jueves, 23 de agosto de 2018

EL NEGRO TESTAMAR... EL REPARADOR DE SOMBREROS DE LA CALLE COMERCIO EN VILLA DE CURA.


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          EL NEGRO TESTAMAR EL REPARADOR  DE SOMBREROS DE LA CALLE COMERCIO DE VILLA DE CURA

Por Oscar Carrasquel

Apareció en mi mente como un celaje del cielo la figura de nuestro gran amigo El Negro Testamar. Ciertamente, entre los años 50, 60, del recién finalizado siglo xx, habitó este señor un cuartucho cuyo frente desembocaba en la calle Comercio. Se la alquiló el larense, de Cabudare, don Juan Aguilar Solaine, a la altura de La Alameda Crespo de nuestra comunidad de Las Tablitas de Villa de Cura, estado Aragua, Recuerdo que el arrendamiento de la pieza en aquel tiempo no pasaba de 20 bolívares mensual.. Lo ayudamos en la mudanza, por cierto bastante liviana; cargamos sobre la carreta del señor José Heredia, una camita "catre" plegable, una sombrerera, un juego de dominó, un radiecito, una hamaca, un "Primus", dos sillas y corotos de cocinar. Todo de medio uso.

El popular Negro Testamar, como cariñosamente nos acostumbraron a llamarlo, desempeñó un oficio poco común. Era maestro en un arte nuevo y difícil al que entregó toda su vida, era el único reparador de sombreros en la región central de Venezuela. Contaba con una gruesa clientela de aquí y de fuera. A diario se podía observar sentado en una silleta de cuero recostado bajo de las ramas de un árbol, enfrente, zurciendo y cepillando toda clase de sombreros lo que le permitía vivir con dignidad. Nunca llegó a tener ayudante.
 
Se trataba de trabajos por encargo, sobre todo remozando sombreros vaqueros de los que usa el llanero, y también reparaba sombreros sofisticados de marcas. Muchas veces regresaba a la vida un sombrero Cordobés y sombreros de damas. Por allí desfilaba mucha gente de Caracas,y de otras ciudades y pueblos, ganaderos, productores, comerciantes, se relacionaba con gente de la ciudad y del campo. Además tenía una especie de lavandería de sombreros de este distintivo usual por el venezolano en esa época. Lo cierto es que de su taller salían los sombreros como nuevos.

Para quien no lo sabe, su apellido no era Testamar. Su nombre real era Jesús María Arrabate. Nos refiere el historiador Oldman Botello que se hacía llamar TESTAMAR, como lo conocía la mayoría de la gente, porque este era el apellido de su padre. Se calcula que Jesús María llegó a Villa de Cura jovencito entre los 20 y 25 años de edad. Nunca se fue, desde ese mismísimo día se hizo villacurano adoptivo. Se granjeó muchas amistades por su carácter jovial y bonachón muy querido en el pueblo..

Alto, grueso, bebedor, glotón, de ojos brotados, solterón; amigo de los bailes en el salón de don Pancho Espi y de los disfraces de "dominó" en carnaval. Se divertía  piropeando con clase a las damas que le pasaban por el frente con su risa para regalar a todo el mundo.. Me cuenta una dama villacurana de aquella época que, sus piropos no eran detestables ni odiosos 

Se piensa que había nacido en San Fernando de Apure donde se residenció la familia. Los apellidos Testamar y Arrabate son originarios de Ciudad Bolívar y Caicara de Orinoco, según apunta el historiador Botello.. 

Tenía preferencia por la comida preparada por él mismo, cocinada en uno de esos artefactos antiguos llamados “Primus”. Cuando le llegaban amigos a visitarlo, en un coroto de totuma hacia una preparación fría de aliñado de tomate, cebolla y ají dulce, con el agregado de sardinas en lata, o atún, y catara de Guayana.. Con el acompañamiento de pan de piquito que le suplía  la panadería El Comercio de don Juan Pancho Rodríguez.
 
Le gustaba oír radio para aprenderse de memoria las canciones, aficionado a leer en revistas y periódicos todas las mañanas. Tenía fuerte y buena voz para el canto.  La veces que se reunía con sus amigos don Ángel Briceño,  don Leandro Nieves, don Esteban Nieves, don Juan Pancho Rodríguez, el pollo Osío y otros artistas del momento, Testamar actuaba cantando tangos, boleros y valses criollos. La clave es que no faltara en la tenida una generosa botella de "Santa Teresa".Llegó a ser tan conocido que la gente sin conocerlo se paraba a oír sus cuentos.

De todas sus virtudes no podemos dejar de mencionar que tuvo una gran legión de amigos, entre ellos recordamos a Leandro Nieves, José Núñez, Manuel Melo, sus vecinas Rosario Álvarez, Rita Álvarez, Josefina Alvarez, Fulgencia Izaguirre, Luis Manuel Botello, Félix Montaña, Teodulo Aguilar, el poeta J.M. Morgado,  Rafael Ortega, entre muchos otros.

Así conocimos y quisimos siempre al Negro Testamar con esa bonhomía en su comportamiento y dedicación a su trabajo. Lo más importante es que su nombre no se ha borrado aún, permanece en la memoria y en el acervo popular villacurano.

Vivía alejado de lo triste pero la vida se acorta. Lo que no puedo olvidar es que disfrutamos mucho de su amistad, nuestro aprecio a don Testamar transciende porque fue gran amigo de nuestra familia, en especial de nuestro padre. Cuando fuimos hombres ya hechos y nos tocó levantar tienda aparte, compartíamos buenos ratos, degustábamos de un suculento cruzado servido en totuma.  Yo recuerdo el infausto día pero no logro recordar con exactitud el año de su deceso en La Villa, en donde reposa su osamenta en el viejo cementerio municipal. Que en paz descanse tu alma, Negro.


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NOTA: Fotos propiedad de Editorial Miranda tomadas de la revista Expresión número 51/2011


                                                                                  

                            Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, febrero 2019


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