sábado, 9 de julio de 2016

PEDRO MEJÍAS "EL POLLINO" CONOCIENDO SU TRABAJO Y SUS DESVELOS



PEDRO MEJÍAS "EL POLLINO" CONOCIENDO SU TRABAJO Y SUS DESVELOS



 Por Oscar Carrasquel



 Hoy venimos, no para hablar  de Constantino  el emperador que fundó a Constantinoplia, sino que vamos a referirnos a Pedro Mejías El Pollino. A evocar momentos de su vida.  Así le decían en una época pasada a este personaje popular en Villa de Cura,  y él nunca se ofendía ni se disgustaba, y como prueba cabe la anécdota siguiente: 

Decían sus amigos que un día ingresó con unos tragos a la casa de una señora a quien apodaban   "Rosenda La Burra",  dueña de una pensión, entró de sopetón pidiéndole la bendición a la doña hincando una rodilla. Cuando Rosenda sorprendida le preguntó porque le pedía la bendición, Pedro le respondió con su risa jodedora: ¡Es que tú eres mi mamá burra y yo  el pollino! Y uno y otro estallaron de hilaridad.  Así era el comportamiento campechano de este personaje popular que adondequiera irradiaba alegría. 

La verdad que el trajinar de la vida de Pedro Mejías no fue nada fácil, más bien  fue largo  el trayecto,   incesante y de sacrificio. Yo que lo conocí en mi juventud voy a hablar de algunas de sus cosas las cuales todas llevan el sello local. 

Incansable trabajador que se destacó en varias actividades y  oficios. Como ya dije, nunca tuvo inconveniente de atender por su sobrenombre. Un hombre sano, pequeño de estatura, de cabellera  abundante que le caía de un lado de la frente , delgado, blanco, de dentadura curva.

Un hombre del pueblo, recto, sin torcer el rumbo, se distinguió por realizar cualquier trabajo honesto que se le atravesara para  sobrevivir y sostener a una familia. De espíritu guasón, responsable, de buen carácter . Fue vendedor de raspados, peón de almacén, alpargatero, barman, botiquinero; por  allí  lo vimos en los años 50 por la calle cargando víveres, empujando un carretón de tablón con el cual distribuía en ocasiones los pedidos de  los almacenes. 

Se desempeñó como barman, para lo cual debía de arreglarse y vestirse con  ropa de sastrería  y corbata  de lazo encarnado, para servir  las mesas en  el Club  Social  que existió en La Villa ubicado en la calle Miranda,  particularmente en celebraciones de boda y fiestas de 15 años, siempre bajo las ordenes de su cuñado, el siempre recordado barman don Samuel Flores.

Fue caletero a pulso en el negocio de don Manuel Melo y  en el almacén de don Enrique Piñero, mesonero de sitios noctámbulos  como el bar Sabery, el Nith Club mas elegante que tuvo La Villa,. Igualmente fue dependiente  del  Bar Palumbo,  un negocio que tenía adosado un salón de billar siempre atestado de parroquianos, ambos establecimientos ubicados por la calle Bolívar.  

Don Samuel Flores, quien mucho lo apreció y fue su cuñando fue quien le enseñó  el oficio de alpargatería que desempeñó algún tiempo a su lado.... .Muchas veces lo veíamos andar por las calles pedaleando una bicicleta marca Raleigh, ring 28, que según él  había adquirido por 100 bolívares.

Convirtió en costumbre participar en pruebas ciclísticas de bicicletas de paseo en días de fiestas patronales..En una competencia cayó al suelo con todo y se negó que lo llevaran al hospital, solo pedía que le dieran de tomar una chicha de Gregorio bien helada. Esto lo contaba en la Peña el poeta popular JM Morgado.. 

Formó un hogar de mucho respeto. Habitó  siempre una casa con su esposa y todos sus hijos en la calle Doctor Rangel de Villa de Cura, haciendo frente con la casa de familia de don Pedro Ezequiel González, quien fue su gran amigo.

El oficio donde estuvo mayor tiempo fue como vendedor de raspados. En todas las calles  se le veía irrumpir, y donde se desarrollara algún evento, pero su parada tradicional fue en la Plaza Miranda en la misma acera del "Cine Ayacucho" donde ofrecía cotidianamente sus raciones de cepillados de distintos sabores y colores, ahí se estacionaba todas las tardes antes de la función de vespertina.  

Fue un vendedor ambulante muy pulcro, usaba siempre una bata limpia  almidonada y una cristina militar color blanco. Uno lo admiraba por su gran higiene, se la pasaba lustrando con una toalla su máquina que cuidaba con esmero como si fuera parte de su vida.

Esa forma de trabajar usando un carro raspadero la fue cambiando y él mismo acondicionó una vieja motoneta de tres ruedas  con un cajón  bien equipado, donde llevaba las panelas de hielo y acomodaba las botellas de sabor artificial para acompañar su trabajo. En definitiva, Pedro El Pollino encontró en la rutina de este trabajo la mejor forma de ganarse la vida y mantenerse activo.



                                                     


La última labor que le vimos realizar, ya bastante disminuido por los años  y con la voluntad  resquebrajada, fue la de recolectar latas  vacías de cerveza y refrescos en una mochila colgada sobre su hombro. Esto fue  lo último que su fuerza física le permitió realizar en los últimos años de su  existencia. Como bien pudimos apreciar su vida fue siempre desarrollar un trabajo sin esperar regalías.

Pedro Mejías murió hace unos cuantos años, pobre pero apreciado por todo el mundo,  su atractiva figura quedó en la memoria  de un pueblo sano, apacible, trabajador como era antes.. Nada más grato que traer el imborrable recuerdo a este  amigo  y darle las gracias hoy por sus cuentos y brindarnos su amistad.

Oscar Carrasquel. Villa de San Liis, invierno de 2016/2021

Fotos archivo cortesía de un familiar
Publicación y diagramación Ramón Alfredo Corniel.








1 comentario:

  1. la historia viva de un pueblo donde sus grandes protagonistas nunca gozaron de alabanzas pero si del cariño y el reconocimiento moral y afectuoso de quienes han tenido el honor de compartir esos gratos recuerdos

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