domingo, 9 de julio de 2017

“FALO”... VIVENCIAS DE UN VILLACURANO ARTISTA DE UN CIRCO


Villa de Cura
Estado Aragua
                                                                   

                                                Por Oscar Carrasquel



Nuestro pueblo está lleno de historia grande, de episodios que muestran su raíz originaria, obtenidas por sus autores de fuentes documentales; pero también los pueblos son abundantes en historias pequeñas. Como se sabe, estas últimas no se encuentran en archivos, ni en anaqueles de librerías, sino en el testimonio de sus propios  protagonistas o en la referencia oral de aquellos que los conocieron o que estuvieron a su lado..

Traemos en esta ocasión  el recuerdo de un hijo de Villa de Cura con el apodo de “Falo”. Debo decir que estos cuatro caracteres que constituyen un sobrenombre fácilmente de pronunciar, son identificadores de un coterráneo cuyo verdadero nombre  era Rafael Ernesto Agudo. Hijo de una humilde señora muy popular llamada Petra Agudo y de un señor que trabajaba muy bien la albañilería y plomería llamado Carlos Agudo..

A “Falo” lo conocimos en el terruño solariego por allá por los 50.  Vivía  junto con su familia por la calle Doctor Manzo, entre calles Miranda y Sucre. La última vez que lo encontramos, hace ya algunos años, enfundado en ropa de kaki y sombrero fino ala pedrá. Un  hombre liviano de trato, piel blanca, de pelo liso y abundante como el de Johonny Wesmuller, colmillo de oro reluciente y unas manos grandes. 


“Falo” no fue muchacho escolar de todos los días, pero tampoco de malas juntas. Positivo siempre. Por esos lados de la calle Doctor Manzo lo veíamos bajar siempre para la esquina de "Las Brisas" a jugar metras y barajitas. Durante la infancia y parte de la adolescencia, como otros muchachos de la cuadra le llamaban la atención los juegos tradicionales; pero a medida que fue creciendo se convirtió en un hombre terco en el juego y las apuestas. Nunca lo vi tomando licor. Tampoco fue un hombre de fullerías o trampas, pero sí con mucha suerte en el juego, siempre ganaba.. 

“Falo” era una persona imprescindible  donde estuvieran  por medio las apuestas, como  son las bolas criollas, dados, gallos,  y barajas en grupo, ruleta, batea y demás juegos de azar; allí en este escenario siempre estaba él, a ver con quien cazaba una partida; también era dueño de un humor nato. Sus andanzas en el pueblo son innumerables, conocido de todo el mundo. 


Por allá cuando nuestro amigo tenía más o menos 30 años edad, un día lunes preparó maletas y buscando nuevos horizontes se enroló en un  circo llamado  “Circo  Hermanos Castro”. Este circo que ya no existe fue fundado en La Villa por el ciudadano cubano Oscar Castro, sobreviviente del naufragio del gran circo Razzore.

 "Falo"  Ingresó a la compañía circense como utilero, destacado para ayudar a  montar y desmontar las lonas, y las tablas en las partes donde viajaba el circo; y casi de seguidas se incorporó a desempeñar otras atracciones más, aprendidas allí dentro de aquel  universo de almas.


De tal modo que aquel hombre gracias a su poco peso y agilidad de sus piernas fue enseñado a subirse y andar sobre zancos altos, y comenzó su trabajo moviéndose como pez en el agua sobre una tarima,  con un micrófono en mano para  promocionar y animar del espectáculo antes de comenzar la programación..

Como era buen conversador ya conocedor se dedicó a aprender nuevos secretos con las barajas, realizaba un número donde  extendía los brazos al aire como un mago, moviendo un puñado de cartas  entre los dedos con las dos manos, inventando trucos y haciendo magias con las cartas para hacer divertir al público.

Otras de sus especialidades fue vestirse con traje de payaso y en tal sentido le correspondió desempeñarse como el payaso llamado "Charles Chaplin”, formaba parte de una tropa de otros payasos con nombres vegetal: Canillita, Repollito  y Rabanito, divirtiendo especialmente a la chiquillerìa que concurría con sus representantes a las funciones del circo. Además,  vendía confitería y globos inflados entre el público.

También realizaba aparte  un número que llamaban “La mesa de la muerte”, donde se colocaba como un faquir,  martirizado sobre una mesa llena de escarpias por todos lados.. En otro de los papeles, se colocaba parado de perfil al lado de un tablón para que un hombre disfrazado de indio Piel Roja, afinara su puntería,  disparando unos puñales de fuego alrededor de su cuerpo y a  la altura de su cabeza.

Con esta compañía circense  lució y paseó muchos años su arte por la mayoría de pueblos de Venezuela, también le dio oportunidad de hacer giras por varios países  latinoamericanos, las veces que el circo viajaba.  Acabó  conviviendo y soñando entre aquel mundo de tablas y animales amaestrados; entre aquel bullicio de hombres, bellas mujeres y niños de circo, bajo un techo redondo de lona oscuro, como una casa grande donde vivían todos como una sola familia.

No lo volví a ver por mucho tiempo. Desde  los años setenta, más o menos se fue perdiendo de La Villa. Ahora supe que hace aproximadamente dos años, ya retirado de sus quehaceres, tal  como  un fantasma lo vino a reclamar la guadaña de la muerte, alejado de la que fue su casa en Villa de Cura. Ahora estuve al cabo que se enfermó y murió al lado de sus amados hijos en la ciudad de Valencia.


Una joven llamada Yanet Sabina Castro, que habita en  en Villa de Cura, nieta de Oscar Castro, dueño del circo, se atrevió a contarme parte de esta historia, escuchada de su abuela Petra Aponte de Castro, que trajinó como trapecista en el circo. Me fui hasta su casa me consiguió la vieja y malograda imagen, donde "Falo" hace de zaquista en el pórtico del circo, la cual pedí colocar en el portal de esta nota como un homenaje al viejo amigo desaparecido. 

De aquí salimos del mismo pueblo, cuando los compañeros de la niñez y adolescencia, la mayoría no se conocían por su nombre propio, sino por su apelativo. Fue mi gran amigo, igual de mis hermanos. De toda infancia siempre quedan los recuerdos. Que descanse en paz el alma de “Falo”..








Oscar Carrasquel
La Villa de San Luis de Cura, julio de 2017

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