín de La Alameda no se conocía lo que era la pesadumbre y tampoco la  melancolía. Se pasaban horas de alegría maravillosas.

Se cuenta que gente adinerada lo visitaba después de las grandes tardes de coleo,  y muchos dueños del alto comercio de La Villa se reunían en la barra del bar  admirados de tanta belleza femenina, y también para las anécdotas y la sana tertulia. Y porque además  eran muy amigos de don Pancho Espi. Unos 50 metros mas adelante por la misma acera vía el cementerio existió "Bar La Gavilana" que según cuentan era pura candela..

El Bar de don Pancho en fin de semana vivía abarrotado de gente, caracterizado porque se servían las bebidas de mayor relevancia de la época, un trago de brandy Gran Duque de Alba Bs 2,50;  había  servicio de las mejores marcas de escocés. Un palo de Johnny Walker Etiqueta Negra costaba Bs 2,50; un vino de Jerez Bs 1.50; un botellón de cerveza Caracas para cuatro personas Bs 1,50. Don Pancho tenía aquello muy bien ordenado, un hombre meticuloso y delicado en las relaciones interpersonales.

El apellido Espi es de origen Catalán,. don Francisco Espí, y su hermano Jesús María Espí, un carretero que recorría el pueblo haciendo viajes  y mudanzas, ambos nacieron en La Victoria. De los Ríos de La Victoria. Una rama se avecindó aquí en Villa de Cura en la calle Blanca (Miranda). casi llegando a la Bolívar y Villegas.

Quienes tuvimos las dicha de vivir aquella época recordamos que La Alameda en festividades patronales, peregrinación, carnaval y en fin de año  se convertía en un jolgorio. Saben también que esas en temporadas altas, don Pancho apartaba las mesones de jugar  billar, mesas y sillas, y aprovechaba todo lo espacio del salón para organizar bailes y hacer olvidar a cualquiera persona las preocupaciones y  pesares del alma.

En toda la esquina de El Saman fue fundado por don Pancho el Bar Zulia. Posteriormente una dueña nativa de Cienfuegos , inteligiblemente, le cambió el nombre por  Bar La Cubana. Al bar lo frecuentaban algunas chicas de vida alegre. Se bailaba con música de Vitrola y discos de acetato de 78 rpm.. El merengue era la música por excelencia; y la otra música que  estaba de moda era el "raspacanilla".  Este sabroso ritmo servía para alegrar el espíritu y  mover cualquier espacio del cuerpo. Además, en el intermedio entraba dibujando la música  un antiguo pianito de manilla.

Los hombres y mujeres de la bohemia inmortal que nos visitaba de fuera,  mujeres rebuscadoras con sus ricas fragancias y buena figura, comerciantes de ganado y tercios con plata, aprovechaban las horas nocturnas para echar rabadilla en aquel salón de diversión donde tanto se disfrutaba. En el dialecto popular de la época "echar rabadilla";  significaba simplemente que las parejas bailaban a media luz, los cuerpos se abrazan, se rozan los cachetes y tambalean las cinturas.

A los menores de edad no nos dejaban ni acercarnos a la puerta del local. Y don Pancho era muy estricto en esa prohibición .Los muchachos pues teníamos ausencia total en todo momento. Uno, en algún descuido se ponía a fisgonear por un postigo de la puerta..
 
Mi estimado amigo Oldman Botello en el año 1955, apenas era un estudiante mi compalero que habitaba el sector. Él me cuenta que veía la hilera de mujeres que entraban y salían por el portón, y nomás pasaba por el frente  haciendo planes para cuando cumpliera la mayoría de edad.

La Villa de Cura de mitad del siglo pasado no se parecía en nada a la actual, conocimos en parte su vida pueblerina, tal como transcurría en aquella época con su sensación de soledad, pero lo ciero es que en La Alameda todo era distinto....Toda historia es historia, aunque sea pequeña, para quien le guste conocer o evocar  sus lugares y costumbres más comunes.                      
 





    EL BAR DE DON PANCHO ESPI

                    Por Oscar Carrasquel

Hoy me vuelvo a recrear 
en el espejo de la tarde
recordando a don Pancho Espi
en su bar de La Alameda
frente a las ramas de un samán

Con su voz sonora
-temblorosa-
Sirviendo a los parroquianos
palos de whiskys en el mostrador

Y voces de hombres
jugando partidas de billar y dominó

Las copas chocando en manos 
del larense Teódulo Aguilar
aquel de vida bohemia
que cantaba como un gallo

A veces

la casa grande de tejas y  aleros 
se transformaba en tolerante
para los enamorados

Se miraba cruzar por un lado
a la “Negra Inés”
con su faldón de campana
olorosa a pachulí

Pasaba el umbral 

la figura del negro Testamar
dándole puntadas a un sombrero

Desde la acera del frente

buscando su mundo divertido 
Rufo Archila y Manuel Botello
un par de maestros cortando pelo

Todos con el tiempo
ya caminaron hacia las estrellas
Todavía viven
en la sumisión de mi recuerdo.


                             Oscar Carrasquel.  La Villa de San Luís/ 2020



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