Por Oscar Carrasquel
Se nombra costurera a aquella mujer encargada de cortar y confeccionar ropas en una jornada de labor de todos los días, incluyendo domingos y días feriados, sentada desde que “Dios amanece” hasta que oscurece, pedaleando una máquina de coser, dedicada a producir trajes completos para damas, pantalones, blusas y elaboración de ropa para niños.
Comencé a convivir con costureras desde mis años de niño en Villa de Cura, rozando la quinta década del siglo pasado. Mi madre llegó procedente de la Villa de Todos Los Santos de Calabozo comenzó por elemental necesidad a desempeñar el oficio aquí en La Villa, me contó una vez: "lo aprendí desde chiquita con las viejas Madera”, lo traía moldeado de la familia de su papá padrino el médico calaboceño Carlos Segundo Madera, hogar donde se crió apenas nació y allí se levantó hasta su casamiento con J E Carrasquel.
Mi mamá era muy respetuosa de la dignidad humana, hasta el punto que su mayor clientela estaba concentrada en el entorno de la festiva Alameda, "mujeres de bares" pero al mismo tiempo eran madres para todas las penas y alegrías, responsables, pagaban la costura de contado y muchas veces por adelantado.
Recuerdo que en una pieza de casa había un espejo grande de escaparate donde se asomaban ellas para medirse los vestidos. No decían nada, porque en medio de tremenduras de muchacho, uno las fisgoneaba cuando alguna entraba al vestuario a medirse las telas.
Recuerdo que en aquellos tiempos de bailes de carnaval en La Alameda, mamá les hacia a las mujeres de La Alameda los suntuosos disfraces de “Negrita”, “Conejitas”” y unos gabanes de relucientes colores que llamaban “Dominó”. Igualmente fabricaba vestidos para niñas los cuales envolvía en papel trasparente y los ubicaba en la bodega de la esquina El Sapo (Urdaneta con Sucre) propiedad de don Lope Esaá. A la par hacia los uniformes a las peregrinas en tiempo de Peregrinación. Un detalle novedoso y muy peculiar es que a mamá no le gustaba coser ropa masculina. Pero cada traje de mujer o niña que hacía era una creación.
En aquellos años de la década del cincuenta hubo una gran cantidad de costureras exponentes del arte en Villa de Cura. De estas señoras solo quedan recuerdos en la memoria, extraje los nombres de Ana Isabel Domínguez de Lombano, María Flores de Carrasquel, Isabel de Hernández, Claudia de Pálima, Rosita Acosta, María Luisa Nieves, María Ambrosia de Sanabria, Sinforosa Núñez, María Desideria López, María Teresa Castillo de Hernández, Esther de Parra, Eduviges Hurtado, Providencia de Montesino, María Eugenia Morgado, Damiana de Ascanio, Josefina Silva, Josefa Peña de Martínez, Mercedes López, Angelina de González, Josefina Rodriguez, Inés de Costerman, Matea Galindo, Beatríz de Terán, Aura Terán, Ana Morales,, Irma de Botello, Mercedes de Socco, Enma Castillo, Teófila Ramírez, Ana Lucrecia Nieves de Yusti, mejor conocida como "doña Lucrecia", otros le redujeron el nombre y cariñosamente la llamaban "doña Lucre", el oficio de costurera lo desempeña hoy en día su hija María Yusti de Pérez, . Doña Lucre, en los años 50, le cosía a las sastrerías más nombradas de La Villa. Hubo muchas más
En los días que corren a causas de cambios inesperados de la economía han mermado las costureras. Sin embargo, en estos momentos algunas mujeres de forma valiente se encuentran representando este arte tradicional en la Villa. Son aquellas especialistas en la confección de vestidos para ocasiones especiales, como graduaciones, fiesta de 15 años y bodas.
Para paliar esta difícil situación, no tardaron en aparecer también las llamadas costureras exprés, aquellas que se encargan de adaptar y corregir tallas de ropa según los antojos de la clientela. En época pasada en Villa de Cura algunas se dedicaron a ser auxiliares de sastres para la confección de trajes para caballeros. Había muy buenas costureras en La Villa, un sastre veterano lo sabía. Ella era quien daba el toque final a la costura, el sastre solo trazaba, cortaba y punteaba.
Algunas costureras por la apremiante situación económica se especializaron y dedicaron su vida en hacer figuras de títeres, artesanía y crear muñecas de trapo. En la Villa hubo dos muñequeras artísticas muy especiales que fueron leyendas nacional, la señora Emiliana de Nadal y doña Angelina Bolívar de Utrera, esposa del maestro Inocencio Utrera.
Antes de poner punto final a este trabajo quiero referirme a un detalle muy peculiar. Resulta que hace como dos décadas atrás, cuando pasaba un traje de moda, o las damas cambiaban de talla, por regla general regalaban la ropa de poco uso a una amiga o a un allegado de la familia; ahora, con este brinco que hemos dado, lo pasa a un comercio nuevo denominado “Venta de garaje”. Un espacio estratégico de la casa para exhibición y venta de toda prenda de vestir y zapatos ancianos. Muchos integrantes de la casa participan y se resuelven en este tipo de negocio en virtud de los precios tan elevados a que ha llegado la ropa y el calzado.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis de Cura, marzo de 2017
Sitio web de la imagen:https://creciendoentreflores.wordpress.com/tag/costureras/
Bello escrito tío bello, que Dios continúe dando mucha inteligencia, sabiduría y una mente lúcida y brillante...lindo ese escrito y recordando los vestidos hechos por la abuela María...quien siempre nos realizaba trajes a todos las nietas y nietos...bendecido seas por siempre. Te amo.
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