jueves, 7 de mayo de 2015

LOS DIEZ MOSQUETEROS





   Por Oscar Carrasquel

Yo no dejo de evocar mis años de infancia, mi adolescencia y de mi juventud, y tampoco dejo que pasen de largo los momentos emocionantes de la vida. Lo digo porque el relámpago  no deja de relumbrar  en el crepuscular atardecer de la vida.

Me alegran y alientan el alma  y gozo cuando me acompañen  los diez mosqueteros que veo en la fotografía. En cada ocasión que los puedo ver es como si estuviese mirándoles por primera vez. Me da gusto, yo me admiro me alegro cuando se reúnen y me dicen que se quieren tomar fotos a mi lado.Hoy por hoy no encuentro cómo expresar el amor hacia ellos. Es un especial presente de Dios.

Estando en los preparativos del mes de diciembre se presentan todos por diferentes senderos, vinieron de variados destinos, pero la verdad es que cualquier día cuando ellos pueden se aposentan entre las paredes de la casa vieja..

Los muchachos entran al portal de la estancia  acompañados de cornetas y. ruidos de automoviles, chirridos de sirenas como anunciando su aproximación a la casa paterna , y conversan con la gente que pasan con sus caras largas echando peste por el frente de la calle. Ya no es necesario enseñarles el deber de amar a Dios y  al prójimo

En este diciembre pudieron darse cuenta que en la vecindad no hubo júbilo solidario para recibir el año nuevo, ni se observaron globos de colores buscando aterrizar en las nubes, ni el centellar de luces multicolores abarcando todos los espacios del cielo, cosa que impulsaban todos los años unos asiáticos por  allá en la otra cuadra. Por ninguna parte se observa la presencia de gente tampoco de parrandas de aguinaldo.

Cuando se encuentran y reúnen los diez Mosqueteros, el silencio abandona los espacios de adentro de la casa, de de las habitaciones, y la alegría se instala en el solar de la casa. Y se reúnen todos en el patio alrededor de dos mesas juntas bajo la sombra de un limonero que ostenta frutos verdes y follaje nuevo.

Los más grandes hacen chistes, reflexionan, sobreponiendo anhelos, ríen y hacen reír, lloran cuando hay tristeza,  hablan de artistas, de películas y de música, murmuran con mucha razón como la corriente de un crecido río, protestan y lo hacen tan sabroso que provoca oírlos a todos al mismo tiempo y que no paren la conversa.

En la foto están los diez primos hermanos, con las alas y los ojitos bien abiertos los pequeños; y los de más edad, caballerositos, íntegros, ya pletóricos de conocimientos, es el momento de su crecimiento. Ya como que conocen lo que es la desesperanza y desilusión y la saben interpretar, "un futuro incierto", brota esta frase a cada rato por sus labios todavía tiernos.

Andrés Eduardo, Jessica Alejandra, Daniel Jesús, Alexandra Isabel, Ana Isabel, Oscar Jesús, Javier Eduardo, Isabel Cristina. Y por último Juan Pablo y Ana Sofía, que recién comienzan a gastar sus primeras cartuchos, de familiarizarse y reírse con la vida.

Ahí amontonados como una bandada de alegres perdices se ve esta camada de primos de dos nombres y dos apellidos, una imagen que no me canso yo de admirar.Yo me contagio y les presto demasiada atención, porque toda la historia no ha sido color de rosas. Algunas veces en la sobremesa, la mente de alguno  se encarga de poner en el paso inexorable del tiempo, en su pronunciación el nombre de  ANA ISABEL  y el triste recuerdo de su temprana despedida, porque - como es de suponer - la totalidad de ellos no supo del calor de su regazo, de su infinito amor, pero si  muchas veces,  aunque sea en la imaginación,  despiertan con su bendición.


Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, enero de 2015.




FOTO: Cortesía de Milagros Sánchez.

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