lunes, 12 de marzo de 2018

OTILIA MARTÍNEZ BRICEÑO INTEGRANTE DE UNA FAMILIA MUSICAL VILLACURANA

Doña Otilia Martinez Briceño

 A sus hijos. nietos y biznietos, con acendrado afecto

Por Oscar Carrasquel

La historia completa la conoce y nos las narró  su hijo, nuestro entrañable amigo  ingeniero agrónomo Douglas Carrizalez Martínez, quien  reside con su grupo familiar en la ciudad de Maracay, capital del estado Aragua. Conversamos en un  corredor amplio, apoyado él por un legajo de viejos papeles en un portafolio. Douglas nos dio prestados documentos y los viejos retratos de su madre que  deambulan en un álbum desteñido por  el tiempo. Pendiente quedó la expectativa de un cuatrico que mi amigo iba a incorporar a la conversa junto con otro hermano músico de guitarra por llegar.

Generosa en demasía, de carácter agradable y de fina estampa villacurana, de dura madera de roble, a decir de los que tuvieron la suerte de conocerla de trato y relación de amistad. Estamos hablando de doña Otilia  Martìnez Briceño. Pocos en La Villa conocen sus atributos artísticos y culturales.. Me tocó en suerte conocerla personalmente cuando yo era juvenil,  ella ya era una mujer hecha y derecha.

Doña Otilia era una de esas mujeres de antes, una  ferviente enamorada de las flores y sus aromas. En el centro de su casa en Villa de Cura tenía un jardín bien cuidado. Igual hizo en la hacienda “Caicara”,  propiedad de su progenitor don Pedro Nolasco Martìnez. Una tierra coronada de serranías altas, allá formó un jardín luminoso en la casa de campo que  bautizó con el nombre de “La Carrizalera”.  Por un lado se desliza una corriente de agua cristalina, y paralelo un huerto perfumado de albahaca, sembrado de madreselvas, de rosas de todos los matices, tulipanes, margaritas, trinitarias, capacho y la  flor de cayena de variados colores. Allí llegaba ella bien tempranito a jugar con los pájaros montaraces.

Cohabitó esta matrona con moradores  de su natal Villa de Cura; una Villa apacible de escasos transeúntes, de cuando la gente sacaba las silletas a las aceras en las tardes-noches para entregarse a la amena tertulia en la puerta de las casas. Vivió  todo su tiempo en una casa ubicada en la calle doctor Morales, a mitad de cuadra, entre Bolívar y Miranda, en Villa de Cura, capital del municipio Zamora del estado Aragua.

Esta calle tuvo mucha importancia en aquella época. En el asiento de la cuadra vivieron familias por demás conocidas en la colectividad villacurana, en donde tuvo buenos amigos: Antonio Saá Fernández, Juan Enrique Rodríguez, Catalina de Hernández, Salvador Saá, Manuel Ceballos y Rogelio Tavío Tosta, y muchas otras familias de la vieja Villa de Cura.

Doña Otilia era oriunda de este airoso y pintoresco valle de la Villa de San Luis de Cura, nació el 13 de abril de 1912 en este pedazo de noble tierra aragüeña, fue una dama fecunda en la música y en el estudio, el terruño nuestro en aquel tiempo era próspero en la producción agrícola y con eminente nombramiento como centro comercial ganadero de la región central del país. Hija del matrimonio formado por don Pedro Nolasco Martínez y su esposa doña Petra Briceño Landa de Martìnez.

Sus primeras letras o la educación primaria la realizó en una escuela mixta  fundada en las primeras décadas del siglo XX en Villa de Cura por la maestra Pepita Peraza. Funcionaba en la propia casona de los Peraza en toda la calle Real. En un tiempo recibió clases y tuvo de maestro a don Víctor Ángel Hernández.  Recibió su apoyo decidido en la formación musical; aunque  en realidad  su principal maestro en armonía fue su abuelo el  profesor de música don Amador Briceño, pianista, flautista, violinista y compositor  de importante trayectoria. Su abuelo fue quien la animó a dar el primer concierto que dio la niña Otilia  con el violín, en la ciudad de La Victoria, a la temprana edad de 7 años, más tarde lo hizo en la mayoría de los círculos musicales de Maracay.

Algún tiempo después estudia y se gradúa en Andragogía, una técnica orientada a la enseñanza de personas adultas, con licencia para impartir clases en escuelas granjas, en zonas rurales y núcleos urbanos. Desde 1951 hasta 1966 entregó su contribución  en todos los programas adelantados en este sentido por Ministerio de Educación. En ese tiempo comenzaba a brindarse apoyo a la alfabetización inicial de adultos en barrios de Villa de Cura y zonas rurales. Recorrió muchas veredas y trochas, mientras la lluvia y el sol la azotaban, apoyando el proyecto alfabetizador, ayudando a fundar escuelas y ofreciendo su conocimientos a la educación inicial..

Incansable en el estudio y el trabajo, aprovecha para aprender enfermería simultáneamente trabaja como asistente del doctor Manuel F. Rondón en el proyecto de medicina preventiva, entregada a la atención de parturientas y diversas campañas de vacunación en el área urbana y rural. De esta manera tenía que viajar de forma consuetudinaria al valle de Tucutunemo, El Cortijo, el Pao de Zarate;  subiendo y bajando cuestas en lomo de bestias, sin ningún reproche, muchas veces con el sol ardiente sobre la frente pero con Dios por delante. También fue enfermera auxiliar en el viejo hospital doctor José Rangel de Villa de Cura, contiguo a la plaza Bolívar. Entonces se sentiría  como  dueña de todas las bendiciones de esta tierra, por la considerable cantidad de ahijados que dejó en estas comunidades rurales y barrios.

Desde el punto de vista artístico y pedagógico, se  inicia en el arte musical y la actuación en la ciudad de La Victoria, donde estudia música de cuerdas y sale dominando perfectamente el violín y la bandolina, y además se gradúa de profesora musical, y es entonces cuando comienza a dar en firme los primeros conciertos.

Por algo proviene de la dinastía musical de los Briceño. nativos de Villa de Cura. Fue fecundísima compositora. En su haber tiene escritos valses, merengues, pasodobles. Escribió la letra, la música y arreglo de las siguientes canciones: “Zaida”, “Reina”, “Mi casita en la Montaña”, “Canción a La Madre”, “Sabor de Engaño”, “Taborda” “Mi Cariño” y hay un montón de hermosas canciones más  compuestas sobre poesías suyas. 

Ejerció como profesora de violín, en el periodo 1972 1981, en la Escuela Superior de Música del estado Aragua. Fue primer violín de la nombrada Orquesta Filarmónica del Estado Aragua. Figuró en numerosos  eventos musicales y artísticos con la Filarmónica, en Caracas, Valencia y Maracay.

En su carta curricular aparece participando en conciertos en el Conservatorio de Música del Estado Aragua; igualmente en Caracas, en el auditorio de la Universidad Central de Venezuela; en el Teatro Teresa Carreño con la Orquesta Filarmónica del Estado Aragua, dirigida por el profesor Antonio Esteves..

Otilia, como todo el mundo se acostumbró a nombrarla (omitiendo el primer nombre, que realmente era Petra), siendo bastante joven casó en primer término con el villacurano Ángel Rafael Motamayor Hernández, y de este primer matrimonio nació Ángel Rafael Motamayor Martínez, cuyo fallecimiento ocurrió el año 2018.

Siendo todavía joven quedó viuda y contrae nuevas nupcias con el comerciante de ganado Eusebio Carrizalez, de cuya unión nacieron: Zaida Margarita, Dilia Arcadia, Alexis Orlando y Douglas Asdrúbal.  Otro integrante de la familia fue Tomás Vicente Carrizalez Huerta, hijo del primer matrimonio de Eusebio Carrizalez, quien también era viudo al momento de casarse con Doña Otilia. En este hogar villacurano la madre enseñó a todos sus hijos a soñar desde que eran pequeños, sin escatimar esfuerzo para que estudiaran. La estirpe con el paso del tiempo se ha visto prolongada en nietos y biznietos. Para todos alcanzaba la alegría de su noble corazón. La mayoría de esta familia se encuentra hoy en día establecida en la ciudad de Maracay, capital del estado Aragua.

La historia de la radiodifusión en Villa de Cura que data de los años 50 del siglo xx pasado la tiene entre sus páginas. Con la inauguración de “Radiodifusora La Villa”, doña Otilia animaba con su interpretación musical un espacio en vivo de una hora de duración, bajo la conducción y presentación del locutor y director de esta emisora Manuel Vicente Zapata. En una sala aparte había siempre un público entusiasmado que la aplaudía.

Tuvo una ligera pasantía como columnista de periódicos.  Refiere Douglas que su mamá escribió en algunas ediciones del periódico humorístico villacurano “El Cotejo Mocho”. Entregaba una croniquilla  vibrante  muchas veces lírica para el periódico fundado y dirigido por el poeta de La Villa, J M Morgado, que fue su afectivo amigo.

Doña Otilia Martínez Briceño, no fue ajena a la fisonomía del conglomerado que la vio nacer, siempre estuvo pendiente del devenir del pueblo, aquel que poco a poco se iba convirtiendo en ciudad. Formó parte de una dinastía musical villacurana sin precedentes, testimonio de una raza musical que no se ha visto más en posterior época. Me manifiesta el contertulio que hay en la actualidad en el entorno musical de la familia Briceño, pianistas, cantantes de orfeón, flautistas, trombonista, lombardista, guitarrista, cuatristas, bandolinistas, compositores y directores de orquesta, tanto popular como clásica. Sin duda alguna un torrente musical sorprendente y amplio.

El profesor Oldman Botello, historiador, ex Cronista de Villa de Cura y actual Cronista de la Ciudad de Maracay, genealogista, realizó un amplio bosquejo de esta familia Briceño de importancia histórica, del cual extraemos la afirmación siguiente: “Constituye esta familia Briceño (150 años de músicos) la segunda generación de músicos más significativos del país después de los Calcaños”. Creo que su mayor gloria en la prolongación de su existencia.

Otilia Martínez Briceño

Una mujer alta, blanca, delgada, de pensamiento libre era doña Otilia, muy educada, bonita como las  letras de la canciones que ella compuso y la inspiración que llevaba por dentro, con un corazón lleno de música y un universo de versos en su sentir. Fue una luchadora en todos los terrenos, con caídas y levantadas, al mismo tiempo supo forjar a una gran familia de bien, con la dedicación y el coraje que la acompañó siempre.

Doña Otilia Martinez Briceño descansó en la paz del Señor en la ciudad de Maracay, un día 13 de octubre de 2001, a los 95 años de edad. Sus restos reposan en el Cementerio Metropolitano de la capital aragüeña.
En el universo  cultural de Villa de Cura, en el presente, no se nombra a la señora Otilia, simples cosas del olvido.


Oscar Carrasquel, La Villa de San Luis, 12 de marzo de 2017

Fotos del álbum familiar.

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