sábado, 25 de febrero de 2017

SITIOS Y LUGARES EMBLEMÁTICOS HOTELES Y PENSIONES DE LA VILLA DE SAN LUIS







Foto tomada por el retratista Ramón Alfredo Corniel
 





Por Oscar Carrasquel



Arranco esta nota gastronómica  para hablar  de  unos sitios  distinguidos de hace algunas décadas atrás, algunos aún existen en nuestra Villa de Cura.. En aquel tiempo el pueblo era visitado con frecuencia por hombres con fajas de dinero, compradores de ganado, sillas para montar a caballo y artículos de cuero, personas de otras latitudes  que nos visitaban en Semana Santa y Fiesta Patronal. Me refiero específicamente a los hoteles y pensiones que yo conocí en el entorno urbano de la población.

HOTEL EL PARADOR ESPAÑOL

Tiene muchísimos años de fundado. Actualmente situado a la entrada de de Villa de Cura, en la avenida Lisandro Hernández. Es un sitio de excelencia elegido por turistas y Agentes Viajeros, Me indican que en su etapa inicial sirvió de posada para alojar huéspedes ocasionales que continuaban viaje para los estados llaneros Guárico y Apure.    
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HOTEL MARIO Y HOTEL MIRANDA

Entre los más distinguidos figuró muy cerca de la Plaza Bolívar el Hotel Mario, fundado por Mario  Vicente Diana, de aquellos inmigrantes italianos con sentido de progreso que llegaron a la Villa cuando Marcos Pérez Jiménez y acá se sembraron como si fueran árboles. Don Vicente siguiendo su periplo de progreso creó también el conocido Hotel Miranda, todavía vigente en su tradicional dirección de la avenida Aníbal Paradisi de Villa de Cura. Después este italiano,  trabajador,  visionario y emprendedor junto a sus hijos  desarrollaron la Heladería Mario, conocida su fama en varios estados de Venezuela.

PENSIÓN ZULIA, LUEGO HOTEL ITALIA

En la esquina donde se cruzan la calle Real o Bolívar con la Bolívar y Villegas, diagonal con la panadería La Reina, existió un caserón de grandes corredores en  cuyo  espacio  en tiempos modernos fue levantado un gran  edificio de apartamentos.  A mitad del siglo XX, funcionó en este sitio la "Pensión Zulia"  (después se llamó  Hotel Italia) con restaurante anexo, un sitio especialista en platos nacionales. Lo atendía, y probablemente era su dueño, un señor oriundo del estado Zulia llamado Fabriziano Cardozo, quien vivía en esa casona con toda su familia. 

En las primeras décadas del siglo xx, fue una posada  y restaurante  propiedad de la señora Rosario Mercedes Domínguez, natural de Barbacoas, madre de la costurera Ana Isabel  Domínguez de Lombano, quien siempre habitó la quinta “Las Palmas” en la calle Sucre; doña Ana Isabel, murió hace poco  con más de 100  años a cuestas. Su padre fue el General portugueseño Pedro Pérez Delgado.

HOTEL VALLES DE ARAGUA

Setenta (70)  años hacen que en plena calle Real o  avenida Bolívar, casi llegando al cruce con calle doctor Rangel, frente a la "Casa Amarilla" en un caserón de portones de madera y gruesas paredes formó parte de la historia hotelera villacurana un hospedaje denominado ·"Hotel Valles de Aragua”, propiedad de la señora Amanda de Coll, una muje de finos modales. Yo la recuerdo  alegre y servicial,  conocida  por su quehacer de hospedar a personas que nos visitaban de otras localidades, especialmente agentes ligados con el comercio mayorista, y también tenían cabida ocasionalmente turistas ávidos de conocer a Villa de Cura en Semana Santa y en sus Festividades Patronales y Peregrinación.

HOTEL CONTINENTAL

Quizás uno de los hoteles de mayor prestigio fue el  Hotel Continental, situado en la calle Bolívar, entre  calles doctor Urdaneta y doctor Morales, el cual poseía entrada y salida, tanto por la calle  Bolívar, como por la calle Miranda. Se gastaba un comedor adornado con un jardín al lado, gerenciado y atendido por sus dueños, es decir la señora Teresa Uzcategui de Cuenca y su esposo Vincenzo Cuenca, de manos amables para viajeros, especialmente del sector comercial y ganaderos, los cuales debido a  sus actividades tenían que pernoctar en el pueblo. Para aquel que llegara siempre había comida a toda hora. En Fiestas Patronales se llenaba de coleadores y turistas venidos de todas partes.

PENSIÓN DE JUANITA ECHEGARAY

Era aquella Villa de Cura de antaño, con sus casas de grandes solares, con agua fresca de aljibe sombreados de samanes de finales de los años 40. A los ganaderos y peones de vaquería que venían con arreos del llano, luego de terminada su faena, los acampaba  esta pensión que alcanzó celebridad de leyenda en La Villa,  especialista en la elaboración  de comida autóctona, cuya propietaria fue  una señora llamada Juana Rodríguez de Echegaray, que tenía una gran pasión por la cocina. Por  un trío de pecas, como tres luceros   que se asomaban en su cara, sus coterráneos la bautizaron con el mote de “Juanita la tres lunares”;   pensión que existió  en la  calle Páez, en cuyo sitio hoy se levanta la sede de una entidad bancaria.
Yo la conocí, Juanita era una mujer muy atenta, carismática y de sonrisa amplia.  Lo mejor es que era una dama accesible, aunque rebelde de carácter, a veces regañona, no tenía complejo para soltar unas palabrotas, o responder a una ofensa con un puñetazo  a cualquiera.
Me cuentan que fue tanta su vitalidad que era  capaz ella sola de bajar del fogón una lata repleta de hallacas navideñas, o de levantar un marrano sacrificado y tirarlo sobre una mesa para despotalo en canal. Un negrito muy cariñoso y atento a quien se le conocía con el sobrenombre de “Torcuatro” era su  mandadero de confianza, el encargado de repartir a pie las viandas a domicilio. La señora Jacinta Guzmán,  así se llamaba la abuela de Mary Cordero Guzmán, fue cocinera de vanguardia junto con otras damas de la mítica pensión. 
Me aseguran que la ruta de este comedor le era familiar a los señores Raúl Barreto, Enrique Barreto, Indalecio González, Froilán Aguirre, Luis Rosendo Hernández, Juan Bautista Hernández, Antonio Silva, Juan Pablo Álvarez y Martín Hernández, que se desenvolvieron en el alto comercio en La Villa, acudían frecuentemente a la jamás olvidada pensión de “Juanita las Tres Lunares” que ofrecía a mediodía generosas preparaciones en espacial para la gente mayor.
El siempre jocoso y cuentero el  “sordo” Víctor Criollo, me dijo una vez  mirando la casa desde la calle:----- "Lo que sé, es que cantaban, tocaban cuatro, bandolas y maracas, noches enteras, gente que venia del llano y de Caracas, y los llaneros amarraban las remontas en el patio. También que allí llevaron a comer a don Rómulo Gallegos". No es de extrañar que el nombre de esta pensión figure en el diccionario de la Fundación Polar.

PENSIÓN DEL SEÑOR JOSÉ LEAL

El señor José Leal, padre de numerosos amigos de quien escribe, fue un hombre humilde de regular estatura, de  trato sencillo y agraciada cortesía; toda su vida fue trabajar, su actividad laboral no tenía límites, así lo conoció aquella Villa de Cura vieja. Fue creador de un restaurante muy peculiar por la calle Comercio, entre doctor Morales y  calle doctor Urdaneta, cuyas mesas eran atendidas por él mismo. Como es de suponer llevaba la estadística de los comensales que llegaban cotidianamente a su local. Por la cocina de este conocido restaurante pasaron muchas mujeres de mi pueblo, expertas en el arte de preparar comida criolla, tal como doña Felicia Ceballos, una madre que   paseó su gran experiencia de cocinera  por la vida de este restaurante, murió cruzando los 100 años de edad. Usted pasaba a la hora precisa y este local siempre estaba atestado de comensales de aquí y de fuera. Ofrecía  los tres golpes cotidianos: desayuno,  almuerzo y  cena, pero además preparaban comida para llevar, con el requisito obligatorio que el comprador debía de llevar la vianda.
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PENSIÓN ARICHUNA

En la parte  Este de la calle Blanca, hoy calle Miranda,  cerca de la casa de familia de don Carlos Almenar, en una casa grande de techos rojos y cuatro corredores; en este sitio en los 60s existió la "Pensión Arichuna". El viajero  que venía del llano la descubre por el olor que salía de su fogón y llegaba hasta la calle. De allí salían los más exquisitos platos de la gastronomía criolla. Famosa por lo limpio y bien cuidadas habitaciones. Fue fundado el hospedaje por la señora  Georgina Veliz, llanera de sonrisa abierta. El nombre fue en homenaje al pueblo de Arichuna,  municipio San Fernando de Apure, donde había nacido la dueña de la pensión, quien falleció en Villa de Cura. 

 PENSIÓN LLANERA .

La ´promotora y profesora musical @sayury nos presenta un sitio de alojamiento y comida muy representativa de la vida del llano denominada "Mi Pensión Llanera". Calidad y precios competitivos. La especialidad culinaria de la casa era el tipico y madrugador sanchocho de curito; "teretere" con arepas de fogón para desayuno, y de almuerzo el "Picadillo Llanero".  La Pensión estuvo funcionando hasta hace poco en la Parroquia Las Mercedes, cerca de la Manga de Coleo en Villa de Cura. 
De gran importancia para las nuevas generaciones es conocer su pasado ya que los restauran y posadas viejas han desaparecido totalmente. A veces, uno se pone a divagar sobre estas cosas, y le parece que todo lo contado fuera mentira.. Son recuerdos del ambiente donde vivimos, se trata de un paseo por nuestras tradiciones gastronómicas, una faena que nunca se olvida.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, febrero 2017 




viernes, 17 de febrero de 2017

OLDMAN CUMPLEAÑERO


Por Oscar Carrasquel


Hace días
que homenajear yo quiero
a este amable escritor 
y carismático bohemio

Quien el domingo 05 de febrero
cumplió setenta años corridos
de haber nacido acá en mí pueblo

Setenta febreros
desde que Irma le abrió los pezones
para que abrevara jugo de sus pechos

Por más que este ilustre corra,
a mí, en calendarios,
nunca me podrá alcanzar

Por esta puerta de campo
y de ciudad,
con su mundo de letras
debajo del brazo
siempre lo vemos llegar.

Nunca trajeado de paltó 
ni de levita
yo lo he podido mirar.
Ni  tan siquiera,
cuando fue diputado de lustre
del Congreso Nacional

Sin embargo,
ayer lo vi en un retrato
de liquiliqui blanco trajeado
y yuntas de plata 
apretándole el cuello,.
De ocho o nueve años,
más o menos.

Creo que eran días de comunión,
o de los peculiarísimos tiempos
de peregrinación.

No dejes, pues, amigo Oldman,
las  mieles de este abrazo escapar
por estos claros 
y frescos setenta años
que acabas de celebrar.

                     La Villa de San Luis, 5 de febrero de 2017




jueves, 16 de febrero de 2017

EL PAVO FRANK HERNÁNDEZ UN VILLACURANO ATRAPADO EN LA HISTORIA MUSICAL VENEZOLANA



Francisco Antonio Hernández Valarino o El pavo Frank Hernández. Foto de Acosalsa


Por Oscar Carrasquel


En una hondonada  rodeada de una arboleda de samanes, a la orilla de una quebrada llamada “Curita”, a un lado de nuestro pueblo Villa de Cura, en una pequeña vaquera donde criaba bestias de potrero su padre Francisco Hernández Monroe, ·"cacharro", discurrieron los primeros años de vida de Francisco Antonio  Hernández  Valaríno.  El mismo que después de haber transitado muchos caminos fue conocido en el universo musical venezolano y extranjero, con el nombre de El Pavo Frank Hernández. La historia que voy acontar de este villacurano tiene vatios créditos.
Vino al mundo el 26 de septiembre de 1934. Hubo de ser el alumbramiento, según dato que nos fueron aportados, en una modesta casa situada en el cruce de la calle doctor Rangel con Miranda, frente a la casona de la familia Carvallo en Villa de Cura, la cual habitó siempre el grupo familiar. Fue su madre la señora  Alec Valarino de Hernández, persona de buena educación, natural de Caracas, de apellido español de remota antigüedad.
Como suele suceder  muchas veces, en la intimidad familiar, en su casa se le redujo el nombre completo para llamarlo con uno más corto: Frank Hernández... Catire, el pelo abundante, bien cuidada su  estampa, muy activo. No era un muchacho de esos revoltosos; lo que si me cuenta el músico jubilado Rafael Almeida “Petit”, es que ya a los ocho años, por el portón de su casa, lo podía observar dándole cachetadas a una perola lechera, apretadas en las piernas como si fuera un bongó..
Como es sabido, con el transcurrir de las décadas perteneció este villacurano a la historiografía musical venezolana salsera de la segunda mitad del siglo xx. Fue músico reconocido en Venezuela, en Norteamérica, algunos países hispanoamericanos y en Europa, como uno de los reyes ejecutando la batería y los timbales.Cuando todavía  era un niño, su padre que era un hombre de oficina se traslada a Caracas empleado por la firma “El Almacén Americano”, ubicado en la esquina de Sociedad, empresa distribuidora de automóviles nuevos, fundada por el empresario estadounidense William Henry Phelps. En la misma firma estaba trabajando otro villacurano que  hizo historia como pionero de la radio y el cine llamado Edgar J. Anzola.
  En una Caracas de mejores oportunidades  es donde don Francisco Hernández se granjea su modo  de vida, fija su residencia familiar de Bucare a Carmen número 168, urbanización  Quinta Crespo, parroquia Santa Teresa. Ninguno en su casa jamás  se imaginó donde irían a parar las cosas con su hijo Frank. Atrás quedó el recuerdo de aquel pueblo  villacurano sano, apacible  de sus correrías infantiles..
Muy aprovechado el joven, muy dado y apegado a sus estudios de Dibujo Técnico y Topografía que comenzaba a cursar en Caracas. Empezó a recorrer y conocer la gran ciudad, pero la verdad es que otra era la historia que le aguardaba el  destino. La música es una cosa que  atrae y queda atrapada en  el alma.
En Caracas fue prácticamente su formación musical, no podía sacarse aquello de la cabeza; el joven con apenas 12 años de edad inicia  sus estudios de percusión con el maestro  Germán Suárez, quien lo ayudó mucho en sus inicios. Se decide por la batería y el género jazz que ya comenzaba a expandirse en la ciudad capital.
Cuando no estaba en la Academia Técnica de Topografía, esperaba que comenzaran a trasmitir música en vivo las emisoras de radio de la capital y se  lanzaba  a Radio Caracas 750 AM en El Paraíso, donde se presentaba todas las tardes la orquesta de Luis Alfonzo Larraín. El muchacho empezaba a dar vueltas y vueltas entre los músicos como una lombriz de seda hasta que se hizo conocer en aquel ambiente.
De esta manera se hace amigo y consentido de los músicos de la orquesta de Luís Alfonzo, a quienes le formulaba miles de preguntas.  Aprovechaba para agarrar los timbales y los cueros mientras descansaba el baterista oficial. Pasado el tiempo le toca materializar sus sueños, fue músico apreciado en esta  banda caraqueña de renombre.
Cuando contaba  17 años fue la orquesta del saxofonista Manuel Ramos  que se interesa y le da   oportunidad y donde estuvo varios años.  En 1953 aquel muchacho es convencido y contratado por el maestro Aldemaro Romero que se lo lleva a trabajar en su agrupación hasta que el pianista, arreglista y director decide abolir la orquesta.
Luego de aquella ruptura irrumpe con pasos seguros  y consigue tocar  en la orquesta  del pianista y compositor  Jesús “Chucho” Sanoja, que tuvo entres sus  cantantes a Nelson Pinedo, Víctor Piñero, Víctor Pérez, Alci Sánchez, Paula Bellini y Kiko Mendive, entre otros.
Lo del sobrenombre de “Pavo”,  de cuyo apelativo  no pudo desprenderse nunca, se lo contó a través de una de sus tantas anécdotas a la periodista Lil Rodríguez, en una entrevista consignada en las páginas del  diario Últimas Noticias el año 2002.

-- La cosa es que como yo  era el más joven de la camada los músicos me decían… mira pavito…ven acá pavito… otros me pedían…toca tal cosa pavito. Con el pasar del tiempo el pavito se convirtió en "pavo" y así me quedé para siempre.

El Pavo Frank, aun cuando no había cumplido la mayoría de edad, consigue permiso de su padre para trasladarse a Santo Domingo en compañía de los hermanos Héctor y Sócrates De León, músicos que había conocido con Aldemaro Romero, allá en la capital dominicana el grupo monta la música de baile.
Un año después  regresa a Caracas  firmando contrato con la orquesta cubana del maestro Armando Orefiche, cuya agrupación musical fue contratada para la rumbosa inauguración y la elección de la reina del Hotel Tamanaco en época de Pérez Jiménez.
En el año 1958  viene a ser tiempo propicio para buscar moldear su futuro. Decide trasladarse a Estados Unidos con la finalidad de perfeccionar y especializarse en  el dominio con la batería.
“El Pavo” Frank en New York  conoce y posteriormente logra tocar con la orquesta de Tito Puente “El rey del timbal”. Ya contando con una sólida formación en esta banda  va a compartir escenario con Dámaso Pérez Prado, “El rey del Mambo”; con  la orquesta del cantante y compositor  Machito Ponce; con la orquesta de Armando “Chick” Corea, mejor conocido como el tecladista del jazz fusión; también con el salsero  Natividad Martínez “Naty”, el rey de la flauta mágica.
Todo este recorrido le valió entonces la contratación  con la famosa orquesta del cubano Ramón “Mongo” Santamaría, quien fue una de las primeras figuras del jazz latino. En Puerto Rico trabaja con la famosa banda salsera de Cesar Concepción. Ya alcanzado ese superior rango va a participar como timbalero de la orquesta cubana de Mario y sus Diamantes
Ciertamente ya estaba cansado de estar fuera de su terruño, fue en 1964 cuando decide atender  un nuevo llamado que le hizo desde Caracas el maestro Aldemaro Romero, quien lo coloca, mientras tanto, como músico de planta en el recién inaugurado canal 8 de televisión.
Posteriormente en 1968  pasa a integrar la nueva orquesta de Aldemaro Romero, quien recién había creado el nuevo género musical llamado "Onda Nueva", una combinación de Jazz y Bosanova instrumental. Además de las presentaciones en Venezuela,  viaja a Francia, Suecia, Holanda y  luego realiza una gira por varios países del Caribe. Dicen las cronistas de la farándula que Aldemaro Romero sentía una admiración muy especial por el Pavo Frank, por su desempeño maravilloso en la especialidad de Jazz..
En los años 70, después de regresar de Estados Unidos, el famoso timbalero villacurano de gorrita blanca que lo hacía más simpático, se independiza, y bajo contrato con un sello nacional,  graba cinco CD dirigiendo su propia agrupación musical  que se llamó “Frank Hernández el Pavo y su Orquesta”.
.Luego en lo que podría llamarse tiempos de retiro va a ingresar a la famosa “Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas”, donde entra por la puerta grande, toca con este grupo en conciertos sinfónicos en escenarios cerrados y plazas públicas de la capital..
Y ya para concluir su larga y exitosa carrera, en 1977 fue a parar a una orquesta muy  popular en Caracas llamada “Trabuco Venezolano”, que fue una banda de salsa y jazz latino creada por su amigo, el arreglista y compositor venezolano Alberto Naranjo, la cual reunía a los más destacados músicos de la ciudad de Caracas de aquel tiempo. También participa en la orquesta de concierto "Gran Mariscal de Ayacucho".
Dicen las crónicas caraqueñas de aquella época que la ancianidad y el acorralamiento por las enfermedades nunca le apagaron el ánimo. Su entusiasmo hasta lo último fue titánico y sus presentaciones en TV nunca desmejoraron. Enferma y fallece Francisco Antonio Hernández Valarino, mejor conocido como el Pavo  Frank Hernández  a los 75 años de edad, en  la Caracas que fue su definitiva querencia el 16 de junio de 2009.
Así de esta manera  termina la trayectoria y la vida de este paisano villacurano, tan llena de realizaciones en el mundo de la música popular  de una generación.

Oscar Carrasquel. La Villa de San  Luis, enero 2019

Fuentes consultadas:
Lil Rodríguez (periodista)
José Seijas (editor de El Vigía)
Asocosalsa (Asociación de Coleccionistas de la Salsa)
Pedro Revette (coleccionista)
Rafael Almeida “Petit” (músico villacurano de su generación)
Don Félix Hernández Castillo (referencia oral)
Don Roger Barreto Álvarez (oral)



martes, 14 de febrero de 2017

CONVERSACIÓN CON EL MÚSICO BAJISTA RAFAEL ALMEIDA "PETIT"

Rafael Almeida "Petit" un personaje que se sembró en el corazón de la villacuranos


Por Oscar Carrasquel

El rostro de una persona cambia con el tiempo, es como la fisonomía de los pueblos que cambia con el ritmo de los años. Todo en la vida evoluciona y la edad no escapa de esa premisa, con sus altibajos, sus subidas y bajadas, y a veces con sus tormentas. Hace días me había propuesto yo el afán de hacerles llegar una pequeña crónica sobre la vida de Rafael Almeida Quiroz “Petit”, y hoy por fin pudimos concertar la conversa.

Para quien no le conoce su rostro serio lo hace aparecer mal humorado, pero es todo lo contrario, un hombre cordialìsimo y amable que no cambia por nada el culto de la amistad. Basta conocerlo o conversar un rato con él para comprobarlo. Su mirada languidece detrás de unos blancos espejuelos, con una cabellera medio canosa, y anda en la casa con un bastòn de empuñadura. 

Almeida, es un hombre de larga experiencia, cuando joven era el símbolo del hombre serio, bien apuesto y cuidadoso al vestir. Fue un hombre que abrazò desde muy joven el arte musical. En su vida algunas  cosas se le presentaron  por su paciencia,  otras -asegura-  fueron  por casualidad de forma fortuita. De la historia musical villacurana  de una época  es cuantioso lo que nos tiene  que contar y ese precisamente es nuestro propósito.
 
Sobre el  remoquete sonoro de “Petit" como siempre lo nombran artísticamente,  cuenta que se lo arriman los músicos de la orquesta entre risas y echaduras de broma, quizá  por su baja estatura..  "Interpretaron aquellos compañeros de lenguas encendidas de comparaciones, que  Rafael Almeida era “más bajo que el mismo Bajo”. Ya casi  nadie lo llama por su nombre sino por "Petit". 

“Petit” casi forma parte de nuestro patrimonio viviente para que quede su nombre en la historia musical villacurana. Bajista y bongocero autodidacta, bajo y batería siempre van juntos.  Más de una vez lo vimos en los años 60 sobre una tarima agarrar el Bajo por el cuello y tocarlo con destreza con su mano maestra. El profesor Germán Cordero Padròn fue su gran amigo,  maestro y  consejero. Me confiesa con melancolía, y quizás tenga que darle la razón, que la modernidad y los sonidos electrónicos casi acabaron con el retumbo del tradicional Bajo que es la columna dorsal de una orquesta, ese instrumento obeso  de gran tamaño, nos dice,  por esa eventualidad y también por el avance de los años prefirió retirarse voluntariamente.  

Nunca dejaba  escapar oportunidades para la música. Por intuición, porque casi no tuvo escuela, aprendió el lenguaje del contrabajo y los cueros, y a descifrar el sonido de los instrumentos de una orquesta, y por enseñanzas practicas de connotados maestros como Germán Cordero Padrón y don Víctor Ángel Hernández. 

Rafael Almeida Quiroz, luchador incansable en la vida, abnegado secretario detrás de un escritorio en el Registro Público de Villa de Cura. No fueron días ni meses, sino cuatro décadas; eso sí, siempre estricto en su días y horas de entrada y salida a su faena. Sin embargo ya  del hogar paterno traía la tesis de que la palabra empeñada tenía mucha más fuerza que un documento escrito y una firma.

Las bancas, patios y salones de la Escuela Artesanal de Artes y Oficios que funcionó en la calle Real o Bolívar,  fue su inicial fuente de trabajo como obrero de mantenimiento o bedel .Allí tuvo la oportunidad de conocer a grandes maestros y maestras de la enseñanza. En la Villa en esa època no existía liceo. 

Lo vimos pisar y repisar estos espacios de su Villa natal desde el esplendor de su juventud, ahora éstas calles están mustias, solas y extrañadas de  tocadores de guitarras y de trovadores noctámbulos. Ya no están esos juglares como Chingolo, Pedro Ezequiel, Vinicio Jaen Landa, José Pérez, Martín González y José Linero,  con sus amenas serenatas y cancioneros . Parece que se fugaron por los aires debajo de las alas de un pájaro cantor.

En la Villa y otros pueblos del centro y del llano dejó la huella de su arte musical en tremendas orquesta bailables como en la famosa orquesta “Siboney”, en sus dos ediciones, y  en la banda “Juan de Landaeta”, fundada y dirigida por el genio musical de don Víctor Ángel Hernández. "Petit" animó como integrante de esas orquestas infinidad de eventos bailables en el salón de fiestas de Los Baños Termales  de la capital guariqueña; y el tradicional Club Militar Los Cocos de San Juan de los Morros, celebres los bailes de gala en el Club Social de La Villa, y el centro del país. Como olvidar las veladas, los desfiles cívicos  y retretas en días de fiestas en su pueblo. Estuvo presente tocando cuando las viejas campanas de la Iglesia San Luis  repicaban de alegría, animando  las fiestas patronales de su pueblo  y de casi todo el llano central.

Me dijo , henchido de orgullo , que en este círculo musical conoció y se hizo amigo del conocido artista y compositor de Barbacoas don  Simón Díaz,  y también del famoso bolerista Leo Rodríguez, su compadre de sacramento. Estas dos grandes figuras de la canción integraron orquestas donde "Petit" participó como bajista.

De  otros músicos en orquestas populares recuerda sus antiguos  acompañantes en la orquesta, entre ellos habla muy bien de su mentor el maestro Germán Cordero Padrón, le siguen Eduviges Estrada, Domingo Esaá, Manuel Luna, Agustín Muñoz, Chucho Bustamante, Humberto Bustamante, José Del Valle Bustamante, Rafael Garaicoechea, Carlos Torres, José Torrealba, Eladio Lovera, Pedro Flores, Pedro Ramírez y Gerámel Meléndez;  Los cuales son como un patrimonio musical de los villacuranos.

En su recuerdo están respetables y talentosos cantantes  villacuranos como Víctor Córdova, Raúl Agraz y Armando Corniel .-Excelentes estos cantantes… Una vez que tocábamos un baile compartiendo tribuna con la Billo’s Caracas Boys en el Club Social,  el maestro Billo Frómeta se quedó abismado oyendo cantar a Víctor Córdova y a Raùl Agraz.En esa oportunidad fueron invitados por el conocido maestro a cantar en un set de la famosa orquesta caraqueña.

Parte fundamental de su vida son sus dos hijas, Nilda del Valle y Lisbeth Amalia, un par de lamparitas que resplandecen su vida, un presente de Dios, producto del matrimonio con doña María Dolores Montes de Almeida, ya fallecida. Una y otra levantaron la bandera del estudio. También  esenciales en la casa que hoy  habita con su padre en la calle doctor Manzo, entre Páez y Comercio. Dispuestas siempre las jóvenes a ofrecer amablemente atención y una tacita de café hirviente a sus amigos.

Almeida, a veces se convierte en prisionero de sus recuerdos y emociones. En muchas ocasiones la soledad le sale de los rincones como si fuera un fantasma y recorre con ella a cuestas los espacios de la casa; pero la mayoría de las veces logra deshacerse de estos sufrimientos, celebrando otras cosas maravillosas que ofrece la vida, como la música grabada y la lectura de libros que descansan en los peldaños de su pequeña biblioteca.

Yo cuando muchacho conocí esta casa solariega, era agachadita, de  pared de bahareque, de horconadura y de techos rojo, ahora se encuentra modernizada. Recuerdo una vez que estuvimos bajo esos aleros.  En las páginas del quincenario “El Vigía” con José Seijas, nos pusimos con "Petit" a reconstruir vivencias, en un intento de  remozar tantos recuerdos de su vida, como viajeros que se pierden, y que  van con sus pañuelos  repartiendo  adioses.

Rafael Almeida no deja de hablar de su infancia, y ahora de su vejez, tranquilo  dice que cuando llegue el día y la hora está listo y dispuesto sin ningún temor, para cruzar brazo a brazo las aguas de otros mares lejanos. Sus pasos ya no van solos, necesita de la ayuda de un solidario bastón. Fuimos a parar a su cuarto dormitorio donde conserva varios libros y manuscritos, y adosado a una pared, al lado en las puertas de un escaparate, reposa en silencio un poema que nos obligó a leer, que le brindó la inteligencia  del reconocido poeta villacurano, su amigo J. M. Morgado.  

Ahora, Almeida se aproxima a los 83 años de edad, camina lento, habla pausado, se mueve poco a poco, como las agujas de un viejo reloj, pero cuando se arrellana en una silla a conversar con uno, lo hace sabroso, con voz fuerte sin detener la conversa. Tiene la memoria todavía fresca, suelta las palabras como quien lanza un papagayo o  avioncitos de papel al viento; algunas veces se le pierden las palabras, pero de inmediato las recobra y  las clava en la memoria. Ahora se le nota en su cara y su cuerpo las huellas del tiempo, la rigurosidad de las enfermedades y sus frecuentes crisis de desasosiego que  hicieron cansino su cuerpo.

Como todo cristiano que habita este terruño, no deja de lamentarse porque ahora  no se consiguen fácilmente, como antes, las pastillas para la tensión, ni alcanza la pensión del Seguro Social para adquirirlas; entonces para la supervivencia no le queda otra que utilizar la medicina de Dios. Gracias a ese Señor que mora los cielos y a su divina  protección su corazón palpita.


                                                Rafael Almeida “Petit”, intérprete del Bajo, timbales y tumbadora o conga


Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 13  febrero de 2017
  • En la alta madrugada de un día 4 de agosto de 2017, en la tierra que lo vio nacer, dejò de existir este gran músico,  se nos marchò el amigo Rafael Almeida "Petit" envuelto en una caja de madera parecida a los contornos del Bajo, su instrumento musical, a beberse los soles y la lunas de otros lejanos cielos. Dios lo tenga en la Gloria.

jueves, 2 de febrero de 2017

DOÑA GENOVEVA ORTEGA DE YBARRA LIBRADORA DE MÚLTIPLES BATALLAS



DOÑA GENOVEVA ORTEGA DE YBARRA LIBRADORA DE MÚLTIPLES BATALLAS

Por  Oscar Carrasquel
                                                                                                                                
Hace  tiempo atrás, en la llamada  cuadra más alegre de la calle Páez  de Villa de Cura, por aquello de que en este sitio se celebraban las famosas fiestas carnavalescas de febrero, costumbre ya extinguida. Al sur de la ciudad habitó una casa de ventanales de balaustre, paredes de bahareque y  techos rojos la matrona:  Genoveva Ortega de Ybarra (1911-1977) quien llegó a la Villa siendo muy joven desde su tierra nativa La Victoria, capital del municipio José Félix Rivas, estado Aragua. 

Su vida fue como un río  que en su carrera se bifurca en tres vertientes: humilde, valiente y  trabajadora. Una de esas mujeres que se hicieron villacuranas por adopción. No estudió mucho pero aprendió a defenderse en la vida por instintos naturales. Su destino no le facilitó tiempo para conocer la historia de  Villa de Cura, ni la fecha de su fundación, ni mucho menos podía saber el nombre de su fundador. Una auténtica guerrera que hizo de madre y también de padre a la vez, quien nunca se dejo abatir por las situaciones que le toco enfrentar,  prototipo  de la mujer  luchadora que se entregó en cuerpo y alma  a la crianza y formación de Gladys y Belén, sus  dos únicas hijas, dos damas que con el correr del tiempo se convirtieron en maestras de escuela.

El grupo familiar fue creciendo con la llegada de nietos. La madre  enseñó a sus hijas a soñar y aprender que la patria de cada uno  es una sola y les inculcó el amar a Dios sobre todas las cosas. Formó ella sola un hogar equiparado con la virtud,  la ética, la amistad y el amor por la familia.


TÍPICA DULCERA

Primero, pues, aprendió el arte de la  repostería con su hermana Amanda Ortega que fue  maestra de esa especialidad en la ciudad de La Victoria.. Amanda su amada hermana se traslada a la Villa de San Luìs contratada por misia Marìa Palumbo para que trabajara en la cocina, en cuyos humeantes hornos entregó a los los villacuranos toda su pasión creadora. Según se  pudo conocer las manos de su hermana eran mágicas para inventar recetas de tortas y  todo tipo de dulce casero. De allí le nació a Genoveva la iniciativa.

En una chimenea de ladrillos construida en el fondo de la cocina de su casa, porque el pueblo carecía de luz eléctrica, Genoveva se dedicó al  igual que su hermana Amanda   a la hechura de dulces criollos para la venta, cuya labor con el paso de las décadas se convirtió en parte esencial de sus costumbres cotidianas para ayudar al  sustento de la familia. Utilizaba como materia prima la  harina de maíz, azúcar, papelón y la delicia de las frutas tropicales que se daban en nuestros campos aledaños y  en el litoral aragüeño.

Todos los días  colocaba aquella variedad de golosinas criollas  en azafates de madera y una tropa de mujeres y hombres del pueblo se encargaban de venderlos al menudeo, y ocasionalmente en la plaza Miranda en tiempo de Peregrinación y en Fiestas Patronales. Asimismo    los mandaba a poner  para  exibiciòn y venta en las bodegas de Nerio Hernàndez y José Antonio Hernández, en la calle Comercio cercanas a su residencia y en otro negocio situado a dos cuadras de su casa.

Entre los postres señalados destacan en primer lugar la famosa catalina, seguida de cortados, conservas de coco, bizcochuelos, suspiros, tortas y una larga lista de dulces cuyos nombres cabían completos en la memoria  de cualquier niño. Allí en el cuadro que mostramos está la señora Genoveva con su mirada viva en plena laboriosidad acompañada de “El Negro” Julio Criollo, tal como los retrató el pincel y la agudeza del famoso pintor villacurano Carlos José Martínez, que firmaba sus obras al pie con el seudónimo de “Cejota”. El cuadro que engalana la crónica, entre otros más,  adorna la pared derecha del corredor   de la  casa grande, la casa de doña Genoveva de la calle Páez.


ARTESANA DE LA CRIOLLA ALPARGATA 

Doña Genoveva se hizo una de las pocas mujeres que en Villa de Cura ejerció el arte de  la alpargatería, llegando a alcanzar la categoría de "Oficial".  Categoría que solo llegaban los hombres.  Se le veía  todo el santo día  al frente en una banca de madera como cualquier hombre,  entre puntada y puntada, pegando capelladas, taloneras y trenzas laterales  y  rematando docenas y más docenas de pares de este popular calzado listas para su distribución y venta. 

Genoveva  sabía de mando ¿Cómo no iba a saberlo?, si  el traspatio de su casa era como una pequeña fabrica de alpargatas ? Allí trabajaron aprendices y salieron graduados  “oficiales” como  Mateo Vargas, Eduardo Rodríguez “Conejo” y Antonio Martínez “El Catire”, entre otros que arribaron del estado Lara. A muchos forasteros Genoveva les ofreció cordial y respetuosa hospitalidad en su casa. 

Una vez tocaron la puerta de su vivienda  “El Mono” Marcelino Blanco, al cual se juntó también “El Negro” Julio Criollo, dos  artesano con reciedumbre  para el trabajo de alpargatería.  Un día llegaron a la Villa, uno primero y otro después, acá se quedaron y se integraron a esta familia y  recibieron atención en esta casa hasta que les llegó la muerte. Aquí en este pueblo descansa la huesera de estos hombres trabajadores.

Fue también la señora  Genoveva de Ybarra  desde su humilde posición conocedora de  la constitución del primer y único "Sindicato de Trabajadores de la Suela" que agrupaba a todos los artesanos de alpargatería en la Villa; y asimismo fue  testigo  presente de la creación por allá por los años 50 de mitad del siglo XX, de un equipo beisbolero, categoría amateur doble A,  que llevaba estampada en la camisa de un uniforme de kaki  la insignia SS, que significaba "Sindicato de la Suela".



CRISTIANOS CATÓLICOS

Sus hijas,   Belén y Gladys Ybarra Ortega, conservan en la casa materna un altar mayor  donde asumen en custodia  una representación del Niño Jesús, cuyo símbolo del Espíritu de la Navidad todos conocemos. Todos los meses de enero en esta vivienda se le rinde homenaje  al Niño Dios con murmullo de rezos, coplas, alabanzas y encendido de cirios. Los cánticos son entonados por un grupo de parrada llamado “Las Voces Alegres de Villa de Cura” con un cuatro, charrasca, tambores y mucho sentimiento. Una celebración católica popular muy antigua que quizás comienza a celebrarse en Venezuela desde tiempos coloniales,  denominada “Paradura del Niño”. Ahora en tiempos modernos se unen a esta tradición  sus nietas la doctora Liseth  Varganciano y la educadora Yezenia  Varganciano, integrantes éstas damas del famoso grupo gaitero Las Carruzas de la Gaita. 

  
Desde hace exactamente 17 años las hermanas Gladys y Belèn Ybarra Ortega pusieron en marcha la iniciativa de incorporar a la comunidad religiosa a esta actividad bucólica de genuina expresión cultural. La inspiración tuvo su génesis por el conocimiento y estrecha relación de amistad que mantuvo doña Genoveva con una tachirense llegada a la Villa de nombre Rosalba García, quien arraigó la costumbre en la familia.

Este año la ceremonia cayó día domingo y nos enorgullece haber podido unirnos con  ellos y numerosos vecinos a esta celebración y disfrutar de la grata sombra de este alero familiar. El evento religioso fue muy exitoso, concurrido y hermosamente atendido por los anfitriones.

La fiesta correspondiente a este año arrancó el  domingo 22 de enero y mientras transcurría la tarde los miembros de la familia se encargaron de repartir entre los asistentes unas raciones de sangría para los adultos y brindar por la salud de los niños y de todas las personas presentes, guarapo de papelón,  tortas, tequeños y golosinas para los más pequeños. El padrino del infante mostraba su euforia y obsequió velas a la concurrencia. Fue un evento totalmente hogareño realizado por la familia, apoyados en la valiosa colaboración de la mayoría de  vecinos y personas amigas. El programa muy variado contó con el reconocimiento y una confesión  de un milagro por parte de una dama que llegó a celebración..

Culminó como todos los años con  una procesión a la redonda de una manzana y la integración de un conjunto de niños y niñas cubiertos sus cuerpecitos por ruanas a la usanza de los pueblos andinos. Hay que reconocer el trabajo que realizan  Gladys y Belén junto a sus hijas.

De hace tiempo para acá se integra a la familia el afable  Ramón Alfredo Corniel junto a sus dos hijas. Con tan solo  mencionar el nombre de este personaje, trasciende  en el calor de esta casa la  alegría y la buena atención. Ya se ha convertido  toda la familia con abnegación como propiciadores de esta antigua tradición en Villa de Cura.

EL ADIÓS A DOÑA GENOVEVA

Habitante de aquel pequeño mundo de alegría de la calle Páez donde parece que la brisa del atardecer aleja las soledades, se formó para la vida  la señora Genoveva Ortega de Ybarra. Se marchó de este mundo el día 03 de enero de 1977.  Dejó a su paso por la vida un hermoso legado y la huella de su sonrisa de  amorosa madre y amiga, asimismo su bonhomía y su ejemplo de trabajo para también deleitarnos hoy con su recuerdo.




La Villa de San Luis, enero de 2017

                                                
Cuadro del pintor Cejota donde aparecen Julio Criollo  alpargatero y 
Genoveva Ortega de Ybarra alpargatera y fabricante   de dulcería criolla.


Fotos tomadas por Yezenia Iveth Varganciano Ybarra

“UNA TARDE EN EL CAFÉ CORDANO” EN LIMA PERÙ

Villa de Cura
Estado Aragua


Por Oscar Carrasquel

La verdad es que no dejé de leer ni siquiera una letra de este libro que lleva por titulo "Una Tarde en el Cafè Cordano"  que mi generoso amigo Victor David Parra puso hoy en mis manos con una fresca y cordial dedicatoria. No es su primera presentación editorial ya que encima de los anaqueles de mi estantería se asoman sus poemarios: “Al Borde del Estallido” y “Poemas de Urbanos Andares”, editados  con anterioridad por este conocido autor. 

Víctor Parra es un consagrado poeta, escritor, músico virtuoso de la guitarra,  de originales composiciones musicales, locutor, productor de radio y educador. Nacido en Villa de Cura el 27 noviembre de 1967. En premio al mérito de doble esfuerzo debe reconocerse que  la edición de esta obra partió del empuje y adhesión  del señor Larry Coronado, en ejercicio como concejal del Municipio Zamora, estado Aragua, Venezuela.  En esta ocasión heme en la disposición cierta de traer a nuestro lector algunos pasajes del presente título,  basados en un viaje (no como inmigrante) que el autor realizara a la ciudad de Lima, capital del Perú, en el mes de septiembre de 2011, lo cual hace más comprensible su creación.


En uno de sus breves recorridos por el Distrito peruano de Miraflores, en el centro de Lima, el viajero tropieza con un paraje conocido con el nombre de “Puente de los Suicidas”.  Muy similar a un sitio caraqueño  muy nombrado en los años 50 “Puente El Guanábano", ubicado en la parroquia La Pastora de Caracas; por debajo del cual corría la quebrada de Catuche. Referían los vecinos de casas y edificios cercanos, que  solían oír cuando caían al fondo de la cañada los cuerpos de los suicidas que se lanzaban desde las barandas de dicho pasadero. Hoy no queda sino el recuerdo de esa historia y ese drama.


Paseando la mirada retrospectiva de ese libro, del autor en compaña de su señora esposa, durante su corta estancia cumplida en Perù, se dio a la tarea de visitar varios lugares tradicionales de la ciudad de Lima, como fue la realizada al histórico y mítico "Restaurant y Bar Cordano", declarado por la nomenclatura oficial peruana como patrimonio histórico  de la ciudad limeña, ya que sus inicios datan del año 1905. De suerte que por más de siglo y pico este negocio se ha mantenido con vida en su añeja mansión de atractivo turístico.



El escritor con su cámara fotográfica en mano recorre sus instalaciones, enfoca y  reproduce con su càmara, cuadros, escenas, retratos familiares,, efigies de personalidades vinculadas a las letras y de Jefes de Estado que han visitado en todas las épocas este antiguo recinto. Nuestro personaje admira con verdadero celo este hermoso restaurant, su mobiliario, así como su diversidad de licores añejados y platos para las personas que tienen debilidad por la gastronomía..

El poeta en ese momento crucial siente placer y ordena al mozo destapar una botella de Etiqueta Negra, de la cual comienza a ingerir uno que otro palo (puro). Entre tanto el curioso visitante siente deseo y se dirige a uno de los baños, pero desvía sus pasos hacia la izquierda donde se encuentra  una  puerta cuyo pasillo lo lleva directo a un  Restaurant Bar de vieja historia que ese día  13 de enero de 1905 sus dueños estaban inaugurando. De ambiente romántico el lugar, mobiliario Barroco de antiguos tiempos, cokctail, finos licores entremeses. Allí conoce y se sienta a tertuliar con Franca Cordano, una joven de ojos relumbrantes y rubios cabellos, hija de un inmigrante genovès dueño y fundador del Restaurant Café Cordano. Solo 18 años de edad contaba la chama. Ambos a escondidas en una habitación ignota se ven envueltos en un arrebiate de lujuria, ella se le entrega en cuerpo y en alma  entre colchón y sábanas  blancas. Al final, la muchacha queda hechizada y amenaza con decapitar su hombría si llegase a perder su amor por otra amante. Carlos Suàrez, según testimonio fue el nombre supuesto conque se le había presentado a la dama.


Es el momento preciso cuando ocurre algo inesperado, hace su aparición en el escenario una vasija cargada de agua con trozos de hielo que su esposa arroja sobre su rostro, interrumpiendo su sueño etílico. Quedò como atondrado hablando con la amiga invisible. El hombre permaneció un rato en silencio, reflexionando; y tras pronunciar algunas borrosas palabras, enganchó por el brazo a su señora que se encontraba a su lado y ambos se perdieron a pie por la calle Jirón Arcash 202, en dirección de la estación del viejo ferrocarril limeño. Todavía era de día cuando emprende la retirada.


El resto del contenido del libro comentado se remite a una serie de mini cuentos de caracteres proteicos, con características de ensayos literarios, donde se mezcla la poesía, y algunos relatos más breves que los cuentos tradicionales, pero inspirados con mucha profundidad y significado. Desarrolla temas fantásticos y también coincidentes con lo existencial. Cada uno es como una parábola de la vida.


Toda la conciencia del lector se mete en las páginas de este libro porque son de acentuado colorido. Su lectura hace despertar la imaginación. Ojalá pronto lo tengan ustedes entre sus manos para que conozcan mejor la historia.

Tanto como admiro y respeto al autor de esta obra y amigo de tantos años, no dudo en recomendar su lectura.

Muchísimas gracias al poeta Víctor David por el libro  que puso en mis manos..



La Villa de San Luis, enero de 2017 


    
FOTO DE VICTOR PARRA TOMADA DEL FACEBOOK DE YADIRA PÈREZ
DICIEMBRE 2011
PRESENTACIÓN DEL LIBRO DEL 1ER ENCUENTRO DE POETAS POPULARES