domingo, 31 de julio de 2016

DON FELIX HERNANDEZ CASTILLO PIONERO DEL AGRO EN VENEZUELA Y UN ICONO DE LA VILLACURANIDAD


                                    
                           



DON FÉLIX HERNÁNDEZ CASTILLO PIONERO DEL AGRO EN VENEZUELA Y UN ICONO IMPORTANTE DE LA VILLACURANIDAD 

                                                        Por Oscar Carrasquel



 

Uno el hombre, en su peregrinar  por el difícil camino de la existencia con sus múltiples jugadas, algunas veces se camina erguido, tranquilo, y otras  cabizbajo, según se sienta especialmente el espíritu. Pareciera que el estado del alma  cambia al igual como varia el color de nuestro hermoso cielo aragüeño. A don Félix Hernández Castillo, lo observamos cotidianamente transitando tranquilo con la mirada en alto las calles de Villa de Cura,  en donde todo el transeúnte que pasa por su lado lo saluda con afecto y emoción, le extiende y estrecha la mano porque lo conoce. Gran conversador con sus amigos del mismo terruño. Ésta nota viene siendo  la semblanza de este honroso caballero, de gran simpatía que vive a través del tiempo en el corazón de todos sus coterráneos .
  
No vayan a creer que don Félix  es nativo de fuera, sino que es un hijo de puro abolengo villacurano,  una persona común, tratable, transparente, sin etiqueta alguna. Su apellido paterno fue muy pronunciado en el sector comercio y ganadero de la Villa de San Luís antigua y también la moderna. Sabe que los años disminuyen la velocidad de los pasos, y que ya no es el mismo hombre vigoroso de antes; aquel que  comenzamos a conocer en plena juventud, tal vez de 35 años, en aquella  circunstancia que me lo presentó mi finado padre allá en su negocio de la calle Real.
 
Fèlix Hernández era entonces un hombre enérgico y empinado como una planta de chaguaramos, ahora el tiempo lo obliga a caminar un poco ladeado, despacito, ayudado por un bastoncillo de aluminio que chasquea en las aceras de cemento. De clásico sombrero, bigotes blancuzcos con las puntas medio abiertas hacia arriba, buscando  el estilo de Dalí. Ejemplo de amabilísima cortesía y educación, así queremos identificar a este hombre de larga jornada. Nunca ha sido un caballero de corbata ni peluquín, pero siempre lo vemos bien vestido, inmaculado,  disfrutando  todavía de las cosas elementales que le brinda Dios.

De repente encuentra las puertas de la iglesia cerrada, observa  el reloj del campanario detenido marcando diez para las cuatro, y  se sienta en un banco de la plaza Miranda, debajo del ramaje de un cotoperiz, pensando que por algunas de sus avenidas y su verde aledaño va a desembocar el viejo  don Rafael Mosquera, para oírle contar sus aventuras de caza y pesquería por el llano, De pronto va a visitar a un amigo de sus afectos,  siempre con un espíritu que, a pesar de estar arrastrando 88 años de presencia en el mundo, no ha perdido la capacidad de alegrarse,  de soñar, de amar las cosas sencillas que nos va dejando  el brillo de la vida. 

Nace en Villa de Cura un 21 de febrero de 1928. Y  en el legajo de viejos papeles de la iglesia Matriz debe reposar su partida bautismal con este testimonio. Mucho nos habló de su opinión sobre la jornada fundadora de la tierra nativa, aunque quizá la historia no  sea siempre  la misma que cuentan los especialistas de la historia.

La madre que le dio luz fue doña María Teresa Castillo de Hernández, nativa de Tinaquillo municipio del mismo nombre, estado Cojedes. Su fundación está en discusión, pero algunos historiadores sugieren que fue en 1760. Félix recuerda con orgullo  a su padre don Manuel  María Hernández Utrera (1889-1935), natural de Villa de Cura, hijo de don Lisandro Hernández y de Ana Utrera. La cría y comercio de ganado vacuno fue su vocación. En total fueron siete los hijos del matrimonio Hernandez Castillo: Manuel Enrique, Félix Lisandro, Juan Bautista, Carmen Teresa, Ana María,  Ana Teresa y Estela María.

Acá en el viejo camposanto villacurano reposa el despojo de muchos de sus antepasados que se explayaron en otros apellidos: además de la Hernandera, siguen los apellidos Motamayor, Carabaño, Sumoza, Utrera, Pérez, Ríos, Montañez. Conocidos como hacendados, comerciantes, profesionales universitarios, agricultores y ganaderos nativos de Villa de Cura.  Por eso es que al  ponerlo a recorrer los espacios de su lar villacurano va como explorando  sus antiguas y angostas calles que llevan nombres de personajes históricos, Siempre brotan de sus nostálgicas reflexiones la transformación sufrida por Villa de Cura durante el tiempo de su infancia pasando por su juventud a la madurez. Rememorando las casas viejas aireadas, de aleros y techos de tejas, y la obligada contemplación en su memoria de la ancha casona frente a la plaza que fue testigo de su nacimiento, crecimiento y formación.
 
Nuestro personaje goza del arte de la escritura y la comunicación social,  posee una interesante monografía relevante del árbol familiar desde su raíces hasta la  ramita más alta. Habitó la familia una casa grande y ancha de grueso portón y ventanales que se levantaba frente a la plaza Miranda. Aquella vetusta casa engullida por el progreso fue convertida hoy en un centro comercial y una botica, que se asoman por la calle del Comercio de Villa de Cura. 

Don Félix Hernández es esa especie de Mecenas. Su memoria continua siendo como un libro inmenso. Recuerda con nitidez los lejanos carnavales de comparsas, de bailes en la plaza y de jugar con agua y los  festejos en honor al santo patrón San Luis Rey. De los grandes desafíos protagonizados en la sabana por el simbólico club de béisbol Ayacucho Star BBC.  De cuando concurría  de las manos de sus hermanos mayores o de su madre  a las misas oficiadas por el  cura Galindèz o el padre César Castellano. Y que la única corriente de agua limpia que atravesaba la ciudad de sur a norte es la quebrada de Curita.

Se conoce de memoria el nombre que le dieron antiguamente a cada esquina de su pueblo y con fantástica lucidez, los nombres y apellidos de las familias que habitaron cada cuadra de La Villa. Muchas de estas viejas vivencias las dejó estampadas con precisión en las páginas de la revista Expresión, una publicación de lujosa calidad y presentación editada por la editorial Miranda de Villa de Cura, en tiempos recientes. Es también narrador de agradables anécdotas, lector apasionado y conocedor de la cultura como son la literatura y la historia.

Nunca ha incursionado en el mundo de la política, pero ha seguido atento los acontecimientos que desequilibran a su país como un  observador imparcial de recto juicio. Siempre gozó de consideración y respeto de parte  de los partidos tradicionales incluyendo los del partido Comunista, con quienes no tenía complejo de reunirse en franca camaradería. Muchos de ellos fueron sus condiscípulos y la amistad visible y respeto la mantuvo siempre con el poeta José Manuel Morgado, Oscar Morgado, Félix Valderrama, Víctor Hernández Ramos y otros que nombra en sus conversaciones. Aparte de estas consideraciones muy amigo del "Negro" José Nuñez y del bardo y cronista villacurano Vinicio Jaén Landa, y de tiempo en tiempo, cualquier día le dispensa una cordial visita a su amigo don Roger Barreto a disfrutar de su compañía y de un aromático cafecito, como también conversa con el común amigo Chencho Adames Aponte, en la Editorial Miranda.

Si algo también almacena con nitidez su memoria fue el paso en los años 20 de la caravana de autos precedida por el General Juan Vicente Gómez, cuando hacia su recorrido de Maracay a San juan de los Morros, adonde acudía con asiduidad el general Gómez  a tomar rociados de las sulfurosas aguas en las corrientes de los baños termales. Debe tomarse en cuenta que muchos años atrás el paso principal era por la calle Sucre saliendo por La Garita, antes de ser la calle Bolívar la más importante. 

Estudió en la escuela Arístides Rojas donde cursó la primaria completa. Cuántas veces no cruzaría aquel niño la plaza Miranda, con sus pantalones cortos y medias a la altura de la rodilla y un bulto de cuero colgado a la espalda para asistir al colegio. Emprende su carrera de bachillerato en el Liceo Germán Roscio de San Juan de los Morros, y de aquí pasó a continuar y terminar su jornada de estudios de secundaria en el Liceo Pedro Gual de la ciudad de Valencia.

De regreso a Villa de Cura y  debido a las escasas oportunidades de empleo no le quedó otra cosa que aprender y dedicarse  a la manufactura de objetos de cuero en una Talabartería de La Villa y  posteriormente se dedicó a la venta de periódicos a los transeúntes en la calle, para proveerse de los realitos. Pero resulta que otra era su meta.

En esta encrucijada de saberes fue técnico estudioso del progreso agrícola en Venezuela que arranca en  1932, por iniciativa del gobierno del general Juan Vicente Gómez, con la creación de la Escuela Practica de Agricultura con sede en el sector La Providencia en Turmero estado Aragua, Integrante de la novena promoción de Peritos Agropecuarios egresada  el  año 1947, siendo director el ciudadano Alfredo Lozano Villegas; institución que realizó labor de extensión agrícola y pecuaria, siembra completa y pioneros de la mecanización de la tierra en casi todo el país, poco antes de que surgiera la Facultad de Agronomía de la insigne Universidad Central de Venezuela.
 
Egresados de la  promoción en los años 44-46 de esta escuela agropecuaria se recuerdan igualmente los nombres de Jesús Filardo Rodríguez, Alfredo Fontiveros Contreras, Tirso Ramos Graterol, Ciro Añez Fonseca, Waldemar Cordero Vale, Eduardo Cholett, Concepción Quijada, Ildegar Pérez Segnini, Julio Montenegro S, Argenis Vivas; así como  otros empresarios del campo que comenzaron desde abajo y  después de mucho esfuerzo y trabajo se hicieron grandes patrones. Casi todos los nombrados fueron a tener a territorio del estado Portuguesa, convirtiendo esa región en unos de los más importantes polos de desarrollo agrícola y pecuario que conoció el país en toda su historia. Llamado en tiempos no muy lejanos "El granero de Venezuela".

Protagonistas del Plan Nacional Arrocero, creando y  orientando la marcha de los centrales azucareros, programa impulsado y puesto en ejecución por el comerciante y economista apureño Saverio Barbarito desde la otrora Corporación Venezolana de Fomento. Estaba en ese momento en ejercicio de gobierno la Junta de Gobierno presidida por el coronel Carlos Delgado Chalbaud. El  que  escribe esta nota vivió por espacio de 40 años en esa zona portugueseña y le resulta muy triste decir  que, lastimosamente hoy no queda sino la sombra de todo aquel emporio de progreso.

Félix Hernández Castillo, sintió que el amor es para toda la vida, conoció,  compartió  canciones y paseos, se hicieron novios y casó con la joven Piedad Bencid Olivo, de origen marroquí, nacida en San Juan de los Morros el 28 de abril de 1928; de esta unión surgen cuatro hembras: Gloria Coromoto, Diana María, María Soledad y Cecilia Isabel; toda la camada nacida en Villa de Cura, integras de intelecto de formación profesional en distintos saberes humanos. Un padre responsable ejemplar que supo encaminar a su familia. Quizá su mayor triunfo fue la educación de sus hijas quienes además aprendieron a leer perfectamente las lecciones de la madre, No se dejó abatir por ninguna dificultad que pudiese haberse hecho presente y siempre estuvo alerta para hacerle frente. 

Félix Hernández Castillo, en el apogeo de su juventud desechó la idea de acogerse al plan de entrega de tierras y créditos del gobierno a los técnicos egresados de La Providencia y se quedó  anclado en La Villa. Pasado el tiempo   logra crear en sociedad  con su primo Luis Besson Carabaño, un pequeño negocio, una distribuidora de alimentos para animales, medicina veterinaria y demás insumos   para la industria agrícola y pecuaria,  ensanchada con la comercialización de textos y folletos para la enseñanza de la agricultura y la cría, y al mismo tiempo fomentar las bibliotecas en los fundos de los valles de Aragua y de los llanos centrales. Esta agencia tuvo su sede única al final de la avenida Bolívar a salida de Villa de Cura hacia San Juan de los Morros. En un aviso comercial  hacia la calle, al lado de la casa de familia Albano, podía leerse visiblemente en un cartel: “Hernández & Besson”. 

Cargado de años, a veces lleno de alegría, otras de tristeza, de satisfacciones y sinsabores. Su figura elegantemente vestido semejando  a una joya antigua, con la acumulación de  una gran experiencia y consagración al agro y la cría en Venezuela, dignificando la que fue su amada profesión. Don  Félix,  gracias a Dios, se mantiene activo en la vida, aprovechando el tiempo para contar las sonrisas que pudieran llenar un día y recordar los sueños  que tienen sus noches.  

Muchas veces  lo  hemos visto asomado por el marco de un ventanal de su apartamento de la calle Real, o lo hemos encontrado en un cruce de una esquina, o nos hemos detenido en una conversa hora y pico en un banco de la plaza Miranda bajo  los arboles corpulentos repasando recuerdos; o,  dejando pasar un chubasco  bajo el saliente alero de algún sobreviviente caserón de nuestro pueblo, con sus ojos perspicaces palpitando detrás unos espejuelos oscuros, y su robusto cuerpo sostenido por las dos manos apoyadas sobre su bastón de cuatro bordes que de vez en cuando golpea lento en la áspera acera.

Guarde pues  nuestro  Dios creador a este gran hombre, como ejemplo y honra de las generaciones presentes y venideras. Un abrazo largo interminable para don Félix Hernández Castillo, amigo hasta lo infinito, en el afecto y la unión.

                                                                                                 


   
                                            Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, invierno de 2016





CUMPLEAÑOS 90 DE JUAN HERNANDEZ CASTILLO
 (HERMANO DE FÉLIX HERNANDEZ CASTILLO)
LUGAR Y FECHA: Caracas, 24 de junio de 2016


De izquierda a derecha: María Soledad Hernández Bencid, Betsabé Flores Hernandez, Miguel Morales Pérez, Cecilia Hernández Bencid, Arlene Zamora Hernandez, Milagros Hernandez Cerró,  Diana Hérnandez Bencid, Mariela Flores Hernandez, Alfredo Rodríguez Hernandez, Álvaro Flores Hernandez, Beatriz Flores Hernandez, Gloria Hernandez Bencid y Luis Flores Hernandez

(Sentados de izquierda a derecha Félix Hernandez Castillo y su hermano Juan Hernández Castillo)


COMENTARIOS

Cecilia Hernandez de Barroso 
11 agosto 2016


Estimado Sr. Carrasquel:

Quien le escribe, Cecilia Hernández de Barroso, la hija menor de Félix Hernández. Quisiera expresarle el más profundo agradecimiento por tan hermoso relato de la vida de mi querido papá.

Quiero felicitarlo por esa redacción tan amena y agradable, y muy especialmente por ese conocimiento que expresa de la persona de mi padre.  Como le comenté a mis hermanas usted lo conoce mejor que su sombra.

Aunque no lo conozca directamente, a través de sus líneas puedo reconocer a una persona sensible y humana, con un corazón noble y un don especial que al escribir transmite hermosos y profundos sentimientos a  sus lectores. Dios lo premió con el don de la escritura, ya que con ella puede reconocer a personas sencillas del pueblo villacurano, expresando su fidelidad y amor por esta tierra que los vio nacer, como es el caso de mi papá. 

Nuevamente mil gracias por ese hermoso escrito, que significa mucho para mi Papá y un regalo invaluable para mí y mis hermanas.

Dios lo bendiga y le permita seguir escribiendo por largo tiempo sobre mi pueblo y su gente y lo conserve con esa sensibilidad tan especial.

Reciba mi más cordial saludo,

Cecilia Hernández

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Oscar Carrasquel 
12 octubre 2016

Para Cecilia 
La Villa de San Luis, 10 de octubre de 2016

Estimada amiga y coterránea:

     Le escribo esta nota para agradecerle los elogiosos comentarios  derramados en su comunicación, los cuales guardan relación con una exaltación evocatoria, que sin pretender ser periodistas, escribimos con sentimiento de afecto sobre la figura de su padre y gran amigo nuestro, Félix Hernández Castillo, un hombre lleno de historias diferentes y con un talento quijotesco. Recuerde que el hilo de una narración depende mayormente del entrevistado.

     Hace tiempo escribimos en revistas y periódicos sobre  La Villa, su gente y el tránsito de sus personajes que son gentilicio de la tierra donde se nace. Y hace tiempo también teníamos contraída esa deuda con la figura de su padre. Y hoy, a juzgar por la satisfactoria manifestación que nos hizo saber Félix y por la buena acogida que ustedes le han dispensado  a esa modesta crónica, nos alegra el corazón de haberla saldado. En nombre del blog www.letrasdeoscarcarrasquel.blogspot.com configurado por la profesora María Teresa Fuenmayor le reitero grandemente nuestro agradecimiento por sus conceptos y mucho me complace saludarle en esta gratísima ocasión. Vayan estas palabras acompañadas de mi afecto y consideración a toda la familia.

 Atentamente,

 Oscar Carrasquel.

martes, 26 de julio de 2016

EL ROSTRO DE LOS AÑOS


                                                                Por Oscar Carrasquel



Aquí estoy otra vez
frente a la estatua de Leo
reventando otra hoja
de mi almanaque

Recorriendo la vía
por donde ha transitado
el vetusto ferrocarril de los años

Veloz
como una estrella errante
con  un  ruido como tripas retorciéndose.

La luz de la mañana se abre
como por un agujero de sombra,
para abrirse paso
por entre un boscaje con pájaros.

Hoy ese montón
de flores blancas de mi apamate
se esparcían con el sonido del viento.

Afuera se oye un gorjeo
de paraulata errante
siguiendo la luz de un relámpago.
rebuscando la  nueva estación que vendrá.
.
                                                           Julio27 de 2016

jueves, 21 de julio de 2016

DOÑA EVENCIA RAVELO DE SÁNCHEZ



DOÑA EVENCIA RAVELO DE SÁNCHEZ


Por Oscar Carrasquel


El tiempo vivido envuelve un universo de añoranzas que  muchas veces convertimos en lagrimas de dolor cuando ella se ha ido. No queda otro camino que ver a la madre en un retrato, sobre una repisa, con una dedicatoria  al reverso; o  tal vez su nombre puesto por un nieto o biznieta en una hoja de papel en blanco.. 
Doña Evencia Ravelo de Sánchez, había nacido en Valle Morin el 01 de junio de 1924, hoy municipio San Casimiro, estado Aragua, un conglomerado fundado hacia 1830 en tierras donadas por don Vicente Morín. No obstante, de acuerdo con datos aportados por algunos historiadores  fue en 1790  que fue establecido como centro poblado. 
Se llamó inicialmente "Sabana del Valle", luego pasó a llamarse "Valle de los Morines". Hoy conserva el nombre de "Valle Morín",al pie de una montaña, lleno de gente laboriosa,  de un clima maravilloso y un paisaje muy hermoso. 
Doña Evencia Ravelo de Sánchez fue una mujer vital, humilde, siempre risueña, también fuerte en las penurias. Siendo muy joven recorriendo trochas y caminos se despegó de su lugar de origen. Por buscar otros rumbos, por andar otros  caminos; se aposentó en Villa de Cura. Formó numerosa descendencia al lado de su esposo don Julián Sanchez, un hombre de varias labores dotado de talento para componer y recitar décimas del folclor aragüeño. 
Doña Evencia dejó este mundo terrenal el 18 de julio de 2016, sus restos reposan en el viejo cementerio de Villa de Cura... Con su estilo de vida venía produciendo  ejemplo regando buena semilla...La fe en Dios y María Santísima.  Ayudar a levantar un hogar, sus hijos, nietos, su hermano y hermana y amistades fueron  los dones que pudo  disfrutar al máximo la señora Evencia en su existir.. 
Las ataduras de la soledad y el silencio rompen hoy la oscuridad para recordar que este 18 de julio se cumple un aniversario más de su viaje al Reino Celestial. Que Dios le de el descanso eterno.
                                                     

          DOÑA EVENCIA

Llegó a este mundo 
en un hogar de antiguas familias
asentadas en este valles aragüeño
en donde pudo disfrutar
de muchas auroras

Los avatares en los días 
de su paso por la vida 
nunca le quebrantaron el alma

Amó a la naturaleza,   
nació y creció 
en un remoto paraje
de rebosantes cascadas
de pájaros montaraces

Entre cristalinas quebradas
de milagrosas y sulfurosas aguas
que nacen en la espesa.montaña

Aprendió de las tempestades,
del silencio de tantas auroras
y del mensaje que deja 
la voz de Dios en los altares.

Atesoró un montón de alegrías 
repartiendo una lluvia de afecto
entres balcones y huertos

Hace algunos veranos  
que se convirtió en luz,
dejó de recorrer senderos
para ir a donde moran las estrellas
.
¿Cuántas  noches de insomnio
pronunció su lenguaje solidario 
para darle aposento al peregrino?

Con imaginable certeza 
contaba historia de los Morines
tejiendo y destejiendo añoranzas
de aquel cielo y hermoso valle.



Oscar Carrasquel.  La Villa de San Luìs/2021
.


viernes, 15 de julio de 2016

ANA ISABEL



   
                                                           Por Oscar Carrasquel



Con su ojos achinados
y su rostro por Dios iluminado

su mirada es un ángel de azabache

Cuando crezca  la noche 

y hayan prendido todos sus luceros
la luna iluminarà su trono
por ser ella la dueña de la noche


Al unísono 
y  en una sola voz
bajo los aleros del reencuentro
se encenderá el penacho 
para desearle a Ana Isabel
¡Feliz cumpleaños!




                                            La Villa de San Luìs, 12 de julio de 2016

                                             


COMENTARIOS

Gilda Elena Carrasquel Córdova 16 de julio de 2016, 17:55

Hermoso poema. Inspirado en un ser humano especial, un Ángel, mi Anita


Sitio web de la imagen:  http://eldesastredemaria.blogspot.com/2013/11/gifs-animados-y-glitters-de-felicidades.html

sábado, 9 de julio de 2016

LOS MILAGROS DE LA LUNA





Por Oscar Carrasquel



A la poeta Ivone Luna Francès



Una primicia trae hoy el cable
que tiene de cabeza a los Astrónomos
Resulta que en Marte, el  planeta,
por el blanco azul de su firmamento
en las noches destacan dos lunas a la vista:
Fobos y Deimos -los científicos las bautizaron-

Dulcemente el planeta Tierra
posee una preciosa luna de manso silencio
Que se mira  de noche en el estanque 
escoltada de su gabinete de luceros
Ivone, llamamos  a nuestro magnifico Astro.
Ella se juega con las flores y  se peina con el viento.
Siempre vence los dolores,
nunca está ausente,
ni se esconde de los humanos.

                                                                    La Villa, julio 2016


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COMENTARIOS

IVON LUNA FRANCES 
10.07.2016  7:21 a,m,
Waaoooooooo Diossss Mioooooo...¡QUÉ BELLEZA! DIOS BENDIGA TU PLUMA, POETA CARRASQUEL, ESTA LUNA MAÑANERA  TE BRINDA UN APLAUSO SINCERO POR TUS VERSOS ROMANCEROS EN LA DISTANCIA INEXISTENTE
Mil millones de sincera gratitud por visualizarme en tus letras

OSCAR CARRASQUEL
10.07.2016  7:56 a,m,
Recibido, poeta, que tenga un domingo dichoso. Gracias a usted por esa pose magnífica, Un abrazo.



PEDRO MEJÍAS "EL POLLINO" CONOCIENDO SU TRABAJO Y SUS DESVELOS



PEDRO MEJÍAS "EL POLLINO" CONOCIENDO SU TRABAJO Y SUS DESVELOS



 Por Oscar Carrasquel



 Hoy venimos, no para hablar  de Constantino  el emperador que fundó a Constantinoplia, sino que vamos a referirnos a Pedro Mejías El Pollino. A evocar momentos de su vida.  Así le decían en una época pasada a este personaje popular en Villa de Cura,  y él nunca se ofendía ni se disgustaba, y como prueba cabe la anécdota siguiente: 

Decían sus amigos que un día ingresó con unos tragos a la casa de una señora a quien apodaban   "Rosenda La Burra",  dueña de una pensión, entró de sopetón pidiéndole la bendición a la doña hincando una rodilla. Cuando Rosenda sorprendida le preguntó porque le pedía la bendición, Pedro le respondió con su risa jodedora: ¡Es que tú eres mi mamá burra y yo  el pollino! Y uno y otro estallaron de hilaridad.  Así era el comportamiento campechano de este personaje popular que adondequiera irradiaba alegría. 

La verdad que el trajinar de la vida de Pedro Mejías no fue nada fácil, más bien  fue largo  el trayecto,   incesante y de sacrificio. Yo que lo conocí en mi juventud voy a hablar de algunas de sus cosas las cuales todas llevan el sello local. 

Incansable trabajador que se destacó en varias actividades y  oficios. Como ya dije, nunca tuvo inconveniente de atender por su sobrenombre. Un hombre sano, pequeño de estatura, de cabellera  abundante que le caía de un lado de la frente , delgado, blanco, de dentadura curva.

Un hombre del pueblo, recto, sin torcer el rumbo, se distinguió por realizar cualquier trabajo honesto que se le atravesara para  sobrevivir y sostener a una familia. De espíritu guasón, responsable, de buen carácter . Fue vendedor de raspados, peón de almacén, alpargatero, barman, botiquinero; por  allí  lo vimos en los años 50 por la calle cargando víveres, empujando un carretón de tablón con el cual distribuía en ocasiones los pedidos de  los almacenes. 

Se desempeñó como barman, para lo cual debía de arreglarse y vestirse con  ropa de sastrería  y corbata  de lazo encarnado, para servir  las mesas en  el Club  Social  que existió en La Villa ubicado en la calle Miranda,  particularmente en celebraciones de boda y fiestas de 15 años, siempre bajo las ordenes de su cuñado, el siempre recordado barman don Samuel Flores.

Fue caletero a pulso en el negocio de don Manuel Melo y  en el almacén de don Enrique Piñero, mesonero de sitios noctámbulos  como el bar Sabery, el Nith Club mas elegante que tuvo La Villa,. Igualmente fue dependiente  del  Bar Palumbo,  un negocio que tenía adosado un salón de billar siempre atestado de parroquianos, ambos establecimientos ubicados por la calle Bolívar.  

Don Samuel Flores, quien mucho lo apreció y fue su cuñando fue quien le enseñó  el oficio de alpargatería que desempeñó algún tiempo a su lado.... .Muchas veces lo veíamos andar por las calles pedaleando una bicicleta marca Raleigh, ring 28, que según él  había adquirido por 100 bolívares.

Convirtió en costumbre participar en pruebas ciclísticas de bicicletas de paseo en días de fiestas patronales..En una competencia cayó al suelo con todo y se negó que lo llevaran al hospital, solo pedía que le dieran de tomar una chicha de Gregorio bien helada. Esto lo contaba en la Peña el poeta popular JM Morgado.. 

Formó un hogar de mucho respeto. Habitó  siempre una casa con su esposa y todos sus hijos en la calle Doctor Rangel de Villa de Cura, haciendo frente con la casa de familia de don Pedro Ezequiel González, quien fue su gran amigo.

El oficio donde estuvo mayor tiempo fue como vendedor de raspados. En todas las calles  se le veía irrumpir, y donde se desarrollara algún evento, pero su parada tradicional fue en la Plaza Miranda en la misma acera del "Cine Ayacucho" donde ofrecía cotidianamente sus raciones de cepillados de distintos sabores y colores, ahí se estacionaba todas las tardes antes de la función de vespertina.  

Fue un vendedor ambulante muy pulcro, usaba siempre una bata limpia  almidonada y una cristina militar color blanco. Uno lo admiraba por su gran higiene, se la pasaba lustrando con una toalla su máquina que cuidaba con esmero como si fuera parte de su vida.

Esa forma de trabajar usando un carro raspadero la fue cambiando y él mismo acondicionó una vieja motoneta de tres ruedas  con un cajón  bien equipado, donde llevaba las panelas de hielo y acomodaba las botellas de sabor artificial para acompañar su trabajo. En definitiva, Pedro El Pollino encontró en la rutina de este trabajo la mejor forma de ganarse la vida y mantenerse activo.



                                                     


La última labor que le vimos realizar, ya bastante disminuido por los años  y con la voluntad  resquebrajada, fue la de recolectar latas  vacías de cerveza y refrescos en una mochila colgada sobre su hombro. Esto fue  lo último que su fuerza física le permitió realizar en los últimos años de su  existencia. Como bien pudimos apreciar su vida fue siempre desarrollar un trabajo sin esperar regalías.

Pedro Mejías murió hace unos cuantos años, pobre pero apreciado por todo el mundo,  su atractiva figura quedó en la memoria  de un pueblo sano, apacible, trabajador como era antes.. Nada más grato que traer el imborrable recuerdo a este  amigo  y darle las gracias hoy por sus cuentos y brindarnos su amistad.

Oscar Carrasquel. Villa de San Liis, invierno de 2016/2021

Fotos archivo cortesía de un familiar
Publicación y diagramación Ramón Alfredo Corniel.








miércoles, 6 de julio de 2016

LOS ARRENDAJOS VOLARON POR EL SENDERO


             
          Por Oscar Carrasquel


Yo  lo sabía
de mi primera maestra/
que  eran del viejo mundo 
originarios

Atiné la pareja de arrendajos

cuando mis manos alcanzaron 
a tocar  un canasto
en una rama guindado

Fue un día que yo andaba

a las iguanas silbando.
Eran todavía polluelos
pero ya estaban emplumando

El humilde Ángel María 

-El del rancho de “El paso”-
Me explicó 
que los pichones eran hermanos/
por eso les puse por nombre:
“Plimo” y “Plimiano”.

El viejo campesino 
me advirtió de antemano/
como mi maestra de primer grado/
que los pájaros 
no deben  estar enjaulados/
pero yo/ 
zagal travieso le puse poco cuidado

Fue creciendo  su plumaje

de colores encantados,
sus ojos oscuros de ancianos/
sus alitas de color azul/
con sus pechos anaranjados

Con sus picos afilados/

flechaban los insectos
que pasaban por su lado

Pero su dieta 

era de un solo sabor:
pulpa de plátano maduro
y corazón de cundeamor

Trás su mundo sencillo/

apenas despuntaba el alba
oía sus alegres trinos
taladrando lejanías

Remedaban el agujerear
de un  pájaro carpintero 
que llegaba a laborar
en una rama de guayabo

Mi corazón se doblaba de pena 

de mediodía para abajo 
cuando imitaban el golpear
de las horas que daban
los badajos en el campanario

Las horas viejas pasaron
y mucho dolor me causó/ 
cuando  por el remoto sendero/ 
aprendieron a marcharse
como si fueran arrieros. 


                                               La Villa de San Luís, 2016