RECORDANDO LOS 100 AÑOS DE DOÑA FELICIA CEBALLOS
Por Oscar Carrasquel
Cien años andando agarrada de la mano de Dios y con la religiosidad católica por dentro acaba de cumplir doña Felicia Ceballos. 100 años no es un día, lleva bastante tiempo recorrerlos. Devota del padre de la Santísima Trinidad y de la Divina Misericordia, además de conocedora espiritual de los misterios del Santo Rosario, cuya devoción siguiendo la tradición familiar se lo inculcó su madre desde que era pequeña. Son los estandartes que ella lleva en el corazón, bendicen su vida y la hicieron crecer dentro de la fe.
Un siglo, veinte lustros... Así como suena... Ni más ni menos…100 años han transcurrido hoy 11 de junio de 2017 de haber llegado a este maravilloso mundo este corazón pintado de canas blancas que sigue diciendo ¡presente! cuando ella escucha pronunciar su nombre. La conocimos en la urbe en tiempos lejanos cuando yo era un niño. En nuestra Villa de Cura se respiraba aires de libertad y sosiego, había paz, nuestras casas pobres entonces no eran un mundo cerrado de rejas.
En su tiempo esta humilde señora mantuvo sola a su prole con el trabajo de la cocina. Los clientes a pie o en lomo de caballo bajaban por todos los caminos a comer en su Pensiòn. Así comenzaba su heroica marcha desarrollando su trabajo sin desmayo. Eso fue por allá en las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX. A decir verdad su labor de cocinera no tenía hora de empezar ni hora de terminar, no era nada fácil el oficio, ni tampoco cómodo lidiar con tan variados gustos o paladares. Sin embargo, la fama de su exquisita comida se extendía por todos lados, lo cual fue para ella título de orgullo.
A Villa de Cura llegó un día en un viaje de arreos por el único camino de recuas a los 12 años de edad, La comarca era como ella la vivió en su juventud, un pueblo feliz y tranquilo, un cobijo hospitalario, una agradable Villa de ambiente casi rural y de limitado comercio y escaso tránsito automotor. Arreos de mulas y asnos que deambulan por sus calles solitarias. Eran tiempos de cuentos de fantasmas como “La Sayona”, "El Anima Sola" y “El Carretón”; además de la figura del “Encamisonado”, un personaje de carne y hueso del cual apunta la leyenda fue descubierto una noche disfrazado de espanto; pues se oía decir que se aprovechaba cuando el poblado quedaba a oscuras para saltar las empalizadas ajenas.
Dice en un documento que Felicia María Ceballos Rojas, como es su nombre completo, nació en el sitio de Santa Rosa del Sur a campo abierto el 11 de junio de 1917. Sin embargo se comprobó que hay un error del amanuense en la fecha, porque en realidad abrió sus ojos al mundo el 11 de julio de 1917. Sus padres fueron María Eugenia Rojas y Melesio Ceballos Rebolledo, ambos campesinos de conuco, labradores de la tierra..
Hoy recordamos que esta agasajada matrona tuvo un total de cinco hijos todos varones a los cuales vigila desde sus primeros pasos: Cristóbal, Ernesto, Félix, Guillermo y Marcos. El esfuerzo no fue en balde pues sus hijos todos son hombres laboriosos de probada conducta ciudadana y distinguidos en el estudio Fue esa la disciplina que recibieron en un hogar de exclusiva vigilia y sostén de la madre. Se casaron, formaron familia aparte y algunos tuvieron que alejarse un poco, pero siempre buscando estar lo más cerca posible de ella. Y es que el amor maternal no termina por ninguna razón. El amor de una madre es irreemplazable.
Una vez le llegó a doña Felicia el infortunio del destino, no pudo detener la punzada en el alma y las lagrimas cuando la muerte despiadada le arrancó de sus brazos a su hijo Cristóbal, nuestro amigo que en paz descanse.
La vida es bella y maravillosa a pesar de todas sus vicisitudes, pero lo es aún más, cuando se llega a esta edad y la persona se conserva útil y con vitalidad; cuando trascurrido una centuria todavía se encuentra viviendo con sus grandes verdades, queriendo a sus hijos, vecinos y amigos, con el espíritu alegre y su tono de voz y mente siempre lúcida, evocando el pasado el cual supo transitar con amor y firmeza.
La edad no ha representado para doña Felicia impedimento alguno para seguir activa en sus menesteres cotidianos. Todavía está pendiente de sus hijos ya de familia propia, más la ramificación de 12 nietos y 7 bieznietos, lo más hermoso de la siembra. Se preocupa por los oficios elementales de la casa, cuidando que se mantenga limpia. Su amor por las matas es tal que riega y cuida de sus plantas y mantiene bello un jardín de rosas que le da sombra la entrada de su vivienda. Y es tan sobrada su vitalidad que todavía cocina y le queda tiempo para recibir lecciones de cuatro, tres días a la semana, de parte de su profesora María Teresa Fuenmayor. Además se la pasa tarareando sus canciones favoritas. Le atrae la música que ha sido siempre un complemento de su vida desde que estaba ene el campo,.
Lo que más importa es tener la mentalidad siempre abierta dispuesta para el conocimiento y tener ganas de sobrevivir en estos tiempos tan plenos de incertidumbre. Asombra su memoria prodigiosa. Se desplaza en la casa con seguridad y con la fuerza espiritual que le viene de Dios. Siempre presta para vencer obstáculos, aconsejar a los mas jóvenes y seguir ayudando hasta donde se pueda a la persona más necesitado.
No debiera ser yo, que solo vengo a traer a la memoria estas breves evocaciones para agasajarla, quien se atreva a describir estas vivencias de tanta lejanía. Quizá usted doña Felicia con 100 años en lo alto es la que desplegando sus alas mejor conoce su vida y la historia de esta Villa de Cura. Aquel pueblo que antes era como un pequeño baúl donde cabíamos todos, la romántica y palpitante de ayer que usted misma ayudó a construir, muy diferente a la de nuevos tiempos.
No sé si usted se acuerda doña Felicia de su juventud en su centuria de años vividos, cuando en nuestras casas pobres de antes no se incubaba el hambre. La arepa y otros productos alimenticios venían del campo, de la sierra, sobre lomo de asnos. No faltaba el café bien de mañana y se daban fijo, sin falta, dos sentadas o "golpes" en la mesa. La costumbre era a las 10 de la mañana, el primer golpe, y el segundo a las 4 de la tarde. Así se tratara de caraotas negras revueltas con postura de gallina casera.
Un muchacho -por poner un ejemplo- no pasaba por adelante cuando otras personas mayores estaban conversando. De acuerdo con aquellos valores lo que decían los viejos aunque fuera con una mirada era "santa palabra" Y se le pedía la bendición a las personas mayores a si no fuera de su parentela... En las escasas boticas del pueblo se preparaban las formulas médicas y para la calle salía el olor de los remedios.
Aún tiene doña Felicia Ceballos un montón de días bellos por vivir por la gracia de Dios, y la virgen María también nuestra madre, unos años más que avanzar en el tiempo. Es lo que se percibe en la sabia sonrisa de su rostro y en el aroma de cada brisa que baja de la Sierra de Santa Rosa del sur, de la alta colina de Picacho Blanco.
Aún tiene doña Felicia Ceballos un montón de días bellos por vivir por la gracia de Dios, y la virgen María también nuestra madre, unos años más que avanzar en el tiempo. Es lo que se percibe en la sabia sonrisa de su rostro y en el aroma de cada brisa que baja de la Sierra de Santa Rosa del sur, de la alta colina de Picacho Blanco.
Lo atractivo de hoy es la reunión donde estarán presentes todos sus hijos y nietos y demás familiares. El mejor de los regalos. No esperaba regalos "En mi edad lo que deseo es que vengan todos para abrazarlos y bendecirlos"
La vida es un privilegio que nos da Dios, depende de cómo la vivamos, de cómo la enfrentamos. Hoy cuando amanece nuestra villa altiva y bonita, aprovecho esta agradable encrucijada, adonde me condujo con sumo agrado la vida, para felicitarla con justicia y admiración... Permita usted doña Felicia que cuelgue en este hermoso día 100 flores perfumadas de mi humilde poesía sobre su pecho. ¡Feliz cumpleaños!
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, junio de 2017
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