lunes, 29 de mayo de 2017

EL PERIQUITO MÁGICO UN PRESTIDIGITADOR EN FIESTAS EN VILLA DE CURA.



En la foto don Juan Díaz,  de Barbacoas,  estado Aragua, padre de  los artistas don Simón Díaz y Joselo Díaz, las veces que debió trabajar como pajarero, lo dice la señora Sara Carucí en una dedicatoria al dorso de la foto. La imágen fue tomada de LA VENEZUELA DE AYER EN FOTOS. Don Juan Díaz vivió sus últimos años con su familia en Villa de Cura, sus cenizas deben de reposar en el viejo cementerio municipal de esta ciudad.EL PERIQUITO MÁGICO UN PRESTIDIGITADOR  EN FIESTAS EN VILLA DE CURA.



Villa de Cura
Estado Aragua

                                            Por Oscar Carrasquel


Yo no escribo historia, apenas recuerdos que jamás olvidaré. En estos días que Villa de Cura celebra la fiesta patronales en las calles Páez y Sucre, peculiares y alegres  en extremo, creí oportuno rememorar los días felices  de la niñez, cuando en la vieja comarca se desbordaban aquellos rumbosos festejos en honor a San Luis Rey de Francia. En los días de Peregrinación y Semana Santa el pueblo era  muy visitado por gente de otros lugares. Refresco ahora un montón de años en la distancia, podemos decir que la evocación es de la década de los años 50 del pasado siglo xx.

Solía visitar la ciudad en temporada de fiestas un circo extranjero muy famoso llamado Circo Razzore que instalaba su grandes carpas con animales salvajes en nuestra "sabana" , cuya atracción principal era el célebre ilusionista Blakamán, un Fakir que delante de todo el público se acostaba en un tablón lleno de garfios; además ponía a obedecer a los animales salvajes y un cocodrilo, solía hipnotizar gallinas y pavos que quedaban como noqueados, y adormecía a la multitud de las gradas y de palco.
 
El otro espectáculo que venía,  era el show de "El motociclista de la muerte", dando vueltas a toda velocidad en una esfera de 5 metros de circunferencia, durante -más o menos- 30 minutos. Pero la verdad es que llegaba de todo a esta especie de feria popular, carruseles, bazares, ilusionistas, marioneteros, payasos sobre zancos,  ruletas, juegos de batea blanco y negro, galleros, curanderos y adivinadores.

El villacurano Ramoncito Trujillo era un personaje imprescindible en fiestas patronales,  era dueño de un espectáculo bastante ingenuo, Desde el propio Altozano de la Iglesia Matriz, en horas de la noche, lanzaba unos globos de papel al espacio como de un metro de circunferencia inflados con helio, con la particularidad que la bola  llevaba un mechón encendido en el centro, daba la impresión de una gran bola de candela. El globo levantaba y flotaba en el aire. El gentío en la plaza, en especial los infantes  elevaban la mirada hasta que el globo desaparecía en el horizonte..A Ramoncito también le dieron el sobrenombre de “El hombre del chivito”, porque siempre lo acompañaba a todas partes una  cabrita medio loca que le envestía a cualquiera que se le acercara.
 
Deseo destacar de mi lejana infancia a un personaje que llamaba la atención a alguna gente, que te llevaba a pasear por un mundo de curiosidad; dicho señor vestía siempre de buena forma,  llevaba sombrero negro ala ancha, combinado con pantalón y blusa de dril blanco. Aunque venía todos los años  la verdad es que  nadie lo llamaba por su nombre de pila. El mundo ingenuo disfrutaba todo aquello como un pasatiempo. 
El hombre con una jaula abrazada llegaba en autobús por la ARC, andaba  por todos los alrededores de la plaza principal. Se presentaba por las avenidas de la plaza Miranda con un periquito rehén de una pequeña jaula de madera. El pajarero le daba ordenes que el lorito no tardaba en obedecer, lo llamaba por su nombre: “periquito mágico”. Ambos de vida itinerante entre los pueblos. El lorito no hablaba, se trataba de un ave  muda adivinador mensajero del zodiaco, igual a un prestidigitador de la TV  venezolana que se hace llamar Hermes.  

La pequeña jaula en su interior estaba provista de un gavetero o portacartas  donde cargaba una fila de sobres cerrados, cada uno con un mensaje distinto. No era gratuita la consulta, sino que usted pagaba medio real (0,25) y luego el perico cumplía su trabajo.

Después de pagar, en cuestión de segundos, el perico sacaba alzado en su garfio un envoltorio cerrado  con un suave y perfumado papelillo dentro, se lo  coloca en la palma de la mano; al abrirlo se descubría la repuesta, el cual  indicaba un placentero augurio,  un piropo, viajes futuros, predicciones sobre el amor, la salud, sobre el presente y futuro. Había gente ilusa convencidos de ver sus sueños convertidos en realidad.

El pajarero tras exponer su trabajo seguía su camino  entre el gentío de  la plaza y el Altozano de la Iglesia, andando por entre la gente con su jaulita debajo del brazo...Y  de nuevo se escuchaba el divertido gorjeos del lorito y la singular perorata del hombre por la callejuelas de la plaza: ¡El periquito mágico!.., ¡Prueba hoy tu suerte!... ¡El periquito mágico! 
Después que terminaban los días de fiesta deambulaba por diversos sitios y no lo volvíamos a ver hasta el siguiente año. 

Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 30 de agosto de 2018
Auxiliar de fotografía Ramón Alfredo Corniel.

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