miércoles, 6 de julio de 2016

LOS ARRENDAJOS VOLARON POR EL SENDERO


             
          Por Oscar Carrasquel


Yo  lo sabía
de mi primera maestra/
que  eran del viejo mundo 
originarios

Atiné la pareja de arrendajos

cuando mis manos alcanzaron 
a tocar  un canasto
en una rama guindado

Fue un día que yo andaba

a las iguanas silbando.
Eran todavía polluelos
pero ya estaban emplumando

El humilde Ángel María 

-El del rancho de “El paso”-
Me explicó 
que los pichones eran hermanos/
por eso les puse por nombre:
“Plimo” y “Plimiano”.

El viejo campesino 
me advirtió de antemano/
como mi maestra de primer grado/
que los pájaros 
no deben  estar enjaulados/
pero yo/ 
zagal travieso le puse poco cuidado

Fue creciendo  su plumaje

de colores encantados,
sus ojos oscuros de ancianos/
sus alitas de color azul/
con sus pechos anaranjados

Con sus picos afilados/

flechaban los insectos
que pasaban por su lado

Pero su dieta 

era de un solo sabor:
pulpa de plátano maduro
y corazón de cundeamor

Trás su mundo sencillo/

apenas despuntaba el alba
oía sus alegres trinos
taladrando lejanías

Remedaban el agujerear
de un  pájaro carpintero 
que llegaba a laborar
en una rama de guayabo

Mi corazón se doblaba de pena 

de mediodía para abajo 
cuando imitaban el golpear
de las horas que daban
los badajos en el campanario

Las horas viejas pasaron
y mucho dolor me causó/ 
cuando  por el remoto sendero/ 
aprendieron a marcharse
como si fueran arrieros. 


                                               La Villa de San Luís, 2016

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