miércoles, 10 de noviembre de 2021

CARLINA FLORES DE YSAYA DEJÓ UN LEGADO A LAS NUEVAS GENERACIONES

 





Por Oscar Carrasquel.


Villa de Cura es una ciudad enclaustrada en un pequeño valle, hospitalaria  y cálida urbe aragüeña, capital del municipio Ezequiel Zamora, cuna  de personas que le han dado brillo a distintas  vivencias y culturas. Una de la muestra más evidente es cuando hace muchos años atrás se pronunciaba en toda Villa de Cura el nombre de la distinguida matrona Carlina Flores de Ysaya,   un ser de arduo trabajo desde muy joven, movida fundamentalmente por su vocación de servicio social desde su profesión de enfermera.

Casi tres décadas de servicios continuos ocupando roles de sanitarista en el Hospital Doctor José Rangel de Villa de Cura. En el nosocomio local ingresa a trabajar el año 1964.  Sumado a eso el trabajo que desempeñó en la tipografía "La Esperanza" de don Rafael María Díaz, como armadora de chivaletes para vomitar tarjetas y talonarios, lo que prácticamente fue como una escuela. Carlina sentía gusto por cuanto texto le llegaba a sus manos, tentada por el hechizo de la poesía... Hay que añadir una pasantía en El Cine Corralón de don Eligio Arocha, haciéndole suplencia a su hermana Consuelo Flores,  En los años 50 se dedicó a los oficios en el hogar y la atención   de su esposo y sus hijos con lo cual redondeaba su aptitud humana.

Su desempeño laboral no tenía límites, toda su vida fue trabajar. De  aquellas mujeres de antes que,  no vivían pendientes que le regalaran, sino que buscaban crear su propia economía. Ni estaban pendientes de días libres, tampoco de vacaciones. Solo la muerte pudo darle paso a su reposo definitivo.  A los 89 años de edad  fue que Dios detuvo la movilidad de su cuerpo, su noble corazón que ya había tenido un aletear de pájaro lastimado dejo de latir. Y fue cuando finalizó la preocupación por su familia y las atenciones a sus enfermos. Llegar a la cima a las puertas  del tiempo depende de unir el esfuerzo y la constancia con ganas de llegar a alcanzar la cumbre.

Había nacido Carlina Flores el 4 de noviembre de 1925 en la parroquia Nuestra Señora de las Mercedes, hija natural de doña Vidalina Flores Carrasquel y del comerciante  Norberto Ramón Vásquez. Su infancia transcurrió entre el silencio de los campos del Valle de Tucutunemo. Luego tomó el camino real para regresar a La Villa y vivir por los lados de "La Garita" en la frontera con la parroquia  Las Mercedes, y el año 1959 fue a parar su periplo en el sector del “Cementerio Viejo”, que arranca de la esquina "El Coco" en el barrio La Represa, donde se radica en forma definitiva hasta el final de sus días.

Cuando la actividad comercial de las fábricas de alpargatas era creciente en Villa de Cura, contrajo nupcias con el joven villacurano José Antonio Ysaya quien le planteó noviazgo  en La Villa; un chofer de camión conocido cariñosamente con el sobrenombre de “Panpelao”… Procrearon 6 hijos de nombres: Antonia María y María Antonia que son gemelas, Nelly, Maritza, José Antonio y Hermila Jacqueline (Milo).  Hoy multiplicada la familia en nietos, bisnietos y tataranieto. Nelly, quien al igual que su progenitora ejercicio el oficio de enfermera falleció en Villa de Cura en diciembre de 2012. 

Vengo a recordar que su hija menor Hermila Jacqueline Ysaya (Milo), hoy señora de Zambrano, es una conocida educadora, cultora y deshojadora de versos, con predilección por la poesía gauchesca de Boris Elkin; la española de Rafael León, y le fascina la poesía nativista recia de Aquiles Nazoa, Leoncio  Martínez “Leo” y Ernesto Luís Rodríguez.

Doña Carlina de Ysaya desplegó también sus facultades haciendo las célebres "arepas de maíz pelado", cuya técnica culinaria  aprendió de las expertas Agripina y María de Jesús Rojas, de la parentela de su marido, que ponían a la venta por encargo en las casas de familia, las entregaban a la bodega de don Gerardo Breto en la calle Páez. De inmediato se vendían.  

Se especializó en la hechura de dulcería criolla; el popular majarete, conservas de coco, dulce de lechosa y las sabrosas papitas de leche,  delicia de niños y viejos, lo cual  formaba parte de lo bello  de nuestro pueblo. También urdía capelladas para la elaboración alpargatas. Nada hacía mella en su espíritu de luchadora. Una mujer con el conocimiento abierto para todo lo que se refiere al trabajo artesanal. En un tinglado de la casa funcionaba la máquina para moler el maíz y el horno de arcilla ardiendo con leña en el sombreado patio.

Conocimos bastante a esta dama de voz profunda, conversadora, con mucha chispa, cariñosa y de alegre sonrisa; con la piel quemada, plisada, que se hacía más visible por culpa del paso de los años. Y sus manos callosas y duras como la corteza del árbol de roble, pero sensibles al mismo tiempo para hacer el bien. Con mucho respeto por el oficio, por la vida y sus creencias católicas; jamás se olvidó de las procesiones del Santo Sepulcro y de la Virgen de Lourdes.

Se sabe que doña Carlina de Ysaya fue de todo esto y mucho más. Protagonista de su propia historia. Tuvo el privilegio de disfrutar de la admiración y el aprecio de todos aquellos que le conocieron en todos los estratos sociales de Villa de Cura y colectividades aledañas.

En el mundo donde vivía,  dentro del conocido ambiente de la ciudad, en el conjunto de sus compañeros de labor de la Unidad de Pediatría del hospital en Villa de Cura, el amor percibido por su dulzura fue tan grande que adoptó el sencillo epíteto de MAITA, como si fuese una aclamación del alma. Se apoyó en el afecto de médicos y personal de enfermería, y de sus pacientes que jamás se quejaron y lloraron bastante su partida física. Falleció en la Villa de Cura, el terrón que tanto quiso el 10 de abril de 2014. Seguro que Dios la esperaba allá en el cielo.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 10 de noviembre de 2021.
Foto tomada del archivo familiar...Diagramación y publicación Ramón Alfredo Corniel.





 

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