viernes, 25 de enero de 2019

LA “LECHE DE BURRA” PRODUCIDA EN LA BODEGA "EL SAMÁN" DE DON EUSEBIO COLMENARES .


Imágen referencial bajada de la Web

La leche de burra producida en la bodega el saman de don eusebio colmenares
                                                                    Por Oscar Carrasquel

  

                                                                                                           

La leche de burra genuina es un alimento láctico, como es sabido extraído de la ubre asnal, con infinidad de propiedades terapéuticas. Se dice que antiguamente en algunos países se usaba como suplemento de la leche materna. Según la creencia mitológica, "Popea, la mujer de Nerón, el emperador romano, siempre mantenía un rebaño de burras parías, las cuales hacía ordeñar para luego bañarse con la leche" con el fin de  conservar su lozanía. Extremadamente beneficiosa para la piel.

Sin embargo la “Leche de Burra” a que me voy a referir es otra; la que popularizó en una  época ya lejana en Villa de Cura el comerciante de ganado don Eusebio Colmenares. La comerciaba en una bodega bien surtida de su propiedad con cancha para bolas criollas, ubicada a orilla de la carretera vía a San Juan de los Morros, en el sector  El Samán. Hablo de las décadas de los años 50 y 60. Hasta hace pocos años existió la casona de bahareque y tejas a la entrada de unos potreros, sombreada por un frondoso árbol de samán.

La citada  Leche de Burra es una bebida espirituosa. Una especie de ponche riquísimo que, antes,  no faltaba en la nevera de cualquier hogar por humilde que fuese; se  utilizaba para brindar en reuniones de familiares y amigos, especialmente cuando nacía un bebé. La ingerían nuestras mujeres reunidas en casa para dar gracias a Dios y brindar cuando salía del fogón  la primera cocinada de hallacas en fecha próxima al 24 de diciembre. Uno muchacho,  probaba una copita y sentía como  un escalofrío en todo el cuerpo.

La "Bodega El Samán" tenía aparte una pieza donde funcionaba un pequeño laboratorio de donde salía la exquisita bebida. Quien sabía la formula fue un maestro villacurano de respeto, talentoso, llamado Juan Daniel Guirados, quien trabajó muchos años como empleado de confianza de don Eusebio, además de ser su cuñado.
 
El secreto de la receta no se la revelaba Guirados a ninguno, pero después se regó que se trataba básicamente de un batido de yema de gallina criolla, nuez moscada rayada, raspadura de papelón, cáscaras de limón verde,  cerveza inglesa “La Perrita”,  leche condensada y le agregaba agua de  coco, mezclados todos estos ingredientes con aguardiente claro. 

Las puertas de la bodega estaban abiertas desde temprano, y cualquiera se fijaba en la fila de hombres y mujeres mayores que acampaban afuera sentados en las gruesas raíces del frondoso samán, allí se apilaban pendientes de la hora que tuviera listo el cóctel, al cual como se corría entonces, se le atribuía efecto fortificante   para abrir el apetito masculino.
  
Se comentaba que la receta original  de la Leche de Burra llegó a manos de don Juan Daniel Guirados, de parte de unos hermanos Matheus o Matos que llegaron  a La Villa de la Península de Paraguanà; mientras otros compañeros sostienen que fueron unos individuos provenientes de la región de los Andes, quienes comenzaron  preparando y vendiendo de manera ambulante  la "Chicha Andina", la bebida  típica de los Andes y la convirtieron después en un rico ponche.

Lo cierto es que los automovilistas que se dirigían al llano los fines de semana y gente mayor de edad que transitaba a pie la carretera a San Juan de los Morros, a darse un baño en las pozas del río Guárico, no seguían sin antes pararse a llevar la Leche de Burra que  vendía Colmenares  a tres bolívares la botella, camuflada en papel periódico..Igualmente se comentaba que de Caracas la venían a buscar y se la llevaban por cajas.

Tuvo gran fama esta antigua "Bodega El Samàn" donde usted encontraba de todo; desde el genuino gofio hecho de maíz cariaco que fabricaba la señora Emilia Guirados, esposa de don Eusebio y hermana de Juan Daniel. Además expendía catalinas, hamacas, alpargatas, papelón, queso de mano, queso  llanero, mortadela, aperos de talabarteros,  pero particularmente la gente se paraba a solicitar la Leche de Burra que, hace más de medio siglo, antes de clarear el día, salía de la bodega de don Eusebio, .



                                                   Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, diciembre  2018 


martes, 22 de enero de 2019

¿DÓNDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO...QUÉ SE HABRÁ HECHO?



¿DONDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO...QUE SE HABRÁ HECHO?


                                                         Por Oscar Carrasquel

Don Damaso Toledo fue un ser de la vida para no olvidar...Todo un personaje popular trajinando como una bola la vieja comarca enclavada en estos hermosos valles aragüeños. Un juglar y músico del pueblo de Villa de Cura que cantó con verdadero amor y sentimiento. Símbolo de la bohemia villacurana de una época cuando casi podíamos tocar a Dios. Le encantaba serenatear, divertirse a la luz de las estrellas Muchos de nuestros coterráneos seguramente lo recuerdan.
De aquel Dámaso Toledo tenemos algunas cosas que contar en esta columna. Genial con una guitarra grande en las manos. La cuidaba y la consentía, le daba caricias y  la tocaba muy bien, aunado a ello, tenía una fuerte y melodiosa voz para el canto. No me  lo van a creer, pero la vida con todos sus laberintos, para él no fue fácil.
 
Esa Villa de Cura representado en estos hombres como don Dámaso Toledo ya no existe... Estos hombres no se han visto más, lo venimos a saber ahora que vivimos una nueva realidad. Hoy día no es posible salir libremente a parrandear, tampoco a ofrecer serenatas, y menos cargar una costosa guitarra marca Tatay en las manos.

Con demasiadas ganas le ponía empeño a su trabajo, se levantaba todas las madrugadas a ejercer su oficio de panadero. Aprendió en su juventud a fabricar  panes en una panadería, a elaborar tortas y confites de todas clases, esa era su especialidad laboral. La ciudad  era  entonces más pequeña, Dámaso la recorría a pie, de confín a confín, palmo a palmo se conocía su perímetro urbano y también los barrios aledaños que se estiran en sus orillas.

Aprovechaba las horas de la tarde y  la noche de un fin de semana y sabía cómo disfrutarlas a plenitud. Cualquier día era bueno para recorrer la ciudad, unido a su inseparable guitarra, y otras veces con un requinto debajo del brazo. Tapaba su pelo con un sombrero ala ancha y su bien sacado bigote igual que el actor mexicano Pedro Armendáriz,.vestía ropa pulcra  y unos zapatos de patente tipo italiano.

Lo cierto es que se convirtió en un bohemio y un perenne despechado. "Maldigo el amor y sigo amando". Uno oía esta voz y además el sonido de una guitarra grande cuando transitaba apresurado por las puerta de una cantina, y sabía que era don Dámaso entregado a su pasión.

Y uno francamente se hizo su  seguidor por disfrutar tantas veces las placenteras canciones que se anidaban en su alma de trovador, las mas románticas y nostálgicas; esas que convierten en fuego a las almas enamoradas. En su repertorio había de todo, un tango, después un bolero, seguido de un pasillo de Olimpo Cardenas y una ranchera de Vicente Fernández titulada "Por si no te vuelvo a ver", las interpretaba sin mucho esfuerzo hasta el final. Las canciones las volvía pétalos de rosas, pero otras las convertía en filosos puñales que remueven viejas heridas; pero también sacaba, como una piedra de jugar dominó, aquellas que sirven para apaciguar  un tormento. 

Muchas veces oímos su guitarra en el cierre de una medianoche al pie de una ventana acompañándole boleros y tangos al doctor  Eladio Lovera, Vinicio Jaén y Antonio Martínez Santaella. Los racimos de flores de cayenas en los tapiados de las casas de El Rincón se estremecían al oírlo que transitaba sus aturdidas calles sonando una canción,  con su instrumento musical cruzado en el pecho.

Dámaso Toledo fue un ser honesto y trabajador, vivía en dos dimensiones, primero al levantarse de madrugada se iba para su trabajo de unas horas corridas   que, le imponía los deberes en la Panadería Central de Villa de Cura. La otra vertiente, el cotidiano andar de bar en bar en la ciudad rompiendo con toda tristeza y silencio.

Apenas llegaba la noche del viernes se instalaba en el bar La Garita donde solía concurrir; lo primero en decir en tono bajo es que no le hablaran de trabajo, "de esas pendejadas", y que le pidieran a don Carlos que por favor silenciara un momento la Rokola.

Mostraba en su rostro una sencilla y clara sonrisa sin ningún tipo de poses.. Enseguida colocaba el pie derecho sobre un taburete, alzaba la lira en su regazo, la colocaba sobre la pierna derecha y la apoyaba bajo la barbilla, y de su voz trasnochadora comenzaban a brotar boleros de Julio Jaramillo, los Ángeles Negros, también se sabía las canciones rancheras de José Alfredo Jiménez, compartiendo su espíritu bohemio con todo el que llegaba. A todos sabía llegar con su simpatía y talento.
  
El grupo de parroquianos  que ya lo conocían, acostumbrados a su rutina, comenzaban a arrimarle tragos, uno tras otro, y al final de cada interpretación llegaban los aplausos y ovaciones con entusiasmo. La voz como la guitarra de Dámaso no cansaban ni aburrían. 

Llegada la medianoche,  el cielo de Las Mercedes bellamente enlunado y con el espectacular brillo de las estrellas, comenzaba a oír su voz que resonaba en cada cuadra, ahogando el silencio de la calle Jaime Bosch y las "Cuatro Esquinas", en donde no se oía otra cosa, sino el eco de sus canciones fraternas, que junto al sonido de su requinto  llegaban a las ventanas con el soplido de la brisa nocturnal.

Don Dámaso con su paciencia se sentía dueño y señor de la ciudad. De pronto, ya paloteado, le provocaba dar una vuelta  por el centro, lentamente avanzaba calle abajo con su sonrisa característica, atravesando tentaciones de riesgo, porque la ciudad no era la misma de antes, ya se había vuelto  peligrosa.

En última instancia hacía una parada final en el Bar "La Astorga" en la avenida Lisandro Hernández, con su guitarra agarrada por el diapasón para echarse la del estribo;  después continuaba despacito, como agua que corre por un manantial, para su lecho ubicado en la barriada de El Rincón.
 
Quizás por nuestra ausencia de Villa, se nos perdieron sus pasos bohemios. Antes de ayer me escribieron sus compañeros que partieron primero,  me dijeron que lo  habían visto que andaba con un dúo de turpiales ahogando de silbidos y de canciones  dando serenatas por la calles del cielo. No he vuelto a ver a don Dámaso Toledo en mucho tiempo. Debe ser por eso que, a veces, en el silencio de una noche de insomnio yo también me pregunto: ¡DONDE ANDARÁ DON DÁMASO TOLEDO! QUE SE HABRÁ HECHO!
 


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, enero de 2019

Publicación don Ramón Alfredo Corniel.

FOTO. Cortesía de Inocencio Chencho Adames


miércoles, 16 de enero de 2019

LAS VIRTUDES DEL “ALMANAQUE ROJAS HERMANOS"

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Villa de Cura
Estado Aragua


Por Oscar Carrasquel

En el cuerpo de este legendario y coloreado almanaque pudieran estar anotado los dos nombres que aparecen en tu pedigrí o el de tus ancestros. Este  calendario venezolano elaborado con el corazón y el buen sentido de sus precursores es de tiempos antiguos, quizá de finales del siglo XIX, pero estuvo a la palestra de la moda en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, hasta los años 60, más o menos. 

Apenas despuntaban los primeros días de diciembre, cada dueño o dueño de casa estaba pendiente y corría a buscar  el calendario para el año que estaba por venir. En la mente de cada venezolano de aquella época perdura la nostalgia el recuerdo del ALMANAQUE ROJAS HERMANOS. El ejemplar es de un  tamaño estándar todos los años. Tengo conocimiento que mide 60x40 centímetros completamente desplegado. 

En 1871 escriben lo que saben de historia se tiró el primer número en la ciudad de Caracas y siguió imprimiéndose posteriormente  de manera ininterrumpida.  Sus iniciadores fueron los hermanos José María Rojas (que se firmaba: De Rojas); Carlos Eduardo Rojas, Sofía Rojas,  Aurelio Rojas, y el escritor y geógrafo don Arístides Rojas, epónimo de la escuela nacional primaria más antigua de Villa de Cura, nuestro amado colegio Aristides Rojas.

Desde niño lo comencé a conocer. Era un texto de distribución masiva y popular. En Villa de Cura hasta los años 60 lo distribuía la “Farmacia Central”, se lo pedían por teléfono a don Félix Valderrama, y sus empleados Luis Almeida y Víctor Martínez. Al comienzo, la botica lo daba de obsequio sin ningún condicionamiento. Muchas familias lo encargaban con antelación porque no debía faltar en cada hogar. Lo vendió doña Vicenta de Manzo en su librería Las Novedades de la calle Real o calle Bolívar. En algún tiempo lo expendió la librería de la señora Mariana de Storaci diagonal a la Plaza Bolívar. Algunas veces lo vendía al pregón Ismael "Correita".

Cada ejemplar, que yo recuerde, cuando lo conocí por primera vez, costaba 0,50 (un real). Te lo entregaban doblado en cuatro como un mapa. De manera que algunos lo mandaban  a montar en un cuadro de vidrio y se colgaba en la sala o en otro ambiente de la casa. Mi  mamá los coleccionaba, a final de año lo ocultaba dentro de un gran baúl donde guardaba sus cosas. Era un instrumento de obligada consulta..

Sigue circulando  en ediciones limitadas, ello motivado a la difícil situación que atraviesa  la industria gráfica nacional. Estuvo décadas fuera de circulación. A comienzo de 2019 observé con extrañeza desde una unidad colectiva cuando una persona que trabaja de vendedor ambulante lo ofrecía en la isla central de la Avenida Casanova Godoy de la ciudad de Maracay. No me dio chance de tenerlo nuevamente en mis manos, ni conocer su precio. Me dijo alguien que te lo cobran en unidad monetaria de EE UU, como sucede con todo.

El calendario tiene un diccionario de nombres parecido a un Larousse o a una guía telefónica, por la cantidad de nombres. Trae la influencia de los Astros; el santoral eclesiástico del día para colocar el nombre al recién nacido. Había veces veces que tocaba un nombre que no le cuadraba a la jefecita  porque impresionaba en la escuela..

Contiene el calendario citado unas efemérides para saber qué se festeja el día a día.. Igualmente contiene los horarios de salida y puesta del sol, de gran ayuda en la navegación aérea y marítima; es una garantía para que los agricultores de El Cortijo y zonas aledañas conocieran las distintas fases de la luna; anuncios sobre la entrada y salida de aguas, con el fin de tomar decisiones para la época de siembra y el tiempo de cosecha. Había personas que anotaban los pensamientos. Lo consultaban también los metafísicos y naturistas.Total, era un elemento al servicio de la cultura venezolana.

Ocurría una cosa muy singular en esa época. El calendario citado, en la portada tiene dibujada una figura con cuerpo y cabeza de chivo, la ilustración se convirtió en una referencia de filoso humor. De modo pues, que esto sirvió para que en toda la Venezuela de entonces se corriera un certero y famoso refrán, que era utilizado cuando una persona le criticaba la  edad a otra: "Fulano es más viejo que el chivo del almanaque".

Dicen que en la Caracas de antaño uno de esos especialistas en colocar sobrenombre, mamador de gallo, le puso a un periodista de famosa trayectoria el cariñoso mote de "Chivo Negro" , porque su rostro tenía un gran parecido al chivo del almanaque de los Hermanos Rojas. Con la diferencia que el periodista usaba bigotes y un sombrero "ala gacha" al estilo Gardel.

Antiguamente los nombres los ponía o insinuaba la Comadrona o los padrinos, antes del bautizo. Ahora los nombres de las criaturas quienes lo escogen usualmente son los papás, claro que unos prefieren la combinación del nombre de la madre con la del padre. Muchas veces prefieren seleccionar uno extranjero.

Yo recuerdo que en Villa de Cura en los años 50, nuestro cura párroco era el padre César Lucio Castellanos, un cura anciano, gruñón, alebrestado, llegado de Valencia pero  de origen cubano. El  prelado le insinuaba con autoridad a padres y padrinos a la hora del bautismo, que no le pusieran a los párvulos nombres en inglés o combinando el nombre de la madre con el del padre, sino comunes, de figuras religiosas, recomendaba los del  santoral católico.. ¿Tu nombre fue sacado  del ALMANAQUE ROJAS HERMANOS?.


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, febrero  2019



lunes, 14 de enero de 2019

ROSA CASTRO “ROSOTA” LA ÚLTIMA QUE FABRICÓ EL CARAMELO DE PAPELÓN .




.Por Oscar Carrasquel


Humilde, dando la pelea toda su vida, cariñosa, llena de afectos para todos los que tuvimos la fortuna de conocerla hasta que se apagó su vida...“Rosota” la llamaba todo el mundo en Villa de Cura, omitiendo su nombre de pila. El sobrenombre lo adquiere quizá por su corpulencia y tamaño de casi un metro con ochenta centímetros (1,80). Yo la llegué a conocer, la entrevisté en su casa para la reseña en el periódico El Vigía. De aquellas mujeres trabajadoras de antes que buscaban y encontraban día tras día cualquier oficio para ganarse la  vida, para poder  subsistir y huir de la pobreza.

ROSA CASTRO  fue su verdadero nombre. La escuela que aprovechó  fue el ejemplo y aprendizaje  de su madre de adopción la villacurana doña Froila Salvatierra quien le dio lecciones de vida La precursora de la fabricación de estos caramelos y dueña de sus inicios,  al parecer era vecina la calle Paez este , compartiendo las dos momentos de armonía y familiaridad. En este hogar hacía todos los deberes de la casa mientras aprendía a fabricar el caramelo de papelón. Hace años habitó  “Rosota” una casona ubicada al final de la calle Bolívar en Villa de Cura, al lado de la Casa del Santo Sepulcro. 

Recordar aquella Villa de Cura de calles enripiadas, las casas con cercas de empalizadas de alambre gallinero y el cantío de gallos en la madrugada, o el alboroto  de las chicharras en marzo; es recordar también a una golosina que en tiempos remotos fue dominio de nuestros paladares de muchacho, la cual podríamos catalogar los villacuranos como el confite estrella de aquella época.Se trata nada menos que los llamados: “Caramelos de Papelón”, que entonces se compraban en cualquier bodega, 8 unidades por una locha (doce céntimos y medio) para llevar a la escuela. De niño cuando todavía era un "firifirito" el pulpero me entregaba un puñado de estos caramelos de ñapa. No había bodega donde no los hubiera..

La fórmula para su elaboración fue un secreto bien guardado por la señora Froila Salvatierra, solo conocido por Rosa Castro, la muchacha de su mayor confianza, la cual no era su hija biológica, pero como si lo fuera, porque la crió y levantó desde meses de nacida.

La tradición identifica a este caramelo como una conserva cuya materia prima es el papelón criollo rallado. Tanto Froila Salvatierra como la señora Rosa Castro lo cocinaban en una olla con aleación de metal cobrizo, para que el caramelo adquiera un ligero sabor a ahumado, allí parece que existía lo oculto del asunto.

En la inicial entrevista que le hicimos pudo ver el fotógrafo José Seijas y quien escribe que, en su elaboración se junta  el papelón rayado con una mezcla de varias especies aromáticas, además de una porción de canela y clavo. Parece mentira, pero para matizarlo no debía de faltar una mínima cuota de ron añejo Gran Reserva.
 
Para que la mezcla no se pegara la tenía que remover constantemente utilizando un cucharon o una espátula de palo, mientras lo cocinaba en un fogón de leña. El humo hacía rueditas en el aire. El olfato era mejor que una prueba de laboratorio para saber cuando estaba lista la cocción, ya que el aroma del caramelo inundaba la atmósfera de la casa y llegaba hasta fondo  de la calle Bolívar.

Cuando la mezcla medio endurecía los cortaba en forma de cuadritos con un cuchillo, y lo envolvía en pequeños trozos de papel blanco de pulpería. Lo mejor de todo es que eran unos caramelos melcochosos, de color  oscuro, muy divertidos porque cuando uno se los llevaba a la boca disfrutaba su sabor masticándolos por varios minutos, sentía que se metía entre la encía y por la comisura de la dentadura. Y si los agarrabas con la mano entonces te lamías hasta los dedos. Los clientes llegaban como en procesión. Incluso se llegó a comercializar en pueblos aledaños..

No es que yo quiera hacerles un halago encarecido, sino pregúntenle a cualquier  persona de aquella generación en La Villa para que diga, cuál fue el mejor caramelo que haya probado en la vida. Era como beberse los soles de mediodía y las lunas de medianoche villacuranas convertidas en golosina. 

Yo no estaba en La Villa, se corrió la versión que  la continuadora de este arte, la ultima que fabricó el famoso Caramelo de Papelón tuvo un final trágico, todo parece indicar que todos tenemos un tiempo predestinado. Uno quisiera nacer de nuevo para no tener que repetir estas cosas; se dijo que por despojarla de un viejo televisor pantalla blanco y negro, uno de estos “hombres nuevos” que tanto se pregona  acabó con los días de esta hacendosa mujer.
 
Hoy todo ha cambiado, el tiempo se  ha  llevado nuestras tradiciones con sus rumores y silencios, hasta se llevó la exquisitez de nuestros recordados y sabrosos caramelos de papelón de la niñez que nos hicieron felices que aun fluyen en nuestra mente. Descanse en paz señora Rosa.





En esta foto de grupo vemos a Rosota ubicada en el segundo lugar de izquierda a derecha.




La foto de Rosa Castro en la cocina  es una cortesía del señor Inocencio Chencho Adames

La foto en grupo es una cortesía de Lucy Hernandez, hija del Indio Mara, quien aparece en cuarto lugar de izquierda a derecha.



Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis,  2019





jueves, 10 de enero de 2019

SEMBLANZA DE DON MATÍAS RODRÍGUEZ UN VILLACURANO EJEMPLAR


SEMBLANZA DE DON MATÍAS RODRÍGUEZ EJEMPLAR CIUDADANO

Por Oscar Carrasquel

Entre ese desfile de personajes simbólicos que han surgido de esta noble tierra de Villa de Cura,  escarbando las raíces de nuestro pueblo nos encontramos en la memoria con la figura de don Matías Rodríguez, el cual por sus innumerables virtudes humanas  se sembró en el sentimiento y afecto colectivo. Fue de aquellos ciudadanos que tuvieron en suerte vivir una época distinta. Eran aquellos que veíamos en su diario trajinar sin retroceder ni desviar una pizca su camino. Antes de clarear el día ya andaban en la calle buscando que hacer. Llegar bien temprano y puntualmente a su puesto de trabajo era su norma de conducta. En la conciencia de cada uno de ellos latía la convicción de que eran legítimos servidores públicos y se debían a su gente. Corrían entonces la década de los años cincuenta.

Recuerdo el entusiasmo conque en estos días  se lo refería hablando en una especie de remembranza con mi vecino y amigo Pedro Botello, a quien  detuvimos un día en la calle para que nos diera información sobre el personaje. Hablamos que don Matías Rodriguez fue una de esas personas serias con aptitudes dignas de ser valoradas por su honradez y verticalidad reconocida. 

Puede decirse con justicia y sin temor a equivocarse que don Matías Rodríguez, en el desempeño del trabajo que le toco realizar y en su actitud ante la vida, fue un hombre suficientemente formal, responsable, decente, callado, meticuloso al vestir, cualidades que le distinguieron. Así tuvimos la suerte de conocer en nuestra juventud a este hombre honrado y cabal. 

Angel Matías Rodríguez Sumoza nació en la parroquia Las Mercedes jurisdicción del entonces llamado Distrito Zamora del estado Aragua el 2 de marzo de 1930. En sus pasos infantiles cursó hasta sexto grado en las aulas de la escuela Arístides Rojas de Villa de Cura  con notables maestros como don Víctor Ángel Hernández, quien con el correr de loa años va a ser también su maestro musical.  Hasta allí no llegó su fase de formación educativa ya que pudo estudiar y graduarse en la especialidad de Contabilista en la ciudad de Caracas. Después de llegar a ser un hombre hecho y derecho fue que avanzó en una sola dirección, con  el añadido de más de tres décadas de servicios prestados a la administración pública.

Se caracterizaba por su manera de manejarse eficientemente como escribiente, poseedor de una clara y cursiva caligrafía. En el Ministerio del Interior en Identificación fue rotando prácticamente por todas dependencias de servicio y finalmente le tocó asumir el cargo de Jefe de la Oficina de Identificación y Extranjería en la ciudad de San Juan de los Morros. Fueron más de tres décadas en esto, cuyo cometido llevó a cabo en ese ir y venir cotidianamente desde Villa de Cura con destino a San Juan de los Morros donde se le quería y se sigue recordando en muchos sectores de aquella ciudad.

Don Matías, además  de su sencillez fue un caballero muy cuidadoso al vestir y muy decente en el trato personal, por eso se ganó la consideración y el respeto de sus superiores y también de sus conciudadanos,  muy conocido tanto en La Villa como en la capital del estado Guárico, allí estaba siempre el hombre viviendo sus vicisitudes en el terreno de su labor.

Desde la Oficina de Identificación de aquella ciudad llanera le sirvió a mucha gente que acudía en busca de su ayuda para los trámites en esa dependencia, sirviendo con probidad, esmero y sencillez a la comunidad. Eran aquellos tiempos en que te respondían los “buenos días” y se decía “con su permiso”. Nunca se escuchaba en ninguna oficina de servicio público la frase retrechera casi común en algunos de “cuanto hay pa`eso”.

Cuando era joven además de su largo periplo como empleado publico, su gusto vocacional por la música fue también como un complemento en su existencia, se nutrió de la experiencia y conocimientos del violinista y director de orquesta don Víctor Ángel Hernández, de quien se instruyó  hasta formarse como trompetista. Aprendió también a ejecutar el saxofón bajo la batuta del profesor Germán Cordero Padrón en la Escuela de Música “Rafael Hernández León” fundada en la época en de Villa de Cura;  como es sabido hay que tener vocación para aprender este arte y Matías la tenía de sobra. Cuando eso la ciudad era apenas  un pequeño ámbito pueblerino.

Desde cuando era un joven ya formado, en los días y horas de solaz descanso, cuentan muchas personas vecinos que lo escuchaban ensayar  su instrumento  por entre los solares de empalizadas,  entretenidas las familias con sus interpretaciones en los viejos corredores de las casas de la vecindad.

Don Matías Rodríguez provenía de una familia humilde. Lo trajo al mundo doña  Ramona María Sumoza Reina de Rodríguez, su padre fue don Leonardo Rodríguez González. Resta decir algo muy importante; desde que era un párvulo supo de los cuidados y crianza de su abuela materna doña Josefa Antonia Reina de Sumoza, de familia arraigada en la hermosa y pintoresca comunidad de Nuestra Señora de Las Mercedes.

Don Matías  tuvo tres hermanos varones: Ángel Alfonzo Rodriguez, Ángel Matías Rodriguez y el menor Jesús del Socorro Rodriguez "Chuito". todos ya fallecidos. "Chuito"  fue comerciante, fotógrafo, coleccionista de objetos antiguos y cineasta, reforzado con la venta discos. El maestro clave que le inculcó el arte  fue el señor José Girlando.

La música le viene a nuestro personaje por herencia  que pasa por una cantera de músicos. Los Rodriguez estuvieron emparentados con el maestro Salvador Rodríguez, el cual  como es sabido ejecutaba maravillosamente el arpa y el joropo aragueño  y cautivó con sus composiciones e interpretaciones los estados centrales  Miranda, Carabobo, Aragua y el Distrito Capital.

Ángel Matías Rodriguez Sumoza contrajo nupcias con la villacurana Petra Matilde Aranda Girón de Rodríguez, de la unión de ambos nacieron cuatro hijos, dos varones y dos hembras.  Matías Enrique, es el mayor,  Ingeniero Petrolero graduado en EEUU, uno de los beneficiarios de las becas  de la célebre fundación creada durante el mandato de Carlos Andrés Pérez denominada “Gran Mariscal de Ayacucho”. Desde hace muchos años está residenciado en los Estados Unidos. Le sigue  Asdrúbal Armando y luego Enilda Yakelin, graduada de Ingeniero Agrónomo y Doctora en Educación; y por último Solange Rodríguez Aranda, de profesión abogado.  Fue un dedicado y responsable padre de familia que supo combinar su función de trabajo de viajes constantes a otra ciudad, con la obligación de formar y darle una imperecedera educación  a sus hijos. Su viuda doña Petra Matilde Aranda vive gracias a Dios con la majestuosidad y el arrullo del paisaje villacurano.

Los nietos de Matías Rodríguez son Jacqueline Sophia, de nacionalidad norteamericana, hija de Matías Enrique, y Alejandro, hijo de Asdrúbal Armando, médico de profesión actualmente viviendo en España,  este año 2019 cursando un posgrado en la Universidad de Salamanca. 

Don Matías Rodríguez fue un hombre perseverante con una extraordinaria hoja de servicio.  Tanto sus facultades corporales como su salud fueron disminuyendo, fuimos informados que un infarto fulminante acabó con su existencia. Dios decidió el final de sus luchas a la edad de 76 años cumplidos el 29 de enero de 2006 en Villa de Cura, la ciudad todavía discreta, la ciudad que junto a San Juan de los Morros fue parte de su batallar en la vida y el espacio que tanto amó. Nuestra razón de este escrito fue rendirle un homenaje de admiración y recordación a este ciudadano ejemplar.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, enero 2019
Fotos tomadas del álbum familiar
Reconocimiento: Al señor Pedro Botello que fue vena comunicante con la familia 
Diagramación y publicación Ramón Alfredo Corniel.