Por Oscar Carrasquel
Al despuntar el día yo lo tropezaba transitando silenciosamente por una de las avenidas de Villa de Cura, camino a su rutina. Ningún día faltaba a estos menesteres. Después de tomar su cafecito mañanero, salía desde su casa ubicada en la calle Urdaneta en el sector La Represa. En las manos, un fardo donde llevaba sus aparejos de trabajo: una cuerda de sujetar, un pote con gasolina y la podadora manual. El pobre llevaba en un "porsiacaso" una arepa rellena de queso y caraotas. La gran mayoría lo conocía como FANÁTICO. Pocos sabían su nombre de pila, se llamaba Luis Ramón Salgado. Un hombre honrado y de mucho valor.
Durante años se dedicó a escalar los árboles desde los medianos hasta los más altos, los subía descalzo, arañándo el tronco con sus uñas de felino. Así como suben las iguanas. Los derribaba completos y en un rato los hacia leña. Era un hombre menudo pero musculoso y de mucha fuerza.
Nunca se le conoció otro trabajo que podar árboles, no es que era un depredador caprichoso del ambiente, los derribaba siempre que el árbol hubiera concluido su ciclo vital, o que fuera un obstáculo dentro de un espacio urbano; pero al mismo tiempo solicitaba del interesado el permiso que permitiera su tala. Comúnmente el árbol a derribar vivía lleno de gérmenes y de parásitas, no escapaban los arbustos enfermos en los solares.
Durante años se dedicó a escalar los árboles desde los medianos hasta los más altos, los subía descalzo, arañándo el tronco con sus uñas de felino. Así como suben las iguanas. Los derribaba completos y en un rato los hacia leña. Era un hombre menudo pero musculoso y de mucha fuerza.
Nunca se le conoció otro trabajo que podar árboles, no es que era un depredador caprichoso del ambiente, los derribaba siempre que el árbol hubiera concluido su ciclo vital, o que fuera un obstáculo dentro de un espacio urbano; pero al mismo tiempo solicitaba del interesado el permiso que permitiera su tala. Comúnmente el árbol a derribar vivía lleno de gérmenes y de parásitas, no escapaban los arbustos enfermos en los solares.
El hombre desde muy mozo comenzó a realizar esta labor. Dicen quienes le conocieron de cerca que aprendió a gatear y después a caminar trasteando sobre el tronco de los arboles. Yo lo comencé a conocer cuando ya estaba sintiendo el acoso del tiempo. Los días, las semanas y los meses se le convirtieron en años y se fue haciendo viejo, acabado de tanto trabajar.
Muchas veces lo veía como un cóndor encaramado sobre la cumbre de un samán, caminando lentamente como recostado de una baranda, gateaba con destreza sobre los troncos, con la sierra puesta sobre las ramas viendo caer los pedazos como pedradas. Los frutos, cuando se trataba de una mata de mango, guayaba o de un mamonero, los repartía entre los niños..Algunas especies, como el cedro, arrimaba las rolas a la carpintería de fustes de nuestro amigo Joseito Rodriguez "Grillo" en el callejón dos de Las Tablitas. Luego los fustes terminados iban a parar a las talabarterías de Villa de Cura, para convertirlos en sillas de montar a caballo..
En Villa de Cura son pocos los que quedan desempeñando un oficio similar. FANÁTICO en solo media mañana derribaba un árbol alto de corteza dura. No había límites en su cotidiana labor y en su diaria lucha para subsistir. Nunca recibió premios ni distinciones porque su labor se confundía fácilmente con un depredador de bosque, pero aquel fue su trabajo de por vida sin descansar. Una vez le oí decir "Ser talador no es malo siempre que se haga con pulso, por necesidad y con sentido común".
Este hombre de sesenta y pico años de edad era de poco hablar, serio, prefería la intimidad del silencio y la mueca de una sonrisa, sin embargo uno disfrutaba de su simpatía oyéndolo hablar. La vida y hasta la muerte de este amigo fue de mucho dolor y sufrimiento. Quien muchas veces se imaginaba volando como vuelan las águilas por lo verde de una montaña.
FANÁTICO, en su desempeño no conocía el miedo, era un hombre muy terco que sabía tomar previsiones y poner cuidado. Un día no las tuvo todas a su favor y se convirtió en viajero, tomó el camino para otro mundo; sufrió una caída desde un techo humedecido de rocío. Según contaron, la noche anterior había llovido bastante. Sufrió un resbalón desde el techo de una de esas viviendas de nuestro barrio donde se oculta la pobreza. A todo el mundo sorprendió, llamó mucho la atención, porque él sabia de sobra como comportarse ante las jugadas mas disimiles del destino..
Don Luís Ramón pasó muchos meses en cama en su hogar humilde en La Represa. Mucha gente de los vecindarios cercanos lo socorrieron, inclusive se hizo una la campaña a través de una emisora de radio de Villa de Cura para mitigar su drama, pero la muerte detuvo su veloz carrera. FANÁTICO hoy es como un río que dejó de correr y de su sequedad, ya casi nadie sabe, aparte de su familia.. Algunos le guardaron consideración. Que en paz descanse el alma de este labrador a quien hoy venimos a recordar.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, 2020/2021
Muchas veces lo veía como un cóndor encaramado sobre la cumbre de un samán, caminando lentamente como recostado de una baranda, gateaba con destreza sobre los troncos, con la sierra puesta sobre las ramas viendo caer los pedazos como pedradas. Los frutos, cuando se trataba de una mata de mango, guayaba o de un mamonero, los repartía entre los niños..Algunas especies, como el cedro, arrimaba las rolas a la carpintería de fustes de nuestro amigo Joseito Rodriguez "Grillo" en el callejón dos de Las Tablitas. Luego los fustes terminados iban a parar a las talabarterías de Villa de Cura, para convertirlos en sillas de montar a caballo..
En Villa de Cura son pocos los que quedan desempeñando un oficio similar. FANÁTICO en solo media mañana derribaba un árbol alto de corteza dura. No había límites en su cotidiana labor y en su diaria lucha para subsistir. Nunca recibió premios ni distinciones porque su labor se confundía fácilmente con un depredador de bosque, pero aquel fue su trabajo de por vida sin descansar. Una vez le oí decir "Ser talador no es malo siempre que se haga con pulso, por necesidad y con sentido común".
Este hombre de sesenta y pico años de edad era de poco hablar, serio, prefería la intimidad del silencio y la mueca de una sonrisa, sin embargo uno disfrutaba de su simpatía oyéndolo hablar. La vida y hasta la muerte de este amigo fue de mucho dolor y sufrimiento. Quien muchas veces se imaginaba volando como vuelan las águilas por lo verde de una montaña.
FANÁTICO, en su desempeño no conocía el miedo, era un hombre muy terco que sabía tomar previsiones y poner cuidado. Un día no las tuvo todas a su favor y se convirtió en viajero, tomó el camino para otro mundo; sufrió una caída desde un techo humedecido de rocío. Según contaron, la noche anterior había llovido bastante. Sufrió un resbalón desde el techo de una de esas viviendas de nuestro barrio donde se oculta la pobreza. A todo el mundo sorprendió, llamó mucho la atención, porque él sabia de sobra como comportarse ante las jugadas mas disimiles del destino..
Don Luís Ramón pasó muchos meses en cama en su hogar humilde en La Represa. Mucha gente de los vecindarios cercanos lo socorrieron, inclusive se hizo una la campaña a través de una emisora de radio de Villa de Cura para mitigar su drama, pero la muerte detuvo su veloz carrera. FANÁTICO hoy es como un río que dejó de correr y de su sequedad, ya casi nadie sabe, aparte de su familia.. Algunos le guardaron consideración. Que en paz descanse el alma de este labrador a quien hoy venimos a recordar.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luís, 2020/2021
Foto archivo O. C.
Publicación Ramón Alfredo Corniel.
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