viernes, 13 de agosto de 2021

LA HISTORIA DE LA ESCOBA DE BARRER EN LA VIDA DE UN PUEBLO

 

                             En la foto don Pedro Vargas entrevistado por el autor de la nota

               LA  HISTORIA DE LA  ESCOBA DE BARRER EN LA VIDA DE UN PUEBLO

                                            Por Oscar Carrasquel

La escoba, una cosa tan singular, tan insignificante, también tiene su historia.  La conocimos allá en la casa de la infancia. Muchos la utilizaron como pareja para aprender a bailar... Hasta por ahí por los años de las décadas del 40 y 50 del pasado siglo xx, no existía familia en el centro y en la periferia de la Villa de Cura, que no dejara de utilizar la típica escoba de millo para barrer y asear corredores, patios y zaguanes.  

Las rusticarías fábricas de escobas en aquella época se sumaban a la producción artesanal de alpargatas y la talabartería para sustentar la economía del pueblo. Con el paso del tiempo que todo lo acaba y como consecuencia de los avances y a la modernidad, la popular escoba fue sustituida  por el cepillo de cerda industrial de uso doméstico. Después de tantos años ya nadie se acuerda de la rustica escoba, a pesar de su eficacia y de ser una herramienta antigua que data del siglo XIX.

La materia prima para la elaboración de este importante implemento de limpieza era la espiga de millo,  la gramínea se cultivaba por los lados de El Cortijo, Guacamaya y Camejo donde había grandes plantaciones de millo.  La escoba era elaborada en dos maquinas de fabricación artesanal, una se llamaba “Cosedora” y la otra “Tejedora. Para funcionar no requerían de la energía del combustible.. 

El millo seco de color dorado era tejido sobre un palo, un poco más grueso que un dedo de la mano, se usaba alambre liso para sujetarlo. Se le daban tres amarres bien apretados. Hay certeza que el escobero no trabajaba la madera, el cabo lo tenía que encargar aparte al maderero

La superstición siempre ha estado presente en la cultura de los pueblos, las abuelas  de antes tenían la convicción que, poner detrás de una puerta una escoba al revés, es decir, con el millo hacia arriba, significaba interrumpir casi automáticamente  una larga visita de un extraño. Aquella visita que dice: "me voy...me voy".y se vuelve a sentar.. 

En Villa de Cura existió en época pasada un torrente de personas expertas que se dedicaron a la fabricación de escobas, este implemento tan necesario y útil en las casas de familia de antes. Los escoberos regentaban pequeños  talleres que funcionaban en un espacio de su vivienda. Entre las pequeñas unidades que producían mano de obra en aquella Villa semi rural, en primer lugar estaba la producción de la alpargatas, la talabartería, le seguía las Tejerías y finalmente las fabricas de escobas, 

Don Pedro Vargas fue uno de los escoberos más cotizados. Este viejo artesano era uno de los proveedores  del comercio detallista de Villa de Cura. Lo que era un sencillo utensilio de limpieza  en el taller de don Pedro Vargas salía convertido en una pieza de arte. Pedro nunca descuidó su oficio. De allí, desde esa inagotable factoría también salía un primo hermano de la escoba.  Se trata de un escobillón que se usaba para limpiar techos y superficies altas. Pedro Vargas estuvo dedicado a este oficio desde que estaba muchacho.

La fábrica de escobas marca “No me olvides” de Villa de Cura era parada obligada de los vendedores informales, con la disposición de salir de la producción; entre ellos la visitaba un hombre del pueblo llamado Pablo “Monegui”, ameno, conversador.. "Monegui" vivía de la fabricación y venta de escobas a domicilio, ofrecía el producto tocando de casa en casa, en aquel tiempo a tres bolívares la unidad. El hombre poseía ingenio, tenía una voz sonora y una estrategia muy original para ofrecer su mercancía andando por todos los sectores:

“Escoberooooo, llevo las escobas, me queda una!”, (claro está, siempre llevaba un fajo de escobas detrás de la tabla de la nuca).

Don Pedro Vargas quien era nuestro vecino, impartió clases en diferentes instituciones para enseñar el oficio,  no era el único iniciador de esta labor. en La Villa.   Entre los que sabían el arte de fabricar escobas para su distribución en el comercio, figuró además don Fulgencio Morales, instalado por acá en la calle Leonardo Ruiz Pineda del barrio “Las Tablitas”.

La escoba villacurana no era pirata  surgió marcada con etiquetas de fabrica, “La Aldaba” de don Rafael Toro; “La Esperanza” de don Marcos Vidao; la “Pobre Negra” de don Pedro Mendoza; la marca “No me olvides” la compartieron Pedro Vargas y Fulgencio Morales. "Las Mercedes" de su hermano Heriberto Morales ubicada en "Las cuatro esquinas"; “La Aragüiteña” fundada por el comerciante don Tomás María Hernández, el padre de los Hernández Morgado.  Me cuentan que las etiquetas venían impresas por Editorial Miranda, patroneada por  Inocencio Adames Barrios.

En las comunidades rurales la cuestión era diferente, allá no se acostumbraron al uso de la escoba tradicional.  En el campo para asear los pisos de tierra usaban la “escoba amarga”,  que no era otra cosa que un mazo de ramas atado con alambre a una vara larga. Se conoce como “Escoba amarga” a una planta silvestre que crece entre los matorrales y en la sabana.

La escoba también forma parte del folclore, de la fabula y la cultura popular,  algunas personas supersticiosas de aquellos tiempos tenían la idea que la figura de una bruja cabalgaba por el aire a media noche sobre una escoba, dando como resultado aquel adagio popular que expresa: “Yo no creo en brujas pero de que vuelan vuelan”. La brujería como tal tiene su historia aparte.

La historia chica del pueblo y sus costumbres visualizadas por quien escribe, en la infancia y la adolescencia, viaja y va dejando huellas en el tiempo. Uno solamente se encarga de mostrar la esencia de su naturaleza para que sirva de recuerdo y del saber de la generación de siglo XXI que marcha. ¿Resurgirá la escoba de barrer en estos tiempos tan difíciles?.

                                                En la foto Pedro Vargas y Florencio Morales

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, agosto 2021

Foto 01  Don Pedro Vargas en su taller, cortesía de Inocencio Chencho Adames

Foto 02 Pedro Vargas y Florencio Morales. periódico El Vigía aporte de Elio Martínez


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