jueves, 29 de diciembre de 2016

¡VENGAN QUE TENEMOS DULCES!

   



Gilberto Montilla, miembro de la familia Pèrez Torrealba
¡Pura tradición dulcera villacurana!
         


!VENGAN QUE TENEMOS DULCES...!

Por Oscar Carrasquel 

En la Villa de Cura de las décadas del 40, 50 y 60 del siglo pasado hubo dulceras y dulceros artesanales por montón, cocinaron en fogones de leña y en hornos de barro; básicamente para vender sus productos en forma ambulante, o colocados en exhibición para ser expendidos en bodegas, posadas, bares y otros establecimientos comerciales. Se encontraban fácilmente en la plaza Miranda cuando era días de fiestas en el pueblo, Siento mucho que no son todos los nombrados por lo dificultoso de la pesquisa. La búsqueda se centró en épocas diferentes.

Como todo pueblo acumula valores y experiencias de otros lugares, también transitaron por el pueblo dulceros que venían de otras localidades a exhibir la dulcería criolla, queriendo imponer la idiosincrasia pueblerina de su tierra de origen. Famosos y tradicionales dulceros y dulceras  procedentes de la ciudad de Turmero frecuentaban a Villa de Cura en época de Semana Santa, diciembre y Peregrinación.  Se dispersaban con sus mesitas y azafates de madera  alrededor de la Gruta y la plaza Miranda. 

Entre los dulceros sobresalía la figura de "La Negra" Basilia Vera  venía de Turmero, se colocaba sentada como una reina en su trono muy cerca de La Gruta, con un azafate de madera full de dulces.  Traía catalinas, roscas, conservas de leche, conservas de coco, pepitas de leche, bizcochuelos, bocadillos (mitad leche y mitad guayaba), rosquitas y almohadas de pan de horno, róscanos, polvorosas, ponquecitos, papitas de leche, cortados, besitos de coco, y bocadillos de guayaba. Aprovechaban para vender palo pan, níspero y lairén, 
 
También era una fija en Semana Santa y Peregrinación procedente de Palo Negro, municipio Libertador del estado Aragua, el popular Chingo Manuel con una batea llena de dulces y nísperos. Le decían así porque en un accidente doméstico con la mordedura de un perro perdió media nariz, como es de recordar disimulaba la herida con una trenza de adhesivo blanco. 

Unidos como cooperativistas y en espléndida hermandad, "La Negra" Basilia sin pararse de su taburete vociferaba  con su voz de trueno una pegajosa consigna  para promocionar sus productos, la cual aplicamos para titular esta nota:

                                 ¡Vengan que tenemos dulcees!…


FÍJENSE  QUE VENIMOS A  UBICAR A LOS FABRICANTES Y COMERCIANTES INFORMALES DE ESTOS CONFITES DE GRAN IMPORTANCIA QUE, EN UNA ÉPOCA LE DIERON ESPLENDOR Y BELLEZA A LA HISTÓRICA CIUDAD DE VILLA DE CURA.

DULCES DEL BAR PALUMBO

El “Bar Palumbo” formó parte de la historia local situado en la calle Bolívar o Principal, cruce con Urdaneta, donde se asomaban en sus vidrieras una variedad de dulces servidos en tazas para postres: lechosa, rodajas de toronja, higos, cascos de guayaba,  cabello de ángel, arroz con coco,  arroz con leche, quesillos, tortas de queso de concha negruzca, con su toque de almíbar por encima. Cualquiera de estos bocados se conseguía por el precio de 0,50 (un real) cada uno. Toda aquella gama de dulcería criolla era puesta a la venta por la señora María Palumbo en el botiquín de su hermano Carlos Palumbo.


DULCES DE PANADERÌA CON LA FÓRMULA DE ANTAÑO

La panadería El Comercio de Juan Pancho Rodríguez, patroneada últimamente por Juan Alayón “Loco Lindo”, quedaba frente a la tienda de “La Casa de los Cuadros” por la calle del Comercio. Fue famosa por la dulcería que exhibía en el mostrador, la lista incluía la famosa catalina (blanca y oscura), pan redondo azucarado, cortados,  rosquillas coloradas, pan de pavo, besos de coco, acemita, clinejas, rebanadas dulces, golfeados y los populares “recortes”. Otra referencia similar la tenemos cuando nombramos a la Panadería de don Pedro García, que estuvo por un costado de la Casa Parroquial, siempre tenía un buen inventario de pan dulce. Sin olvidar a la panadería "La Modelista" de Don Pancho Parra, situada por la calle Sucre. 

DULCES DE LA FAMILIA PÉREZ LAS 24 HORAS DEL DÍA

Un amplio y antiguo currículo como  panaderos, pero especialmente como artesanos de la ulceraría criolla, acumula la familia  Pérez Torrealba, residentes en la prolongación de calle Páez de Villa de Cura. Se criaron y trabajaron unidos dedicados todo el tiempo al ramo de la panadería. Don Simón Pérez  fue el patriarca y glorioso fundador de esta dinastía de panaderos y dulceros, fue quien abonó el camino para que su huella la continuaran  plasmando sus hijos Armando Pérez, Miguel Pérez y Vicente Pérez. Todavía se pueden seguir degustando los deliciosos dulces elaborados por este eslabón familiar.. Para adquirirlos solo tienen que dirigirse a la parada de autobuses del Parque Niño Simón, antiguo CVN. Con toda seguridad  se encontrarán de frente todos los días de la semana con el señor Gilberto Montilla, uno de los miembros de la familia  Pérez, con su azafate lleno de dulces de diferentes tipos.

JALEA  DE MANGO EN LAS TABLITAS 

En un especialista en la fabricación de jalea de mango  se convirtió  el valenciano don Víctor Rojas Esaa. En La Villa se conoció como “Washington” por apodo; de riguroso lino blanco y luciendo siempre un fino sombrero Borsalino ala corta. Los años transcurridos detrás de la industria  talabartera no le detuvieron el impulso para el desempeño de otras  labores. Lo cierto es que tenía su fogón en el propio solar de su casa, de allí  salía  cocinado el postre hecho de mango  verde que él mismo salía a vender por las calles de la población.

LAS INIGUALABLES  “PELOTAS”

Iguales cualidades gastronómicas para hacer jalea de mango tenía la señora Agripina Izaya; quien también fabricaba un dulce en forma de bola de béisbol que llamaban “Pelota”, muy exquisito, envuelto en hojas de plátanos sin amarrar. Su dirección era la calle Páez y desde luego, aprovechaba para poner en exhibición sus ricos manjares en la bodega de don Gerardo Breto. Los Isaya son descendientes de viejas familias villacuranas, también especialistas en la elaboración de arepas de maíz pelado o pan pelado. 


LOS ROSCONES DE DOÑA IRMA

Número uno haciendo los famosos Roscones era nuestra vecina de la calle Comercio en el sector La Alameda, doña Irma González de Botello. Los cocinaba para consumo de la casa y también para el goce de visitantes y amistades. La receta fue un arcano, pero se supo que el secreto estaba en la delicadeza  de seleccionar el aliño y preparar la masa, ahí fundamentalmente radicaba la razón de su exquisito gusto. Cocinados en fogón de leña adquirían mayor exquisitez.

TORTAS PARA BODAS Y CUMPLEAÑOS

Aquí conocimos a doña Alicia Melo, incansable trabajadora, fue repostera reconocida en Villa de Cura que se dedicó casi toda su vida a la fabricación de dulces de toda clase, especialista en tortas para bodas y celebración de 15 años.. Tuvo  esta matrona su casa por  la calle Páez oeste de Villa de Cura.

LOS DULCES DE DOÑA GENOVEVA

Catalinas, cortados, besos, polvorosas, conservas de coco y otras especialidades de la dulcerìa criolla, salìan bien de mañanita del horno  de arcilla que tenìa en el solar de su vivienda  doña Genoveva Ortega de Ybarra en la calle Pàez. En los días  de Semana Santa y Peregrinación provocaba ver la fila de hombres y mujeres con azafates de madera en el hombro para exhibirlos y venderlos por los alrededores de la Gruta y la plaza Miranda.    

JALEA DE DOÑA CARLINA PADRÓN

Esta conocida dama de larga tradición llamada Carlina Padrón, delgada y alta, de sonrisa tímida y largo camisón, vivía de la hechura y venta de exquisiteces criollas. Famosa fue su jalea hecha de mango verde o maduro con aquel sabor ácido-dulce característico de su manjar. También hacia los esponjosos bizcochuelos y otras delicias de la granjería que ofrecía en su recorrido.. 
Con el propósito de  cumplir los encargos,  se  podía sentir su caminar parsimonioso por las calles  de La Villa, con un  azafate de madera sobre un rollete en la cabeza, sin sostenerlo con las manos, como si fuese una equilibrista circense. Los dulces eran para distribuirlos personalmente entre una clientela fija.

EL PAN DE HORNO DE LA SEÑORA ROSA PATROCINIO

Unos familiares que nos visitaban del llano, lo primero que preguntaban era por el pan de horno, pero que fueran los de la señora Patrocinio. Su nombre completo era Rosa Patrocinio de Landa, cocinaba en un  horno de barro  en el solar de su casa en la calle Padre Jiménez, entre calle Montenegro y Jaime Bosch. Muchas cuadras antes de llegar a la casa se percibía el aroma; tenían forma de rosquillas crujientes y unas almohaditas rellenas con plátano en almíbar. Contaban que el secreto es que utilizaba maíz cariaco tostado , miel pura de abeja, y otros finos ingredientes como mantequilla Brum o Maracay.  María  Patrocinio y Francisca Patrocinio también formaron parte de este legado de la dulcería criolla. 

CARAMELOS DE PAPELÓN

No es posible dejar de recordar los sabrosos caramelos de papelón que daba ganas de comerse hasta la envoltura. Era un caramelo de color oscuro envuelto en trocitos de papel blanco de pulpería, cuando uno se lo llevaba a la boca  le quedaba adherida la miga entre la comisura de la dentadura.  Tenía muchos seguidores por lo económico de su precio. En Villa de Cura fue un tipo de golosina de consumo masivo, hecho a base de papelón fundido, famosos entre la chiquillería y también buscado por los adultos. Al principio los elaboraba  y distribuía hasta su muerte doña Zoila Salvatierra, después de su muerte continuó la tradición la señora  Rosa Castro, que no llevaba su apellido pero fue su hija, hasta que  una horrible tragedia llegó a terminar con sus días. “Rosota”, que así le decían sus allegados por su tamañote, habitó un viejo caserón  por la calle Real . A ciegas, sin necesidad de mapa, se podía localizar su dirección, solo con perseguir el fresco aroma a papelón que invadía la atmósfera. Estos caramelos  cobraron tanta fama que   la gente  de acá y de afuera hacían largas colas, para adquirirlos. 

CARAMELOS DE AZÚCAR Y DE PAPELÓN

Con qué orgullo villacurano menciono a la figura de otra mujer por la calle Rivas Castillo  llamada Carmen Castillo, mejor conocida como “Carmen la Caramelera”, fabricaba el  caramelo de papelón. Igualmente elaboraba un bombón llamado “caramelo de azúcar”, envuelto en papel celofán transparente de múltiples colores. 

EL ALFONDOQUE LLANERO

El Alfondoque es un dulce hecho con papelón blanco, desconozco porqué lo llamaron "El dulce de los pobres", aunque decían que es primo hermano del caramelo de papelón. En La Villa fue fabricado uno muy estupendo por la señora Armanda Rodriguez de Almenar, esposa del dueño de la tasca "La Garita".  


LOS FAMOSOS PASTELES DE MERENGUE

Al final de la calle Real  habitó una casa de esquina  una familia de modales educados  que llegó de los páramos andinos a Villa de Cura, a finales de los 40.  Entre los paredones de aquella vieja casona doña Ana Suárez de Pasquier, con su saber aldeano preparaba los pasteles de merengue más deliciosos y soñados.  Recuerdo  que siendo yo  un adolescente  visité su casa, paseando la amistad con Rafael, uno de sus hijos, y aquella madre para todos nos sirvió en la ocasión este riquísimo pastel,  recién salidos del horno. Era una torta esponjosa cubierta con un blanquísimo manto azucarado por todo alrededor. No le daba tiempo a la matrona de exhibir los “merengues” en peldaños de vitrinas. Los rostros  de transeúntes  que pasaban la acera se asomaban al portal, tocaban  y rápidamente se los llevaban, especialmente los vecinos de la zona.

DULCES Y TORTAS  DE LAS  HERMANAS HERNÁNDEZ PASQUIER

La costumbre  se trasmite de abuelos a hijos y nietos como una especie de herencia, dicen que el ejemplo vale tanto como el consejo. Les tengo que contar que a través de los años, contra viento y marea, las hermanas Flor Hernández Pasquier  y Rosana Hernández Pasquier, nietas de doña Ana Suárez de Pasquier, sumando habilidad y talento poseen la técnica perfecta para elaborar tortas, galleticas rellenas, buñuelos de yuca, suspiros, dulce de higo en almíbar y dulce de lechosa, envasados en frascos individuales  y en bonitos estuches. Lo cierto es que esta brillante poeta Rosana junto con su hermana se lucen en cuestiones de la cocina como reconocidas pasteleras en su casa. Siempre brindando atención y amabilidad, sencillas como siempre, están a la orden  para atender cualquier pedido y satisfacer al más exigente paladar.   

PISTOLITAS DE MIEL, CAMBUR PASADO Y BOCADILLOS

No hay que olvidar otra golosina muy delicada y atractiva de cuando eramos niños, se trata de unas figuras de pistolas en miniatura que parecían de verdad, preparadas a base de una mezcla de azúcar blanca, con un  relleno de miel de abeja. Uno le pegaba un mordisquito al cañón del revólver  y le succionaba  la miel como   el colibrí a una flor, luego la pistolita azucarada la derretías en la boca. En base a algunas indagaciones el confite era elaborado por don Pedro Guirados y su hermano Félix Guirados. Preparaban también para la venta  cambures pasados, suaves, de color oscuro, rociados con melado de papelón. También  hacían bocadillos de plátanos..

MAJARETE Y CARATO DE MAÍZ

Por muchas décadas, en el barrio La Represa vivió una señora llamada Carlina Casado, su especialidad era la fabricación  de majarete hechos con leche de ordeño,  coco rayado, espolvoreados con canela molida. No tenía tiempo de ponerlos a la venta en los negocios, ya que  la gente corría a su casa a comprarlos por platos enteros. El postre adquirió mucha fama y hasta se lo venían a encargar desde pueblos vecinos. También preparaba durante todo el año un agradable carato de maíz  envasado en botellas de refrescos. Taponaba el envase con hojitas  de limonero y le introducía astillitas de canela. Lo ponía a consignación en la bodega “La Loca”, por la antigua calle Guárico. Dos centavos se pagaba por la chicha, en ese tiempo los refrescos manufactureros costaban 0.25 (medio real).

LA CHICHA DE DON GREGORIO GARCÍA Y DON TOMAS GARCÍA

Famosa fue la típica chicha que fabricaba con meticulosidad el duaqueño don Gregorio García, y la otra elaborada por don Tomás Garcia, nacido en suelo de Santa Rosa del Sur. Los dos hombres tuvieron una competencia bien estrecha para hacer valer su fuero, se establecieron alrededor de la Iglesia y la plaza Miranda, la bebida venía rociadas de canela y bien espesa, estaba considerado aquel producto crucial como unas de las mejores de toda la región aragüeña. Hay mucha gente de aquella generación que lo puede contar. 

AREPITAS Y BOLLITOS DULCES

En el barrio Las Tablitas,  la señora Adela Rodriguez de Martínez era experta en la elaboración de unas arepitas dulces doraditas que parecía que las inflaba, con un toque de semillitas de  anís, una delicia para desayunar, acompañadas de café mañanero.  En época navideña, en misas de aguinaldo, volaba este producto entre la gente madrugadora especialmente buscado por los muchachos patinadores. Si se agotaban las arepitas, entonces quedaba la opción de los exquisitos bollitos dulces con su toque de queso llanero rallado. El café colado calientico iba por cuenta de la casa.

DULCES,  PAPITAS DE LECHE Y JALEA DE MANGO

Qué bonito es recordar las costumbres de nuestro pueblo. La señora Carlina Flores de Isaya era una dama aferrada a su profesión de enfermera en el hospital Dr José Rangel, pero también experta en la fabricación de deliciosos dulces y pasteles, su especialidad eran las ricas papitas o bolitas de leche, y también elaboraba jalea de mango en época de cosecha, ya ella no está, pero fue parte de la historia de la cocina en Villa de Cura de mitad del siglo xx. Igualmente doña Carlina fabricó las riquísimas arepas de pan pelado para un buen desayuno. 

EL CÉLEBRE PONQUÉ

En aquella Villa de Cura apacible del 50 causó sensación un panecillo llamado Ponqué. Era un pan dulce redondo, esponjoso, color marrón oscuro, revolcado en azúcar y con fragancia de vainilla.. Los panes los cocinaba  doña Josefina Boiko, en el solar de una vieja casa de Las Tablitas, callejón 2, doblando para la calle del Comercio. La doña venida de Ucrania distribuía su producto dentro de un canasto tapado con un pañolón blanco. Sus clientes predilectos eran la población escolar a quienes les encantaban. Caminaba unas cuantas cuadras y de regreso no le quedaba ni uno de muestra.

LAS CATALINAS CASERAS  DE DOÑA ENCARNACIÓN

No había en todo este territorio catalinas tan bien elaboradas con sabor de antaño, endulzadas con melado de papelón, como las catalinas o "cuca" que hacía la señora Ercarnación Castillo por la cercanía del cerro "Los Chivos", pasando la calle El Ganado. Hoy conocido como barrio " La Coromoto"..

GOFIO NETAMENTE VILLACURANO

Como es sabido el gofio es un confite originario de Las Islas Canarias. Pero nuestras inteligentes mujeres decidieron cambiar la receta y fabricar el gofio criollo más sabroso que el gofio isleño. Lo fabricaba en La Villa una señora llamada Aurelina Guirados, que tenia residencia por la calle Sucre, entre Rivas Castillo y Montenegro. La diferencia es que el gofio nuestro tenia como base el maíz cariaco tostado y molido, con el añadido de canela molida y papelòn. Lo vimos expender en la pulpería de don Eusebio Colmenares que quedaba en la carretera La Villa-San Juan de los Morros, a la altura de la hacienda El Samán. Además fabricaba catalinas, cortados y templón.

POLVOROSAS

De las manos y el recetario de la señora Ana Flores es la fórmula para hacer las  agradables polvorosas caseras que yo conozco. Son unas galleticas consistentes, dulces y abombaditas, espolvoreadas con azúcar, tienen la forma de una arepita. Poseen muchos años de tradición. Todavía las hace y distribuye la susodicha señora  en el sector de Las Tablitas de Villa de Cura. Doña Ana las pone a la venta en los negocios con los cuales está relacionada, pero también cumple con pedidos para fiestas y reuniones. 

CONSERVAS DE COCO

Conservas de coco blancas hechas con azúcar, grandes y consistentes, las hacia hace más de medio siglo la señora Liduvina Linero. Pero sacaba un modelo de conserva a base de papelón, melcochosas. El aroma que producía su confección y hasta su traslado en bandeja inundaba todo el espacio de la llamada “cuadra larga", lugar donde estuvo  residenciada esta matrona.


TABLETAS DE COCO DE VARIADOS COLORES

Tabletas o conservas a base coco rallado y azúcar, todavía la vemos desfilar en una bandeja de aluminio para la bodega de don Régulo Ortega, por la calle del Comercio. Duras, quebradizas; las hay de variados colores: rosado, blancas, negras, ambarinas. Son elaboradas por doña Paulina Aponte. Ella es una viejecita de pasos lerdos, y de cuerpo dobladito... La última de la cola que queda de las antiguas dulceras de Las Tablitas. Casi frisa los noventa años de edad de los cuales lleva más de setenta elaborando estas conservas. 

RÚSCANOS

Llamados indistintamente: rúscanos, aliados o templones; creo que es uno de los pocos confites de contenido animal,  su materia prima es el tuétano de la pata de ganado. En La Villa hasta no hace mucho, cobraron fama los fabricados por la señora Josefina Valera. Muchos años los oímos pregonar a todo grito en las calles por el popular Celso Valera. 
En verdad El rúscano tiene una larga tradición, otra de las formulas que cobró fama por ahí en la cuarta década del siglo XX en el barrio Las Tablitas, fueron los elaborados por doña Raimunda Esaa de Nieves. Este dulce salía envuelto en papel blanco de envolver.

VENDEDORES AMBULANTES DE PAN DULCE 

Y si se trataba de adquirir  pan dulce de todos los gustos y tamaños sin necesidad de visitar la panadería, usted esperaba temprano que pasara un hombre pequeño y delgado llamado don Pedrito Linero, que andaba siempre pedaleando un vehículo de dos ruedas con una cesta atrás y otra adelante; o bien que pasara el chistoso y cuentero don Juan Lombano en una rústica bicicleta de reparto. También fue célebre panadero don Rosendo Martinez. por décadas anduvo en Las Tablitas jineteando un burrito con sendas cestas de panes a ambos lados de la montura.

EL SEÑOR RONDÓN PANADERO Y DULCERO

 Por ahí entre los años 60 y 70, si se encontraba usted por la calle a un hombre  trigueño, de pequeña estatura, vestido de kaki gris; con la mano derecha  apoyada sobre el manubrio de una bicicleta y con la otra sosteniendo una caja de cartón, seguro que se trataba de don Pablo Rondón, a quien por cariño llamamos “El Negro Rondón”, con su cargamento de catalinas, cortados, roscas coloradas y toda esa escalada de dulcería autóctona...El hombre tenía su centro de elaboración y venta por la calle Páez, en el sector Las Rurales..

Quisimos  abordar el  tema para retrotraer  la memoria a tiempos que se fueron porque a ello nos acostumbramos. Qué bonito es recordar el tiempo ido con el sueño de la infancia como testigo. Nos complace hablar de una actividad económica fundamental que ahora en este nuevo tiempo se ha puesto difícil, para saborear un dulce debemos pagarlo en moneda extranjera.
 
Se marcharon pues los dulceros que nos visitaban todos los años y le daban brillo y colorido a la Gruta y los alrededores de la plaza Miranda en tiempos de Peregrinación y Semana Santa.

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 2016





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