viernes, 29 de marzo de 2019

DON JULIO ROJAS "POLITO" SACADO DEL SOMBRERO DE UN MAGO






DON JULIO ROJAS "POLITO"  SACADO DEL SOMBRERO DE UN MAGO

Villa de Cura, 
estado Aragua

Por Oscar Carrasquel

               
Por la historia menuda de este pueblo de Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, han pasado muchos hombres venidos de otros lugares, y son muchas las veces que nos topamos con su recuerdo; tal es el caso de Julio Rojas el popular POLITO... Cuando contaba 28 años de edad llega como transeúnte a esta Villa de San Luis  que entonces contaba con apenas seis barrios, un pueblo discreto, olorosas sus calles a aliento de asnos y mulos . Comentan que este caballero de andar errante era oriundo de la República de Colombia.

Julio Rojas fue un hombre que se movía en los ámbitos de la radiodifusión en Caracas y en el mundo circense independiente. No había pueblo que no visitara. En los días cuando Julio se movía de sitio en sitio, precisamente en unas fiestas patronales de San Luis un 25 de agosto, pasó por el pueblo de Villa de Cura, se metió por los lados de la Iglesia Matriz, tomó un baño en el riachuelo “Curita” y aquí se quedaría hospedado pata siempre. Habitó una casa de vecindad formando un triangulo con el “Bar Deportivo” de  don Pompilio Martínez y bodega "La Loca"  de don  Francisco Martínez, en la calle Guárico, subiendo hacia el barrio La Represa. Julio era un ser tranquilo y humilde, de sonrisa cordial, delgado y pequeño de estatura. Con sombra de indio en su rostro. Algunos amigos de La Represa me contaron haberle conocido compañera de vida en  El Toquito viejo.

En alguna parte o pueblo donde anduvo entregado a su espectáculo le pusieron   “Culebrero” de remoquete; pero la gente en la Villa que no se le hace agua el ojo para poner sobrenombre, le hizo conocer después con el apodo de "POLITO" y así se quedó hasta los últimos días de su vida. Para más ñapa al rancho de zinc donde vivía y tenía su negocio le puso un avisito  en el cual se lee "Casa Polito".

Conversador e infatigable viajero, y explorador de fiestas patronales y ferias en ciudades y pueblos de todo el país. Nacimos y crecimos en este villorrio y por ello le seguimos los pasos a este personaje  con dotes de artista de circo. Tuve la oportunidad de visitarlo y conversar mucho con él.... Polito era también retratista de calle, era común verlo con una Polaroid entre las manos vendiendo fotografías  al minuto en playas, fiestas y ferias. en bautizos y matrimonios.

Como es de recordar, se enrollaba alrededor del cuello una enorme "traga venado" que obedecía a su dueño con un pequeño silbato de sus labios; la serpiente le seguía la corriente y cumplía sus órdenes, por eso tuvo la ocurrencia de ponerle el nombre de “María Cristina”; Es sabido que con este nombre se conocía a un antiguo porro de moda de la época. Delante del público, luego de cumplida la exhibición, la enorme culebra se introducía y se acoplaba ella sola dentro de una maleta de viajero.

Un hombre de mundo, extravagante. Julio se movía a pié por toda la pequeña  ciudad, vendiendo pomadas y mejunjes de manteca de culebra envasados  en  laticas de botica. A todos lados le acompañaba  “María Cristina”; estirándose con la cabeza levantada. Desde lejos uno podía escuchar el pregón y guindado del cuello un cartel donde se leía: "¡Llevo el remedio para los hombres que dicen que raspan y raspan...y no raspan nada!"

Para los niños tenía un espectáculo muy singular .Pudo crear dos muñecos del tamaño de un ser humano que siempre llevaba oculto en una maleta de cuero, ambos vestidos con flux de casimir y corbata. Tenían gesto, mirada,  voz, y reían como seres humanos. Yo de ellos me acuerdo clarito, a uno lo llamaba "Pancracio" y el otro "Doroteo". Los muñecos movían la quijada, repartían besos y el ventrículo los hacía filosofar y decir cuentos con humor infantil.
 
En algunas ocasiones, en plan de centavos, "Polito" se lanzaba a la calle en la tarde- noche, a moler valses criollos, cumbias y pasodobles en un pianito mecánico y formaba la parranda en los botiquines de La Alameda o cualquier espacio público. Al terminar estiraba un raído sombrero donde el público reunido le depositaba pequeñas recompensas.

Su casa era un santuario y tienda natural a la vez. Colgados en una pared había una galería de cuadros de Santos. Abundaban en las paredes una gran telaraña de plantas aromáticas  disecadas para inventar brebajes,: sábila, mejorana, laurel, eucalipto, conchas de drago, hierba mora y cariaquito morado del legitimo. Uno pasaba por el frente y en una gruta veía una ristra de velas alumbrando a toda hora como una hoguera. No le gustaba que lo llamaran "Yerbatero" porque que era sinónimo de brujo.

                                              Fachada de la "Casa Polito" en la calle Guárico

Sanaba a niños lombricientos, aliviaba dolores reumáticos a las personas que lo padecían. A los picados de araña o alacrán los curaba. Socorría a cualquiera picado de serpiente; igual al que necesitaba ensalmar una erisipela brava o una culebrilla de las llamadas "sapa"...También  se hizo experto en sacar “mal de ojo” en los niños. Preparaba una cerilla para aliviar el dolor en una muela careada.

Personas mayores que se asomaban por la ventana de las casas del vecindario me contaron que, era frecuente ver llegar los fines de semana a su casa a muchas figuras  de la farándula caraqueña y cantantes de música llanera que venían de visita. Llegaban en lujosos automóviles a la primera tienda naturista del pueblo.  Afirman que vieron llegar  de visita Valentìn Caruci, Magdalena Sánchez, Andrés Cisneros y Ángel Custodio Loyola, y otros amigos de los tiempos cuando trabajaron juntos en Radiodifusora Venezuela en Caracas. Me contaron que conservaba una guitarra española del cantor Andrés Cisneros, que la dejó a guardar y no la vino a retirar nunca. Polito no era un hombre totalmente abstemio, a veces  dentro de su tienda le quitaba la tapa a un frasco de Santa "Pecho cuadrado para quitar el frío de la garganta", como me recomienda  él  cuando conversamos.

Un día lo vino a recoger la muerte a la casa que habitaba y donde funcionaba aquella  especie de botica popular, para conducirlo a la eternidad. Sobrepasaba su humanidad en aquellos días la dureza de 100 años de vida. Se sabía la edad que tenía porque él mismo lo regó en el vecindario.

Rendimos tributo de respeto y admiración a este hombre-medicina y personaje de la vida popular villacurana. El cual cuando estaba mozo pasaba de largo con su fantasía por Villa de Cura, en temporadas de fiestas, pero luego se convirtió en morador de la ciudad. La verdad es que uno no es de donde nace, aquí en esta tierra  quedó sembrado como un hijo más para siempre.


Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, marzo 2019
Diagramación y fotos cortesía de don Ramón Alfredo Corniel

sábado, 23 de marzo de 2019

¡LA PUÑALADA!


No sé porqué en estos días estuve recordando bastante a un sitio de comida buena y barata que conocí en jurisdicción de la pintoresca población de Agua Blanca, municipio Araure, estado Portuguesa, Venezuela, a comienzo de los sesenta. Ubicada a orilla de un camino solariego que lleva a la EPA (Escuela Pràctica de Agricultura). La mujer que la regentaba se llamaba sencillamente “Fidelina”. No recuerdo bien claro si era vecina del pueblito araureño.
.
Tenía ella una venta de empanadas cerca a un campamento de trabajadores bajo la sombra de una mata de mango, camino a la Represa Las Majaguas y vendía tanto su producto que prácticamente no se daba abasto. Las empanadas tenían el valor de un bolívar con cincuenta céntimos (1.50) grandes y abombaditas y con diferentes rellenos (carne, pollo, riñonada, chiguire, queso de mano, mixtas, como el cliente la exigiera). Aún cuando alguien las encontraba cara, la mayoría buscaba a comer para casa de Fidelina.
Yo, como me la hecho de indagador de las cosas sencillas y testigo de otras de la vida se me ocurrió preguntarle un día  a la doña; cuál era el secreto para la elaboración de tan ricas empanadas; y el nombre de aquel puesto de comida, a lo que ella me respondió que, como podía observar se trata de un pobre ventorrillo que no necesita publicidad y menos bautizarlo con un nombre.
Pero como nunca faltan las cosas casuales en la vida, entre aquel grupo de comensales llegaba siempre un joven experto en la conducción  de màquinas Caterpillar, tractorista, caraqueño, guasón, que traìa de la Capital el sobrenombre de “Superloco”; muy echador de broma, parecía un niño eterno. Iba todos los días a comer, aunque contrariado y rezongón. Casi siempre que llegaba tenía la costumbre de hartarse cuatro empanadas, un vaso de jugo de naranja y un café. Todo el mundo sabía de la sarcástica actitud cuando el caraqueño le tocaba pedir la cuenta de lo consumido:
--¡Dame Fidelina, la puñalada!
--¡Son seis bolívares y cincuenta céntimos! Le respondía la catira
Lo que quería contar es que una media mañana dominical que yo iba para el pueblo, me paro en la venta de comida, y vi un aviso que relumbraba con el sol en el patio, una inscripción en letras grandotas donde se leía el nombre de la venta de empanadas:
                                                                ¡LA PUÑALADA!
Hoy amanecí recordando la buena sazón de la comida de Fidelina y las diabluras de “Superloco”, y con un gesto nostálgico por el gran valor que poseía nuestra antiguo signo monetario; rememorando aquel día que me atreví preguntarle a la noble mujer por el nombre de su negocio y ella me contestó que aun no lo tenía.

  Araure, Portuguesa, Venezuela, agosto de 2018

jueves, 7 de marzo de 2019

RÍO TUCUTUNEM0

aatcutunemo.jpg

RÍO TUCUTUNEMO


                     Oscar Carrasquel


¿Qué se hicieron tus aguas,
y tu corriente umbría

con sus bramidos de julio?

¿Tus cocuyos,
tus anguilas
y tus húmedos caracoles?

¿Y la negrura de las cotúas
extendiendo sus alas
sobre la plácida mora?

¿Y la garza blanca
bebiéndose
las burbujas del río?

¿Que se hicieron las lavanderas
de azafate en la cabeza
cayendo cada amanecer
por tus laderas?

¿Y la cordialidad de tus charcas
para la sed de sol,
y para la sed del alma?

¿Dónde está el arcoíris,
ahora ausente de carmines
y de fúlgidos colores?

¿Y la paraulata en el tamarindo
trinando nostalgias y lejanías?

Ya no existen
el coporo y la palambra
contándose sus secretos

Ni está “Quinbanche”
escarbando arcilla
en las riberas del río
para inventar alcancías

¡Hoy solo eres
Tucutunemo!

Un grito de mito ardiente,
un hilo de tristeza sorda,
un canto de congoja perenne.



                             Oscar Carrasquel, Las Mercedes, Villa de Cura, municipio Zamora, estado Aragua, febrero de 2019

NOTA: foto tomada con celular Samsung