jueves, 30 de marzo de 2017

EN LA VILLA CERRARON SUS PUERTAS LAS SASTRERÍAS YA NADIE QUIERE SER SASTRE


Don Diego Rattia creador de Sastería La Criollita. Foto propiedad de Editorial Miranda. Retocada por Ramón Alfredo Corniel

EN LA VILLA CERRARON  SUS PUERTAS LAS SASTREÍAS YA  NADIE QUIERE SER SASTRE
Por Oscar Carrasquel


Aquellos que son de nuestra generación llevan en su memoria los talleres de sastrería que existieron en Villa de Cura. Los talleres de costura eran unos salones reducidos; con un mesón en el medio; cabían una máquina de coser de pedal y otra de motor eléctrico.  En la máquina de costura siempre estaba sentado una persona que entre puntada y puntada se encargaba de darle forma a fluxes y pantalones elaborados a mano  con rigurosa medida. Lo demás instrumentos son unas tijeras, metro de cinta, tizas, figurines y moldes de cartulina,  hilos y piezas completas de telas sobre un armario. La sastrería según opiniones diversas, más que un oficio, es un arte que ya casi nadie desea aprender.  

No se sabe porqué las mujeres  nunca mandaban a coser en  sastrerías, seguramente cuidando su feminidad, preferían sus modistas de confianza, este criterio de la moda poco a poco fue cambiando. Algunas costureras fueron auxiliares de estos artesanos. Las costureras tienen una historia aparte que en el futuro voy a referir.

El sastre se encarga de tomar medida, trazar,  punteaba y cortaba.  Pero la operaria mujer, generalmente era quien cosía a máquina para que terminara de nacer la criatura. Un traje  hecho a medida implicaba probarlo o medirlo hasta dos y tres veces para que quedara ajustado al cuerpo de la persona.
Se cuenta que en Villa de Cura el pionero de los sastres, en las primeras décadas del siglo pasado fue un señor llamado Plácido García Zamora, muy conocedor del oficio, tenía su local ubicado en la calle del Comercio frente a la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes.  En aquella época fue jefe del Registro Subalterno del Distrito Zamora, pero ello no le impedía su desempeño como sastre. Asentó familia y multiplicó descendencia  en la calle Carabaño casi llegando a la calle Páez.

Voy a hablar con el corazón en la mano y no puedo dejar de recordar a un sastre de origen italiano que vino a Villa de Cura  en las décadas del 50 llamado  don Giovanni Donnarumma, su taller de confección estaba ubicado en una pieza  en la calle Bolívar, al lado de la Farmacia de don Félix Valderrama. 
Era mi sastre de confianza, pues además era mi amigo, Don Giovanni Donnarumma, hombre de rigido respeto pero  de buen carácter y voz sonora, fue fundador de una de las sastrerías de vieja data en La Villa conocida como “Sastrería El Deseo”, su principal característica fue su buen humor, elegancia y caballerosidad; su prestigio se debía a la perfecta confección de la ropa y la calidad de las telas importadas que utilizaba. Desde la "Sastería El Deseo" salían los trajes por encargo todo el año. Recuerdo perfectamente su dirección, avenida Bolívar oeste 3-1, su número telefónico era de dos dígitos (creo que 82); sin embargo uno repicaba a la central telefónica por un aparato de manilla y era suficiente con pedir a la operadora: "dáme a Donnarunma", y sin identificar el número enseguida te comunicaba. Cuando yo comencé a trabajar, me confeccionaba un traje de casimir para estrenar el 24 de diciembre, con tela y todo en  100 bolívares, la cuota no pasaba de 10 bolívares mensuales. Don Giovanni Donarunma está retirado de su labor, pero es el único rostro que queda por ahí de los antiguos sastres  desafiando el calendario. Dios le de mucha vida.
  
Me remito a aquellos tiempos y no puedo dejar de recordar que si usted viajaba a una ciudad capital, podía  comprar un flux de los mejores estilos y marcas en cualquier almacén de Caracas, Valencia y Maracay -marca HRH, Rori, Wendel o Montecristo- por la suma de 120 bolívares y le entregaban la corbata de obsequio. Pero quien acude a un sastre está garantizado que se va a poner un traje a la medida y no por talla.

Una de las casas especialistas en trajes de liquilique a la medida en Villa de Cura fue  la recordada “Sastrería Núñez” de don Manuel Núñez, ubicada en la calle Blanca o Miranda,  cuya sastrería siempre exhibía como decoración al frente al negocio, un paltó de liquilique montado sobre un maniquí  con la cara de Carlos Andrés Pérez, y otras veces con el rostro del doctor Rafael Caldera; en los tiempos en que fueron presidentes de la República. Don Manuel era primo de Joselo y Simón Díaz. Se hablaba  mucho de artistas y políticos famosos que venían de todos lugares, especialmente de Caracas a encargar su liquilique y otras vestiduras en este taller de sastrería.  

Plena de vivencias y añoranzas  fue la sastrería “La Fortuna”, instalada en dos direcciones, calle Bolívar y finalmente en la calle el Comercio. La gente de aquí y del llano, mucho antes de salir a  comprar   un liquilique o trajes personalizados en tiendas de Caracas o Maracay, acudía primero a la sastrería "La Fortuna", que también fue perfumería y relojería. En esta tienda de venta por cuota quien llevaba las riendas era el poeta Vinicio Jaén Landa, la música y la poesía le permitió tener muchos amigos. El hombre que cortaba y confeccionaba se llamaba Andrés Delgado, a quien todos conocimos como ”El gallo Andrés”. Allí se respiraba paz y alegría y no se conocía el estrés. En sus ratos libres el  artesano agarraba una guitarra grande, tocaba y cantaba  música argentina. Ángel Custodio Loyola, el Carrao de Palmarito, los músicos del conjunto Serenata Guayanesa, y otros artistas afamados ordenaron más de una vez sus trabajos en esta sastrería.

Otro que se decidió a montar su propio negocio por la calle Doctor Morales  fue un sastre veterano y siempre cordial llamado Víctor Montenegro. De esta cuevita salían hechos trajes y pantalones a la medida. Reparaba y modificaba ruedos de pantalones y tallas. Se tertuliaba en este recinto, recitaban, se cantaba y tocaba; y no faltaba nunca en el patio una olla de hervido o mondongo montada sobre tres topias. Había siempre mesa servida para el que llegara. Su negocio de sastrería era una peña de cotidianos encuentros de la farándula villacurana y foránea.

Un taller de sastrería que en los años 50 parecía  una casa cultural era propiedad de un  caraqueño llamado don Augusto González. Funcionaba por la calle Miranda, frente a la casa de don Rafael Garaicochea. Allí se reunía gente de Caracas, Valencia, del llano y de todas partes.  En este laborioso taller conocí  cuando yo  era un mozalbete, al poeta  Luis Fragachán, tocaba muy bien la guitarra grande, quien además era un  reconocido sastre en Caracas. El merengue “El Norte es una quimera” es una de sus maravillosas composiciones. Fragachan hizo muchos amigos en La Villa. En las  reuniones se compartían historias sobre política (muy calladitos por razones de la época).. Mientras don Augusto González tijereaba empinado sobre un largo mesón,  el grupo celebraba con poesía, valses, joropos  y otras canciones.

Uno de los talleres de sastrerías  más distinguidas y elegantes de la época en Villa de Cura fue conocido con el nombre de Sastrería “La Palma”, propiedad de don Pedro Palma. Estaba situada en la calle Bolívar frente al bar Savery. Sus virtuosas manos confeccionaban un traje de perfecta fabricación  Diariamente tenía en exhibición los trajes y otra ropa por encargo listos para entregar. Allí en vitrinas de exhibición no faltaba una gama de perfumes londineses. 

De amplia trayectoria fue el flaco José Villasana, diseñador, artista del trazado y la costura. No quiero decir que era mejor que los demás, pero la vieja tradición lo  señala que cortaba modelos de trajes perfectos. En estos días yo recordaba su clásica y usual cortesía. Cuando uno se tropezaba con él en la calle o llegaba a su taller,  utilizaba para saludar esta centellante expresión: ¡Caraaaamba!... Desprendido y sencillo, usualmente andaba por la calle sobre una bicicleta de manubrio visitando cantidad de  costureras, como también cobrándoles la cuota a sus clientes. Al parecer murió célibe..

Mi aprecio y reconocimiento a don Edgar Macero apodado "El Niño Edgar", hijo del doctor Leopoldo Tosta, antes de ser camionero se hizo buen maestro del corte y costura para caballeros, fue bajo  la batuta del famoso sastre don Plácido García donde aprendió este arte, a cortar y coser sobre tejidos y diseñar trajes, en el mencionado taller desempeñó  un tiempo su trabajo, pero otro fue su decisión y destino.

Don Jesús Revilla fue un sastre que no era nacido de La Villa, se dedicaba  al ramo de hechura de pantalones, zurcía y corregía medidas y era músico a la vez,  nativo de Churuguara, estado Falcón. Fue un artista destacado tocando la guitarra española; muy atento y amable. Nos hicimos grandes amigos, trabajaba en un pequeño taller de sastrería en su casa de habitación. Era también Luthier, fabricaba y reparaba instrumentos musicales de cuerdas. Vivía como un pájaro en una casita colgada en el cerro Los Chivos donde quedó encerrado todo su arte. Apenas dejaba el trabajo de fin de semana me buscaba para compartir canciones y recitaciones.

En la misma calle del Comercio estaba situado el taller de sastrería donde laboraba Juan Terán, mejor conocido como “Juancito Terán”. Así lo llamaba todo el mundo por su  estatura pequeña y  contextura delgada. Fue discípulo de su padre  un sastre caraqueño del mismo nombre quien fue  su consejero, de él tomó la herencia vocacional. Tuvo  una gran pasión por su arte  hasta que le llegó la muerte de manera repentina.
El rol de sastre fue desempeñado también por mujeres. Doña Petra Fernández fue la única mujer que lo desarrolló personalizado  en Villa de Cura, hasta los años 70. La mujer trajo el oficio  de Altagracia de Orituco estado Guárico donde nació comenzando el siglo xx. Alcanzó renombre y mucha notoriedad en la Villa de Cura en aquellos viejos tiempos confeccionando trajes para hombres. Vivía y  trabajaba en una casa por los lados de La Alameda. Exactamente frente a la casa de habitación y barbería de don Luis Botello. Fue conocida por todo el mundo como “Petra La Sastra”; el apelativo no le vino de  casualidad o por tomadura de pelo, sino por su  dedicación toda la vida a este trabajo propio de hombres. Dan cuenta sus vecinos que era dueña de una mansa vaquilla llamaba “Sarita”, a la cual todas las mañanas bien temprano sacaba a comer en la sabana y la regresaba a casa en la tarde. 

Sin embargo, partiendo desde más atrás, me refiere en una nota el profesor O. Botello, respondiéndo amablemente a una pregunta que le formulamos, que “Josefa Peña de Martínez era la que cosía los liquiliques, blusas y calzoncillos rodilleros a los llaneros que venían a traer el ganado de Guárico y Apure, era vecina de La Alameda, vivía en la casa donde después vivió Juan Aguilar,  murió en 1960 a los 92 años. Era la abuela de mi mamá y madre de la mamá de Cira y José Esáa”.

Don Diego Rattia era un hombre muy conocido, panzudo, patilludo, aparentemente taciturno, fundó la sastrería “La Criollita”, diariamente se le veía cortando y trazando telas alrededor de un mesón, con un metro de cinta colgado en el hombro y unos lentes claros que   usaba siempre sobre la frente. En ese oficio pasó toda la vida. Su taller de  sastrería lo tenía en la calle del Comercio.

El gordo Juan Parra, pequeño de estatura, desempeñaba el arte del corte y la costura en un rudimentario local por la calle del Comercio. Una persona con un toque de humor muy colorido, capacitado en su trabajo. Hacer pantalones y todo tipo de traje para un caballero elegante, era su consigna. Pasado el tiempo se fue con su familia a la ciudad de Maracay. Allí en la capital siguió  amansando el amor por su profesión. Como usaba los pantalones sostenidos con bandas elásticas,  el poeta J. M. Morgado, su gran amigo, una vez le soltó esta frase humorística: “¡Cámara, esas elásticas son las que no te dejan crecer!”.

En la calle del Comercio de Villa de Cura trabajó la sastrería en un amplio local el maestro don Héctor Acosta, profundo conocedor del arte de confección de ropa para caballeros;  y también a su lado en  una pieza alquilada don Carlos Freites. Ambos fueron sastres finos en Villa de Cura. Tenía don Héctor Acosta una cantidad de clientes que venían de los estados llaneros. A Carlos Freites no lo volvimos a ver, me informaron que junto a su familia se fue a vivir y trabajar en Maracay, como modista del contingente de las FAV.

Les cuento que en la calle Bolívar y Villegas, por un costado del viejo hospital Dr. José Rangel vivía con su familia el conocido maestro Isidro Díaz. Dedicado toda su vida a trabajar la sastrería. Se pasaba dándole pedal a una máquina de coser, con un mesón lleno de cortes de lino blanco para hacer liquilique; recuerdo que en el mes de diciembre no se daba abasto librando batalla en su módico taller. Pilar y horcón de una bella familia..Ejemplo para las nuevas generaciones aunque ya nadie busca aprender este oficio.
Quizás el último que desempeñó de sastre en Villa de Cura  fue un viejo operario que diseñaba, cortaba y él mismo cosía en una moderna máquina “Triumph”. Su nombre era Ramón Arturo Muñoz. La sastrería fue su pasión y su modo de vivir. Murió hace tres años pero me dejó de recuerdo la foto que les muestro. Vivía  y trabajaba en una pieza al lado del bar El Samán.  Yo lo visitaba con frecuencia, era un hombre muy conversador y contador de anécdotas de sus tiempos en el ciclismo; En la Villa fue animador de las competencias de bicicletas en carreteras. Su taller  era lugar de reunión de ciclistas y deportistas. Don Ramón Arturo Muñoz era de nacionalidad colombiana, excelente persona muy educado.  Villa de Cura, ciudad a la que tanto amó, fue su segunda tierra y aquí reposan sus restos. 

                                    
Don Ramón Arturo Muñoz. Sastre y ciclista. Foto O. C.
Ya se marcharon de esta vida terrenal aquellos sastres de ancianos y blancos cabellos que existieron en nuestro pueblo, se acabaron aquellas viejas sastrerías. Los viejos talleres de sastrerías y aquellos grandes almacenes de telas como "La Tienda de Cuadros", hace  años que cerraron sus puertas. Las nuevas generaciones, como explicamos al principio, no mostraron interés por continuar el  arte, ni le dieron importancia al oficio, a esto se agrega que la industria textil venezolana está en terapia intensiva. Finalmente quiero recordar que en aquella vieja comarca de mediados de siglo xx, el arte de la sastrería era una materia aprendida en la Escuela de Artes y Oficio hoy Centro Superior Leoncio Martínez de Villa de Cura. .




Oscar Carrasquel. Villa de San Luis, verano de 2017


   


                                                





sábado, 25 de marzo de 2017

CAMPO, RUMBO Y CIELO

Por Oscar Carrasquel


Tantea la ruta de su reino 
viaja encima de una hojita seca
valiéndose de los vientos de marzo
Se recuesta del único cerro
sin vestigio de pinos, 
ni monte reverdecido.
Mira a un riachuelo
con un chorrillo que marcha,
busca por entre las nubes grises
la semejanza de vuestra figura
Solo divisa un caminito de polvo
con huellas que andan
Una mariposa extenuada
le guía el rumbo
En secreto, dos iguanas verdes
se entregan abajo,
valiéndose de la espesura
de una hojarasca.
Atiende el trinar de dos paraulatas
arriba de una rama gacha;
¡Allá, en la breve colina
por fin está su hospitalaria casa!
Y desde un fogón de leña
al cielo va la humada
Retorna con el ocaso en alto
bajo las alas de una avecilla 
que en la luz del astro se fía.



La Villa de San Luis, marzo de 2017


Sitio web de la imagen: http://arteoleosmabelarancibia.es.tl/

miércoles, 15 de marzo de 2017

ES JUSTO RECORDAR A DON FELIPE AULAR. MAESTRO DE CASAS Y ESCULTOR


Don Felipe Aular Bolivar foto copiada de Expresión, propiedad de Editorial Miranda


Por Oscar Carrasquel


Vale  recordar que en las décadas del 40 y 50 del pasado siglo xx, decir: Ingeniero, Arquitecto, dibujante de planos, Topografía y Constructor, era exactamente lo mismo que decir Maestro de Obra o Maestro de Casas, era referirse a un aquilatado conjunto de hombres que se encargaban con profesionalidad a dirigir albañiles, carpinteros, cabilleros, ayudantes y  trabajadores rasos, para construir una vivienda de bloques y armadura de concreto; aquellas viviendas nuevas que comenzaron a sustituir las estrechas rancherías de paredes embarradas, de techos de caña amarga y  palmeras, con paredes coloreadas de cal y almagre, en aquella Villa de Cura lejana y semirural de tiempos remotos.
 
No solo  se dedica  un Maestro de Obra en dirigir la edificación de una casa, sino que se entregaba a replantear el terreno, leía planos, sabía carpintería,  plomaría, electricidad empotrada,  y por supuesto era el responsable directo de las obra. Estaba de moda en esos años 50, que un trabajador raso podía hacer mercado y sacar a pasear  la familia  con un salario de ocho bolívares diarios. La vida entonces no era tan compleja, hay que recordar  que un jornalero  trabajaba siempre satisfecho. Con el estomago lleno aunque fuera con una arepa rellena de caraotas y queso.  En Navidad y Año Nuevo no le faltaba una olla hirviendo llena de hallacas. Don Felipe le pagaba un poquito más a sus trabajadores.

Ellos fueron además fabricantes de torrenteras, cunetas, alcantarillados y aceras de cemento. Cabe mencionar en primer lugar a don Felipe Aular Bolívar, también a los Maestros Juan Vicente Michelena, Carlos López y José Morales, los viales llegaron a ser jefes de cuadrillas del Concejo Municipal del entonces Distrito Zamora. También es digno de aludir a Mister Macklin, un hombre que sigue hablando con frases cortas en inglés, constructor de obras hídricas para el abastecimiento de agua potable  ciudades y caseríos, además  de canales de riego en zonas agrícolas.

Como "toda historia es historia" vengo en primer término a evocar  por medio de la crónica de ese pasado  villacurano a un humilde y laborioso artesano, muy activo, franco en la amistad, de diversidad cultural, que se llamó don Felipe Aular Bolívar. El Maestro quiso mucho a la Villa de San Luis su pueblo natal.

"Maestro Aular", así era como simple y cariñosamente se le nombraba a este hombre trabajador sin tregua, cargado de sueños y esperanzas. Su patria chica y su recinto de siempre, el asiento con su familia fue la quinta que sus propias manos edificaron, situada frente a la Plazoleta Ayacucho,  a pocos pasos de “Puente de Hierro”, salida hacia la carretera nacional. .
Don Felipe Aular era casado con doña Anita Flores de Aular, de cuya unión nacieron: Ana Belén Aular de Salas, Secretaria Ejecutiva y poeta, fueron muchos los detalles que le dedicó a su padre; Felipe Ubaldo Aular Flores, Contador Publico, se desempeñó como Gerente Bancario; Tomàs Emilio Aular Flores, Histotecnòlogo; Raùl Aular Flores, Profesor de Biología, . Casi adolescente fue bombardero de los aviones B-25 Mitchell de nuestra siempre recordada FAV, pero sirvió a la aviación en tiempos de paz; Ana Mercedes Aular de Rodrìguez, profesora, fue directora de la UEE Leopoldo Tosta; y Emiliano Aular Flores, Perito Agropecuario.
  
Respetuoso, serio, sereno, taciturno,  esa forma natural que lo hacia brillar,   nada impaciente; fueron estas las facetas que adornaron siempre  la vida del Maestro Aular. No una, sino muchas veces lo vimos cuando se echaba a rodar ´pueblo arriba y pueblo abajo manejando  un camioncito tipo volteo, marca Ford, casilla de color rojo, modelo 1954. ¿Quièn no sintió en la Villa de Cura de entonces por sus calles encementadas el ruido del motor de ese volteo, que rodando tronaba  como un toro cachilapo?. Con unas letras doradas estampada en ambas puertas donde se podía leer “CONSTRUCCIONES AULAR”. 

En el asiento del copiloto  solía llevar un albañil y un ayudante.   Los materiales e implemento que utilizaba para trabajar a diario los cargaba en el cajón de voltear; lo cierto es que aquel señor trigueño  ostentaba la orgullosa designación de “Maestro de Casas”, como mejor se le llamaba en aquella época a los constructores de casas, quintas y edificios.

Lleno de optimismo, de sabiduría, en esa hora que Venezuela requería de urgente transformación en materia urbana y social. Fue considerado un hombre que abarcaba todos los conocimientos para lucir  esa jerarquía, asumiendo ese trabajo como un don de Dios, porque fue también maestro para trasmitir enseñanzas a las futuras generaciones. Era un hombre de acción que no solo sabía conducir con pericia un camión volteo, sino que animaba, era guía y se metía de lleno a levantar con sus manos callosas quemadas por el sol, una quinta o una vivienda  digna. En ese ayer lejano había que pasar trabajo para ganarse el sustento diario y sostener  una familia numerosa como este señor Aular  logró fundar y levantar.

El Maestro Aular fue además creativo de la cultura y genuino para todo, enalteciendo siempre a su pueblo. Sin ánimo de lucro desarrolló otro arte, arte marcó pauta como experimentado escultor, tanto que, produjo con sus propias manos una escultura de El Libertador que convivió más de 40 años engalanando la pila central de la Plaza Bolívar de Villa de Cura.

Fue sustituida por una estatua pedestre de mármol...En el año 1972 fue irespetada la escultura por los iconoclastas, fue desmontada de su lugar original, ahora puede verse resucitada en una plazoleta  en la comunidad de Los Tanques, a donde fue trasladada después de permanecer abandonada en una pieza del edificio Municipal.. Algo que debe establecerse es que el  Maestro Aular sabia para qué son las estatuas, sabía cuál es su verdadera función, él estaba identificado con los ideales del personaje que había metido en aquella estatua, en especial lo que significa el verdadero culto profesado al  Padre de la Patria.

Ese mismo Simón Bolívar que estuvo muerto... muerto  188 años hasta que fue sacado una madrugada de su sarcófago y expuesto en publico...Bien molesto debió sentirse el viejo escultor don Felipe Aular allá en la tumba de su cuerpo del camposanto villacurano, ya que que la ofensa  jamás podrá ser resarcida.

El busto del humanista Leopoldo Tosta, erigido en la institución que lleva su nombre en Villa de Cura, y también  aquella estatua del ingeniero Alberto Smith, en una plazoleta en el Liceo con su nombre, fueron igualmente otras de sus obras escultóricas más importantes.

No quiero dejar en el olvido que el maestro Aular fue además un hombre de cultura musical. aficionado al canto y ejecutaba muy bien el cuatro llanero. Sola visitarlo en su casa cuando regresaba de Caracas su amigo el profesor musical don Ángel Briceño, quien era flautista solista en la Orquesta Sinfónica de Venezuela.  El viento de la noche sentía soplido de la flauta de Briceño al tiempo que  don Aular chasqueaba el cuatro; sentados ambos evocando los más fraternos recuerdos, en un banco de la placita Ayacucho, donde la pareja de amigos dejaba escuchar el joropo “Adiós”, una de  las piezas inmortales de la extensa producción del maestro Briceño.  En complicidad con unos  palitraques de ron  Santa Teresa...En las noches se formaban grupos de damas debajo de la arboleda de la plazoleta a disfrutar la deliciosa música serenatera. 

En  Villa de Cura  son muchas las viviendas que hoy  pueden conceptuarse dentro del nuevo modelo de construcción que fueron levantadas por  don Felipe Aular... Edificó entre otras en Villa de Cura,  la casa de don  Narciso Pérez Acosta, frente a la Gruta de Lourdes; así como también levantó la residencia de don  Juan Bautista Hernández Pérez y la de José Rafael Hernández Pérez, que todavía señorea en la calle del Comercio. La casa de Don Adolfo Ramírez, en la calle Real con Bolívar y Villegas y el edificio que hoy ocupa la Arepera La Única, en el cruce de la calle Comercio con Doctor Urdaneta ( O. Botello. Expresión No 47/ 2002).

Es bueno recordar que  los habitantes de Villa de Cura se dedicaban fundamentalmente a la alpargatería, la talabartería, a la agricultura  y otros oficios domésticos.  La construcción de viviendas  fue también uno de ellos. La verdad es que nuestro pueblo en aquella época era de lo más tranquilo, distante de tantas penurias, en un ambiente de seguridad y de modesto desarrollo urbanístico.
  
Fueron conocidos  “Maestros de Obra” que  se destacaron en esta especialidad, los cuales se ganaron un espacio en la historia de la construcción de viviendas en Villa de Cura, a quienes hoy  venimos a recordar en lo profundo del dolor, porque ya no están. La lista nos las entregó nuestro amigo Jesús González, un viejo albañil parrandero que por años  se desempeñó en el antiguo INOS, vive en la Parroquia Las Mercedes. Por experiencia nos suministró los nombres de Felipe Aular, Aurelio Pacheco, Juan Vicente Michelena, Carlos López, José Morales, José Isabel Berroterán, Víctor Berroterán, Marcelo Almeida, Juan Berroterán, Tarcisio Moreno, Jesús María Jaspe y Pedro Blanco, artesanos que prestaron su decidida contribución a la apertura de la incipiente edificación de viviendas modernas en Villa de Cura en el siglo pasado.

La existencia es un tiempo que tiene su final. Honda repercusión y consternación colectiva fue el fallecimiento del maestro Felipe Aular Bolivar, cuando contaba 73 años de edad, el 6 de agosto de 1974. Así es amigos. cayó un árbol de roble, un  viejo albañil hijo de la villacuranidad, sin ninguna pujanza económica, lleno por dentro de bolivarismo sin hipocresía, que supo abrir el espíritu al mundo del trabajo y la cultura. En el "Museo de Tradición de Villa de Cura" reposa un compendio de información sobre su extensa obra escultórica y humanística.

De todos los hijos  de don Felipe Aular le sobrevive con 80 años de edad  el profesor Raúl Aular Flores, radicado en Maracay. 
Raúl además sabe impulsar y manejar bien las letras con gran talento, escritor autor de la obra "Analectas pedagógicas", y otro inédito,  conoce y escribe muchas historias de su pueblo.  Egresado del Pedagógico de Maracay. con desempeño docente en el Liceo Alberto Smith, Maestro de la vida hasta el final, hasta que Dios no disponga otra cosa.  La presencia de su esposa, hijos, nietos y biznietos y la oportunidad que les da Dios a la familia de disfrutar de su presencia es mejor que llevar una estrella de oro en la pechera. 

Algo de lo que sabemos nosotros de su tanta ejecutoria debíamos brindar de este modesto y gran villacurano llamado don Felipe Aular Bolivar, a su dignidad, a su singularidad, a fin que su recuerdo lejano no quede hundido en el olvido.

Que en la paz del Señor descanse usted Maestro.
 

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, marzo de 2019/


domingo, 12 de marzo de 2017

TRANSPORTE EN CARRETA Y BESTIA DE CARGA A MITAD DEL SIGLO XX EN LA VILLA DE SAN DE CURA

Transporte en carreta y bestia de carga a mitad del siglo xx en la villa de San luis de cura

    Por Oscar Carrasquel

En las primeras décadas del Siglo xx cuando en Venezuela no había llegado completo la era del transporte automotor, tanto el traslado de personas como de carga de alimentos del campo a la ciudad y viceversa, se tenía que hacer en carretas tiradas por caballos  o en lomo de burros, o en bestia mular. En cualquier parte, carretera, calle o camino real nos encontrábamos de frentes con ellos.
Por las calles de Villa de Cura, hace casi tres cuartos de siglo,  no era raro encontrarse en las puertas de los comercios los arreos sostenidos  de los  ventanales de los almacenes y las pulperías, o amarrados de una punta de eje de carreta que encajaban en el piso en las esquinas.
Siendo yo un muchacho observaba diariamente los arreos frente a la bodega de don Francisco Martínez y a la entrada de los almacenes de Manuel Melo, Norberto Ramón Vásquez, Francisco Matute y Froilán Aguirre, amarrados con un mecate de los ventanales. Previamente eran recibidos por el comisionista don Alfredo Rodríguez que fue un gran comerciante a pie.
De las primeras décadas del siglo xx se recuerda al humanista doctor Leopoldo Tosta Alfonzo, un villacurano que ejerció la farmacia y la medicina a su modo. Se le conoció mula propia, siempre andaba arriba de su mula dedicado a la prestación de un servicio social, salvando distancias, visitando y atendiendo a personas enfermas en la población urbana y rural.


                                        Mula de silla del doctor Leopoldo Tosta. Foto archivo Editorial Miranda.


En los años 1940 hasta los 50  todavía los arreos de burros y carretas transitaban por trochas angostas o malos caminos, en cuyos predios se cultivaba café, panelas, granos y otros productos, los llevaban a La Villa provenientes de El Cortijo y de las haciendas Santa Rosa y La Violeta, desde  Picacho Blanco, Platillón, Virgen Pura y otras fundaciones. 
José Carrillo,  mejor conocido como “Mano Chico” dice que siendo mozo laboró en la hacienda "La Violeta". Nos dice que  el magnate de esos lares era un señor llamado Ismael Pérez, rico hacendado  propietario del fundo. Tenía un buen arrreo  de burros y  de mulas.  "La Violeta" tenía una pulpería bien surtida, practicaba el truque de fichas por jornal para que sus obreros gastaran en su propia comercio.
Carrillo, muy conocedor nos explica que cada uno de los arreos lo conformaban siete bestias en fila india, tirados por un chicote. Llevaban un pedazos de faldo a los lados de la cabeza para direccionar el campo visual del animal. El primero lo denominaban  puntero o campanero, porque llevaba colgado del cuello una campanilla que sonaba un "tilín" al caminar y marcaba el paso para gobernar el resto de la caravana.
Seis burros llevaban enjalma para aguantar y adaptar la carga. El último  de la fila era el burro sillonero, el único que no llevaba enjalma, sino el sillón de quien era el arriero.  Pendían de la tabla del cuello de los animales unos bolsones llenos de maíz en grano para alimentarlos durante la jornada; bebían  agua en lo que se detenía la caravana en un paso de quebrada. Descendían por el camino  de Santa Rosa para llegar al centro de La Villa. De regreso iban cargados de productos que no se daban en el campo, tales como sal, enlatados, ropa mandada a hacer, alpargatas y herramientas para el trabajo en las haciendas.
Como es sabido, con el paso de las décadas llegaron el jeep y camiones, pero aún en los años 50 del siglo xx la carreta y personas sobre burros, mulos y bestia caballar se podían ver confundidos entre los escasos autos que circulaban. Cuando eso el límite de la Villa llegaba hasta la Alameda y la plaza Bolívar, lo demás como  dice el dicho,  era “puro monte y culebra”..
Cómo no voy a recordar a don Dionisio Infante si fue mi padrino, con toda su pompa montado sobre el lomo de una mula  negra que tenía marcada una  estrella en la frente. En un tiempo fue su medio de transporte desde la “puerta de campo” de su casa de familia  hasta la vaquera de La Providencia. Con frecuencia se oía el rebuzno  del animal y el traqueo de los cascos,  y las personas ya sabían que era el Negro Infante por la calle Sucre.  Regresaba con la ropa  blanca embardunada de orine y estiércol de ganado. Apenas llegaba a su casa, la desensillaba, le daba un baño, le propinaba una nalgada, y la obediente  mula regresaba por el medio de la calle Sucre, sin que ningún muchacho se metiera con ella, hasta llegar a La Providencia..
Los villacuranos de la década del 50 no pueden dejar de recordar a una mujer  llamada Nicolasa López. Era una señora feliz y muy avispada, con rasgos de campesina, vestido largo, blanca, robusta; llegaba los fines de semana, cultivaba productos en un cerro de  “Camejo”, bajaba por un camino a pie echando por delante un par asnos cargados hasta la coronilla de productos agrícolas para comerciar en los negocios de pulpería de La Villa. Compraba mercadería seca y revendía en el campo.
Otro personaje popular era una humilde mujer llamada Juanita Flores, muy conocida en el barrio Las Tablitas, arreaba un burrito  cargado de frutos del campo, bajaba  por el camino de tierra de “Camejo” cercano a Villa de Cura, donde ella tenía una parcela. Entre sus cosas traía plantas medicinales y miel de abeja. Contaban que consiguió un préstamo de 300 bolívares de los antiguos e instaló un puesto de venta dentro del Mercado viejo que quedaba diagonal con la Plaza Miranda. Venía con aves de corral, papelón, postura de gallinas envueltas en hojas de maíz, granos y verdura para darle gusto al hervido.
También  esos años era común observar montando una mula mansa  a un árabe  ya viejo y obeso, quien todo el mundo conocía como “Musiú Samuel”, habitaba una casa de bahareque por la calle Urdaneta o Cuadra Larga, casi a mitad de cuadra la cual también era tienda. En las tardes calurosas se paseaba ofreciendo en las casas cortes de tela por cuota. El viejo poseía una característica, entregaba la mercancía y recibía el pago  sin necesidad de bajarse de la mula (Cuando eso la expresión: “Bajarse de la mula”, no tenía la connotación que tiene ahora, de cobro ilegal). Mi mamá como era costurera de oficio se contaba entre sus marchantes.
Hace más de 60 años vivió en Villa de Cura un personaje peculiarmente y muy querido en el barrio Las Tablitas llamado Rosendito Martínez; hoy en día los habitantes  de la barriada vivirán  añorando a este señor, porque parecía  una panadería ambulante. Cotidianamente andaba montado sobre un burrito con un par de cestas que le colgaban a cada  lado, ofertaba: pan de piquito (parecido al ”pan francés”) pan dulce, tunjas, bizcocho redondo, butaques y catalinas. Su burrito se hizo muy conocido porque caminaba con paso acelerado:  Murió pobre Rosendo y su negocio lo terminó la modernidad, que ahora pasado tanto tiempo puso en boga las ya perpetuadas colas para poder adquirir el pan de panadería.



A este  transitar por calles y caminos utilizando medio de tracción de animal, se agregaban las carretas tiradas por caballos. Un personaje por demás  conocido fue el  señor José Heredia, un hombre pequeño y delgado, usaba sombrero de fieltro ala corta, muy activo; y por su modo rebotado al caminar, por causa de las traidoras niguas,  le pusieron el apodo de “zamuro”. Se dedicaba a transportar enseres de mudanzas,  retirar escombros, cargar material de Tejerías y botar basura. En tiempos de Carnaval lo contrataban para forrar su carreta con vistosas y bellas flores, y por los lados pencas de palmeras;  participaba en los cuatro días de desfiles de carrozas y en la octavita.  Más de una reina de las fiestas carnestolendas de Villa de Cura de la época, paseó y exhibió su belleza repartiendo  sonrisas, papelillos y caramelos montada sobre la carreta de Heredia. 
Otro personaje muy peculiar fue don Benito Pérez, un hombre  trabajador, era renco de una pierna, y se apoyaba en una muletilla para caminar. Siempre lo veíamos  montado sobre un quitrín halado por un viejo caballo. En aquellos lejanos 50 recorría las principales calles de Villa de Cura, surtiendo a la población de leche de vaca recién ordeñada, a real (o.50) cada litro, casa por casa,  procedente  de vaqueras cercanas; y luego se dedicó a la venta de kerosene a domicilio. Don Benito además se convirtió en un experto ensalmador de torceduras, del  mal de ojo y culebrillas.
Y así como en la vieja Caracas existió el famoso cochero don Isidoro Cabrera, símbolo de la vida capitalina del pasado siglo, inmortalizado por Billo Frómeta en ritmo de guaracha,. Igualmente de  nuestra Villa de Cura romántica y antañona quedaron en el recuerdos un montón  de “carreteros”  que con su trabajo pudieron levantar a una familia, como fueron el musculoso Negro Lindo, Ramón Tabares, Simón Méndez, Augusto Pérez, Benito Pérez, José Heredia, Félix Durand, Pedro Palma, Inocencio Vina, Pablo Rodríguez y Jesús María Espi, este último, hermano de don Pancho Espi, vecino de Las Tablitas.
Como es sabido en  la segunda y tercera década del siglo XX, en Venezuela el transporte movido por tracción de sangre comenzó a cambiar, por la presencia de gandolas, camiones, camionetas, jeep, etc.Uno que siente  compasión por los animales le entristece contar que los pobres burritos y bestias mular, la paga que recibieron por su largo y sacrificado trabajo, es que fueron reclutados para saciar el apetito de  animales salvajes amaestrados de  los circos,  y  de los tigres y leones en  parques zoológicos.
Resta por recordar que en aquella época  los conductores de carretas debían poseer  credencial o "título". El desplazamiento  por el perímetro urbano  estaba sujeto a  expresas disposiciones legales...Muy útiles estos medios de transporte en la época, era mejor que andar a pie...
 "!Qué gasolina en dolares náaa!", dijera nuestro paisano y amigo el difunto Sandalio Barrios.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, abril 2020


La foto de la mula del doctor Leopoldo Tosta es propiedad de Editorial Miranda, las otras dos bajadas de Internet.

LA GUITARRA DE BERNABÉ


Por Oscar Carrasquel


Íntima como un beso de boca a boca,
peregrina de la nocturnidad, 
escultura vestida de sonidos
de un  horizonte de pájaros cantores

Seis trenzas de plata se desparraman
de su cabellera Helena,
fiel compañera en el último
retazo de una noche

Su rítmico sonido celebra
la caricia de un beso,
sacude los sentidos tiernamente
de un corazón doloroso de quebranto.

Ella se retrata vestida de sonidos
en un cielo siempre azul
Iluminado por errantes estrellas,

Jubilosa de notas musicales
rescata de la alcoba de mi alma
la fuga de un dormido recuerdo
como vuelo de mariposa sonámbula.


La Villa de San Luis, verano de 2017




Stio web de la imagen: http://www.artelista.com/obra/4050165541538040-vinoyguitarra.html

jueves, 9 de marzo de 2017

DON ESTEBAN NIEVES, PATRIARCA DE UNA DINASTÍA MUSICAL VILLACURANA


Villa de Cura
Estado Aragua

                                                    Por Oscar Carrasquel

Esteban Nieves nació el 13 de febrero de 1938 en Villa de Cura, pueblo cabecera del entonces llamado Distrito Zamora, estado Aragua, Venezuela. A pocos pasos de las faldas del cerro El Vigía quedaba su casa materna, en el barrio Las Tablitas para más señas. Sus inolvidables educadoras de primeros grados fueron las señoritas  Ligia Rodríguez y Priscila Bolívar, maestras sencillas de la Villa de antaño, a quienes se les puede aplicar también el titulo de humanistas. 

Desde la infancia comenzó a despertarse en él  su amor por la música. Sin embargo nos cuenta que su andar con una guitarra lo  inicia  a los 14 años de edad; fue en una época de Navidad y Año Nuevo que recibió de regalo el instrumento de su padre,  un poeta espontáneo llamado don Pascual Nieves.

 Recuerdo que la primera vez que  lo vi tocar una guitarra grande  fue acompañando la voz del tanguero villacurano Antonio Tamiche, un artesano alpargatero que siempre lo iba a  visitar en su casa. Muy a menudo  los veía venir por el patio como unas garzas gemelas. Nuestra familia vivía al lado de la suya  y por entre una empalizada de alambre gallinero  lograba verlos cuando  se sentaban a ensayar bajo de la sombra de una mata de guásimo. Debió ser por ahí a comienzos de la década del 50. Aquella vecindad nos sirvió de vena comunicante y una entusiasta amistad que fue creciendo con el tiempo y hasta nos hicimos compadres.

Como conocedor del barrio Las Tablitas, muchas veces anduvo por sus calles en las noches tranquilas alumbradas de la raquítica luz de los postes del alumbrado público,    acompañando con su lira a otros cantantes, tales como Juan Nieves, Vinicio Jaén, Eladio Lovera, Pedro Ezequiel González, José Chacín “Gardelito”, Andrés Almeida, Agustín Ascanio, José Ángel Fagundez, Teobaldo Parra y otros juglares. 

Esteban no faltaba a ninguna de las interminable tenidas de nuestra Peña, amigo de celebraciones o de súbito dando serenatas a las damas solteras o comprometidas  que se asomaban por los postigos de las ventanas de madera en el pueblo, viéndolo a afinar su lira, en especial visitaba los sectores de Las Mercedes y Las Tablitas .

Muy bien acompañado también debió sentirse el afamado flautista de la Orquesta Sinfónica de Venezuela don  Ángel Briceño, cuando este joven músico Esteban Nieves,  en muchas ocasiones con su guitarra salía con el maestro a tocar en las diferentes casas que visitaban y tomarse sus traguitos en La Villa, San Sebastián de los Reyes, San Francisco de Asís y Magdaleno, donde tenían grandes amistades. pero sus andanzas juntos no tenía límites. La idea era sentirse contentos. 


Barriada vieja y de consolidada bohemia  es nuestra barriada  Las Tablitas, asentado al sur de la ciudad, suelo de hombres y mujeres humildes  y trabajadores que saben labrar la tierra y coser la suela, tierra que vio nacer a poetas, músicos y juglares, entre ellos, a su padre don Pascual Nieves... Pascual un poeta popular. Su encuentro con textos de envergadura le permitieron la interpretación y conocimiento de leyes. Vino al mundo con  un lápiz y una libreta en sus manos, para dibujar con versos  y editar con recursos propios aquellas frescas cartillas de aguinaldo que nos deleitaron en las décadas del 40 y 50, para animar los días Pascuales y de Nochebuena de la tierra de su querencia a la que tanto sirvió. Las cartillas de aguinaldo tenían un valor de una locha.


Raimunda Esaà de Nieves (1900-1990) fue quien trajo a Esteban al mundo, un ser especial que nació con el siglo XX, una abnegada y bregadora, mujer muy religiosa, pobre pero de bien, que supo encaminar a sus hijos y con el pasar del tiempo se convirtió en una sombra protectora para sus retoños. Siempre estaba allí en medio de sus ocupaciones, cocinando, pensativa, bordando, ya acabada por el tiempo.

Por la pluma de nuestros escritores  supimos que la historia de las Peregrinaciones  a la Virgen de Lourdes  comenzaron en la Villa el año 1904. Cuentan que doña Raimunda desde pequeña fue de las primeras peregrinas de la cofradía, inmediatamente después de su creación por el Padre Jiménez y la madre superiora Enriqueta de Lourdes.

 Por supuesto, ella era apenas una niña de  cinco años de edad, pero en las primeras Peregrinaciones  comenzaba a sorprender cantando el ¡Ave María!, con un calache  enfundando la cabeza vestida toda de blanco, de ese acontecer hace más de un siglo. Fue toda su vida rezandera de rosarios en rituales fúnebres, cantaba y rezaba en velorios de la Cruz de mayo y adoctrinaba a los niños y niñas para que aprendieran el catecismo y se formaran para la Primera Comunión. Aficionada a la repostería, se decía que doña Raimunda fabricó el típico rúscano o aliado más prestigioso de toda La Villa en aquellos tiempos.

Avanzando en esta conversa me vino claro  a la memoria el nombre de un noble ciudadano a quien se le puede endilgar el título de cantor popular como fue su hermano Adrián Nieves Esáa; consecuente bohemio y excelente amigo, dueño de un variado y nutrido repertorio musical, entonaba temas de diversos estilos: boleros, tangos, pasodobles, joropos, merengues y guasas. Cantaba siempre con una sonrisa en los labios, con una voz nasal pero  cristalina. Se  contaron  en la familia Nieves Esáa un total de cinco  hermanos,  dos hembras y tres varones, de los cuales  gracias a Dios quedan Celestina Nieves Esáa y Esteban Nieves Esáa.

 Hay quien dice –por ligereza seguramente- que el amor de Esteban Nieves por la música solo era un   hobby para identificarse en la barra de una cantina, para dar una serenata o para jugar una partida de dominó con sus amigos y vaciar unas cuantas botellitas de cerveza que en aquellos tiempos eran baratas. Pero no. Aquello era solo un decir.


“Los Tablisónicos”, así se llamó el primer conjunto musical que formó Esteban en el barrio Las Tablitas. Muy reconocido como fuerza musical primigenia en el barrio. Estaba integrado por cuatro conocidos músicos: Esteban como director y guitarrista; Raymond Pérez, bongó; Cuzate, maraquero-cantante y Natividad Jaspe, marimba. Salta a la palestra este grupo amenizando fiestas bailables de cumpleaños y reuniones familiares en toda Villa de Cura. 


-"Funcionaba  este conjunto y  realizábamos los ensayos -dice Esteban- en la casa de familia de Pedro Juan López, en nuestro barrio Las Tablitas".

Poco a poco, Esteban iba tomando impulso y descubriendo los escalones de su progreso, actuando en veladas,  en sitios públicos y reuniones sociales, hasta que promueve y funda el conjunto “Voces y Cuerdas de Villa de Cura”, el cual integraron Carlos Parra, guitarrista; Orlando Nieves, bajista; César Nieves, cuatrista; Esteban Nieves, bandolinista y director, con la alternancia de excelentes cantantes como Danny Páez, Andrés Almeida, Freddy Licón, Aurelio Carrasquel y Adrián Nieves. No se perdían una fiesta en pueblos aledaños y reuniones sociales donde eran contratados. El grupo amenizó en parte los actos inaugurales del espectacular escenario del Centro Hispano de Villa de Cura… Me ataja y cuenta el músico:

- "En esa oportunidad alternamos con la Billo’s Caracas Boys, la orquesta Los Melódicos y también con la “Orquesta Elegante” de Colombia que andaba cumpliendo una gira por toda Venezuela". 

Entre sus más importantes presentaciones también se cuentan las giras cumplidas por el conjunto al hoy estado Vargas y la ciudad de Caracas. De manera que estuvieron viajando  todos los sábados durante diez temporadas seguidas, bajo la conducción de su representante y promotora la joven Belkys Briceño, festejando la bienvenida de turistas extranjeros que arribaban por el terminal marítimo de La Guaira. Igualmente el grupo cumplió presentaciones en el Hotel Tamanaco, situado en Las Mercedes, en el Este de Caracas, alojamiento ideal para artistas y músicos que llegaban de otros países. También les correspondió alegrar con su música las funciones nocturnales, en la  célebre Quinta Anauco en San Bernardino.



-"En una ocasión - cuenta Esteban-entre los asistentes a una de estas presentaciones en la lujosa Quinta Anauco, se encontraba en el público un invitado de lujo el señor Aldemaro Romero. Recuerdo que le interpreté en la guitarra una pieza instrumental de su autoría titulada “Quinta Anauco”; se levantó de su asiento para darme las gracias, entablamos conversación  y mostró sus deseos para que  la repitiera".


Esteban, además de ser ejecutante de la guitarra clásica es también músico del cuatro, requinto, bandola llanera y bandolina y excelso compositor, entre sus sentimientos le brota el gusto por la poesía, una vez se propuso escribir una canción  entre silencios, cantos de chicharra y matas de cují, y le compuso al pueblito de San Francisco de Cara un vals en letra y música, antes que este pueblo quedara sepultado por las aguas de una represa.

Dicha pieza fue objeto de elogiosos comentarios en la farándula. En una oportunidad fue presentado este tema en la voz y guitarra del cantautor villacurano Víctor Parra Rivero, con la cual ocupó el primer lugar en un festival realizado en San Casimiro de Guiripa. Colgado en la pared delantera de su casa se encuentra un diploma con ese testimonio y otros múltiples reconocimientos.

Surgieron más adelante otros temas como “Caseda”,  una pieza dedicada al pueblo español adonde nació al presbítero Salvador Rodrígo. Otro vals de sentimiento villacurano donde cita y realza a los personajes de la población se titula: “Remembranzas de cantores villacuranos”.

Pero la más emblemática de todas es un tema de su inspiración y música, solemne, dedicado a su pueblo natal, titulada "Villa de Cura"...Dice la letra: "Recuerdo cuando niño jugaba por tus calles...Quisiera Villa de Cura mía/ cantarte hasta que un día me aleje".
  
Escucharla en la voz y guitarra de su autor, emociona; a uno  lo acosa la nostalgia, lo invita a correr como un niño por el sol. Constituyó un éxito rotundo, no solo en Venezuela, sino que la grabación recorre a través de las redes sociales parte de Europa y países Latinoamericanos. Contó con el arreglo e interpretación de una orquesta de baile española bajo la dirección de su hijo el maestro Lerman Nieves y la producción de su otro retoño Sergio Nieves...  Y sigue un conjunto de composiciones más.

Mientras discurría el tiempo  y  se educaban sus hijos  en colegios  en Villa de Cura. Lerman, Sergio y Orlando, por sus innumerables  cualidades y su talento  ingresan al grupo coral parroquial de Niños Cantores de Villa de Cura, patrimonio cultural de Aragua, creado y dirigido por la respetable y quijotesca figura del presbítero Salvador Rodrigo.

Por cierto, Esteban en su comienzo fungió de recaudador del grupo coral. Yo lo veía salir a recolectar de casa en casa las contribuciones espontáneas en su carrito Volkswagen, se mantuvo  ayudando y viviendo momentos trascendentales con esta agrupación coral orgullo de Villa de Cura y de Venezuela. Un hombre cabal, de comprobada rectitud y honradez.  Sé que estas virtudes le vienen del fervor materno. En la distancia del tiempo se las observo claritas en  las rugosidades de la piel, en los ojos  y  los labios de Doña Raimunda de Nieves.


Como es sabido Esteban Nieves contrajo matrimonio con la villacurana María Eugenia Azuaje de Nieves, conocida mejor como “Maruja”.  De esta estrecha unión nacieron: Mariela, Esteban Rodolfo, Orlando, Lerman y Sergio.

 Ya cuando estaba consolidada la familia (las cosas pasan en un instante)  la implacabilidad  de la muerte le arranca de repente  de los brazos  a su hijo Orlando, dejando una profunda incertidumbre en la familia. De manera que se da perfectamente el pronóstico de aquel poeta que escribió que la madre es “sembradora, mártir y madre”.  


En ese vaivén de la vida surgió entre sus muchachos la idea  de irse de viaje y trabajar al exterior y se fueron a España. Lerman, ya formado como contrabajista, ejecutante de bandolina, bandola llanera y pianista. Al igual que Sergio, saxofonista, junto con el tenor de voz clara y sonora Francisco Flores y  con otros músicos que conocieron allá fundan en Las Islas Canarias el conjunto orquestal denominado “Caracas”. Reconocido por sus presentaciones a través del canal YouTube y otras redes sociales en Internet.

Los muchachos se casaron, procrearon hijos, viajaron ávidos de conquistar el público de otros mundos.  Ya tienen varios años residenciados en San Sebastián y Santa Cruz de Tenerife.

Uno de los más nobles y plausibles pasos  de sus hijos fue llevar en unas vacaciones a Esteban y su esposa Maruja para que conocieran y disfrutaran del hermoso  paisaje de aquellos mares  y la vida cotidiana de  las Islas Canarias. Allá aprovecharon de visitar a “Caseda”, el pueblito del padre Salvador y otros lugares de las Islas atlánticas.


Pasear la mirada retrospectiva por la vida de Esteban Nieves es como recordar que siendo un joven de 20  años de edad ingresó a la Estación de Malariología  de Maracay, una dependencia del  Ministerio de Salud y Asistencia Social. Se prepara en metodologías de control ambiental y antiparasitaria enrolado en ese ejercito de hombres formados por el investigador trujillano  doctor Arnaldo Gabaldón... Entre 1959 y 1960. Gabaldón organizó la  primera campaña para la erradicación del paludismo o malaria en Venezuela,   pesquisando la diversidad de patologías en pueblos abandonados y en aéreas campesinas de difícil acceso.

Don Esteban fue durante  40 años un servidor público con verdadero sentido de heroicidad en beneficio de la salud humana. Había que ver lo que era subir y bajar cerros, bandear quebradas crecidas, caminar sin saber donde se iba a comer o pasar la noche, lo importante era poner la vacuna y llevar el medicamento antipalúdico, así como aplicar el dicloro definil (DDT), aunque fuera pasando las de Caín.

En las galeras de San Francisco de Cara y La Dantica, por ejemplo, la cuadrilla tenía primeramente que sondear bien el camino,  porque allí no era nada extraño distinguir un tigre mariposa asoleándose sobre una rama, y por el riesgo de encontrase en  cualquier rastrojo con la  mapanare y cascabel; pero  eso no era ningún impedimento, había que cumplir la misión de buscar  rostros, de día o de noche, sospechosas de haber contraído la enfermedad de  Chagas o  paludismo.

Entonces cabria  preguntarse ¿cuál ha sido la compensación recibida del Estado por tan nobles servicios? Por cierto, hoy todavía no han sonado las alarmas, pero se dice que los pueblos del sur del país se cundieron otra vez de este flagelo por el abandono de este programa.


Esteban Nieves, no solo domina el arte de tocar y componer, sino que es un reconocido Luthierista. Después de un sueño revelador que tuvo toda una noche, la siguiente mañana decidió dedicarse a la tarea de fabricar, reparar y vender instrumentos musicales de cuerda por encargos. Proveedor de cuatros, guitarras, bandola llanera y bandolinas para Aragua y otras partes de Venezuela. 

Una vez recibió en su casa la visita del Cronista de La Victoria doctor Germán Fleitas Núñez, con el propósito  que le fabricara un cuatro y también aprovechó para repararle otros instrumentos de cuerda a este ilustre ciudadano de las letras. Platicaron y la comunicación se ha mantenido invariable.

Nieves, reconoce que su labor de fabricante de instrumentos musicales iba en ascenso pero de repente lo arropó la severa y prolongada crisis económica que sufre el país, y debido  al alto precio de los insumos,  especialmente de la madera,  el negocio dejó de ser rentable.


Hoy, a la edad  de 78 años, muy a pesar de los embates por las dolencias reumáticas y de la tensión, nunca  doblega su espíritu y su entusiasmo por la música, todavía cree que ser joven no depende de las canas, y lo demuestra  muchas veces cuando despoja de la funda y pone a tono las seis cuerdas de su guitarra marca "Paulino Bernabé" o de un requinto fabricado por la casa  "Juan Estruch". 

Hoy en día se entregó a vivir escasamente de los recursos  derivados de su jubilación y la pensión que le paga el Seguro Social, la cual como se sabe en el día de hoy, ya no  alcanza para las primordiales necesidades y el sostén de una familia.


No quiero finalizar este trabajo sin dejar constancia de mi agradecimiento y reconocer su amable atención, por haberme abierto de par en par -una vez más- las puertas de su residencia en Villa de Cura, aquí  donde cada amanecer le regala su albor. También a la comadre Maruja y a mi ahijada Mariela. Igualmente a una guitarra grande española que me reconoció, me abrió los brazos, acudió a recibirme y me despidió con música. Esteban me dio información cuantiosa  sin lo cual no hubiese sido posible realizara este trabajo. 


A la casa que habita Esteban, para los que anhelen visitarlo y no se pierdan de una cosa buena, se llega caminado, marcando varios pasos desde la avenida Aníbal Paradisi buscando la Lisandro Hernández. Es necesario empinase en la acera y pulsar un timbre. En el solar debajo de un mango te topas con un loro común que aprendió a cantar y emite palabras  con una clarísima voz. En esta casa siempre se comparte una satisfactoria bienvenida y nunca falta una arepa recién salida de un budare y una taza de café caliente. Cierto que no provoca irse.

             Conversar con mi compadre Esteban no cansa, porque las palabras,  la música y la  poesía van parejos como una corriente que lleva un río..




Esteban Nieves, doña Raimunda de Nieves, Carlos Parra y Adrian Nieves


La Villa de San Luís, marzo 2017









                                  






COMENTARIOS

Rafael Rodriguez Galindo Saludos afectuosos a mi amigo Esteban Nieves: una persona sensible, cordial y talentoso músico. Qué bueno que Oscar lo haya referido en sus estupendas notas.
9 de marzo a las 10:38

Oscar Carrasquel Rafael, Creo que todavía estamos en deuda con Esteban, no solo por su aporte al arte musical, sino también por su contribución y esfuerzo a favor de la salud humana. Valga el comentario para acompañarlo de un gran abrazo para ti y todos los tuyos.
9 de marzo a las 11:06

Rafael Rodriguez Galindo Indudablemente, Oscar, estamos en deuda con Esteban. Estamos en una sociedad que poco reconoce los más transcendentes valores humanos, Esteban incluido. Es un reto a tomar en cuenta en una nueva Venezuela, que considere al ser humano como centro de nuestro desarrollo como país, Abrazos, Oscar, extensivo a tu gente, !!!!!
· 9 de marzo a las 17:50

Rosa Morales Agradable...artista...poco tomado en cuenta su  Arte.
11 de marzo a las 17:22


Gilda Carrasquel Esteban Nieves, cada nota hablando del amor por nuestra Villa de Cura....