Villa de Cura
Estado Aragua
Por Oscar Carrasquel
La estampa que hoy me viene a la memoria proviene de un pasado reciente vivido en el terruño solariego de Villa de Cura que nos vio nacer y crecer; estoy hablando más o menos de mitad del pasado siglo. Me refiero a los tiempos cuando no era menester meterse unos dolares en el bolsillo para comprar un pollo.
Yo era un muchacho entonces cuando veìa pasar al vendedor de pollos y gallinas vivas, tocando puerta de casa en casa. Todo ese transitar minuciosamente lo cumplió Juan Vidao en la vida de un pueblo. Tal vez no era el trabajo que le gustaba pero habìa que buscar ganar el pan de cada dìa.
Yo era un muchacho entonces cuando veìa pasar al vendedor de pollos y gallinas vivas, tocando puerta de casa en casa. Todo ese transitar minuciosamente lo cumplió Juan Vidao en la vida de un pueblo. Tal vez no era el trabajo que le gustaba pero habìa que buscar ganar el pan de cada dìa.
Don Juan Vidao fue uno de esos hombres vinculado a la vida y la historia de este pueblo. Recuerdo que con los primeros cantos de la pavita se lanzaba a pié todos los días ofreciendo para la venta pollos y gallinas por los cuatro barrios de La Villa, un pueblo tan lleno de costumbres y tradiciones.
Es bien sabido que en aquellos tiempos las aves de corral o "pica tierra", como se les nombraba coloquialmente, se criaban realengas junto con otra clase de animales en los solares de empalizadas, y las familias aprovechaban su carne y huevos para consumo familiar y suplir las necesidades en el vecindario.
Es bien sabido que en aquellos tiempos las aves de corral o "pica tierra", como se les nombraba coloquialmente, se criaban realengas junto con otra clase de animales en los solares de empalizadas, y las familias aprovechaban su carne y huevos para consumo familiar y suplir las necesidades en el vecindario.
Hasta por ahí en los años cincuenta era costumbre ver al "Renco Juan Vidao", andar íngrimo y solo por las calles haciendo equilibrio con una garrocha cruzada por detrás del cuello, sostenida con las dos manos, cargada de punta a punta de gallinas caseras en plumas, vivas. A las cuales se les escuchaba el gorjeo y canto desde lo lejos.
Aproximadamente una docena de plumìferas cabían en aquella vara. Pero hay algo más singular, los huevos los entregaba por encargo (no existía el llamado "cartón") la presentación era un par de postura envueltas en hojas de maíz como una hallaquita, a medio (0.25) la unidad. Vidao rompía con su pregón la monotonía de las frescas mañanas villacuranas, su grito se perdía por el largo de la calle.:
¡Llevooo pollos y gallinas... !Aproximadamente una docena de plumìferas cabían en aquella vara. Pero hay algo más singular, los huevos los entregaba por encargo (no existía el llamado "cartón") la presentación era un par de postura envueltas en hojas de maíz como una hallaquita, a medio (0.25) la unidad. Vidao rompía con su pregón la monotonía de las frescas mañanas villacuranas, su grito se perdía por el largo de la calle.:
La misma voz se oía todos los días en su rumbo cotidiano sin perder la brújula, aquellos días de silencio y paz pueblerina. Lunes, domingo o cualquier día muy temprano lo esperaban que pasara frente a sus venta de comida la conocida "Juanita la tres lunares" y don José Leal, eran muchas las veces que le compraban para el plato de entrada de sus clientes
Un bolívar o tres reales de acuerdo con el tamaño costaba cada gallina piroca ,roja, jabada, negra; muchas veces era un gallo que ya no cubría por el mismo precio. Vidao compraba en la lejana ruralidad y luego revendía. No vayan a creer que la ganancia era mucha pero el bolívar en ese tiempo tenía valor.
Atravesaba sin parar la pequeña población bebiéndose los primeros soles de cada mañana. Seguramente Los Colorados, La Represa , Aragüita y Las Mercedes, eran entonces los linderos de la ciudad de Villa de Cura por donde más se desplazaba buscando a los habituales compradores.
Yo muchacho que, observé de cerca desempeñar con fervor su sencilla vocación de trabajo, lo puedo recordar en su noble desempeño por las calles del centro y en los barrios La Represa y. Las Tablitas, sitios que yo más frecuentaba
"El Renco" Juan Vidao, que así lo llamaba todo el mundo porque cojeaba de la pierna derecha fue un hombre preocupado por su gente, hecho para la brega, acostumbrado a realizar este comercio con destreza y sin horario fijo, así como también cualquier otra faena. "Un palo de hombre" como se decía antes.
Este ciudadano casó con una dama villacurana de su misma fibra y costumbres. A su numerosa descendencia le quedó orgullosamente el ejemplo de su honradez, verticalidad ciudadana y buen padre de familia.
Muchos años después aquel hombre con sabor a pueblo como fue su vida, se encontró inevitablemente con el golpetazo de la muerte, pero su nombre aún perdura en la memoria de las viejas generaciones de villacuranos.
Muchos años después aquel hombre con sabor a pueblo como fue su vida, se encontró inevitablemente con el golpetazo de la muerte, pero su nombre aún perdura en la memoria de las viejas generaciones de villacuranos.
OSCAR CARRASQUEL. La Villa de San Luis, 2015/2021.
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