"EL ZAMURO" SE CONOCIÓ TAMBIÉN COMO "LA CASA DEL ERMITAÑO"
Por Oscar Carrasquel
Uno aprende de su infancia y de la experiencia de los mayores y va cumpliendo la noble misión de ser narrador y de sacar a flote las cosas menudas que ocurrieron en el pueblo que nos vio nacer.
Por el este de la ciudad de Villa de Cura, exactamente por los lados del cerro "El Calvario", en los primero años de la década del cincuenta, muchas personas hablaban con mucha naturalidad de un sitio denominado "La Casa del Ermitaño".
Se sabe que en aquel lugar alejado del centro poblado en una época llegaban las bandadas de zamuros a asolearse, a sestear y estirar sus alas sobre el ramaje de los árboles de Samán que dan vida al paisaje. Al comienzo del cerro había una especie de gruta natural formada por tres gigantescas lajas. En dicho lugar se aposentaban a dormir estas aves. y por esta razón este sector de "Araguita" adquirió de los residentes la designación de "El Zamuro"y se convirtió en un símbolo de la La Villa. Está ubicado en la antigua calle Guárico que se extiende de este a oeste de la ciudad. Son muchos los que aun lo nombran.
Con el paso del tiempo se alojó allí entre la rocas un hombre de avanzada edad que nunca se supo de donde emergió. La entrada estaba franqueada por troncos y ramas secas. El hombre se asomaba poco durante el día, solo para tomar aire y ver la luz que penetraba a hurtadillas a su tiniebla. Se paraba y salía a dirigir la mirada por donde aparece el sol. Conviene recordar que este cuadrante formaba parte de lo que se llama " La Vega de don Armando Carabaño"..
Cejudo, taciturno, barbudo, los ojos de gris mirar. Se fue dejando crecer libremente la barba como un sabio de la antigüedad, imagen y semejanza del personaje mítico Pablo El Ermitaño.
Aquella especie de caverna era su hábitat, el ambiente donde transcurría su vida. Se la pasaba adentro casi todo el día, comía lo que le dejaban las personas compasivas y generosas, sobretodo los arrieros que transitaban por aquella trocha. El agua y la comida se la proveía la cascada de "Curita". El hombre tenía vida monásica. Probablemente causaba cierto sobresalto tropezarse de noche con este espectáculo, recuérdense que aquellos eran tiempos de duendes y fantasmas.
Conversando una vez con el señor Fèlix Hernàndez Castillo me cuenta que la vida de Villa de Cura de antes era muy sencilla. "Efectivamente la caverna la formaban tres lajas grandes, allí en ese sitio de formación rocosa se explotaba piedra para las marmolerìas que ha habido en Villa de Cura". La caverna se conserva intacta en la colina, hay que buscarla bien porque esta cubierta de maleza a un costado del cerro, para aquellos que deseen visitarla y retratarla.
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, enero 2018/2021
Publicación por don Ramón Alfredo Corniel
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