jueves, 29 de abril de 2021

EL ENCAMISONADO UNA HISTORIA DE MEDIADOS DEL SIGLO XX

 EL ENCAMISONADO  UNA HISTORIA DE MEDIADOS DEL SIGLO XX

Por Oscar Carrasquel

 

Desde que yo era un niño hasta hoy han pasado muchos inviernos y veranos. Se refiere este relato a los últimos años de la cuarta década del siglo XX, cuando la Villa de San Luis de Cura, mi pueblo nativo, era un conglomerado casi rural, y era común oír en una posada, en reuniones de parroquianos; en los salones de barberías; entre artesanos de la alpargata, los cuentos de fantasmas y aparecidos. Se comentaba de manera común que en determinado sitio salía un muerto, así mismo se hablaba de espantos, duendes, la Sayona y el Carretón. La mayoría de la población creía en estas leyendas, pero había otro sector que siempre manifestaba sus dudas.

Cuando yo estaba de once años de edad, más o menos, se sintió en el pueblo una alharaca de pesadilla terrible, mejor dicho se corrió que, en el solar de una casa bajo la espesura de una mata de cotoperiz salía en la alta noche un espanto. Unos decían que se trataba de un alma  en pena, de algo sobrenatural o de demonios. La voz noticia  circuló a lo largo y ancho del pueblo.  

Se contaba que en la oscuridad de las 12 de la noche, favorecidos por el claror de la luna algunas personas observaban a una figura disfrazada toda de negro, con un pañolón alrededor de la frente que le cubría hasta los ojos, y que a medida que  iban acercando los pasos el espectro iba aumentando su tamaño, hasta alcanzar más o menos dos metros y medio de estatura, y  lo veían que saltaba como un canguro la cerca que dividía  dos solares; siempre lo hacía en la misma hora, desde entonces le endosaron al espanto el cognomento de EL ENCAMISONADO.

En aquellos días, eso de la aparición de EL ENCAMISONADO fue motivo de muchos miedos y comentarios en el vecindario y  base de conversación entre grupos de mujeres y hombres. En mi época de niño se nos impedía sentarnos con los mayores, incluso ni siquiera pasar  por el medio cuando conversaban ellos, ya que era reprobado y uno era objeto de una reprimenda.

Yo por supuesto  sabía el reglamento, pero como muchacho siempre es muchacho, sin que supieran, me asomaba sigilosamente por la abertura de una cortina que había en la puerta de la habitación, y ponía atención a la conversación de los presentes.

Un día llegó a casa, una señora con fama de relatadora de noticias frescas en el vecindario, quien siempre iba a casa a llevarle figurines para que mi mamá le confeccionara los vestidos. Era la doña portadora de “un tubazo” o primicia. Resulta que según su testimonio habían descubierto que el  ENCAMISONADO era un pulpero de la cuadra que se la daba de vivo, andando por los solares utilizaba unos zancos que le hacían aumentar de tamaño, brincaba una empalizada de cuatro pelos de alambre, a decir de lo expresado por la señora, “a coger maíz en conuco ajeno”. También otra vecina, una señora de larga visita, que irrumpió de golpe en la sala, refiriéndose al sonado caso manifestó:

                      --! Viejas!... No se han enterado que el tan nombrado ENCAMISONADO, es el bodeguero que “afila su hierro  en piedra de moler ajena”.

En ese tiempo, yo muchacho inocente, ya sabía lo del mito por boca de los muchachos, pero no comprendía los dichos o las metáforas utilizadas para condenar al bodeguero. Lo que si me acuerdo que a toda la cuerdita de la cuadra después de varias semanas nos reanudaron el permiso para asistir al cine  a ver las series de vaqueros en el cine El Corralón.

 Oscar Carrasquel La Villa de San Luis/2021

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